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Los últimos días de Orestes Ferrara en Cuba – Parte 4

23/09/2025 Por Almar Deja un comentario

Los últimos días de Orestes Ferrara en Cuba desde la Revista Bohemia en 1934 (Parte 4).
Los últimos días de Orestes Ferrara en Cuba desde la Revista Bohemia en 1934 (Parte 4).

Los últimos días de Orestes Ferrara en Cuba desde la Revista Bohemia (Parte 4). El último día. La confección de la renuncia. Palabras cruzadas entre Barreras y Ferrara. La noticia entre los diplomáticos. Preparando la huida.

La ultima noche no durmió en Palacio1

Ferrara antes de retirarse a dormir, trató de localizar al presidente Machado. ¡Pero cual no sería su sorpresa, cuando fué informado que el Dictador no estaba en Palacio! Muchas conjeturas pasaron por la mente del siciliano. ¿Habría embarcado sigilosamente Machado sin decirlo a nadie?

Pero la alarma del timbre del teléfono oficial disipó la duda. Machado dormía fuera de Palacio. En una casa amiga. ¿Dónde? Nadie ha podido saberlo.

Y Ferrara llamó a Welles a la Embajada americana, comunicándole que el presidente Machado designaba para sustituirlo al general Alberto Herrera, Secretario de Guerra y Marina, que sería designado en las primeras horas de la mañana Secretario de Estado, y de acuerdo con la Constitución sustituiría al Presidente, al renunciar éste. Welles con la misma frialdad que la vez anterior, le contestó que le daría cuenta a los sectores de la Oposición.

Sábado 12

Y en la mañana del sábado 12 de agosto, Ferrara arreglaba en su domicilio todos sus paquetes para partir al extranjero. Pero pensaba hacerlo con comodidad, como si se tratara de un viaje de placer. El dictador Machado, a las ocho de la mañana lo llamó de Palacio en tonos imperativos, requiriendo su presencia.

La Sinfonía Irónica

Exactamente cinco minutos demoró Ferrara en llegar a Palacio. Allí todo era confusión. Machado estaba con Herrera, en quien pensaba le respaldaría desde el cargo de Presidente, garantizándole la vida y su fortuna personal. Ferrara fue introducido en el despacho presidencial.

Frente los tres comprendieron la gravedad del momento. No se podia demorar un segundo más. Y Ferrara extrajo de su cartera un documento que leyó. Era la licencia-renuncia de Machado. A medida que Ferrara leía, a los oídos de Machado llegarían como una sinfonía irónica aquellas palabras suyas:

“Hasta 1935, ni un minuto más ni un minuto menos…” Ferrara lo exaltó. Y Ferrara le leyó su sentencia.

El Documento

El documento decía:

Al Honorable Congreso:

Razones que no debo explicar en estos momentos me llevan a la decisión de presentar la renuncia de mi cargo.

Por una fórmula constitucional pido ahora una simple licencia; pero deseo hacer constar que queda presentada mi renuncia, desde ahora para su oportunidad.

Agradezco en el momento de abandonar el Poder Ejecutivo a todos los miembros de ese Cuerpo Colegislador de todos los partidos, incluyendo el grupo oposicionista, la cooperación prestada para la obra patriótica que hemos realizado en estos pasados años y que la Historia tranquilamente juzgará.

La Habana, Agosto 12 de 1933. Gerardo Machado.

Cómo firmó Machado

Ferrara después comentaba cómo firmó Machado. Tomó la pluma sereno y estampó su firma. Y dijo, mirando a Herrera y a él: “Es la última…”

La Desbandada

Haciendo alarde de su valor —a veces rayando en lo cínico— Ferrara comentaba que cuando Machado anunció que abandonaba Palacio y todos vieron que no era una pesadilla, sino una realidad, se registró una desbandada de hombres que huían despavoridos. Y cayó Machado —agregaba— y ellos, hombres peleles sostenidos por el Dictador también rodaban.

Palacio quedó desierto —decía Ferrara— y en toda aquella casona, en que años antes se disputaban sus asientos los hombres más prominentes de Cuba, quedaban sólo dos hombres del régimen Machadista: Ramiro Guerra y él. Como que aquel día Ferrara, tuvo que sacudir al Secretario de la Presidencia, en la mañana del 12 de agosto, le gritó, porque el doctor Guerra, en una ingenuidad de párvulo, esperaba el nuevo Secretario de la Presidencia, para hacerle entrega. Y momentos después el pueblo vaciaba el Palacio Presidencial, en sus iras contra la tiranía.

Barreras y Ferrara

El doctor Guerra salió. Y después Ferrara, que se detuvo un minuto escaso para hablar con los periodistas. En su máquina se dirigió al Senado. Habló con el doctor Barreras, contándole todo lo sucedido. De allí llamó por teléfono a Welles, notificándole que minutos antes el general Machado había firmado su renuncia, la cual obraba en poder del general Herrera, que había sido designado Secretario de Estado, y al faltar el Presidente de la República, tomaba posesión de la Jefatura del Ejecutivo de la nación.

Welles lo aplazó unos breves instantes. Y quedó en llamarlo inmediatamente. Desde el despacho del Presidente del Senado, se sentía el rugir del pueblo en la calle. Eran los primeros peatones que se atrevían a gritar después de la “massacre” del día 7. De vez en cuando se oía el claxon de alguna máquina que cruzaba velozmente.

Notifica al cuerpo diplomático

Ferrara llamó al Director del Protocolo Dr. Merchan haciéndole presente que debía circular a todos los miembros del Cuerpo Diplomático, que el general Machado había renunciado y que, asumía la Presidencia de la República, en forma constitucional, el general Alberto Herrera.

Rechazan a Herrera

Pero hasta ese momento el doctor Ferrara, conservaba la sangre fría, ecuanimidad absoluta y dominio completo de sus actos. Al sonar el teléfono se decretó la derrota completa del Régimen del Machadato.

Mr. Welles visita a Ferrara en la Secretaría de Estado.
Mr. Welles visita a Ferrara en la Secretaría de Estado.

Era Welles que anunciaba al doctor Ferrara que la Oposición y el Ejército no aceptaban al general Herrera como Presidente de la República, y que tanto la Oposición como el Ejército, designarían de común acuerdo el candidato que lo representaría y que a ese efecto el general Herrera, debía renunciar inmediatamente antes de las doce del día, en que sería saludado el nuevo Presidente.

Ferrara, pálido, le comunicó a Barreras lo que acontecía. Y el Presidente del Senado, sin pérdida de tiempo, seguido de varios hombres con ametralladoras abandonó el Capitolio. Ferrara habló con Herrera, participándole que ni el Ejército ni la Oposición lo aceptaba y le concedían un plazo hasta las doce del día. Herrera mostró su conformidad con renunciar. Y entonces, el siciliano sintió que era necesario salvarse a tiempo antes que ocurriera la hecatombe total.

A girar dinero

Y corrió presuroso al City Bank. Ya la Habana se poblaba de disparos. Giró a New York la suma de $159.000.00, así al menos se aseguró por sus amigos. Cuando al abandonar el Banco, los rumores públicos señalaban que el Palacio había sido asaltado, y que el Jefe de la “Porra” había sido muerto en pleno Paseo del Prado, cambió de máquina y tomó un auto de alquiler. Y partió para su casa.

Muerte de un escolta

Al llegar a su residencia, grupos de valerosos jóvenes trataron de atacarle. Pero presto se introdujo por el garage. Allí un vigilante y varios hombres de su guardia personal, sostuvieron un pequeño tiroteo, siendo herido gravemente su escolta de apellido Mesa.

Pide protección

En esta situación, Ferrara habló con el Embajador americano y con los jefes del Ejército, pidiendo protección. Y miembros del Cuerpo Diplomático se interesaron por la vida del que había sido hasta momentos antes Secretario de Estado. Y la protección le fué brindada.

El Embajador de España, de acuerdo con los requisitos del Protocolo, le ofreció asilo en la Embajada. Ferrara desistió. Tenia el propósito de embarcar para el extranjero. El sabía mejor que nadie que su vida en Cuba peligraba.

La Huida

Y se comunicó con la residencia campestre de “Rancho Boyeros”, donde estaba Machado con su guardia a las órdenes del criminal capitán Crespo. Machado le pidió urgentemente la necesidad de que se habilitaran dos anfibios para partir fuera de Cuba.

Ferrara llamó a Welles, participándole los deseos del Dictador y sus amigos. De acuerdo también con la conversación sostenida momentos antes, en que Ferrara señalaba la necesidad de embarcar a Machado inmediatamente. Al menos, estas habían sido las condiciones privadas como garantías a la renuncia, acordadas en la noche del viernes; pero que hasta el momento no se habían revelado.

Mr. Meson, manager de la “Pan American”, conferenció con el Embajador, diciéndole que solamente podía cederle un avión tipo “Sikorsky”. Y así lo comunicó Ferrara a Machado, quien lamentó ese percance; pero insistió entonces sobre el particular de que el piloto fuera de confianza.

Ferrara le dijo que la Compañía había designado a Mr. Cullough, experto aviador. Y Ferrara no habló más con el Dictador en Cuba.

Aquel día no se almorzó en casa del siciliano. Ferrara tomó dos botellas de vino Oporto. Los disparos de armas de fuego eran numerosos. Ferrara pidió a la “Pan American” dos pasajes para Miami, en el avión que partía a las tres de la tarde.

Su brindis

A las doce, sonaron veinte y un cañonazos, anunciando, la designación del nuevo Presidente de Cuba. Ferrara se interesó por saber quién era. Pronto lo supo. Había recaído la designación en el doctor Carlos Manuel de Céspedes. Y el siciliano alzando la copa de Oporto, dijo:

“Cuba, ya tienes un nuevo Presidente y tendrás dentro de poco una gran anarquía…”

Orestes Ferrara

Es descubierto

Ferrara no salió de su casa. Hizo los preparativos para el viaje. Algunos amigos gestionaron en el muelle su llegada en secreto. Un Inspector de Aduana se prestó a introducirlo por una Casilla de Pasajeros poco transitada. Y a las dos y media partió para el Muelle. A su llegada el público se dió cuenta. Alguien le hizo un disparo de revólver. Surgió la confusión. Muchos dispararon al aire sin saber el motivo.

Voces entonces señalaron: Es Ferrara que se embarca. El italiano empujó a su señora dentro del avión. El cayó de un salto en la cabina. El avión movió sus hélices. Los pasajeros que esperaban gritaron. Surgió una confusión de incendio.

La toma del avión

Un muchacho con una bandera abecedaria y acompañado de varios estudiantes gritó: “A tomar el avión”. Pero éste sin esperar la documentación comenzó a correr suavemente sobre la bahía. Su piloto Leo Terletzky, salvaba la vida de Ferrara.

Fuego

Varios jóvenes, rodillas en tierra con algunos soldados disparaban sus rifles sobre el avión. Hubo un momento de emoción. El avión parecía pararse. Un hombre exclamó: “Han herido al piloto”. Pero pronto la incertidumbre cesó. El anfibio remontó el vuelo, poniéndose fuera de peligro. Describió un círculo lejos de bahía, sobre la parte central de la Habana y partió-rumbo al Norte, para Miami.

La Injusticia

Y en lo alto se divisaba el anfibio, que se llevaba para siempre de Cuba a Orestes Ferrara y Marino, italiano que conquistó nombre, fama y fortuna en esta Isla propicia a la conquista fácil de aventureros. Y junto a él iba una dama cubana de sólidos prestigios: María Luisa Sánchez, esposa suya desde hace 28 años.

Y debajo quedaba un pueblo entristecido, roto, desequilibrado por una tiranía sangrienta, que tuvo sus pilares más fuertes en hombres que como Ferrara miraban siempre la vida al través del dólar. Y que estimaron como cosa despreciable al pueblo, sin que ese pueblo pudiera hacerle sentir sus deseos de justicia. Y en cambio, cayeron bajo las balas elementos de la escoria: los porristas.

Así fueron los últimos días de Ferrara en Cuba.

— Nota del Editor: Esta serie de artículos publicados en la Revista Bohemia entre febrero y marzo de 1934, es decir casi un año después del final del gobierno de Machado, aparecen sin autoría.

Bibliografía y notas

  • “Los últimos días de Ferrara en Cuba”. Revista Bohemia. Vol. XXVI, núm. 8, 4 de marzo de 1934, pp. 10, 52.
  • Los últimos días de Ferrara en Cuba – Parte 1. Revista Bohemia. 11 de febrero de 1934.
  • Personalidades y negocios de la Habana
  1. Aún con desacuerdo con un diario íntimo de un amigo de Machado, cierto es, que el ex Dictador de Cuba su última noche no durmió en Palacio. (Nota del Autor). ↩︎

Publicado en: República Etiquetado como: Gerardo Machado Morales, Habana: Instituciones y Negocios, Habana: Personalidades, Orestes Ferrara Marino, Revista Bohemia

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