
En el año de 1838 cuando no había en Cuba una sola industria regularmente organizada más que la de compra-venta de esclavos, el inglés Mr. Nunes montó en Santiago una humilde destilería, con el propósito de aprovechar las mieles de caña en la preparación de aguardientes que le permitiesen competir con los que otros paisanos suyos elaboraban en Jamaica y en la Martinica, y convertir en buenas peluconas relucientes el esfuerzo de unos pocos años de expatriación.
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