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Paseos Matinales por Matanzas subiendo por Zaragoza

23/05/2024 Por Almar Deja un comentario

Paseos Matinales por Matanzas. Vista del Estero y Valle de Yumurí desde Monserrat.
Paseos Matinales por Matanzas. Vista del Estero y Valle de Yumurí desde Monserrat.

Paseos Matinales por Isaura para la Revista Matancera en 1883. En el mes de Mayo, época de las flores y de los mas bellos días que tiene el año, es delicioso dar un paseo y gozar de las primeras horas de la mañana cuando el Sol se ha elevado apenas sobre el horizonte acariciando con sus primeros rayos la tierra por las primicias de la Primavera.

La vista contempla entonces extasiada los mas bellos paisajes que infunden al corazón elevados sentimientos y llenan la imaginación de bellísimas ideas.

El que desea gozar de los encantos de la Naturaleza y posee un corazón impresionable á todo lo sublime puede calificar esta ansiedad paseando muy de mañana por los alrededores de la ciudad, toda rodeada de encantadores panoramas que ofrecen á los ojos del observador espléndido y amenísimo paisaje.

Entonces se podrá comprender la satisfacción que disfruta el alma, viendo con los ojos del sentimiento lo que no tiene imitación, cual son las obras de la Naturaleza; pródiga siempre en tesoros de belleza.

Puede decirse que el corazón aspira entonces los gratos perfumes que las flores despiden al ambiente cuando rompen sus broches.

¡Con cuanta delicia se detiene uno á contemplar tanta belleza que llevan el espíritu de encanto y poesía! El pensamiento se abstrae entonces y se concreta á la contemplación de tantas maravillas.

El hombre sumido en el torpe sueño no se ocupa de llenar su corazón con esos cuadros que por todas partes ofrece la Naturaleza, se olvida que deja pasar las horas de mayor encanto que tiene el día, y va luego en pos de efímeros placeres que no expulsarán de su corazón el tedio, puesto que jamás podrán compararse sus mezquinas obras con las portentosas creaciones de aquella.

Algunos dicen que en Matanzas se fastidian de no encontrar nada que pueda ofrecer distracción al ánimo; es verdad que en ella no hay ninguna obra de los hombres digna de admiración, mas en cambio sobran encantadores paisajes formados por la creación.

Fuera de la población y al estremo de cualquiera de sus calles se encuentran bellísimos panóramas que admiran.

Es delicioso, repito, un paseo matinal cuando el Sol asoma sus primeros rayos por Oriente, sacudiendo su dorada cabellera de las brumas que lo envuelven.

Sabiendo uno que por la calle de Zaragoza y dirigiéndose hácia el N. divísanse á lo lejos las alturas llamadas del Abra que forman la embocadura oriental del delicioso valle del Yumurí y por la cual corre lento el río de ese nombre.

Por la constante extracción de materiales para las fábricas de la ciudad ha venido desapareciendo lentamente la barranca que ántes existía á la terminación de dicha calle y ha quedado una suave pendiente de fácil acceso para el transeúnte.

Allí puede el observador detenerse à contemplar una de las mas bellas perspectivas que ofrecen los contornos de la ciudad. Mas en lontananza se divisa un pequeño caserío que á vista de pájaro parece blanquísimas palomas posadas en la tierra; á lo que se agrega una multitud de vertientes todas cubiertas de diferentes matices de valor.

Bajando dicha pendiente se llega hasta las orillas del rio en cuyas hermosas márgenes se ostentan juncos y espadañas y algunas flores que adornan el cuadro, haciendo recordar aquellos versos de Alarcón:

El astro aparecía
Y el agua sonreía
Y la luz y las ondas se besaban
Y la onda en la luz se embebecía
Y unidas á la orilla caminaban.

Oculto por ligera nube blanca que atravesada por el rayo de Sol reflejándose en las cristalinas ondas la matizan de oro y grana y dan à sus tintes tan bellos y variados coloridos que jamás pintor humano alguno podrá imitar: tampoco hay frases para expresarlo ni pluma para escribirlo y sentirlo.

El espíritu se abstrae en aquella contemplación y se eleva fuera de la tierra.

Siguiendo mas adelante se descubren corpulentos árboles, quintas y casas cubiertas de variadas flores que tal parecen como si estuviesen incrustadas en las peñas; y no se cansa uno de contemplar tan poético paisaje.

Cuando se llega al sitio en que las peñas se elevan á uno y otro lado del camino acantiladas y haciéndose apénas accesible á los que van trepando ágatas por aquellos riscos para extraer los cantos ó cabezotes. No puede uno menos que conmoverse al ver el arrojo de éstos que llegan á aquellas alturas tan penosamente procurándose los medios de ganar el sustento.

Las pequeñas casitas y acaso una tabernita que entre ellas se encuentra al final de aquel caserío, se parece á esos juguetes de madera que imitan caseríos de diminutas quintas ó paisajes de la Suiza con los cuales se entretienen los niños.

Al entrar en el camino que conduce al Estero se ven las peñas cortadas tan perpendicularmente que parecen las murallas ó paredes de esos románticos castillos descritos por Walter Scott.

Alzando la vista se ven los cardos y otros arbustos que coronan aquellas peñas donde se anidan los pajarillos y triscan los cabritos, y en que acaso se vé algún chicuelo persiguiendo los nidos de las tojosas y de los tomeguines.

Comunican á tan bello paisaje un aspecto aun mas melancólico el silencio que allí reina embellecido por la aurora é interrumpido á espacios por el canto de la tojosa cuyo tristísimo arrullo parece un quejido de la soledad.

El amante de la Naturaleza puede pasar allí horas deliciosas que le hagan olvidar los disgustos que le ocasiona el mundo.

La soledad, el verde musgo salpicado de brillantes gotas de rocío doradas por el Sol, el canto melancólico y acompasado del lejano pastor que enyuga sus bueyes para la faena del día, y el ambiente suave y perfumado de aquella atmósfera completan la vida física y moral de tan risueño cuadro. Dichoso el que sabe comprender ese poético lenguaje que habla al alma y hace conmover el corazón.

Las flores con sus variados matices cuánta poesía, cuántas ideas grasas inspiran! El poeta encuentra allí su númen, el botánico su ciencia y el afanoso trabajador su pan.

Desde la bellorita que tímida levanta apénas su frente del suelo, hasta el parásito y gigante Jagüey contribuyen á hermosear el romántico paisaje.

Cuán deliciosa fuera la vida si se dedicase siempre á tan grata contemplación en los momentos de solaz.

Isaura.

Matanzas 1883

Bibliografía y notas

  • Isaura. “Paseos Matinales”. Revista Matancera. Año 1, núm. 6, 14 de octubre 1883, pp. 43-44.
  • Personalidades y negocios de Matanzas.

Publicado en: Matanzas Etiquetado como: Matanzas: Memoria de tus Calles, Matanzas: Personalidades, Revista Matancera

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