
Camagüey por Mariblanca Sabas Alomá en 1928. Estoy segura. Si la fé nacionalista se quebrantara, si la confianza en nuestro propio esfuerzo se perdiera, si el alma Cubana, pesimista, se doblara bajo el peso de sabe Dios qué amargas asechanzas del Destino, Camagüey, el Camagüey de hoy, pleno de grandezas morales y materiales, lograría de nuevo —como en el 68, como en el 95— inyectar rica savia de vida heroica al pueblo de Cuba.
Pocas ciudades como Camagüey, conservan tan limpio de mácula el “criollismo”, culminación máxima de todas las virtudes y todas las noblezas, Camagüey es una ciudad de blasones.
Lleva con altivez la corona ducal de su escudo, esa que “se pone por timbre a las ciudades y pueblos populosos de tan elevada clase como Puerto Príncipe”, y significa “la dignidad y alta nobleza de la población”.
El Rey Fernando VII, al conceder a Puerto Príncipe el título de Ciudad, por Decreto de 12 de Noviembre de 1817, tiene en cuenta “que dicha corporación ha hecho en todas épocas muchos y muy importantes servicios, así personales como pecuniarios, dando en todos tiempos y circunstancias, las más relevantes pruebas de su lealtad y patriotismo”.
Las mujeres camagüeyanas, de una belleza severa, altiva y recatada, se han distinguido siempre por su talento, por su virtud, por su abnegación. Son eminentemente religiosas. La Iglesia Católica no tiene en toda la República siervas más devotas y más ardientes que las de Camagüey. Yo las he visto a la hora del atardecer, cubiertas las cabezas y los rostros por la clásica mantilla camagüeyana, acudir a los servicios religiosos en las innumerables iglesias de esta ciudad.
Y he notado esto: las damas más ricas de la ciudad, concurren a los templos, humilde, modestamente vestidas. Todo un símbolo de santo cristianismo.
Los hombres (yo no he podido anotar una sola excepción) practican la tradicional galantería española con respetuosa donosura, El camagüeyano es galante por naturaleza.
Es lástima que, invadida por la civilización y el progreso, Camagüey vaya perdiendo poco a poco su sello típico de ciudad colonial. Las casas de pintorescos aleros, “guardapolvos”, los patios florecidos, con sus tupidas enredaderas, sus árboles a cuya sombra sestearon tres generaciones y sus tinajones típicos, que dan al agua una deliciosa frescura, van cediendo sus puestos a los modernos chalets, confortables, sin duda, pero carentes de espiritualidad.
¿Cómo ha de ser espiritual una casa sin árboles? Las casas sin árboles me han parecido siempre como esos corazones áridos y egoístas donde jamás ardió la llama de un amor…
Sin el aspecto de “gran ciudad” que ha adquirido Santiago de Cuba en estos últimos diez años, Camagüey ha entrado de lleno en el radio de civilización que caracteriza nuestra época. Buenos teatros, cines magníficos, como el “Principal” y el “Social”, establecimientos lujosos, grandes avenidas, suntuosas residencias, tráfico enorme…
Aunque su vida económica es floreciente (no hay que olvidar que Camagüey es el Primer centro azucarero y ganadero de la República), pasa por un “slump”1 del que indudablemente podrá librarse en breve.
Lo más bello que tiene Camagüey es, sin duda, el Casino Campestre. Tiene actualmente unas tres caballerías de extensión, con sus avenidas sombreadas por enormes ceibas, framboyanes, palmas y anacahuitas. El estanque artificial, siempre florecido de lotos y nelumbios, con su potente surtidor, al centro y allá, a lo lejos, haciéndole fondo de maravilla, la cúpula soberbia de la Iglesia del Sagrado Corazón.
Cuatro grandes parques: en ellos, al centro, se alzan: la pérgola donde toca la Banda Municipal, el busto del doctor De Para, fundador del Casino, la estatua del Marqués de Santa Lucía y el Monumento al Libertador Desconocido, que será próximamente develado.
Su Parque Infantil es el más grande y más completo de la República: allí, para ejemplo y lección perenne a los niños, se le ha levantado un monumento a la Madre, de sugestivo simbolismo. Las especies más variadas e interesantes de árboles y flores, han sido plantadas en el Casino, bajo la supervisión personal del doctor De Para.
Los lugares históricos son innumerables. La casa donde nació Agramonte, ante cuyas piedras oró mi devoción emocionada. El Liceo, cuna de la Libertad cubana, con su magnífico retrato del gran precursor Gaspar Betancourt Cisneros.
La gruta donde conspiraban con Céspedes y Agramonte los Agüero, los Loret de Mola, los Betancourt, los Recio, los Mora, los Arango, los Varona, los Sánchez, los Cisneros… Cada calle, cada casa, cada piedra, revive a nuestros ojos la epopeya…
¡Oh, Camagüey, con tu Avellaneda inmortal, con tu Marqués íntegro, con tu Agramonte, Maceo Martí a la vez, con tus mujeres de altiva prosapia y tus hombres valerosos y dignos! ¡Oh, Camagüey, con tus glorias que ya no te pertenecen, porque las reclamamos para nosotros todos los cubanos!
Mariblanca SABAS ALOMA.
Camagüey, Noviembre de 1928.
Bibliografía y notas
- “Slump” se traduce al español como caída, bajón, desplome, depresión, recesión (como sustantivo) o caer, desplomarse, hundirse (como verbo), dependiendo del contexto ↩︎
- Sabas Alomá, Mariblanca. “Camagüey”. Diario de la Marina. Año XCVI, núm. 326, 22 de noviembre de 1928.
- Camagüey provincia y ciudad de la Isla de Cuba
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