

Hace algún tiempo publicó El Fígaro algunas breves composiciones de Dulce María Loynaz, quizás la más joven de nuestras poetisas, Presentíamos, entonces, en la autora de aquellos exquisitos versos, una muy fina y delicada personalidad lírica.
Hoy, al publicar las últimas producciones de la poetisa, vemos cómo la inquietud ideológica y sentimental, al hacerse más intensa, han acentuado aún más la suavidad, la íntima delicadeza de sus primeras poesías.
Los versos que hoy damos a conocer, especialmente los de la larga composición “Señor que lo quisiste”, de fondo tan desolado, con desolación ajena a la literatura, ocupan un señalado lugar en nuestra novísima producción lírica, donde se destacan, entre otros, con vigoroso relieve, poetas tan interesantes como Rubén Martínez Villena, Andrés Núñez Olano y el propio hermano de la poetisa Enrique Loynaz, casi desconocido aún pero de un extraordinario valor sentimental y artístico.
Señor que lo quisiste… por Dulce María Loynaz
Señor que lo quisiste: dí, ¿para qué he nacido...? ¿Quién me necesitaba? ¿quién me había pedido...? ¿Qué misión me confiaste? ¿Y por qué me elegiste? yo la inútil, la débil, la cansada, la triste... Yo que no sé siquiera qué es malo ni qué es bueno y si busco las rosas y me aparto del cieno es sólo por instinto... ¡Y no hay mérito alguno, en la obediencia fácil a un instinto oportuno...! Y aun más... ¿Pude hacer siempre todo lo que he intentado? ¿Soy lo misma siquiera, lo que había soñado...? ¿En qué ocaso de alma he disipado el luto...? ¿A quién hice feliz tan siquiera un minuto...? ¿Qué frente obscura y torva se iluminó de prisa tan sólo ante el conjuro de mi pobre sonrisa...? ¿Evitar a cualquiera pude el menor quebranto? ¿De qué sirvió mí risa? ¿De qué sirvió mi llanto? Y al fin cuando me vaya fría, pálida, inerte... ¿Qué dejaré a la Vida? ¿Qué llevaré a la Muerte...? Bien sé que todo tiene su objeto y su motivo, que he venido por algo y que para algo vivo... que hasta el más vil gusano su destino ya tiene, que tu impulso palpita en todo lo que viene, y que si lo mandaste fué también con la idea de llenar un vacío por pequeño que sea... que hay un sentido oculto en la entraña de todo, en la pluma, en la garra, en la fuente, en el lodo... que Tu Obra es perfecta. ¡Oh, Todopoderoso! Dios justiciero, Dios sabio, Dios amoroso... ¡Oh, Dios de los mediocres, los malos y los buenos, en Tu Obra no hay nada ni de más ni de menos...! Pero... No sé Dios mío... me parece que a Ti —¡Un Dios!— Te hubiera sido fácil pasar sin mí...
Los Estanques
Para Gustavo Sánchez Galarraga.
Yo no quisiera ser más que un estanque
verdinegro, tranquilo, limpio y hondo...
Uno de esos estanques
que en un rincón obscuro
de silencioso parque,
se duermen a la sombra tibia y buena
de los árboles...
Ver mis aguas azules en la aurora
y luego ensangrentarse
en la monstruosa herida del ocaso...
y para siempre estarme
inmóvil, imposible, muda, limpia...
para ver en mis aguas reflejarse
el cielo, el sol, la luna, las estrellas,
la luz, la sombra, el vuelo de las aves...
¡Ah el encanto del agua quieta... fría...!
Yo no quisiera ser más que un estanque...
Aquel claro de luna…
Aquel claro de luna... la noche azul y quieta...
el valle silencioso... la iglesita lejana...
y en todo, sí, la sensación secreta
de algo muerto... Ni una nube, ni una fontana,
ni un pájaro, ni un árbol... ¡Todo muerto en la nada...!
Todo... hasta la iglesita sobre la hierba bruna
era una muertecita amortajada
en el sudario blanco de aquel claro de luna...
Dulce María LOINAZ.
Bibliografía y notas
- Loynaz, Dulce María. “Poemas: Señor que lo quisiste, Los Estanques y Aquel claro de luna”. Revista El Fígaro. Año XL, núm. 3, 21 de enero 1923, p. 36.
- Escritores y poetas de Cuba y del mundo.
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