Memorias de Rosa Cruz: ¡Ay Cóño! ¿Pero quién regaña al chófer?
Hoy es un día de otoño en el hemisferio norte y esta mañana del diecinueve de octubre ha sido fría y húmeda, afuera la temperatura ronda los menos 4 grados centígrados (25F) y Rosa Cruz se prepara para irse al trabajo.
El torbellino de las hojas que caen de los árboles viene a posarse sobre su paraguas y las imagina en su mente como cotorras volando por el cielo. Lavadas por las gélidas noches han ido cambiando de color y, las hojas al tocar la tierra parecen ahora unos grises gorriones.
La mulatona tiene en su nombre algo de flor. Estar lejos de su jardín es una cuestión espinosa que mortifica. Ha ahorrado unos quilos para pasar unos días con la familia y dejarse acariciar por el sol, aquel que cuando iba a la playa le quemaba las caderas. Hace un tiempo que trabaja en una factoría y gana el salario mínimo de diez dólares canadienses con veinticinco centavos la hora.
De su sueldo debe pagar impuestos federales y provinciales, contribuir a una jubilación —de la que le han dicho será insuficiente— , dejar una parte para el seguro empleo del gobierno —pues uno nunca sabe cuándo la mala suerte llega o botan a la mitad del personal—, también tiene que pagar algo en cada cheque para un obligatorio seguro médico de la compañía en la que trabaja.
La llegada del frío comienza a ponerla nerviosa, subirá la factura de electricidad para calentar el cuartico donde vive, la cama la compró a plazos y de segunda mano a un amigo para no pagar los dos impuestos a la venta, 5% para el gobierno central y 9,975% para el provincial. El monto final nunca está incluido en los precios que se afichan en las vitrinas, por eso ya casi no va a las tiendas, ahora corta los papelitos de las rebajas y espera pacientemente por alguna venta relámpago.
Haciendo un repaso de sus ilusiones, en la parada del autobús se ha recostado a la vidriera lumínica, para regresar a su país ha tenido que pagar por el pasaporte cubano 320 dólares, más diez de envío, será válido por seis años si paga las dos prórrogas adicionales de 160 dólares cada una. Ya son 330 más 320, las cifras la marean, son 650 dólares por un pasaporte de seis años, las fotos que serán seis y llenar todas las planillas cada vez, que serán tres veces además de los tres viajes hasta el consulado.
Busca un reparo, trata de comparar con algo, encontrar alguna excusa que la reconforte para creerse que los precios son justos. Hace una semana que ha hecho el pasaporte canadiense pagando por diez años 160 dólares, si lo hubiera hecho por cinco años hubieran sido 120$. Con los 650 dólares por seis años que ha pagado por el pasaporte cubano tendría uno canadiense por cuarenta años.
El autobús no acaba de pasar aunque ha visto que en la pequeña pancarta dice que debería de hacerlo a las nueve am., en su celular la aplicación internet para el transporte comunitario aficha lo mismo, seguro que es el tráfico ¡Nó, no puede ser! existen vías reservadas para las guaguas.
Se entretiene y buscando el precio del oro se entera de que hoy vale la onza 1175 dólares, cada una tiene unos 28 gramos y de casualidad su antiguo pasaporte cubano pesa lo mismo. Recuerda que para los metales se utiliza la onza troy, la de 31 gramos. Esos detalles no tienen importancia…
Patria vale más que todo el oro del mundo
La mulata limpia con la manga de su abrigo el plástico de la pancarta y con su aliento lo embadurna de brumosa humedad para dibujar una carita feliz alegrándose de tener salud para poder trabajar más y más, aunque cada día tenga menos.
Acaricia la carta de crédito que tiene en el bolsillo y se siente segura, le cobran el veinte por ciento de intereses pero no importa porque todavía le caben unos pesos. Mira hacia la calle vacía y ya no aguanta más ¡Ay Cóñoo! ¿Pero quién regaña al chófer?
– Ni critico, ni me quejo, tampoco juzgo, le invito a reflexionar para construir una vida mejor y…
por: Alfredo Martínez
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