Fue director Domingo Nazabal de uno de los negocios más importantes de Cuba y de los que estaban más ligados a sus riquezas principales por el poderoso auxilio que le prestaban, era incuestionablemente uno de estos el de los grandes depósitos de carbón establecidos por la Sociedad “The Cienfuegos Coal Company”.
Con sólo fijarse en el dato de que Cienfuegos era, después de la Habana, el puerto de mayor actividad comercial de la Isla y aquel por donde se atendía una de las principales regiones azucareras de Cuba, se explica la importancia para el país de una empresa que facilitase en ese puerto a los barcos mercantes de todo el mundo el abastecimiento del producto sin el cual la navegación les sería imposible.
Así nació la idea originaria de la Sociedad “The Cienfuegos Coal Company”. Si los Gobiernos pudiesen encargarse directamente de cuanto conviniese a las riquezas y la prosperidad de los países, es incuestionable que uno de sus primeros cuidados, en puertos cuya vitalidad necesitase propulsarse, sería el establecimiento de grandes depósitos de carbón.
Obras así tan útiles, de las cuales derivaban ganancias compensadoras para quienes las acometían, se dejaban tradicionalmente a la iniciativa particular.
En el puerto de Cienfuegos entraban al año cerca de 600 vapores costeros y casi 400 transatlánticos, pudiendo sostener todos los servicios auxiliares de esta navegación sin ayuda alguna del Estado.
Existían en este lugar depósitos de carbón, aunque no en la escala conveniente a un puerto de tal importancia.
Entonces fue cuando la empresa “The Cienfuegos Coal Company” se propuso establecer los depósitos importantísimos a que estamos refiriéndonos y que tantos beneficios reportaron a la ciudad, suministrando combustible a los buques, que, de otro modo, realizada la carga y descarga de productos, levarían anclas para adquirirlo en puerto distinto y dejar allí el gran beneficio que suponía la permanencia durante días de un buque habitado por una población considerable y la gran cantidad de personas cuyas vidas sostenía el acarreo del carbón, su carga, etc.
Con sólo sus depósitos de combustible vivían prósperamente muchos puertos del mundo a los cuales favorecía tan sólo la situación geográfica, pero que no registraban tantas salidas y entradas de buques como el de Cienfuegos.
La empresa, pues, al constituirse, preparaba un negocio de pingües rendimientos para su capital, a la vez que realizaba un servicio de trascendencia para el puerto de Cienfuegos.
En el acierto con que se eligió al apoderado general que rigiese en su zona directa de acción tan importante negocio, estaba mucho del secreto de su éxito.
El gran industrial español Domingo Nazabal.
Era este el gran industrial español Domingo Nazabal, natural del pueblo de Arezo, en la provincia de Navarra, que más parecía un hombre de la América del Norte, por su extraordinario espíritu emprendedor, que le hacía interesarse preferentemente por las empresas nuevas y gigantes, donde se requería un derroche excepcional de energía para llevarlas a término feliz.
Marchó el señor Nazabal a Cuba en 1876, a los diez y nueve años de edad, dedicándose desde entonces intensamente a la industria y al comercio. Dueño del central “Lequeitio”, fomentado por él y por él dirigido, llegó a convertirlo en una de las principales fincas de producción de azúcar de toda la Isla, vendiéndolo después a la empresa “Cuba Cane Sugar Corporation” en 2.200.000 pesos y continuando al frente de su administración.
Era uno de los principales socios y gerente además de la “Compañía Azucarera Central Patricio” que tenía una producción de 150.000 sacos. También fue propietario en Cienfuegos de una fábrica de alcohol y otra de hielo y de una flota de vapores costeros dedicados al servicio de cabotaje.
Se dedicó igualmente a la ganadería y fue dueño de grandes y valiosas fincas rústicas, consejero del Banco Español de la Isla de Cuba con residencia en Cienfuegos y cónsul de la República de Santo Domingo. Pues con todo esto, su vida exaltada y heroica, que reseñaremos en otro lugar del presente libro, aún no estaba llena.
Aceptó, pues, la proposición de la empresa “The Cienfuegos Coal Company”. Vió en la dirección de los grandes depósitos una ocupación digna de su historia comercial y de su carácter. Era algo muy grande, que acaso acobardase a espíritus menos fuertes y que, por lo tanto, tenía, desde luego, todas las simpatías y todos los entusiasmos del señor Nazabal.
Bajo la inteligente dirección de este español ilustre comenzó a desarrollarse el negocio, produciendo al poco tiempo ganancias considerables, superiores a los cálculos más optimistas, creando una nueva base de riqueza en Cienfuegos y completando con esta obra gigante la empresa realizada por el Estado de mejoramiento del puerto, que podía incluirse entre los mejor servidos de toda América.
Referencias Biliograficas y Notas
- The Cienfuegos Coal Company en Libro de Oro Hispano-Americano. Sociedad Editorial Hispano Americana, 1917, 270-272.
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