Hay empresas comerciales e industriales que, por su rango, por su crédito, por su tradición y por lo que para un país representan y significan, alcanzan, no ya en el medio en que actúan, sino en el concepto internacional, categoría de Instituciones. La Compañía Ron Bacardí, S. A., es una de ellas.
Tan asociado está el nombre de esta marca al de Cuba, en el mundo entero, que decir Bacardí, es evocar nuestra isla de palmeras, de cielo siempre transparente y profundo, de mares azules y encalmados, de músicas que apresan en sus ritmos todo el sensualismo adormecedor de los climas del trópico…
Esta observación, que ya habíamos hecho, la ratificamos ahora, con ocasión del magnífico festival organizado en Santiago de Cuba por la Compañía Ron Bacardí S. A., en la Convención que tuvo efecto en los últimos días de mayo y que asumió las proporciones— en grandiosidad y entusiasmo— de un acontecimiento patriótico.
Antes de narrar lo que esa Convención fue, y los detalles característicos de la misma, es preciso que hagamos un breve resumen histórico, con los antecedentes del caso, dando, a los organizadores de esta fiesta, el crédito que por su iniciativa y por su perfecta ejecución se merecen.
Hace cuatro años, el señor Manuel Andrial Colás, apoderado y jefe de Ventas de la Casa Bacardí en La Habana, sugirió al Sr. Pedro Lay, vicepresidente de la Compañía y administrador de la misma en Santiago de Cuba, lo conveniencia de que los vendedores y agentes de La Habana se trasladaran a Oriente, visitaran la factoría y tuvieran, de modo directo, la oportunidad de conocer lo que era dicha fábrica, su importancia, su manipulación y todas aquellas nociones que, lógicamente, habrían de ser utilizadas, más tarde, con éxito creciente, en el ejercicio de sus funciones comerciales.
El señor Lay, al conocer la iniciativa de Colás, la hizo suya, ofreciéndole todo su calor y todo su apoyo. Sin embargo, por causas imprevistas y desde luego involuntarias, la idea no se pudo llevar a feliz término. Y los meses pasaron. Hace poco el señor Lay estuvo en La Habana. Y el señor Colás volvió a recordarle aquel viejo proyecto, cuyo alcance seguía pareciendo a los dos hombres de una gran eficacia y de una viabilidad inmediata.
Entonces, y partiendo de aquella iniciativa pospuesta, el señor Lay concibió un plan de más vasto alcance y de una grandiosidad sin precedentes: organizar una Convención Hatuey-Bacardí a la que acudieran, no sólo los vendedores y agentes de La Habana, sino los de todas las ciudades de la República.
Ultimados los detalles, Pedrito Lay encomendó al señor Manuel Andrial Colás la dirección y organización de la Convención en La Habana, así como la jefatura de ella a través de la República, hasta la llegada a Santiago.
El señor Andrial Colás de común acuerdo con el señor Gabriel Real, se dió a la tarea, llena, como es presumible, de dificultades y de minucias, de organizar la Convención y ambos cumplieron como buenos, preparando las cosas de tal modo que los festejos superaron todas las esperanzas y que la Compañía Ron Bacardí se anotó un éxito definitivo, como lo exigía una empresa de su prestigio y de su historia.
En varios ómnibus de la Empresa Cuba, engalanados y con letreros alusivos cuyo texto rezaba: “Convención Hatuey-Bacardí, Habana-Santiago”, partieron de esta capital los excursionistas que siguen: Manuel Andrial Colás, apoderado de la Sucursal en La Habana; José A. Martínez, Manuel González, Pedro V. Couceiro, José Pérez Bohorque, Adolfo Uribarri y su hermano José M. Uribarri, Januario Arenal, Elíseo C. Anaya, Josefina Prieto, Francisco López, José Fernández, Marcelino Álvarez, Diego García, Manuel Fernández, agente en Matahambre; Santiago Pachón, el simpático e incansable agente en Regla, que a cada instante aclamaba a su Virgencita; Manuel Rivas, Eduardo Escribano, José Medaña, José Collado y periodistas y reporteros gráficos de la Prensa diaria.
Por el trayecto, y en cada localidad del interior, se fueron sumando nuevos convencionistas. En Santa Clara se unieron a la excursión los señores Silvino González, Elías Rada León, Camilo Pérez, José Sánchez, Feliciano González, Jesús Fernández.
En Sancti Spíritus, el subagente señor Rodolfo Pentón; en Camagüey, los señores Amador Caballero, Segundo Vigón, Severino Serén, Alfonso y Rafael Avalos, Alvaro Sánchez, Bernardo Díaz y Francisco Fernández; en Holguín, los señores Claudio G. de la Vega, Juan A. Patallo, Jorge Berga Peña y J. G. Casanova; en Bayamo, los agentes Antonio del Campo, José Barrios y Silverio Iglesias.
Esta numerosa comitiva arribó a Santiago de Cuba en horas de la madrugada. La población, a pesar de eso, recibió a los viajeros despierta y la ciudad tenía el aspecto de las grandes solemnidades. A las ocho de la mañana comenzó a desarrollarse el plan de festejos. Bandas de música recorrían las calles y la animación popular era inmensa.
El santiaguero tiene, entre sus más legítimos orgullos, haber sido su tierra la cuna de Maceo, y tener en su región la factoría Bacardí, que ha impuesto su fama en las más remotas y opuestas latitudes. Los convencionistas se dirigieron a la Oficina Central, donde fueron recibidos en triunfo por el señor Pedrito Lay.
Si eficiente fue la labor desenvuelta, en los trabajos preparatorios y en la organización excursionista, por el señor Manuel Andrial Colás, y por el señor Gabriel del Real, no menos perfecta fue la labor que desenvolvió en Oriente el señor Pedro Lay, para recibir a los excursionistas y colmarlos de toda clase de agasajos.
A las dos de la tarde, los miembros de la Convención se dirigieron a visitar la Cervecería Hatuey. A la entrada, aparecía un rótulo, en grandes proporciones, que decía “Bienvenidos”. Y en realidad lo fueron.
La Comisión de recibo la integraban los señores Pedrito E. Lay, Alberto Acha, Federico Bolívar, Guillermo Herrera, José Velázquez, Gabriel del Real, Mariano Monzayo, Mateo Gómez y Radamés Covani. También atendieron a los visitantes los señores J. Tridich, primer químico, Augusto Metz, Joaquín Bacardí, José Juan Vicent y Rafael Gómez.
Los convencionistas visitaron los jardines y en la cantina, allí instalada, fueron obsequiados con largueza, atendiendo el servicio el señor Rafael Guzmán. Luego visitaron la casa de máquinas, la fábrica de hielo, el departamento de embotellamiento, la destilería y otras secciones anexas, en todas las cuales hallan ocupación alrededor de unos cuatrocientos cincuenta obreros de ambos sexos.
La producción de la fábrica de hielo alcanza unas sesenta toneladas diarias, y en la destilería se producen, cada veinticuatro horas, 36 mil litros de licor. Como dato curioso en ese salón se conserva el primer alambique que funcionó en la fábrica Bacardí, y es dable a los visitantes advertir el prodigioso desarrollo adquirido por la fábrica y el adelanto que se ha obtenido en el sistema de producción desde aquella fecha al presente.
Después los excursionistas pasaron a los alambiques, verdadera obra prodigiosa de ingeniería moderna. Allí se elaboran los exquisitos productos de la empresa, famosos en el mundo entero: “Carta Blanca”, “Carta Oro”, “Refino” y “Palmita”.
La administración de los alambiques está a cargo del señor Jorge Schueg, y distintos departamentos se encuentran dirigidos por los señores Rafael Rodríguez, Mariano Goderich, Miguel Suárez, Alfonso Matamoros, Enrique Rodríguez, Valeriano Soto y Juan Ortiz, trabajando en las dependencias cuatrocientos obreros de ambos sexos.
En los departamentos de embarque y material industrial de ron trabajan 75 hombres, a las órdenes de los señores Cayetano Casas, Francisco Corona y Rogelio Harris. Cayetano Casas, uno de los operarios de la Casa Bacardí, que trabaja en este departamento, lleva 42 años prestando sus servicios en el mismo. Es armador de cajas de envasar y goza del cariño de todos. Habla de don Emilio Bacardí, el altruista cubano, y lo recuerda con una devoción conmovida.
Luego fueron mostrados los depósitos de materias primas de añejar. Uno de los departamentos más importantes de la fábrica. Hay en ellos millares de pipotes que conservan, a través de los años, el licor preciado. Están a cargo del señor Francisco Savige Lombart, con veinte empleados a sus órdenes.
Los convencionistas se dirigieron luego al Museo Bacardí, donde fueron recibidos por su director el señor José Boffill. Después de recorrer el Museo y admirar los tesoros históricos que allí se conservan los visitantes firmaron el libro de visita y fueron obsequiados con un ejemplar del libro “Museo”, del gran escritor oriental Armando Leyva. Este Museo lo creó don Emilio Bacardí, figura prócer de cubano, y su obra fué alentada y continuada por la esposa de éste, la distinguida dama doña Elvira Cape de Bacardí. Desde que se fundó, el establecimiento ha tenido como director al señor Boffill.
Los convencionistas, después de la visita a la fábrica, concurrieron al cementerio general, para depositar ofrendas florales en la tumba del Apóstol de nuestra independencia José Martí. Fué un acto solemne al que concurrieron no sólo los excursionistas y los empleados y trabajadores de la fábrica, sino las autoridades y personalidades más destacadas de la ciudad.
Después, los convencionistas se dirigieron a los distintos panteones de la familia Bacardí, y también rindieron póstumo homenaje a la memoria de los que allí conservan sus despojos mortales. Se colocaron coronas en las tumbas de don Emilio Bacardí y Moreau, de Facundo Bacardí, de Facundito, de Pepín y de Toten.
En el Gobierno Provincial, e invitados por el gobernador interino señor Felipe Soto, fueron recibidos los excursionistas. Fueron objeto de toda clase de agasajos.
La Convención tuvo efecto después, en los jardines de la Cervecería Hatuey, y en los salones amplios y artísticamente adornados de la misma. Fue presidida por el señor Gabriel del Real y por los señores J. Guillermo Herrera, Joaquín Bacardí, Geo J. Friedrich, Rogelio Roger y Alfonso Matamoros.
Estaban presentes todos los vendedores y agentes de la Compañía. Los debates fueron movidos y fructíferos, tomándose importantes acuerdos que han de traducirse, sin duda, en ventajas para el mayor desarrollo de la industria y para una más perfecta organización del sistema de ventas.
Seguramente la segunda Convención se efectuará el próximo año, y tendrá por sede la capital de la República.
Los convencionistas, rindiendo culto a la tradición, visitaron también el santuario de El Cobre, el Árbol de la Paz y la Loma de San Juan y en todas partes fueron objeto de un recibimiento inolvidable.
Puede afirmarse que la fiesta fué grandiosa, por su organización, por su brillantez, por el número de personas que cooperaron a su esplendor y por los resultados prácticos obtenidos. CARTELES cree un deber suyo alentar y aplaudir a los organizadores de ese acto, premiando así una iniciativa cuyo alcance no ha de ser beneficioso exclusivamente para los intereses de la institución industrial que tanto crédito ha alcanzado a través de los años, sino también para los intereses generales de Cuba.
Y felicita por ello al señor Manuel Andrial Colás, que sugirió la iniciativa, al señor Pedro Lay, que la hizo suya, dándole mayor magnificencia y amplitud a la idea, y a todos los que aportaron su cooperación y su esfuerzo al resultado esplendoroso que en estas líneas hemos querido relatar, dentro de la limitación del espacio.
La información gráfica que aparece también en estas páginas ayudará al lector a darse una idea exacta de la trascendencia que tuvo la Convención Hatuey-Bacardí celebrada en Santiago de Cuba.
Bibliografía y notas
- «La Convención Hatuey Bacardí en Santiago de Cuba». Carteles, no. 21 (1934) p. 37-39, 48.
- Compañía del Ron Bacardí en El Libro de Cuba. Habana: Talleres del Sindicato de Artes Gráficas, 1925. pp. 838-841
- Personalidades y negocios de Oriente.
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