Recuerdos históricos y la niña Zoila1 por Jorge Vilar en 1904. Por la muerte de la niña Zoila me he determinado á hacer ciertas investigaciones históricas para poder establecer comparaciones y apreciar, si esta es debido á fanatismo de secta, idolatría salvaje ó á un móvil especulativo, unido á venganza de raza ó algo inesperado.
Desde remota fecha, hubo la bárbara costumbre de los sacrificios humanos, como lo atestiguan las pinturas halladas en las tumbas de los reyes de Teba, que no dejan duda de su feroz existencia en Egipto.
En la antigua India, pedía la Diosa Cali víctimas humanas, como Saturno, en Cartago.
En Roma, después de la batalla de Cannes, fueron enterrados vivos un galo y una gala, viéndome obligado el emperador Claudio á prohibir, por una ley expresa, el sacrificio de los hombres en el Imperio romano.
El sabio conde Stolberg, que ha hecho felices comparaciones entre las ideas mitológicas de los diferentes pueblos, aventura la hipótesis de que las dos sectas de la India adoradores del Vichnu y de Siva, se han extendido por América, y que el culto peruano es el de Vichnu, y el sanguinario de los mexicanos, el Siva, cuando toma la representación de Júpiter Estigio.
La Diosa negra Cali ó Bavani, esposa de Siva y símbolo de la muerte ó de la destrucción, se representa en estatuas y pinturas con un collar de cráneos de hombres y el Libro de dos Vedas —el más antiguo del Asia—manda que se le ofrezcan sacrificios humanos.
El antiguo culto Cali, cuya horrible crueldad ha mitigado Buda, presenta grandes analogías con el de Mictecacíhuatl, Diosa del Infierno, y el de otras varias divinidades mexicanas que resultan, sin embargo, puramente accidentales cuando se estudia la historia de los pueblos de Anahuac.
El uso de sacrificar víctimas humanas, uso que quizás provenga del valle de México y no sea transportado del Asia Oriental; la historia nos enseña que cuando los españoles llegaron á Tenochtitlán, solo contaban 200 años esas prácticas sanguinarias, que recuerdan las de Calí, Moloc y el Eso de los galos.
Erigieron las toltecas en la cresta de una elevada sierra la imagen de Hatoctenetti, con el rayo en la mano, recibiendo en su vaso que tenía delante ofrendas de frutas y semillas. Enlazaban éstas con las orientales.
Los aztecas siguieron este mismo culto hasta 1317, año que sostuvieron guerra con los habitantes del Xocimileo, que le inspiraron la primer idea del sacrificio humano; suceso terrible que nos han transmitido los historiadores mexicanos.
Vivian los aztecas á principios del siglo XIV, y después de la victoria que obtuvieron de los xomileas, quisieron ofrecer un sacrificio á su Dios principal, Mexitli, y para hacer más solemne la ceremonia, pidieron á su Señor de Colhuacan algunos objetos de valor, y les envió un pájaro muerto en una grosera tela; á cuya fiesta asistió, y los aztecas mostráronse contentos en apariencia, pero resolvieron, á la vez, realizar un sacrificio que aterrara á sus señores.
Después de una prolongada danza alrededor del ídolo, condujeron cuatro prisioneros xocimilcas, inmolando á estos desgraciados.
Un segundo sacrificio sucedió, en parecidas circunstancias que el primero.
El tercer sacrificio fue restablecida la paz entre aztecas y colhue…
Los sacerdotes de Mexitti, sin poder contener su odio contra un pueblo que les hizo “gemir” en la “esclavitud” meditaron atroz represalia.
Piden al rey de Colhuacán que les confíe su única hija, para educarla en el templo de Mexitti, y adorarla luego de muerta como madre de aquel Dios protector de los aztecas, y añaden que el ídolo mismo ha declarado ser su voluntad.
El crédulo monarca acompaña á su hija y la introduce en el tenebroso recinto del tepocalí: una vez allí, la separan los sacerdotes del padre, alzándose en el templo gran tumulto, que impide oír al desdichado rey los lamentos de la hija expirante; pone el pueblo un incensario en su mano, y ordenándole, algunos momentos después, que encienda el copal.
A la pálida luz de su llama, reconoce el padre á le víctima, atada á un poste, con el pecho ensangrentado y extraído el corazón, viniéndole la desesperación á privarle de juicio por el resto de sus días.
Los Totonacas adoptaron el culto á la Diosa de los Campos ofrendándole flores, frutos, gavillas de maíz ó pájaros que se alimentaban de los granos de esta planta útil al hombre.
No se contentaban los aztecas con teñir sus ídolos de sangre, como hacen los chamanes tártaros, que, sin embargo, no sacrifican á los nogats, —más que bueyes y carneros; sino que devoran una porción del cadáver mismo, que arrojaban les sacerdotes por la escalera del teocalí, después de haber arrancado el corazón de la víctima.
Es de admirar que tan extremada ferocidad en las ceremonias religiosas pueda darse en un pueblo cuyo estado social y político recuerda, bajo otros respectos, la civilización de los chinos y japoneses, de donde probablemente proviene.
En la parte del África de donde proceden las expediciones de africanos traídos á esta isla, ..e congos, gangás, lucumíes, minas, carabalíes, etc., existen los sacrificios humanos, dedicando las más de las veces los prisioneros que se hacen unas tribus con otras, en sus ceremonias idólatras, festivas y antropófagas.
Cuando existía la esclavitud, dedicaban los esclavos una habitación en que tenían un altar con la imagen de Santa Bárbara, constantemente iluminada con velas, y le ponían en un plato maní y comida; los devotos de esta santa, en general eran los africanos, y había una especie de asociación en los de más edad, con ciertas jerarquías.
Había un muñeco de madera, muy extraño, que le llamaban “Mayombé”; á éste le dedicaban gallos, que le sacrificaban, y había sus juramentos. Las prácticas eran muy reservadas, y los adeptos de este ídolo, ó lo que fuera, eran el elemento joven del país.
Los que hoy llaman “brujos”, hasta hace treinta años eran una especie de curanderos que, conocedores de hierbas medicinales, las empleaban con más ó menor acierto.
Desde esa fecha, poco más ó menos, principiaron á sacrificar animales, particularmente los cochinos, y lo hacían con fines siniestros, á juzgar por el caso que me refirieron.
Una familia que habitaba en la calle del Águila, al abrir por la mañana la puerta de su casa, encontró, arrimado al quicio, un cochino abierto en canal y colocado en el vientre: sal, pimienta, yerbas y monedas de plata y oro; la policía se llevó el animal muerto, y los muchachos del barrio no se atrevieron á extraer las monedas.
De la familia se apoderó tal terror, que se mudaron enseguida; temían á la brujería.
El sistema empleado, al parecer, por los brujos con la niña Zoila, es muy raro.
Se le extrae el corazón, y “dicen” que es para curar un “daño”, y el resto del cuerpo lo conservan pero empleando sal ¿Con qué objeto? Para enterrarlo después en cualquier lado se abre una excavación para una niña de 20 meses, y con dificultad se encuentra.
Este no parece ser el móvil de la conservación. ¿No será un caso de antropofagia? Ciertas costumbres africanas, propagadas por Bocourt, ¿no habrán creado adeptos?
¿Será éste verdaderamente Congo? ¿Cómo lleva apellido francés?
Hará cuarenta ó cincuenta años que hubo casos de Vaudou, en Haití, las autoridades fusilaron á cinco de los que encontraron practicándolo, y no eran africanos ¿Esta semilla habrá venido de África o de Haití?
¿Le habrá estorbado el festín la pronta y activa diligencia de la prensa y la persecución de las autoridades?
En fin, la asociación de los brujos es tenebrosa, y peor que la de los ñáñigos, por su hipocresía, y por tender hoy á establecer diferencias de razas.
Jorge Vilar
(Nota del Editor) En junio de 1919 desapareció la niña Cecilia en Matanzas creándose un estado de pánico y acusándose varios morenos que resultaron muertos a raíz de aquellos hechos. La historia de la niña Cecilia es todavía un misterio. Si desea saber más sobre la niña Cecilia:
Bibliografía y notas
- Vilar, Jorge. “Recuerdos históricos y la niña Zoila”. La Discusión. Año XVI, núm. 360, 25 de diciembre 1904, p. 11.
- La niña Zoila Díaz fue raptada en noviembre de 1904 resultando muerta en un asesinato ritual. ↩︎
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