No Comí Pavo es un artículo costumbrista escrito por Vicente Antonio De Castro en 1838.
Entre las cosas mas divertidas que he visto en mis pocos años, cuento el baile de Matanzas por una de ellas. Este pueblo, el mas bailador de todos, siempre tiene un bailecito al canto para salir de apuros. Fuera de los naturalmente establecidos en las pascuas y temporadas, hay baile cuando llega un gefe, baile cuando viene un rico, baile cuando pasa un pobre y tres bailes si es una autoridad distinguida.
Allí se enamora una muchacha dando un baile, se adula á la madre con el baile, y no falta quien baile en la muerte de un recién nacido, y en el alumbramiento de la perrita de la casa. Nadie me quitará de la cabeza que hay en esto algo de brujería; porque ¿á que causa atribuir aquel prurito brincador y saltimbanquis en un pueblo tan económico y comercial?
Da gusto ver el embullo de los hombres, el atareo de las muchachas y la astucia de las viejas. El uno viene con la papeleta en el bolsillo y la suscripcion en la mano para hacer una ponina, y como siempre abundan suscriptores y sobra dinero, al siguiente día hay nueva suscripcion, nuevo baile, nueva sobra y nueva busca, y esto seguiría por los siglos de los siglos, si las Matanzeras que comen pavo no halláran diques para contener la irrupcion.
Es el caso, que en aquel pueblo de Dios, caben á cada hombre casadero, ó á cada notabilidad, para dar á las cosas su verdadero nombre, diez muchachas: haga V. ahora que queden todas contentas.
Desde que el anuncio del baile se generaliza con rapidez telegráfica, las jóvenes comienzan á preparar atavíos: se vuelca la casa en un momento; la hija buscando el punto, la madre recorriendo el corsé, la criada preparando la bañadera y el negrito comprando cintas de tienda en tienda. He gozado de muchos tocadores, y era un primor lo lindo de las cabezas:
he visto muchachas con tantas flores, plumas, sortijas, mariposas y tembleques, que no había mas que pedir. Y no porque tengan mal gusto, que bien saben algunas componerse con sencillez y elegancia; mas dicen otras que así las celebran y no comen pavo.
¡Ay que pavo tan maldito, decía yo ignorante del significado de la espresion! Me devanaba los sesos y sentia no saber historia natural para apreciar las diferencias y guardarme de los pavos de Matanzas, que sin duda eran muy dañosos; y yo que andaría una legua por comer un pavo bien asado, miraba con dolor tanta modista odiar aquel alimento tan nutritivo y confortante en el ambigú de un baile.
En fin partimos, yo para ver y divertirme, ellas para lucir sus lindos talles y sus gracias encantadoras. Admireme en un principio al observar hombres grandes y gordos, hombres de cuarenta y sesenta, hombres del comercio, hombres de la facultad, que tan bien estarian en un Senado, sacando muchachas al igual de los de quince y veinte y cinco, única edad en que nos asienta esa pueril é inocente diversion.
El baile en todos países es cosa de jóvenes, allí se citan, allí se enamoran, allí se abrazan y se estrechan al descuido y con cuidado; mientras el padre y la madre rezan ó roncan. ¡Cuantos matrimonios se entablan y deciden!
No digo ni por pienso que halla en esto maldita la picardía, y mas si es gente escogida la que baila, gente que no tiene corazón, que ni se encanta con lo bello, ni se electriza al suave contacto de una mano deliciosa. Cuando la música, el placer y la belleza nos seducen de consuno ¿hemos de pensar en estas cosas? solo los plebeyos tienen sensibilidad.
Sea de ello lo que fuere, bailaban los viejos y no las viejas, y sobraban muchachas. Acerqueme á una que desde el principio estaba sola y próxima á retirarse: no había aun bailado o ¡Que dulce sonrisa dilató sus facciones contraidas! ¡Pobrecita! ¿Como se inmutó al ver que en lugar de presentarle la mano, me sentaba y emprendía conversacion?
Mas ella la siguió y tomando por tema lo alegre de un baile, me preguntó con delicadeza si no salía por estar enfermo: díjele que era casado y por esto no bailaba. ¿Y tantos que V. vé? Vaya señor no se singularize V, en la tierra á que fueres has lo que vieres. ¡Era tan linda! y sola, sin nadie que la convidara. Bailamos y al bajar la contradanza, no comí pavo, dijo á un jóven con furor y desprecio, ya he bailado.
Descifrose el enigma y ví un poema. Juré desde entónces no bailar, pues buscar gustos donde hay despego y fastidio es buscar un imposible. Muy tonto es el casado que cree interesar á una jóven soltera y virtuosa. Mas necio todavía si al admitir su convite de baile, no conoce el sacrificio de la política ó que solo le siguen por no sufrir el chasco de estar quedas, ó como en Matanzas dicen: comiendo pavo.
Referencias bibliográficas y notas
- De Castro, Vicente Antonio. (1838 Jul.). Costumbres: No Comí Pavo. En Cartera Cubana. 55-57. Habana: Imprenta Literaria a cargo de D. Domingo Patiño.
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