
Los últimos días de Orestes Ferrara en Cuba desde un texto de la Revista Bohemia publicado en 1934 (Parte 1). El jueves amaneció La Habana, bajo una lluvia de balas. Miembros de la Porra y sus Expertos, tiroteaban a los propietarios de los comercios que se negaban a abrir. Ferrara se levantó temprano. En su máquina blindada número 220, con un “Packard” abierto detrás con sus hombres de confianza custodiándolo fué a Palacio.
Viste un traje de tela china y un sombrero de jipijapa. Lo acompañaba un sobrino. Ferrara va examinando atentamente la situación de La Habana. Es pavorosa. Las calles aburridas. Hasta las casas particulares aparecen cerradas, uniéndose a la resistencia general contra el régimen de Machado.
La poca gente que circula a pie mira huraña y desconfiada. Muy pocas máquinas circulan. Casi todas son de chapas oficiales o sin ellas. Algunas llevan letreros que dicen: “Federación Médica”. Son los médicos, que van en asuntos de su profesión.
Ferrara llega a Palacio. Sostiene unas conversaciones preliminares con Carlos Machado y Alberto Herrera. Se le avisó que el Presidente de la República lo esperaba. Machado sólo tenía confianza en los últimos momentos en Ferrara. Era el único que se mostraba más seguro. De esa entrevista Ferrara salió contrariado.
Machado se Haría Sentir
Machado se había mostrado decidido a terminar con la huelga. Apelaba al Ejército. Gobernación había anunciado, por medio de Zubizarreta, Ainciart y Pepito Izquierdo, que integraban la trilogía voraz, que rescindía el mando, declarándose incompetente. El Dictador estaba poseído de deseos de exterminio. Se haría sentir fuerte frente a la fuerza que desplegaba la Oposición.
Tuvo frases de honda condenación para los obreros, a quienes juzgó cómplices en mayor cuantía de la Oposición. Y pronunció palabras de duras amenazas. Ferrara comprendió que algo fatal se avecinaba y que podía entorpecer sus planes.
Machado y algunos de sus amigos querían actuar por la violencia. El era contrario a esos procedimientos. Creía que la verdadera táctica era la diplomacia. A Welles le convenía una reacción violenta por parte del Gobierno. Es decir, un brote decisivo para que el propio Gobierno terminara sus días.
La Llave en la Embajada
De Palacio fué Ferrara a la Secretaria de Estado. Iba preocupado en el automóvil. Sólo un letrero colocado en un establecimiento llamó su atención. Decía “La llave está en la Embajada”. Y el comercio aparecía completamente cerrado. Conocía él, por referencia de los funcionarios de Estado, las quejas que de continuo llegaban a la Embajada de España, de los atentados que se cometían contra los comerciantes. Pero la realidad es que no le inquietaban esas quejas.
Conversa con Cintas
Esta vez Ferrara no esperó que Cintas lo llamara de Washington. Pidió comunicación con el Embajador de Cuba. Y conoció los particulares nuevos. Recogió de las palabras de Cintas, la sensación que producía en el Gobierno americano, la resistencia de todo el pueblo al Gobierno de Machado. Se sabía en Washington que la huelga no tenía origen por cuestiones de trabajo, sino que era netamente política. Welles detallaba a diario la situación. La prensa americana calificaba de brutal y asesino al Gobierno de Machado y hacía presagios de su caída.
Orestes Ferrara, Confidencial
Ferrara, al terminar la conversación, habló con los periodistas. Fué su saludo irónico, diciendo: “Están trabajando sin periódicos. El público debe estar de plácemes, porque de haber periódicos se enteraría de lo contrario. Yo no, porque solamente leo “Heraldo de Cuba…” Una sonora carcajada continuó a la frase. Alguien, de los periodistas, le aclaró que sólo recogían datos para la Historia.
Hizo un paréntesis en la charla y dirigiéndose a su Secretario Cera, le entregó una nota para que buscara varios expedientes de ciudadanías cubanas y acentuó:
—Es necesario conocer esto hoy mismo…
La conversación se generaliza. Ferrara está en un plano comunicativo y comienza a desgranar su opinión sobre la situación que confronta el Gobierno de Machado y dice:
—Hay dos motivos poderosos: la situación económica y los desaciertos de la violencia.
Uno opina que no ha habido compasión para la vida de la Oposición. Ferrara contesta enérgicamente:
—Es que la Oposición tampoco la ha tenido para los hombres del Gobierno. Pero creo que ha habido exageración y deleite de espíritus sanguinarios.
—¿Arsenio Ortíz? —pregunta uno.
Y Ferrara, con franqueza ruda, especifica:
—No hacía señalamiento. Poro ese mismo ha tenido iguales procedimientos que en todas las épocas. Todavía recuerdo cuando mandaba Menocal, que muchas veces al asistir al teatro “Payret” tenía que andar con el revólver en la mano, pues Ortiz y los suyos me vigilaban. Y muchos amigos me decían: “Cuidado, que Arsenio Ortiz ha dicho que te matará…”
En otro caso, —opinó un asistente, ha habido extralimitaciones, como en el caso de Pío Alvarez.
Ferrara vuelve a opinar y exclama:
—Es verdad. ¡Ah, Ainciart! ¡Qué daño has hecho…!
Ferrara continúa expresando su sentir.
Oposición sin Programa
Estima que la Oposición, es una Oposición sin programa, y que se ha nutrido de hombres que han vivido junto a Machado, y dice: “Hernandez Catá, produce un incidente en el Ateneo de Madrid, al hablar contra Machado y meses antes recibía dinero por escribir artículos por defenderlo. Fernando Ortiz, tornó el último dinero de Palacio y embarcó para los Estados Unidos. Márquez Sterling… suspende sus palabras y no continúa calificando.
Demasiado Tarde
Ferrara se despidió, y dijo a la retirada: “A la Oposición le hacía falta un hombre como Ferrara”.
Un periodista, cortándole la retirada, le preguntó: “¿Y por qué Ferrara no ha estado en la Oposición?”.
Y fué la única interrogación que no contestó. En sus labios se dibujó una sonrisa amarga, como si un arrepentimiento demasiado tardío lo invadiera.
Recibió al Coronel Rasco y al Comandante Trujillo, que hacían antesala.
Ramiro Guerra Inmutable
Ferrara volvió a Palacio. Había concentración de políticos. Guás Inclán, Barreras, Pepito, Salvador Guedes, Francisco Camps, Wilfredo, Enrique Machado, Caíñas, Barceló, Alliegro y otros.
El Canciller se detuvo a hablar con Ramiro Guerra.
El Secretario de la Presidencia estaba tranquilo. Ese hombre era un enigma o no sabía lo que estaba sucediendo o a su Despacho no llegaba la gravedad de los hechos. A Ferrara parece le irritó la parsimonia del doctor Guerra, llegando a decirle: “Anímese, hombre, que hace bastante calor…”
Un revoloteo como de aves asustadas se produjo en el coro político a la llegada del doctor Ferrara.
El Canciller los saludó con un acento italiano pronunciando: “Buenas tardes, señores…”
Machado, Como la Seda
La conferencia Machado-Ferrara fué opuesta a la sostenida por la mañana. El Presidente no opinaba de manera drástica. Quería que el Comité Parlamentario Liberal se reuniera por la noche y tratara ampliamente sobre las nuevas formas de la Constitución, que actuara con prisa para dar la sensación al pueblo de que él tenía intenciones de irse, pero que era necesario buscar fórmulas. Todo el plan iba siempre al único punto que podía salvarlo: ganar tiempo.
Ferrara, siciliano que conocía el peligro, se retiró a su casa. Iba a preocuparse ahora por sus asuntos. Toda la tarde la empleó en arreglar problemas de negocios.
El representaba fuertes Compañías americanas y a tanto por ciento defendía sus intereses, no podía olvidar en ese instante a sus protegidos o protectores. Pero era indiscutible que todas las miradas de los hombres del Gobierno se posaban sobre la humanidad del siciliano.
Hombres Lívidos
Pese a sus empeños en estar solo aquella tarde, hasta su casa llegaban máquinas donde viajaban Rodríguez Ramírez, Eladio Ramírez, Benigno González, Guerra, Zubizarreta, Ruiz Mesa, Averhoff y otros. Era un desfile de rostros impacientes y lívidos por las noticias.
Las Estaciones de Radio —a falta de los periódicos— suplían a éstos. Habían dos Estaciones que tenían ocupada la atención nacional. Una del A. B, C., que reportaba a cada momento la caída inminente del Gobierno, la posibilidad de una ruptura internacional de relaciones, y otros particulares que helaban a los gobiernistas, presa del derrotismo.
Y la otra Estación de Gobernación, que afirmaba enfáticamente: “Podemos asegurar que el Presidente Machado permanecerá en su puesto, dentro de breves horas quedará solucionada la huelga. Ferrara asegura que no hay intervención.
El fin se acerca
Ferrara optó por dejar su residencia e ir al antiguo Colegio de Belén a las Oficinas de Estado. Allí se encerró en su despacho. Ordenó abrir una botella de vino de Oporto, el que ingirió casi de continuo. Un ujier1 le anunció la visita de Wifredo Fernández. La noche había caído cuando el senador vueltabajero se retiró.
Su rostro decía bien claro que todo había concluido; era cuestión de tiempo. Wifredo y Ferrara llegaron a la conclusión de que el poder de Machado se extinguía.
Era cuestión, repito, sólo de tiempo. Pero nunca calcularon que fuera de horas. Los acompañantes de Wifredo, achacaban el fracaso de Machado al uso abusivo del crimen, que llegó a entronizarse hasta entre los propios elementos oficiales.
Todavía está presente, decía un acompañante, cómo un sargento mató a otro. En las faldas de Atarés, frente a los propios centinelas del Castillo. Y la confesión surgió suave.
La Muerte del Sargento Duque
El congresista nos dice:
Fué durante la actuación del Gral. Herrera en la Secretaría de Estado. El sargento Duque, era uno de los hombres de confianza de Herrera. Por otra parte, e l sargento Sánchez era matón de Machado. Ambos se unieron. Pero más tarde, por cuestiones de mujeres, fueron enemigos. Duque explotaba una casa de juego, y por un incidente surgido con el Coronel Caballero y Ainciart, formó una combinación utilizando el nombre de Herrera, a fin de producir un complot que costara la muerte a Caballero y Ainciart.
Resultado: fué descubierto y entregado a su enemigo el sargento Sánchez, que lo mató en las faldas de Atarés.
Pero otro día le contaré los detalles, amigo periodista. Y los acompañantes siguieron a Wifredo con su cadena al cuello. Símbolo regionalista de los conservadores de Pinar del Río de aquella época.
Ferrara se retiraba en ese momento y llevaba en la mano la obra de Maquiavelo…
Fuerzas Americanas
La noche del jueves, fué incierta. En la Habana se esparcieron rumores de intervención. Ferrara habló, de nuevo con Cintas. El Embajador cubano los desconocía, aunque señaló que algunos diarios como el “Washington Post’” abogaban por la conveniencia de enviar tropas a Cuba para garantizar la vida y propiedades americanas.
Primero era sólo un señalamiento. Pero en el espíritu alerta de Ferrara, produjo esto una conmoción. Era indudable que la presión de la prensa americana estaba surtiendo un efecto demoledor en la Casa Blanca. Y el incidente de Welles-Machado habría precipitado rápidamente los acontecimientos.
Rasco Desconfía
Ferrara supo también por el Coronel Rasco, que lo visitó de nuevo, que elementos políticos estaban tratando de tener contacto con los Oficiales. ¡Este fué el único militar que 24 horas antes del Golpe diera cuenta de la situación!
El General Herrera y el Coronel Lores, …nían plácidamente. Es más Rasco se… como un elemento disociador al Capitán Médico La Torre, hoy muerto, al Capitán Torres Menier y al Teniente Alfonso. Era indudable que entre los Oficiales jurados había un traidor.
Hace falta un caudillo
Ferrara no quiso concederle importancia y sentenció: “Para levantar al Ejército, hace falta un caudillo. Y aquí no los hay ahora”. Ferrara, de la Oposición, temía …ciertamente a Mendieta. Reconocía que éste tenía influencia sobre las masas. Pero al propio tiempo sentía un profundo respeto por el hombre a quien él llamaba simplemente “Carlos”.
Claudicaciones y paradojas
Muy tarde lo visitaron los representantes liberales. Nada en concreto pudieron acordar. Fué una sesión secreta, de largos discursos de vacilaciones, de cobardías, de miedo, de claudicaciones y de miserias. Ferrara se dió cuenta y al despedirse tuvo una frase: “Mañana será otro día —y añadió irónico—: pero un día más”.
Y mientras bajamos, como la noche anterior, a pie la loma d e la Universidad, oíamos al radio que tronaba el espacio. Hablaba el señor Angel Madan. Secretario de Sanidad que garantizaba la estabilidad del Gobierno. Después, un anunciante ofrecía puestos a los desocupados en la Secretaría de Comunicaciones, con garantías para los que los ocuparan.
El Gobierno de Machado se caracterizó por la paradoja. ¡Ofrecía garantías de estabilidad cuando el Gobierno se derrumbaba para siempre…!
Bibliografía y notas
- “Los últimos días de Ferrara en Cuba”. Revista Bohemia. Vol. XXVI, núm. 6, 11 de febrero de 1934, pp. 18, 61, 62, 63.
- Los últimos días de Ferrara en Cuba – Parte 4. Revista Bohemia. 4 de marzo de 1934.
- Personalidades y negocios de la Habana
- Ujier : En algunos tribunales y cuerpos del Estado, empleado subalterno que tiene a su cargo la práctica de ciertas diligencias en la tramitación de los asuntos, y algunas veces cuida del orden y mantenimiento de los estrados.Subalterno, Ordenanza. https://dle.rae.es/ujier ↩︎
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