México, 6 de marzo de 1826
Mi querido Silvestre: por nuestro ínclito O. García[1] he tenido el gusto de recibir tu muy apreciable, fechada en Nueva Orléans á 10 de diciembre: antes había llegado á mis manos la que me escribiste de Nueva York á principios de octubre, poco antes de emprender el fatigoso viaje del Ohio, en que muy á tu costa viste cuan justas eran mis observaciones.
Por fin llegaste á salir para la Habana, y aguardo deseoso la noticia de tu llegada, que espero tener en todo este mes.
Considero que á esta hora ya sabrás la desgraciada muerte de nuestro amigo Miralla[2], víctima de la ignorancia de los médicos de Puebla. Esta desgracia ocurrió tres días antes de mi llegada á Puebla, y al recibirla, enfermo yo también, creí que me había herido un rayo. Su viuda y una preciosa hijita suya, se han vuelto á Colombia. Considera cual me habrá chasqueado este infortunio, cuando yo contaba con su compañía.
Llegué aquí enfermo del sarampión, que me atacó en el camino, y me degeneró en una disentería, que en manos de un médico bestial me puso á las puertas del sepulcro. Nadie creyó que salvase. Entonces recibí tu primera carta, cuando estaba casi en agonía.
Por fin logré rebasar, y convalecí lentamente en los meses de diciembre y enero. Ya estoy perfectamente bueno y con una mudanza favorable en mi constitución. Estoy tan grueso, que no me conocerías tal vez. La O. se asombró al verme.
En cuanto á los planes de establecimiento, te diré lo que hay. Me han hecho oficial quinto de la Secretaría de Estado, y tengo esperanzas bien fundadas de salir bien colocado en una de las legaciones que se han de enviar á Europa este año.
Si no fuera así, no pienso salir de México, me va bien de salud, (prueba de que la otra vez sólo padecí por las agitaciones mentales, hijas de mi insensata pasión). He debido mucha estimación al Presidente, y de no ir á Cuba, ¿dónde he de ir que más valga? Así me tienes de mexicano por ahora.
Hablemos de otra cosa , mi señor don Luis. ¿Has esta do en Matanzas? ¿Has visto á las divinas Lola y Luz? por Dios que no dejes de hablarles mucho de mí, en particular á Lola, y que recojas sus menores palabras sobe su pobre amigo desterrado, y que me las comuniques, pues sabes sentir y comprenderás todo su interés para mí.
Dame razón de las dos, de su familia toda, de Isabel, ó Mrs. Miguel André, y demás muchachas de Matanzas, sin olvidar á Rita, aunque objeto de tu ojeriza injusta. No dejes de visitar en mi nombre a mi hermana en amor, á mi dulcísima Pepilla. Pero esto pide otro párrafo.
Díle que me acuerdo de ella con igual ternura en las orillas del Tezcuco que en las del Hudson ó del Níágara: que el deleite de las soledades que me hace pasar mi humor misántropo es recordar sus facciones delicadas y el metal dulcísimo de su voz que me daba tan inefable consuelo en los días terribles de la proscripción. Haz á sus padres una expresión de mi recuerdo y de mi gratitud, y díles que no pierdo la esperanza de pasar con ellos algunos días bajo auspicios menos funestos.
Dí mil cosas de mi parte á Domingo del Monte; que tenga ésta por suya, y que me ame siempre como yo te amo.
Rocafuerte[3] me ha escrito, pidiéndome las Poesías Americanas para publicarlas en Londres. No sé si las envíe ó las imprima aquí. En los Ocios[4] y algunos periódicos franceses hacen elogios de las poesías publicadas en New York.
Considero que á estas horas ya habrán llegado á la Habana los doscientos ejemplares que encargué á Pepe remitiese en caso de que entrasen los cuarenta primeros.
El Sila se concluyó entre las borrascas del Océano, se representó el 12 de diciembre y el 13 con aplauso; se imprimió, y ahora remito á mi mamá un ejemplar, y otro á Pepe para que te lo envíe. Me alegraré que te guste.
Aquí se ha establecido un Instituto de literatura, y me han nombrado miembro de él. Mis poesías han sido bien recibidas. Vendí cuantos ejemplares traje, y he mandado por más á Nueva York. La edición pronto se acaba. Bien decías.
Te encargo nuevamente que visites á mi madre, y la sirvas en lo que se le ofrezca. Acuérdate de que yo soy el único hijo suyo, y de que te amo con un cariño fraternal, que jamás se ha entibiado en lo más mínimo. Mírala como madre tuya.
Escríbeme por Nueva York ó por Nueva Orléans, pues no puedes figurarte el gusto que tendré con tus cartas. Tu amistad está enlazada con la epoca más interesante de mi vida, y cada palabra tuya es para mí un recuerdo de momentos muy dulces, que necesito recordar en el abandono mental en que vivo. No dejes de hablarme de todo, de la Alameda de Paula, de sus ocurrencias, de las muchachas conocidas, etc. Dame razón tambien de los camaradas, como los Andrés, Domingo, etc.
Yo estoy cada día más enemigo de la sociedad, porque temo enredarme en amores que me cuesten caros. Creo notar que al paso que se fortalece mi cuerpo se calma la actividad funesta de mi espíritu. Sin embargo, no me fío de mi mismo, y voy living on, como dicen enérgicamente los ingleses. Dime tú como lo pasas en estas materias. Yo creo que las bellezas de Cuba y el ardor de su cielo habrán borrado las impresiones del Patapsco.
Creo que el año que viene ó el 28, en caso de que aun permanezca en México, pediré licencia para ir á pasar cinco ó seis meses á los Estados Unidos. En ese caso podríamos combinar el modo de pasarlos juntos, si te resolvías á vencer tu ridículo miedo al Océano. Yo en vez de escarmentar con las borrascas que nos azotaron y pusieron al parir, cada día amo más la navegación.
Voy á darte una breve noticia de los habaneros. O García esta ya fuertemente atacado de su fiebre errante, hija de la ninguna ocupación de su espíritu. Dice que se vá al Norte de aqui á un mes. Tolón irá a Panamá, agregado á la legación mexicana. Iznaga, Roque, Rojas y Tarrero tomarán el mismo camino, y también Machado. De Juan Gualberto[5] no sé que piense. ¡Qué mala cabeza!
Por fin, Luis mío, no te quejarás de que no te escribo largo: haz tú lo mismo y estaremos á mano.
Adios, mi dulce amigo: da mis cariñosas expresiones á tu buena madre, Merced, Josefita y Céspedes, escríbeme, y ámame siempre, pues así comprenderás al eterno y fraternal cariño que te profesa
José María Heredia.
Mil cosas á nuestro Tatao (Anastasio Carrillo y Arango), Juan Orozco y mi querido Tataito. Qué es de la filantrópica? Dime como se han recibido mis poesías, y qué dice Lola del envío que le hice.
Bibliografía y notas:
[1] Francisco de la O. García, habanero, que muerto su padre heredó una inmensa fortuna . Fué el que ideó el proyecto del ferrocarril de Matanzas. Entusiasta patriota que tomó parte en las conspiraciones de Los Soles de Bolívar y del Águila Negra.
[2] José Antonio Miralla, argentino famoso por la parte activa que tomó en las luchas de la independencia mexicana. Vivió mucho tiempo en la Habana, donde colaboró en el Argos y después salió con el Lugareño, con Aniceto Iznaga y otros, en peregrinación patriótica a Colombia á ver á Bolívar.
[3] Vicente Rocafuerte, famoso político ecuatoriano, que estaba entonces en Londres con una misión de la República mexicana.
[4] Se refiere al periódico los Ocios de los Españoles Emigrados que en esa época publicaba en Londres un grupo de liberales de España, perseguidos por el rey absoluto Fernando VII. El juicio de que aquí habla es de don Joaquín Lorenzo Villanueva.
[5] Juan Gualberto Ortega, cultivador de las letras y que anduvo complicado en varias conspiraciones contra España desde antes de la famosa de los Soles de Bolivar.
- Heredia, José María. “Carta de José María Heredia a Silvestre Luis Alfonso.” Revista Ilustrada Cuba y América, Enero 24, 1904.
- José María Heredia en Escritores y Poetas.
Deja una respuesta