Estación del Ferrocarril de San Martín en Cárdenas — la Encrucijada y el Reloj de Arena. La Perla del Norte. Cárdenas peinada de brisas marinas y trenzas de ferrocarriles. La Cárdenas de los rones del vizcaíno Arechabala y Carmelina la opulenta. La de la Avellaneda, regia poeta, quien junto a su esposo don Verdugo la vivió en 1860. Diez años antes López la invadió y quedó para la historia como Ciudad Bandera.
La estación del Ferrocarril de Cárdenas y Júcaro la inauguraron en 1875 y se nombró de San Martín por Antonio Xenes de San Martín el ingeniero que la comenzó y no la concluyó terminándola Salomón Ernest Stemberger.
Hoy desde la Estación de San Martín parten caminos, caminos que conducen a la nada, hay rieles que se aburren del olvido y solo llevan vientos y sombras de alaridos. El silencio aterrador ha poblado sus rincones y la billetería sólo atiende a los mudos.
La magia sostiene la barandilla forjada y el pasamanos se asusta ante la inminente caída… no se oyen los pitidos ni los resuellos de las locomotoras. La abandonaron los bocoyes de miel de purga y el azúcar mascabado. Se fueron apagando los ruidos y quedó el silencio cómplice de los viajeros que huyeron.
La Encrucijada y el Reloj de Arena.
En el crucero del ferrocarril quedaron unos carteles desvencijados. Sancocho los fue arrancando uno a uno según se presentaron las necesidades. Unos pedazos sirvieron para corrales de puercos y otros para tapar los huecos en los cristales de las lucetas.
De un día para otro desapareció el cristalero del barrio como si los burgueses en su veloz partida le hubieran convidado a seguirles, para que les hiciera el trabajo allá donde se fueron.
Y todo, todo fue desapareciendo, hasta la estación donde antes pitaban y chirriaban chisporroteando las locomotoras quedó muda. Lo peor era que con los años los raíles de hierro ya no conducían a destino alguno.
El viejo maquinista si alguna vez pasaba a pie por el nudo ferroviario balbuceaba incoherente. Es que la cabrona edad no perdona y la cabezonería tampoco. La incapacidad de evolucionar con los tiempos le hacía empecinarse y seguir repitiendo que al final de la vía estaba el progreso.
Así el monte de marabú dejó de ser un espejismo y el anuncio del destino asustó hasta los más osados, por experiencia y cansancio.
Del tren ni se escuchaba hablar y los que recordaban tiempos pasados apuntaban al camino vacío y caminaban sin rumbo guiándose por el olor a hierba quemada y las marcas dejadas en las traviesas por las chispas de ayer. Otros, de los que se quedaban, saludaban fantasmas, hablaban con difuntos y entonaban cánticos de imaginarios combates.
Mientras tanto, en una de aquellas vías cerca de la solitaria estación, seguía tirado el olvidado reloj de arena. Habían caído los últimos granos por el cristal roto y el tiempo se había detenido. Desesperados buscaban la mano que les devolviera a la cordura y volviera a tornarlos para que el tiempo, detenido en su ruta, retomara su camino.
Mientras recordaba a sus viejos vagones llamados trabajo, esperanza y futuro miraba el anciano a los zarandeados granos de arena apoyado en su bastón. Su tiempo estaba echado y los nuevos soles y los jóvenes pinos serían luz y sombra de otras generaciones.
Y ellos mirando a la vía, esperaban oyendo los murmullos ¡Dicen que vuelve el Rubio del Norte! ¡Que viene el Nieto del Cristalero! ¡Nó, que han visto a las Matrioskas! ¡Será un Asiático del Este!
Descalzo, cruzó los raíles un moreno niño y mirando al viejo y la tropa perdida la vista en el monte, tomó el reloj de arena y pensó mirando a su reflejo:
¿Y tú? mi negro ¿Cuándo será tu turno, en esta interminable espera?
No hubo respuesta, respondió el silencio y la oscuridad arropó la verde campiña.
En la encrucijada quedó abandonado a su suerte el reloj de arena hasta que un sonriente y orondo Sancocho recogió los pedazos de cristales rotos ¡Feliz y contento de su buena suerte!
A. Martínez.
Bibliografía y notas
- Castellanos G., Gerardo. Panorama Histórico. Ensayo de Cronología Cubana. Desde 1492 hasta 1933. pp. 794-795
- Helberg, Carlos. Historia estadística de Cárdenas, 1893. Primera Edición, Comité Pro-Calles de Cárdenas, 1957.
- El Fígaro Periódico Artístico y Literario. Año 16, núm. 16, 17 y 18, 1900.
- G. G. de Avellaneda. Cartas Inéditas y documentos. Matanzas, Imprenta La Pluma de Oro, 1911, p. 113.
- Cárdenas Segunda Mitad del Siglo XIX
- Personalidades y negocios de Cárdenas.
Antonio dice
Buenas tardes. Busco informacion de una familia de emigrantes españoles que se asentaron en la vivienda de los trabajadores del FCC. Su nombre Francisco Tella Amor (llamado Franco) y Petra Mayo Martinez. Alli llegaron sobre el 1920 con 2 hijos, uno el abuelo de mi esposo Antonio Tella Mayo. No se donde fallecio Franco, supongo que en Cardenas y su esposa Petra murio con problemas mentales en mazorra la habana al morir su hija alli en Cardenas. Ya habia perdido una hija en españa sobre 1918 o 1919 por la gripe. Me gustaria obtener informacion de ellos.