La Compañía Azucarera Hispano-Cubana S. A. se dedicaba a la producción de azúcar y en 1917 era la de más reciente creación en la Isla. El negocio fue fundado por grandes negociantes y patriotas cubanos y españoles, los que consideraban muy conveniente para los intereses de sus respectivos países la constitución de grandes empresas de este carácter que pudieran equilibrar la influencia creciente de las compañías extranjeras.
Con decir que esta a la que vamos a referirnos la presidía el general Emilio Núñez, miembro esforzado y valeroso un día del Ejército Libertador y quien fuera Secretario de Agricultura, está ya hecho el mejor elogio de su carácter y de sus fines.
Fué fundada la Compañía a raíz de la llegada a Cuba del señor don Estelvino Alfonso Trapiello, español, natural de Aller, en Asturias y dedicado en Méjico, durante muchos años, a la fabricación de azúcar.
Muy joven, pues el señor Trapiello nació el año 1880, gozaba en Méjico de una gran reputación como hombre de negocios y como químico azucarero, habiendo trabajado durante diez años en los mejores ingenios y siendo posteriormente administrador de tres.
Hombre de gran competencia científica y profundo entusiasmo hacia esa especialidad, inventó unos magníficos aparatos para clarificar el azúcar y otros que mejoraban los jugos azucarados tratándolos por medio del gas sulfuroso.
La guerra mejicana hizo emigrar al señor Trapiello, el cual, después de haber visitado su pueblo natal y otras comarcas de Europa en 1914, marchó a Cuba, donde obtuvo las patentes de los aparatos de su invención e inició la Compañía Azucarera Hispano-Cubana, constituida en enero de 1915 con un capital de cinco millones de pesos, y de la que se le nombró director.
La Compañía poseía los centrales “Nueva Era”, en Consolación del Norte, y “Gerardo”, en Bahía Honda, ambos en la provincia de Pinar del Río, donde por primera vez se ensaya, con brillantes resultados, el cultivo de la caña, a pesar de que, según todas las opiniones de los técnicos, no se desconocían sus condiciones inmejorables, análogas a las de otras regiones de Cuba para esta producción.
El personal de la Junta directiva de la nueva empresa estaba compuesto por españoles y cubanos del mayor prestigio comercial y social en toda la Isla.
Como hemos dicho antes, presidía la Junta el general Emilio Núñez. Era vicepresidente y abogado consultor el doctor Eulogio Sardiñas y Zamora; tesorero, don Jesús María Bouza; vicetesorero, don Manuel Soto; secretario, el Dr. Evaristo Lamar y Gálvez; vicesecretario, don Francisco Grau San Martín, y vocales, los señores don Angel Barros, don José Marina, don Florentino Suárez, don Vicente Díaz, don Juan Romañá, don José González Covián, don Joaquín Gil del Real y don Wifredo Fernández. Don Estelvino Alfonso Trapiello era director general de la Compañía y uno de los asesores del Comité ejecutivo.
Los ingenios de la Compañía cubrían en conjunto una extensión de 650 caballerías de labor. Algunas de ellas, especialmente las del ingenio “Nueva Era”, estaban enclavadas en los terrenos más fértiles y más a propósito de toda la Isla para la producción de la caña de azúcar. Era este un ingenio reconstruido completamente.
El “Gerardo” fue reformado y ambos poseían la mejor maquinaria para trabajos de esta índole procedente de los mejores talleres norteamericanos. La capacidad del Gerardo que había sido de hasta 75.000 sacos se amplió para alcanzar los 200.000. La del Nueva Era era de 300.000 sacos.
Estaba en construcción en 1917 un ferrocarril de vía ancha que uniría los dos ingenios. El Gerardo poseía un muelle junto al cual se señalaban veinticinco pies de calado y al que, por lo tanto, podían atracar los barcos de travesía. Por este muelle se hacía directamente el embarque de todos los productos de los dos ingenios.
Debido a los inventos del señor Trapiello, el azúcar procedente de estos centrales era de gran pureza y blancura. Se iniciaba, pues, un acontecimiento de importancia en el país, que podía hacer simbólico el nombre del principal de los ingenios de esta Compañía.
Hasta este momento, los propietarios de casi todos los centrales que funcionaban en la Isla habían sido sufragáneos de las empresas refinadoras, establecidas en su mayor parte fuera del territorio. La nueva era que se iniciaba permitiría refinar el producto en la Isla, aumentando las ganancias generales del país y dando, a la industria azucarera una mayor independencia económica.
La Compañía introdujo además métodos modernos en el cultivo de la caña de los que se esperaba operasen una verdadera revolución en esta industria. Aparte el gran negocio que estos centrales suponían, realizaba al mismo tiempo con ellos la Compañía una gran obra educadora, pudiendo considerarse como verdaderos establecimientos modelo de enseñanza agrícola.
Es la realización de aquel sueño que, interesándose por la principal producción de Cuba, base de su riqueza y de su prosperidad, defendió siempre desde las postrimerías del siglo XVIII la Sociedad Económica de Amigos del País. Y es extraordinariamente halagüeño que esta obra se debiera enteramente al entusiasmo de cubanos y españoles, unidos para el bien de Cuba.
Referencias bibliográficas y notas
- Compañía Azucarera Hispano-Cubana S. A. en Libro de Oro Hispano-Americano. Sociedad Editorial Hispano Americana, 1917. pp. 267-269
- Hotel Bristol de la Habana propiedad de Estelvino Alfonso Trapiello.
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