Una Carta de Agustín Acosta sobre el libro Torriente Brau: Retrato de un hombre.
Matanzas, 12 de febrero a 1969
A Loló de la Torriente,
en La Habana.
Querida Loló:
Como te dije en carta anterior, a mi regreso de esta ciudad, tu libro me esperaba. De otra persona que no fueras tú, me hubiera sorprendido esa obra, desacostumbrada en Cuba. Estás tan reflejada en ella que aun sin firmarla se sabría quien es la autora.
Obra histórica, se ajusta a la verdad; ni desfigura hechos, ni trata de convencer a quienes difieran de su modo de pensar. La inventiva, aun cuando fuera justa, no asoma sino tímidamente, humanamente, y como acto de justicia.
Obra política, el credo que sustentas no sabe de insultos, ni de burlas, ni de inoportunas propagandas. A pesar del plano de realidad en que te desenvuelves, la perspectiva es alta, luminosa, ideal. La figura de Pablo, tan amorosamente tratada, se manifiesta simpática y cordial aun para aquéllos que pudieran ser sus más tenaces opositores.
Obra de amor, tu ternura de mujer está siempre presente en el recuerdo del niño, del hombre, del estudiante, y ofrece a su figura una aureola como de protectora santidad, que le acompaña hasta el último instante en que “con la mano ya muerta, apretaba unos papeles antes de morir”.
Obra de erudición, asombra el caudal de que te has valido para fijar acontecimientos y mostrarlos como esclarecedores de la verdad. Ilustración amplia y selecta, cultura de todo género: artística en las citas afines, filosófica en cuanto a los credos comentados, sicológica en la exposición posible del pensamiento ajeno.
Obra literaria, afirma por sí misma que la autora sabe lo que está haciendo; que conoce a perfección el terreno que pisa en el cual nada le es extraño, en una o en otra lengua. Y es así como el estilo, elegantemente sencillo y espiritual, adquiere una comunicabilidad muy difícil de lograr por aquéllos que hacen tropezar las ideas —si las tienen— con las palabras, exponiéndose a esas lamentables caídas que tanto deslucen las obras que, sin ser didácticas, tienen mucho que enseñar.
Tu prosa, aun la periodística, sabe mostrar la música del pensamiento y unirla, sin vacilaciones y sin caídas, al asunto que estás tratando. Echas a un lado lo que puede ser falsamente retórico, para ir a lo bello y verdadero. Así está escrito el libro “Torriente-Brau: Retrato de un hombre”.
Reafirma tu buen nombre de escritora de primera línea, de periodista enterada y prudente, y agrega, al mismo, un galardón histórico que lo hará muy admirado, en larga admiración, tanto en nuestra patria donde Pablo se crió, como en España donde cayó para siempre. Todo lo anterior, tan vagamente expresado, quiere decir que tu libro me ha encantado;
que el capitulo III “Un árbol teñido de sangre“, en el cual desarrollas con admirable claridad toda la política española de los tiempos en los que Pablo luchaba por allá, es bastante para que los no enterados, como yo, sepan ya cómo se desenvolvió la lucha terrible que por poco acaba con España.
Y, ahora, querida Loló, mi pequeña anécdota. En julio de 1931 yo estuve preso junto con Pablo y Gabriel Barceló en la Cabaña y el Príncipe. Ambos estudiantes eran inseparables. En una ocasión, en que ellos me instruían acerca de ciertas necesidades del Partido Comunista, como yo los objetaba tímidamente, un sujeto preso también, se encaró diciéndome:
“Cuando nuestro Partido esté en el poder, usted será el primero a quien le cortemos la cabeza.” ¿Para qué fue aquello? Ambos a un tiempo, sin darme lugar a una respuesta, cayeron sobre el infeliz, en una doble lección cívica y humana que dejó al pobre hombre estupefacto. No he vuelto a saber de él, pero el Partido está en el poder, y mi cabeza, gracias a Dios, se sostiene todavía sobre mis hombros.
Tanto Pablo como Gabriel – a la señora madre de este último la conocí en San Diego de los Baños en 1963 — quedaron presos en ambas prisiones, pues alternábamos en ellas, y yo quedé en libertad al mes de haber sido detenido. Mi prisión obedeció a una famosa carta dirigida a Machado que Bohemia publicó a fines de junio de 1931.
Y termino, porque esto es ya un abuso. Consuelito te manda un abrazo y se dispone a leer tu precioso libro.
Y, con otro abrazo, queda tuyo
Agustín Acosta
Carmen Vega López dice
Verdaderamente un sincero, respetuoso y Enamorado de la Escritora.