Han contemplado mis ojos paisajes bellísimos y variadas escenas de la naturaleza que revelan incesantemente lo fértil e nuestro suelo y que acreditan con cuanta razón se ha llamado a nuestra querida Cuba, paraíso del mundo.
El primero de noviembre salí de esta ciudad á las cinco y media de la mañana: á las nueve me hallaba en Jamaica, penúltimo paradero de las berlinas que van hasta San José de las Lajas y como hora de almorzar fué preciso hacerlo ántes de proseguir, lo que hice en la fonda que sirve de punto de parada á las berlinas que salen de la empresa de la calle de la Amistad esquina á la de Cristina.
A las diez emprendí de nuevo mi camino, dejando un cuarto de hora después á la izquierda á la pequeña población de Tapaste, cuya iglesia se divisa de una distancia como de una legua.
Hasta la tienda que titulan Mendoza el camino presenta pocas dificultades por ser casi llano aunque pedregoso, pero desde este punto á Jaruco varía enteramente por las dos vías que hay para llegar á la ciudad.
Yo me dejé guiar por la que me llevaron, que es, según me dijeron después, la mas larga aunque también es la que ménos lomas tiene uno que subir. Empero, sin embargo de atravesar algunas, lo pesado y escabroso del camino queda compensado con las hermosas vistas, con que á cada instante se vé regalado el transeúnte.
Una de estas es la preciosa loma, ramal de la escalera, que por su lado Oeste ofrece una perspectiva bellísima y en la que algunos creen contemplar la imájen de Nuestra Señora de Regla por la disposición en que están colocados unos cuantos peñascos y aberturas que estos tienen.
Parece talmente que esta loma ha sido dividida por su mitad por la paralela que guarda con la que á su frente se halla, pasando entre las dos el camino que seguía: quizás algún sacudimiento de la tierra haya causado esa partición.
Tiene esta loma según me dijeron, varias cuevas que se comunican con las tan celebradas de Cottilla en la jurisdicción de San José de las Lajas, atravesando el largo trecho que media entre estas y aquella que es de unas dos leguas.
A poco que se anda, el ojo del caminante queda sorprendido con Ia vista de un valle que á sus pies se estiende, valle primoroso y que á lo léjos deja distinguir el Pan de Matanzas, magnífica montaña, tan celebrada en los hermosos versos del cantor de la Siempreviva.
¡Cuántas palmas meciendo sus ondulantes penachos de esmeralda al soplo de las brisas del Otoño! ¡Cuántos verdes platanales formando armónico susurro con sus sonantes hojas! ¡Cuántos inmensos cañaverales, surtidores de oro para sus dueños… !
Si fuéramos á describir todas las bellezas que este camino, como otros muchos de la Isla, regalan al viajero, necesitaríamos no solo de espacio, sino también sentir la inspiración de Heredia al pedir la lira para cantar la maravilla de América, el espectáculo mas sublime que ofrece la naturaleza salvaje sobre la tierra.
A la una llegué á Jaruco. Por la tarde recorrí la población, lo que en verdad nada notable ofrece, á escepcion de la bonita iglesia que en su centro está situada; pero sí es cierto que no existen edificios cuya arquitectura haya que admirar, tiene Jaruco bajo su cielo azul que encanta, mujeres preciosas que endulzan lo amargo de la existencia, familias amables y cariñosas; se disfruta en Jaruco de una temperatura grata y saludable y posee unos alrededores que envidiarán otras ciudades de nombradía.
De las lomas que casi las circundan se contemplan paisajes que hacen detener la vista para mirar las pintorescas escenas que la naturaleza ha prodigado en Cuba. Hable por mí el panorama que se admira desde la escalera.
Ah! Yo lo contemplé con ávidas miradas, y aun lo ven mis ojos tal como la mañana del cuatro del mismo mes. ¡Qué paisaje para un pintor! ¡Cuánta inspiración para un poeta! Y si ese panorama bellísimo está decorado, como la mañana citada, por los primeros rayos de nuestro ardiente sol y por el arco iris, diadema de colores del firmamento, entónces la escena es magnifica, entónces el poeta no podrá describirla, ni el pintor podrá trasladarla ni lienzo.
Jaruco puede envanecerse de lo poético de sus alrededores, de lo poético de su río que al pié de sus lomas nace. Mas de un poeta le ha cantado y yo quiero describir aquí uno de sus manantiales, el primero de ellos, para mí el mas poético, mas aun que el conocido por el Chorrito.
A la falda de una de las lomas, á que nos hemos ya referido y que está á poco después de las afueras de la población, se encuentra una especie de gruta formada por árboles en los que toman la principal parte, la palma real, el plátano y el caimito: del centro de esta gruta y debajo del tronco de una de las palmas sale un manantial, como un hilo de plata que corre por entre las raíces de la planta: del tallo de dos matas de plátanos situadas frente á la palma, sale otro manantial que se desliza con suave murmurío y se une al anterior á la corta distancia de media vara.
¡Qué transparencia, qué gusto tan delicado la de esta agua! Yo no pude ménos que probarla y lo hice sirviéndome de vaso una hoja de plátano. ¡Qué nacimiento tan poético! ¡Cuántos pensamientos cruzaron en ese instante por mi frente! Esos manantiales tan tranquilos iban á pocos pasos á formar una corriente, mas tarde un río que se despeña de piedra en piedra, que va á regar tantas flores, tantos árboles para luego morir en el mar. — ¡Triste condición la de todo lo que nace! Morir! Morir!
Jaruco por su temperamento saludable es una de las poblaciones en que mas casos de longevidad se presentan. Pocos días antes de mi llegada, el 19 de octubre, falleció don Francisco Rodriguez Fiallo á la avanzada edad de mas de ciento diez años, pues cuando la toma de la Habana por los ingleses en 1762 contaba unos diez y ocho y según se me refirió fué compañero de Pepe Antonio en la defensa heroica de la villa de Guanabacoa, de donde era natural.
Rodríguez fué casado y tuvo en su matrimonio quince hijos, de los que en la actualidad viven seis varones y dos hembras, teniendo la menor de estas cincuenta y un años. La descendencia de Rodriguez es muy numerosa, llegando á conocer hasta la quinta generación.
Fué honrado, observó siempre los preceptos de nuestra religion, trabajó con sus manos hasta el año cincuenta y no hizo cama sino ocho días antes de su muerte, la que recibió con resignación santa, despidiéndose de todas las personas que lo asistían y pidiendo que rogasen al Sér Supremo por la salvación de su alma y pronunciando estas palabras “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos, pésame Señor de haberte ofendido” …entregó su alma á las manos de su Criador.
Eternos serán en mi memoria los tres días que pasé en esta ciudad por las atenciones que debí á la apreciable familia en cuya casa me desmonté. Sirvan estos pobres renglones como débil muestra de mi agradecimiento y reciban en ellos un recuerdo todas aquellas personas que me brindaron su amistad.
Jaruco está unida á mí porque bajo el techo de unas de sus casas vió la luz la mujer que es hoy compañera de mi vida, la que sabe mitigar mis horas de amargura cuando la tristeza se apodera de mi corazón. Esta circunstancia y el recuerdo de mi visita harán que nunca olvide la pequeña ciudad bañada por uno de los ríos mas poéticos de la Isla y que debe su nombre á su fundador el Conde de Jaruco.
A mi amigo Nicolás Lluy.
— J. B. Pons.
Bibliografía y Notas
- Pons, Juan Bautista “Una Visita a la Ciudad de Jaruco.” Floresta Cubana, Periódico Quincenal de Ciencias, Literatura, Artes, Modas, Teatros &. dedicado al Bello Sexo, 1856, pp. 187–89.
- Vesa y Fillart, Antonio. “Historial del Regimiento Caballería Voluntario de Jaruco y de su estandarte.” Barcelona: Imprenta de la viuda de José Cunill, 1908, 281.
- Jaruco Término Municipal de la Habana.
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