El impulso y creciente desarrollo observado hacia 1925 en nuestras pequeñas industrias fue una promesa halagadora; un estímulo de potencia que nos habría de conducir por seguros derroteros para acometer empresas de mayor importancia, un motivo para que en el futuro quedaran consolidadas las energías invertidas en grandes manufacturas e importantes planteles donde el incesante trabajo del hombre en consorcio con el continuo auxilio de las máquinas rinda el máximo de producción.
Entre estas industrias jóvenes, entre estas industrias que iban extendiéndose bajo sólidos cimientos y cuya expansión se apreciaba visiblemente cada día que pasaba, estaba la Compañía Industrial de Confecciones S. A. cuya existencia apenas databa en 1925 de tres años.
En sus amplios talleres, modelo de instalación entre los de su clase, incesantemente se trabajaba y, no era solo el trabajo material que la industria en sí reclamaba sino el trabajo mental que los directores llevaban a cabo continuamente, para imprimir a sus confecciones toda la solidez posible, sin que perdieran su perfecta estructura; toda la factible aplicación de pequeñas cosas que, imponiendo una mayor resistencia de duración, conservasen a la vista, la misma impresión estética e igualdad y belleza de línea.
Así es en efecto. No eran estas cualidades “sui generis” las que descubrimos en esas confecciones, frases de elogio ni adjetivos usados indebidamente, más bien somos pobres en la expresión de lo que estas confecciones representaban y parcos en relatar los desvelos y esfuerzos realizados para llegar hasta el puesto envidiable que tuvieron.
Mas no es esto solo, es la oportunidad que se le presenta a la mujer de humilde condición para poder llegar a recursos que le permiten atender sus perentorias necesidades y evitar la garra del hambre y la miseria. En estos talleres como en muchísimos otros había ocupadas en estas tareas y dedicadas a las máquinas, un sin número de jovencitas, -hábiles abejas de estos panales- que durante el día se consagraban al trabajo.
Estas jovencitas tuvieron conjuntamente una idea feliz y altruista que tuvo como base fundamental la bondad y como vínculo indisoluble el amor al prójimo. Esa idea no fue otra que la de crear entre ellas mismas y con carácter exclusivamente particular una sociedad benéfica, bajo un reglamento que todas acataban fielmente y cumplían con una rigurosidad digna de todo encomio.
Titulaban ellas a esa institución la Sociedad de los 20 centavos y es porque todos los sábados y después de que recibían el producto de su trabajo semanal, se desprendía cada una de ellas de 20 centavos para aumentar los fondos de esa sociedad, los que se destinaban a aliviar cualquier situación difícil, bien de una de sus compañeras o familiares de la misma o para atender a los gastos que las enfermedades traen consigo, para lo que la Comisión de Socorro giraba una visita a la enferma y designaba la cantidad con la que debía de ser favorecida.
Esta manifestación de su bondad tan ingenuamente puesta de relieve fue un símbolo y fehaciente demostración de lo que valía y significaba practicar el bien y los beneficios que mutuamente podemos otorgarnos, sin egoísmos ni ambiciones de recompensas mayores, a cambio de espontáneos desprendimientos.
Volviendo nuestros pasos a la labor realizada por la “Compañía Industrial de Confecciones, S. A.”, no queremos dejar pasar ni ser indiferentes a la agradable sorpresa y grado de asombro que experimentamos al contemplar los últimos modelos fabricados especialmente de pantalones, fabricados con telas de buena calidad, los que brindan a los ojos de quienes los examinan la sensación de que han sido hechos en una sastrería de fama y a la medida.
Como una ironía o como un presentimiento ostentaba esta Compañía Industrial de Confecciones como marca registrada la letra “X”, que si bien en los problemas representa la incógnita en este caso ha quedado perfectamente descubierta y sancionada.
También aparecen patentizadas las diversas innovaciones aplicadas en las prendas, para dotarles de mayor duración, o proporcionar más ventajas y utilizar menos material para ofrecer más bajo costo, obteniendo una prenda más vistosa, más útil y barata.
Gráficamente se ven estos talleres en las fotografías que ilustran estas páginas y por ellas se adquiere una impresión definida y exacta de su instalación y grupo de obreras que son en esta labor factores principalísimos.
A sus directores, por su celo y tesón, nuestra ferviente felicitación y para ellas, para esas jovencitas humildes y trabajadoras todas nuestras simpatías y deseos por su obra.
Referencias bibliográficas y notas
- Compañía Industrial de Confecciones S. A. de la Habana en El Libro de Cuba. Habana: Talleres del Sindicato de Artes Gráficas, 1925. p.798
- Personalidades y Negocios de la Habana
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