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La Primera Víctima de la Guerra de Independencia en 1895

18/05/2024 Por Almar 2 comentarios

Poblado de Songo en Santiago de Cuba atacado por los insurrectos en la Guerra de Independencia comenzada en 1895.
Poblado de Songo en Santiago de Cuba atacado por los insurrectos en la Guerra de Independencia comenzada en 1895.

La Primera Víctima de la Guerra de Independencia en 1895 por Rafael Gutiérrez teniente Coronel del E. L. La ultima escaramuza ordenada por el Mayor General Guillermo Moncada. Cuando el alba despuntaba con destellos difusos de luz, anunciando el día 24 de febrero de 1895, el Mayor General Guillermo Moncada establecía su cuartel general en Charco Tumba, término de Alto Songo, seguido apenas si por una veintena de combatientes.

Al tenerse conocimiento, por el enemigo, de guarnición en el pueblo de Songo, del lugar donde se encontraba acampado el general Moncada, envió el jefe militar de la plaza reconocimiento por Florida, que practicó una sección de caballería del cuerpo de la Guardia Civil a la cual no se hostilizó, disponiéndose entonces el general a trasladar su campamento a la Lombriz, barrio de Jarahueca, donde se encontraba acampado y en son de guerra el comandante Benigno Ferié, seguido de diez hombres armados y escasos de municiones para hacer frente a cualquiera emergencia.

Pero el mismo día, en cumplimiento de las instrucciones que tenía recibidas el valiente capitán Cristóbal Pérez, incorporóse al general con diez y seis hombres —algunos armados— contando el cuartel general con más de 40 hombres decididos, dispuestos a luchar o a morir por la bandera de la patria.

Durante la mañana del 27 trasladóse la pequeña columna a San Benito, incorporándosele durante la jornada el comandante José Camacho, (El Negro), y el capitán Chito Fernández, con algunos números, escasos de armas y municiones.

Apenas si había comenzado a descansar de la jornada de la mañana, que no fué ruda ni fatigosa, rindió Camacho la confidencia al general Moncada, de que el teniente de la Guardia Civil, señor Lapena, se disponía a reconcentrar el destacamento de civiles de Mayarí Arriba, para el de Songo, conduciendo acémilas cargadas con documentos, municiones y vituallas, y escoltando el convoy cuarenta guardias pertenecientes al arma de caballería.

Inmediatamente se dispuso el general Moncada a batir la hueste enemiga, a pesar de la hemoptisis que consumía la existencia de aquel héroe de ébano, que en el último período de su enfermedad abandonó hogar, tranquilidad y familia para luchar por su bandera y por las glorias de su patria.

Y reanimado su espíritu por la esperanza de un nuevo triunfo sobre el enemigo, ordenó al comandante Benigno Ferié que con treinta hombres colocara una emboscada sobre el río Mayarí, por los Pasos, desfiladero estrecho que dominarían con puntería certera los tiradores, desde los farallones grisientos de la sierra escabrosa de Mícara, hostilizándolos por centro y retaguardia, mientras el comandante Camacho, emboscado con doce números, dominaría desde la vereda de Mícara que sale al camino de Songo a Mayarí Arriba, quien, con su sección de infantes, hostilizaría al enemigo por retaguardia solamente, debido a lo escaso de las municiones.

Ocupadas las posiciones, por demás peligrosas, el enemigo corría inminente riesgo, pues una vez vadeado el río Mayarí, entraba de lleno por una garganta o desfiladero, hasta dominar el camino, sin poder retroceder, por impedirlo los paredones de piedra altos y estrechos que dan acceso a una persona, o a una cabalgadura en marcha, hasta llegar al camino ancho, que tiene a su derecha un extenso charco en el río, conocido por “El Grillo”, azuloso y profundo, que ofrece calado hasta a embarcaciones de porte mayor en la longitud de un kilómetro, y por la izquierda, el monte virgen, elevado y sombrío, levantado entre riscales, casi inaccesible a la planta del hombre.

No podía sospechar el teniente Lapena, que a los cuatro días del alzamiento, existieran por aquellos contornos grupos organizados militarmente, capaces de hostilizar a una pequeña fuerza regular con organización y disciplina, y mucho más, tratándose de la guardia civil, que era un cuerpo especial, el que se imponía por su uniforme y seriedad.

Impacientes esperaban los tiradores de Ferié al enemigo, que no asomaba por la lejanía del camino y al que ocultaban las abruptas montañas del contorno.

Como a las tres y treinta minutos de la tarde, bajo un sol suave, asomó la vanguardia de la pequeña columna, arrogante y marcial sobre sus caballos, a marcha de camino, acariciados por la brisa fresca en las tardes invernales, opacas casi siempre.

La vanguardia penetró en el río, que vadeó, ocultándose en la garganta, para aparecer en lo alto del camino, seguido del teniente Lapena, que marchaba a la cabeza de sus jinetes, veteranos en el servicio y diestros en la carrera de las armas, con la cual servían a su patria y a su rey, garantizando el orden, durante los últimos lustros del poder colonial de España en los restos que le habían quedado del Continente Americano.

Apenas aparecieron a la puntería certera de los tiradores del comandante Ferié, reciben como por sorpresa nutrida descarga de fusilería y de escopetas, mientras la caballería desplégase al frente, respondiendo a los fusilazos de la infantería, abigarrada en el conjunto, pero desplegada en línea de fuego, presentando blanco al tirador español.

Lapena, sereno, valiente, empeña acción durante veinte minutos, como para castigar a enemigo tan osado que le salía a su paso de triunfador, rompiendo marcha precipitada con algunos de sus jinetes heridos, que retiró, dejando sobre el campo dos caballos muertos, dos tercerolas Remington, municiones, cartucheras y un clarín de guerra.

Al llegar con sus valerosos jinetes a la boca de la verada de Mícara, lo despidieron por retaguardia los infantes del comandante Camacho, que sólo pudieron disparar a dos tiros per cápita.

Reunidas las secciones de Ferié y Camacho repartiéndose por igual las municiones tomadas sobre el campo de batalla, mientras otros cavaban ignorada sepultura para enterrar al soldado Graciliano Benavides, que fusil a la cara, sereno, valeroso, obediente a la voz del jefe, había caído en la línea de fuego, defendiendo la libertad de su tierra, incensado por el humo de la pólvora y glorificado su nombre como la primera víctima de la guerra por la Independencia de Cuba, en suelo de Oriente.

Comenzaba a cernirse sobre la tierra el crepúsculo de la tarde, como si envolviera en fino manto de gasa oscura el cadáver del héroe caído en la primera escaramuza de la campaña, cuando Leoncio Estive, (a) Conguito, con el clarín de guerra arrancado al enemigo, tocó silencio, mientras bajaba a la tumba el soldado anónimo, que abonaría la tierra de Mícara con sus restos, calcinados sus huesos por los ardorosos rayos del sol de la Patria, que recogía en su seno al héroe y al patriota.

Al siguiente día, último de febrero, alegraban el campamento de Mícara los aires matinales de la diana, arrancados por el Conguito al clarín de los civiles, entusiasmando los corazones, elevando las almas y llamando a los remisos al vivac “mambí” que tomaba aspecto de campamento al resplandor de las fogatas y al bullicio del soldado animoso, que todo lo fiaba a su valor, a su astucia y al dominio de la campiña que le serviría de escenario para luchar contra el soldado de la tiranía, y contábanse las escenas del día anterior, cuando la guardia civil, a las órdenes del teniente Lapena salvaba el peligro, abreviando el paso de sus cabalgaduras acicateadas para alejarse de un enemigo que sin municiones casi le presentaba alineado y aguerrido combate desigual.

Y cuentan los que daban escolta al general Moncada en Mícara, que al oír éste las primeras detonaciones de los disparos en los Pasos, se incorporó en su hamaca, abatido, para disponerse a marchar en auxilio de Ferié, engañado su ánimo, cuando no era más que sombra de sí mismo, dándole el último adiós a la tierra de sus amores, y a los colores de su bandera por la cual sacrificó sangre, familia, libertad y vida, ofreciendo a la Historia páginas inmarcesibles, como guerrero y como estratega, sobre la campiña oriental.

Rafael Gutiérrez, Teniente Coronel del E. L.


Si como da cuenta el Teniente Coronel Rafael Gutiérrez fue el soldado independentista Graciliano Benavides la primera víctima del Ejército Libertador a finales de febrero 1898, lo fue primera víctima civil Armando González, vecino de Matanzas, quien falleció en la madrugada del 25 de febrero 1898 al ser herido en terrenos de la finca Ignacia por la partida de Antonio López Coloma.

A. Martínez

Bibliografía y notas

  • Gutiérrez, Rafael. “Episodios de la Guerra de Independencia. La Primera Víctima de la Guerra de Independencia en 1895”. Revista El Fígaro. Año XXXVIII, núm. 17, 19 de junio 1921, p. 236.
  • Mesa Martínez, Aida. “Guillermón. La vida heroica de un general mambí”. Revista Bohemia. Año 72, Núm. 10, 7 de Marzo de 1980, pp. 84-88.
  • Guerra de Independencia.

Publicado en: Guerra de Independencia Etiquetado como: Guerra de Independencia en Cuba, Guillermo Moncada, Santiago de Cuba: Personalidades

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Comentarios

  1. Nina dice

    07/07/2024 a las 11:45

    Hola, saludos, me gustaría saber quien tiró esa foto, estoy interesada porque tengo una igual en casa donde aparecen mis antepasados de Alto Songo y necesito datos precisos de que parte del poblado es, gracias de antemano.

    Responder
    • Almar dice

      07/07/2024 a las 13:48

      Hola Nina, la foto es seguramente del Fígaro Ca. 1895-1898 época en que se publicaban noticias sobre el desarrollo de la Guerra de Independencia. Si en otra ocasión encuentro la fecha le dejaré saber acá. Quizás alguien de esa zona pueda ayudarle, aunque probablemente ya la vista haya cambiado visto que la foto tiene más de una centuria. Saludos.

      Responder

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