En la Villa Blanca de Caibarién. Son próximamente las doce del día: Acabamos de llegar, y luego de instalarnos en una cómoda habitación del confortable hotel “Comercio” y bajado a su amplio y fresco comedor para reponer las fuerzas un tanto quebrantadas tras una larga noche de viaje, salimos a la calle, a estas calles rectas y blancas en la que la reflexión de los rayos solares tal que lastima nuestra retina, haciéndonos apelar a los cristales ahumados…
Vamos a visitar a los muchos simpatizadores y amigos que tiene El Fígaro. Comenzamos por uno que lo es además nuestro, muy querido, el talentoso y popularísimo joven administrador de la Sucursal del Banco Español de la Isla de Cuba, Sr. Juan Caibarién.
Con este joven laborioso y entusiasta, amante de toda idea que propenda a difundir la cultura y progresos operados en todos los órdenes en su querida Villa norteña conversamos largamente, saliendo de esta entrevista la simpática idea de consagrar una edición especial de nuestra querida Revista a la bella y pintoresca población de Caibarién.
Y concebida que fué la idea, comenzamos a ejecutarla visitando en unión de nuestro amigo las personalidades mas salientes en el mundo de los negocios, elementos sociales prestigiosos, autoridades y todo lo que en Caibarién significa y vale.
Las páginas de esta edición, comprueban la acogida benévola que nos fue dispensada habiéndose unido a la actuación valiosa del Sr. Pérez Nadal, la no menos estimable de nuestros buenos amigos los Sres. Braulio F. Cima, Armando Gómez, Manuel Prada, Ernesto Mier Francisco Farach, Arturo y Aurelio Martínez Illa, José Senti, Arturo Berrayarza, Administrador del Banco Mercantil de Caibarién, Abelardo Ruiz, competente Administrador de la Aduana, que llenos de entusiasmo —que mucho agradecemos— nos ayudaron en nuestra labor.
El Sr. Ramón Abreu, alcalde municipal y el culto joven José Ramiro, jefe local de comunicaciones y amigos nuestros muy estimados, se pusieron también a nuestro lado para ayudarnos en lo posible al desarrollo de esta idea. A todos queremos reiterar desde estas líneas nuestras gracias más cumplidas.
Es la población de Caibarién, de las más simpáticas y agradables con que cuenta la provincia central. Calles rectas, amplias y bien pavimentadas, temperatura agradable, agua magnífica, espléndido alumbrado eléctrico, confortables hoteles, un precioso parque, lujosos edificios.
Hospitalidad franca y cariñosa brindan sus habitantes al forastero, y para que la estancia le resulte más agradable al transeúnte dan la nota mas atrayente sus mujeres elegantes y bellísimas…
Porque amamos a nuestra patria por sobre todo, porque entendemos que se le sirve y se le honra, propendiendo a la difusión de su progreso y cultura en todas partes, es por lo que venimos dedicando a las más bellas e importantes ciudades cubanas ediciones especiales de El Fígaro, que es desde hace años alto exponente de nuestra mentalidad y cátedra de altos ideales de progreso…
Ayer Sagua, Jovellanos, Pinar del Río… Hoy Caibarién; mañana Sancti Spíritus, y por esta senda nos proponemos continuar hasta obtener el fin anhelado. Esto es: que fuera de Cuba se pueda apreciar todo lo que representamos en el orden mercantil, agrícola, industrial y en todas las otras actividades en que emplea el hombre sus iniciativas e inteligencia pues para todo empeño loable y grande está capacitado el cubano.
También nos sirve de estímulo y orgullo, que sean admiradas en todos los países de nuestra rica lengua castellana, donde se lee El Fígaro, la belleza incomparable de nuestras adorables mujeres…
Ricardo Pareja.
El Ayuntamiento de Caibarién.
Desde 1828 se señaló la ensenada de Caibarién o Caybarién (como se escribía en tiempos pasados) para puerto de San Juan de los Remedios, que había adquirido gran incremento y de donde salieron los fundadores de Santa Clara.
Mucho antes de 1828 se supone que el puerto de Caibarién fué habilitado, porque según las investigaciones de Antonio Miguel Alcover, ya en 1794 el síndico José Francisco de Loyola y Rojas había pedido autorización para que pudieran desembarcar mercaderías allí.
La Iglesia Parroquial.
Ya en 1823 Remedios ofreció diez mil duros para que fuera fortificada y habilitada para el tráfico la ensenada de Caibarién; abandonando así la de Tesico, que no ofrecía seguridades.
El vendaval de 1827, que destruyó, la casa cuartel de Tesico, dió lugar a que por fin fuera escogida la rada de Caibarién como Puerto Real de Remedios. El nuevo puerto era abrigado, pues lo cerraba el cayo Francés al este y el cayo Conuco al Oeste, y desde 1837 Ia población adquirió gran importancia.
La Ciudad que trabaja (1918).
Caibarién no es tan solo una población encantadora, que, frente a su mar de aguas tranquilas, saborea la vida de la civilización sin apresurarse demasiado. Aunque sabe vivir lentamente, como las nobles ciudades de antaño, echada sobre su ribera pacífica, muy blanca y muy limpia, no parece tanto una ciudad que trabaja:
Caibarién revela en su aspecto que es un gran centro de actividad comercial e industrial.
No tiene solamente sus anchas y luminosas avenidas, sus airosos edificios, sus mansiones elegantes, sus lugares de recreo, sus callados y señoriales sitios de reposo: tiene también círculos de actividad pasmosa, centros de acción fecunda y creadora.
Ya desde mucho antes de que Cuba alcanzara el grado de prosperidad a que ha llegado, Caibarién, poseía industrias propias, actividades peculiares que le dieron nombre y crédito.
Pero a la hora del gran desarrollo de las industrias en el país, fué cuando Caibarién dió pasos de gigante, y trató de prosperar ella en el mismo grado en que prosperara Cuba. Y bien puede decirse que ha salido victoriosa.
Así se ha puesto a la cabeza entre las poblaciones de las Villas que se superan constantemente. No tiene ya parentesco alguno con las poblaciones coloniales que también tiene la provincia, y cuya transformación es todavía demasiado lenta, cuyas actividades son casi invisibles, como si tuvieran empeño en ocultarlas.
Caibarién sueña poco y no se abandona a los éxtasis de molicie, a las laxitudes contemplativas que son la característica de las viejas ciudades.
Caibarién trabaja, y cuando no trabaja, descansa o duerme. Pero en la actitud de la ciudad se descubre la actitud atenta y afanada de quien tiene un fin que realizar y que todo lo subordina, placeres, deseos, esperanzas y recuerdos, a esa finalidad de su existencia.
Una gran Industria del hombre de negocios Emilio Gómez.
Caibarién ofrece al viajero algo típico, que en cierto modo le da carácter a la población, sobre todo a los ojos de quien busca en ella las actividades comerciales antes que ningún otro encanto. Otras poblaciones muestran al viajero, desde la lejanía, sus paseos a la orilla del mar, sus grandes palacios, sus alamedas, o sus obscuros arrabales: cualquiera de esos espectáculos queda impreso para siempre en la retina del visitante, que ya jamás los olvida.
Caibarién tiene, a la orilla del mar, en lo más céntrico y bello de su litoral, los grandes edificios de que damos idea en el dibujo de la portada: son los almacenes y sierras de madera de nacional nombradía, propiedad del opulento hombre de negocios señor Emilio Gómez, muy conocido en los altos círculos financieros.
Cerca de medio siglo hace que cuenta Caibarién con esta importante industria, cuyo crédito y prosperidad ha ido en aumento, con el curso del tiempo.
A cientos de miles de pesos ascienden las importaciones que efectúan anualmente de los Estados Unidos, en millones de pies de maderas de todas clases, que son primero almacenadas, junto con las otras enormes cantidades de maderas del país, hasta el momento de ser llevadas a las poderosas sierras que las trabajan.
Con la presente información podrán ver nuestros lectores interesantes vistas de los almacenes y talleres —en los que libra la subsistencia una verdadera legión de obreros,— una vista de la bahía, en la que se destacan algunos de los barcos del señor Gómez, cargados de maderas, y otra vista interior del escritorio, a cuyo frente se halla el inteligente y culto joven señor Armando Gómez, primogénito de don Emilio, apoderado general de su padre, y que administra los cuantiosos intereses con extraordinaria eficiencia.
La brillante gestión del joven Gómez, que le ha valido unánimes aplausos, es el mentís mejor a los que niegan las aptitudes del criollo para regir las grandes empresas mercantiles. Armando Gómez ha contribuido, en la misma medida que su padre, a hacer respetable el nombre de la casa, y perteneciendo, como pertenece, a los más altos círculos sociales, ha hecho de sn nombre aquel que más familiar y admirativamente cita Caibarién.
Caibarién nocturno.
No tiene nunca por qué ser muy claras, de noche, las poblaciones de provincias, si se tiene en cuenta que de noche se vive poco en ellas, y que, por lo general, la población se acuesta temprano. Hasta hace unos años, la misma Habana era de noche muy obscura, y en cuanto a las ciudades del interior, tenían el hábito de no vivir sino mientras duraba la luz del día, y a partir de la hora temprana “en que la luna declina…”
Pero ahora el progreso ha traído otras necesidades, entre otras las de alargar la vida y obligarnos a dormir lo menos posible. Se ha hecho más indispensable la luz en las poblaciones, y gracias a eso ofrece un grato aspecto Caibarién de noche.
Del servicio de alumbrado se ha hecho cargo la sociedad anónima titulada “Compañía Eléctrica Caibarién-Remedios”.
La Planta está situada en Caibarién. El Presidente de la Compañía es don Manuel Zárraga; el administrador general Ernesto Mier.
La planta posee: un motor de quinientos caballos, marca Lyons Atlas, acoplado directamente a un alternador de 400 kilowatts con su excitatriz, formando todo una unidad; tres máquinas de vapor recalentado sistema Wolf, de cien caballos cada una; y tres alternadores de 75 kilowatts, marca “General Electric”.
Bastan estos datos para que se vea que la planta eléctrica de Caibarién, —que le suministra fluido a Remedios, a más de dos leguas de distancia,— es poderosa. Su administración , por otra parte, es acertadísima; y la Villa Blanca está satisfecha de los que la alumbran de noche, cosa que no ocurre en casi ninguna otra población cubana.
La Aduana.
Para la villa de Caibarién, la Aduana es un punto de apoyo, La Aduana es su “derecho ante el Estado”. Sabido es el abandono en que tiene la administración central a las poblaciones provinciales, y sabido es que el mejor derecho que éstas pueden alegar, es el contribuir, mediante sus aduanas o sus ingresos fiscales, con cantidades que merezcan retribución.
Caibarién ha demostrado que es digna de la atención pública porque produce: los ingresos son considerables; la actividad importadora de su puerto es verdaderamente notable.
Y aquellas oficinas aduaneras están a cargo de un personal idóneo que cumple a maravilla sus deberes, bajo la jefatura del administrador, el probo y competente Abelardo Ruiz.
Las Instituciones Sociales.
Al hablar de las instituciones sociales en Caibarién, no sabemos por qué se nos ocurre referirnos, antes que a las sociedades así llamadas, al Cuerpo de Bomberos.
Con efecto, ninguna “institución social” existe que, por su organización y por sus fines merezca, tanto como ésta, ser citada en primer término. El Cuerpo de Bomberos de Caibarién es, por otra parte, un triunfo de aquella Villa.
Favorecen la institución todos los elementos sociales; es eficiente; está bien organizada; cuenta con la protección del comercio y el entusiasmo público: todas las sociedades de Caibarién contribuyen a que sea un éxito. En cuanto a esas sociedades mismas, son otro orgullo de Caibarién.
Tres son la más importantes, y las tres resumen la vida social de la población costera. Una es el Liceo, sociedad cubana, aristocrática y de selección, en cuyos salones se han efectuado los más hermosos y resonantes acontecimientos sociales de la Villa.
Otra es la “Colonia Española”, centro de cultura y esparcimiento, que disfruta de todos los prestigios: posee un salón de actos y un escenario, en el cual se celebraban todas las funciones teatrales de Caibarién, hasta la construcción del “Atenas”.
Otra sociedad muy estimada es la “Recreo de Artesanos”, que cuenta con un fuerte núcleo de asociados, y que está instalada en un excelente local. “Sus sociedades, decía Brantome, revelan a una sociedad.” La de Caibarién se revela en ellas, y no tiene nada que revelar fuera de ellas.
La fábrica novísima de hielo de Hernández y Pando S. en C.
La “Villa Blanca” puede estar orgullosa de poseer la más moderna fábrica de hielo de la Isla, la fabrica “novísima”, no por el tiempo de su instalación, sino por su sistema, por el adelanto que representa y el progreso que entraña.
Se trata de la conocida fábrica de Hernández y Pando S. en C. de la cual publicamos algunas fotografías y que puede ser conceptuada como la más moderna y completa de Cuba.
Es de sistema “Artic Powell”, de agua cruda, y según nos informó amablemente el señor José A. Pando, gerente de la firma, con los nuevos aparatos Artic Powell se produce mejor calidad de hielo que con el antiguo sistema, de agua condensada.
Mediante este nuevo sistema ingeniosísimo para la fabricación del hielo, todas las operaciones son automáticas, y un reducido personal se limita a dirigirlas. En una de las fotografías que publicamos damos el retrato de Mr. Powell, inventor del sistema y Presidente de la “Artic Ice Machine Co.”, que se encontraba en Caibarién, en viaje de recreo.
Otros datos de interés, acerca de la fábrica de Hernández y Pando, son los siguientes: su producción es de veinte toneladas; la capacidad de su nevera es de ciento siete toneladas; su motor es de ochenta caballos. Por todo lo dicho se comprenderá que es una industria que honra a Caibarién, y que ha de llevar hacia la “Villa blanca” la atención de los que gustan de las innovaciones.
Caibarién Literario.
Esas musas insuperables que son las mujeres de Caibarién, han sido las inspiradoras de los mejores esfuerzos que, en pro de la letras, ha sostenido la Villa Blanca.
Caibarién ha tenido revistas de vida próspera, y poetas y narradores que, en la calma de las veladas, junto al mar silencioso, cantaban los romances de la Villa, sus fastos memorables, y las tragedias que otrora la sacudieron. Así se ha formado en Caibarién el gusto por las letras, el interés por toda labor de arte, y así se justifica la aceptación que en todo tiempo ha tenido El Fígaro en la Villa costanera.
Nuestro agente durante largo tiempo, don Santiago Bermúdez, vió acercarse a él siempre los elementos de más valía, en solicitud de la Revista. Caibarién tuvo un empeño constante en mantenerse muy en contacto con todo Cuba social, artístico y literario por medio de El Fígaro, su exponente más genuino.
A Bermúdez ha sucedido la señorita Mercedes Blanco: no sabríamos expresar hasta qué punto estamos reconocidos a esta distinguida damita. Ella ha dado a la agencia el carácter que debe tener: representación intelectual y social, nexo de union entre sociedades, eslabón de la cadena sagrada que hace de la Patria una sola sociedad, una sola ciudad, unida por los mismos intereses, los mismos afectos y los mismos ideales.
Industria de Arte, Manuel Martínez Otero y el teatro Atenas.
Otras industrias tiene también Caibarién, como toda población moderna: las “industrias de arte” frase ésta que no está muy consagrada, pero que tiene su sentido.
En Caibarién son industriales de esa noble especie, la más romántica, los hermanos Martínez Illa, hijos del señor don Manuel Martínez Otero, ya fallecido, y fundador que fué de la mejor fotografía artística de la Villa.
Los hermanos Martínez Illa han conservado y ampliado el famoso establecimiento fotográfico que les dejó su padre: ellos conservan la tradición de arte, delicadeza y buen gusto que tantas consideraciones le valió a Martínez Otero.
Pero los jóvenes han hecho más; Caibarién les debe mucho más: ellos han construido el mejor teatro de la Villa, el teatro “Atenas”, con lo cual han satisfecho una necesidad muy sentida y han contribuido a embellecer la población.
Es lástima que se les haya hecho, a los hermanos Martínez Illa, cierta competencia injusta; pero ellos vencerán al cabo, porque son inteligentes y porque Caibarién los estima en todo lo que ellos valen: el público les ha otorgado ya sus votos victoriosos, desde la platea del moderno y amplio teatro “Atenas”.
Los Talleres de Vulcano y la Fundición de Matías Ruiz.
Pero un centro de labor más afamado, sombrío y resonante tiene Caibarién: es la Fundición de Matías Ruiz, formidables “talleres de Vulcano” en los que, inclinados sobre las forjas, los obscuros obreros doman el hierro, aguzan la fuerza y encadenan el éxito.
La Fundición de Matías Ruiz, —que trabaja para un extensísimo distrito, y a cuyo patio llegan dos líneas ferroviarias, una de vía ancha y otra de vía estrecha— tiene dos Altos Hornos capaces para fundir diez toneladas por hora, cada uno.
También tiene un horno para fundir bronce, sistema Tche, y que puede fundir diez toneladas diarias. La fundición posee grandes tanques para mazas, cúpulas, fondos de tacho, etc.
El taller de maquinaria, adscrito a la Fundición es modernísimo, y posee dos grandes tornos para mazas, guijos, bombas, ruedas de locomotoras: dos cepillos para cepillar barcazas; varios taladros, para barrenar hasta siete pies de radio; tornos verticales para tornear hasta veinte pies de diámetro; prensa hidráulica de tres mil toneladas; recortadoras, presaderas, etc.
La Fundición tiene, además, dos grúas de veinte toneladas… Como se ve, no se trata de un simple “taller de herrería”. La Fundición de Matías Ruiz puede acometer los más arduos trabajos, y los acomete, en efecto: la provincia no tiene otros dos talleres que trabajen tanto ni que produzcan lo que el de Caibarién produce.
Las Mujeres de la Villa Blanca.
Al hablar de sociedades, es preciso hablar de mujeres: ellas son su atractivo y su encanto. Respecto de Caibarién las mujeres lo son todo. He aquí el tema al que hubiéramos querido dedicar todo este articulo. La Villa Blanca tiene muchas bellezas; pero la principal belleza es la de sus mujeres.
La mujer de Caibarién es elegante y distinguida, con una distinción innata y con cierta gracia nativa que la hace encantadora. Las hemos visto pasar, en desfiles como de hadas, por las calles luminosas, y hemos deplorado no ser sino viajeros, que habían de contemplarlas un instante para no volver a verlas tal vez.
Musa de poetas, aliento de luchadores, galardón de triunfadores, la mujer de Caibarién, ha hecho la grandeza de su pueblo; y en medio de las multitudes de adoradores tiene un trono que su belleza y su virtud le han erigido, que su inteligencia y su distinción le conservan, cada vez más alto e inconmovible.
Ciencia y beneficencia con la Clínica “Cabrera Saavedra”.
Hemos dejado para el final, exprofeso, una nota que se refiere al establecimiento que entre todos los establecimientos públicos de Caibarién, es visto con mayor orgullo y simpatía, y con cierta gratitud muy justificada. Se trata de la Clínica “Cabrera Saavedra”, modelo en su género, casa de salud admirablemente enclavada en un lugar pintoresco y salutífero, en un predio que mide cuatro mil metros cuadrados de extensión.
La Clínica tiene dos pabellones, con capacidad para noventa enfermos, instalados confortablemente. El Pabellón “España” fué inaugurado en 1896; el Pabellón “Cuba” en 1914.
La Clínica “Cabrera Saavedra” cuenta con una Sala de Cirugía, ricamente montada, con todo el instrumental que exige la ciencia moderna: por la Sala de Operaciones han desfilado, desde la fundación de la Clínica, mil quinientos pacientes.
La obra de beneficencia que este establecimiento ha realizado en Caibarién, no necesita elogios: sobre la tarea científica ha hecho labor de caridad: ha prestado los servicios que a otros les correspondía prestar; no ha negado sus auxilios a los necesitados; no ha cerrado sus puertas al dolor.
La Clínica “Cabrera Saavedra” ha consolidado de día en día sus prestigios, ha ganado la absoluta confianza de los hijos de Caibarién; ellos están orgullosos de poseer un instituto científico que, montado a la altura de los capitaleños, ha demostrado, en la práctica, sus exce1encias, la capacidad de sus directores y la eficiencia de sus recursos.
Comercio y Producción.
Se necesitaría todo este número de El Fígaro, en el que sin embargo no disponemos sino de. UD limitado espacio, para dar una idea justa acerca de la intensidad de las actividades industriales y comerciales en Caibarién.
Al lado de los grandes establecimientos, y bajo la protección del mensajero celeste, Mercurio, el de los pies alados, trabajan y prosperan en la “Villa Blanca» todos los comercios. Nosotros damos en este número amplia información gráfica acerca de las casas principales, acerca de diversos establecimientos que, aun no siendo precisamente comerciales, representan de todos modos la vitalidad económica de Caibarién.
Así publicamos las fotografías del personal de los Bancos. Se verá, por ellas, la importancia de la sucursal que tiene establecida en esta población el Banco Español; se verá la de una institución local de crédito, el “Banco Mercantil de Caibarién”, cuyo presidente es don Arturo Berrayarza.
También publicamos vistas del hotel “Comercio”, el mejor de Caibarién, muy bien montado y admirablemente atendido.
Así damos a conocer distintos aspectos de las casas más fuertes de la “Villa Blanca”, de las casas navieras, en primer término: los almacenes y muelles de don Benito Romañach; almacenes y muelles de los señores López y Ca.; muelles y parte de la flota de la señora viuda de Gruart.
Asimismo informamos gráficamente sobre diversas industrias de las más acreditadas en la población costera. La fábrica de jabón, marca “El lente”, de don Francisco Trujillo, que surte todo el norte; la sierra de maderas de los señores Iglesias, Díaz y Ca., que es de las más laboriosas del distrito.
Los grandes talleres de pailería, un prodigio de actividad, de los hermanos Irazoqui; los talleres de la Tenería de los señores Genín y Ca., que exporta pieles y goza de gran crédito; la fábrica de mosaicos de los señores Rodríguez y Martínez, centro productor muy estimado en las Villas por la calidad de sus productos.
La fábrica de tabacos de don Francisco Farach, un notable centro fabril que trabaja para todos los mercados villareños el tabaco de partido, sobre todo la excelente hoja remediana.
Por último, damos en este número de El Fígaro noticias gráficas completas sobre los mejores establecimientos “de comercio” propiamente dicho, en Caibarién:
Las dos grandes tiendas de ropas “The London City” y “La Glorieta Cubana”, templos de la moda; la peletería “The Boston”, muy bien surtida; las mueblerías y joyerías, ambas riquísimas, del señor E. Pertierra, una y de Arias y Ca. la otra.
El almacén de los señores R. Viña y Ca., centro receptor de primera clase; y el escritorio de los señores Cantera y Ca., y el escritorio de B. Valdés y Ca. Ese es “todo Caibarién” comercial e industrial: forman estas casas y estos hombres, toda la ciudad del dios de los pies ligeros.
Representan la fuerza de las fuerzas: el dinero, la riqueza, la producción y el trabajo fructuoso y constante, la iniciativa eficaz, el éxito. Son los verdaderos triunfadores, porque no alcanzan para ellos solos la victoria; la alcanzan para la ciudad, que se enriquece con bienes permanentes, y se va haciendo de recursos que no le serán arrebatados.
Mañana y siempre, los éxitos que hoy parecen más personales, serán éxitos de la Villa Blanca: hoy contribuyen a su engrandecimiento y entonces serán su fuerza propia, su poder y su vida, las riquezas que han de llegar a manos de las nuevas generaciones como un legado de la colectividad.
Caibarién Pintoresco.
La Villa blanca tiene un encanto principalísimo: lo pintoresco de sus alrededores, lo pintoresco de su propio recinto.
Hay una nota que domina: el blanco, en el recinto urbano. Pero en torno de esa luz, hay otra nota superior, envolvente y profunda: el azul, el azul de su cielo, el azul de su mar. La población está emplazada, ya lo hemos dicho, entre dos ensenadas: las aguas serenas están protegidas por dos cayos, que refrenan las marejadas del Atlántico.
Ningún paisaje más claro, más abierto y que infunda más serenidad que el paisaje del antiguo Cayo Barién.
Almaguer, pintor dominicano que recorrió a Cuba, en busca de paisajes, obtuvo en Caibarién sus mejores acuarelas. Nosotros no hemos podido olvidar aquellos cuadritos de luz, de sol, de aire, de mar, de inmensidad.
Y luego, los suburbios rurales de la población costera, los bohíos amarillos entre la maleza, los senderos rústicos, los viejos “quimbuelos” conducidos tardíamente por “Lucero” y “Mariposa”; y la quinta medio en ruinas donde los abuelos se arrullaron en su edad florida, a cuya puerta esperaba el quitrín que había de pasear, por los caminos muertos, el amor fecundo.
Almaguer pintó el ambiente de Caibarién, sus rincones de paz y armonía, sus vastas perspectivas: no sabemos si gracias a las acuarelas del artista o a nuestras propias impresiones, no encontramos que haya parajes en la costa norte que reúnan los encantos que Caibarién reúne, en sí y en torno suyo, playa antillana batida por las brisas de todos los mares; ciudad del trópico arrullada por la naturaleza amorosamente.
En Suma…
Este artículo, de mero reportaje, ha llenado sólo a medias su objeto. Hubiéramos querido dar noticias detalladas acerca de cada una de las casas de comercio, industrias e instituciones de prestigio y solvencia en Caibarién.
Pero la labor resultó imposible: es tal la importancia que la Villa Blanca ha alcanzado, que todo espacio resulta ahora breve para hablar de sus triunfos industriales y mercantiles.
Estas líneas, han dado, pues, únicamente, cierta ligera idea; pero ella bastará para despertar en los lectores de El Fígaro el interés por la bellísima población del norte, interés que, como en nosotros, ha de convertirse en admiración y asombro, al pisar aquel suelo privilegiado, que la brisa de los anchos canales azules y lejanos, acaricia tan dulcemente…
Repórter.
Personalidades, Instituciones y negocios de Caibarién
Bibliografía y notas.
- “En la Villa Blanca: para la edición Caibarién.” El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. (Mayo y junio, 1918).
- Provincia de Las Villas.
Gladys dice
Bonita historia la de Caibarién, nací en un campo cerca de Caibarién, en Yaguey, ahora estoy en busca de mis ancestros españoles que vivieron por ahí, quisiera saber si cuentan con información, les agradecería.