Descripción del Cementerio Espada o General de la Habana por el doctor don Tomás Romay, socio numerario de la Sociedad Económica de la Habana en la clase de profesor sobresaliente y académico corresponsal de la Real Academia de Medicina de Madrid.
La erección de un Cementerio General estramuros de la Habana, como establecimiento religioso y político, exigía que las Potestades Civil y Eclesiástica convencidas de su importancia se ausiliasen reciprocamente, empleando con la mayor actividad todas sus facultades y recursos.
La difícil combinación de estas circunstancias ha frustrado varias veces los deseos de sus gefes; pero al fin, llegó la época en que felizmente reunidas, restaure el Santuario su primitiva pureza y dignidad; las leyes civiles y canónicas se observen inviolablemente, y la policía de esta Ciudad adquiera muchas ventajas, alejando de su recinto unas cloacas de horror y de infección.
Al genio ilustrado, al zelo y constancia y á la buena armonía que reina entre el Señor Marqués de Someruelos, Presidente Gobernador y Capitán General de esta ciudad é Isla, y el Ilustrísimo Sr. D. Juan José Díaz de Espada, Obispo de esta diócesis, debemos en el Cementerio Campal un monumento que hará grata y perpetua su memoria.
Desde que la Real Sociedad Económica de esta Ciudad, por una elección que la recomienda, confió á Su Señoría Ilustrísima el año de 1802 el empleo de Director, la manifestó en sus primeras sesiones por un sencillo discurso, que la disciplina eclesiástica, las leyes civiles, los cánones, y la misma razón, abominaban el abuso piadoso de enterrar los cadáveres en los templos;
Y que si en otros pueblos eran convenientísimos los cementerios extramuros, en este eran mucho mas necesarios, por su localidad, por el calor del clima, y por varias otras circunstancias; y ofreciendo en seguida quinientos pesos á disposición de la Sociedad, indicó que parte de ellos podia ser para el arquitecto que hiciese un buen plano del edificio.
El Señor Presidente, interesado en la observancia de las novísimas reales disposiciones, y en la conservación de la salud, esforzó la moción del Ilustrísimo Señor Director, y la Sociedad convencida con unas pruebas tan incontestables, acordó se estableciera un cementerio en el parage que se juzgase mas conveniente.
Formóse el plano de la obra, se calculó el costo que tendría, y pareció que podia ejecutarse en el terreno que media entre las puertas de Tierra y del Arsenal.
Mas advirtióse que entónces se colocaba en el centro de esta ciudad y sus arrabales, donde inmediatamente llegarían los vapores mefíticos que exhalase, impelidos por los vientos del Este y Oeste: defecto gravísimo que no podia compensarse con la fácil conducción de los cadáveres, que es la única ventaja que resultaría de situarse el cementerio en aquel lugar.
Al mismo tiempo ¿qué idea se formaría de la moral y de la policía de este pueblo, si hubiese edificado un monumento lúgubre que debe exitarnos las reflexiones mas tristes y humillantes, junto al paseo público, el único lugar de recreo donde salen unos vecinos á solazar el espíritu, y descansar de graves y complicadas atenciones, y otros á ostentar su lujo y hermosura?
Añadióse por último, que las leyes de fortificación no permitían construir cerca de los muros de esta plaza ni el débil cercado, ni la capilla que debía tener el cementerio; aunque todo fuese de madera.
La dificultad de encontrar en estas inmediaciones un terreno en que no concurriesen los mismos inconvenientes, y aun algunos otros; la escasez de fondos de la Sociedad para costear la obra, y algunos incidentes de los que suelen ocurrir en los Cuerpos Económicos, retardaban la empresa mucho mas de lo que podia sufrir el anhelo con que Su Señoría Ilustrísima deseaba su ejecución.
Conociendo, pues, que la Sociedad no podía proporcionarle los ausilios necesarios, ocurrió al venerable Cabildo de la Santa Iglesia Catedral, y franqueándole con la mayor generosidad de las rentas de su fábrica el sobrante que tenía en arcas, y cuanto Su Señoría Ilustrísima juzgase conveniente decretar, de acuerdo con el Señor Presidente, se eligió para formar el Cementerio una parte de la huerta perteneciente al Hospital de San Lázaro, y situada á su fondo.
Dióse principio á la fábrica con una actividad extraordinaria; y estando ya sacados todos sus cimientos, el Señor Presidente y el Ilustrísimo Señor Obispo recibieron una Real Cédula espedida el 15 de mayo de 1804, en qué Su Magéstad prevenía á nuestro Gefe y Prelado, como á todos los demás de América, que á la mayor brevedad construyeran cementerios-estramuros, y no permitiesen sepultar ningún cadáver en las Iglesias; incluyéndoles también el plan de ese edificio.
Era este tan conforme al que se había adoptado, que nada hubo que innovar; al contrario, la orden de Su Magéstad fué un estímulo poderosísimo para continuar la obra, y acelerar su conclusión.
El Ilustrísimo Señor Obispo, presenciándola muy de continuo; activaba los trabajos tan eficazmente, que no solo consiguió estuviese concluido en el mes de enero todo el Cementerio, sino también un puente muy sólido y ancho, que por su dirección se hizo sobre el arroyo que pasa por San Lázaro, un caño subterráneo para las aguas que derrama la fuente de la Casa de Beneficencia, y allanado todo su camino hasta el Cementerio.
A la construcción del puente y conducto contribuyeron considerablemente los Señores Intendente y Comandante de Ingenieros, cediendo para una obra pública tan importante una porción necesaria de grandes piedras sillares, las mas propias al intento.
Habiéndose anunciado por el Aviso-Periódico que el día 2 de febrero debía bendecirse, se depositaron desde aquella mañana en la capilla de la Casa de Beneficencia los huesos del Señor Don Diego Manrique, Gobernador y Capitán General que fué de esta Ciudad é Isla, y los del Ilustrísimo Señor Don José González Candamo, Obispo de Milasa, Ausiliar de esta Diócesis, y canónigo de esta Catedral.
Se contenían en dos cajas forradas en terciopelo negro guarnecidas con galones de oro distinguiéndose por las insignias que tenia cada una, peculiares á los empleos de estos Señores.
A las cuatro y media de la tarde se dio principio en este lugar á la traslación de esas respetables cenizas al Cementerio General, entonando y cantando la música de la Catedral los salmos correspondientes.
Un piquete de dragones de América precedía la procesión, deteniéndose á cada paso por la gente que obstruía toda la carrera.
Bajo la cruz de la Catedral se colocaron por su orden todas las comunidades religiosas y el clero secular con sobrepelliz. Seguía el venerable cabildo eclesiástico acompañando los huesos del Señor Candamo, conducido por cuatro criados con libreas del Ilustrísimo Señor Obispo Diocesano.
Dos regidores de este Ilustre Ayuntamiento y dos coroneles llevaban las borlas de la caja del Señor Manrique, que iba en hombros de otros cuatro lacayos del Señor Presidente Gobernador y Capitán General.
El Señor Dean con capa pluvial negra hacia de Preste, acompañándole dos ministros con dalmáticas, presididos por el Ilustrísimo Señor Obispo con capa magua.
Continuaban la procesión los vecinos mas distinguidos de esta Ciudad, los cuerpos militares y políticos, con sus respectivos gefes, el Señor Intendente de ejército y de Real Hacienda, el Ecsmo. Señor Comandante General de este Apostadero, y el Muy Ilustre Ayuntamiento autorizado por el Señor Presidente, cerrando la procesión una compañía de granaderos del regimiento Fijo de la Habana.
Otra de Cuba la esperaba en el Cementerio, en cuyo centro se había formado un túmulo de seis varas por cada frente, compuesto de varias gradas adornadas con blandones de cera y geroglíficos, sobre las cuales se elevaba un obelisco de cuatro varas jaspeado de blanco y morado, ceñida su cúspide con una corona.
En la primer grada de este túmulo se colocaron las dos cajas, estando ya iluminado el altar de la capilla y todo el recinto del Cementerio con muchas hachas que se habían puesto á distancias proporcionadas.
El Señor Don Julián del Barrio, canónigo, de esta Catedral, pronunció inmediatamente una oración, manifestando el objeto de la ceremonia que iba á practicarse. Concluida esta, el Ilmo. Señor Obispo, revestido de medio pontifical, ejecutó con la mayor solemnidad la bendición de aquel santo lugar, ministrándole ambos cleros, y el cabildo eclesiástico.
Terminado este rito, se inhumaron los huesos del Señor Manrique en el sepulcro destinado para los Señores Gobernadores de esta Ciudad, y los del Ilustrísimo Señor Candamo en el que se había construido para las dignidades eclesiásticas.
La Capilla de la Catedral acompañó todos los oficios con una música muy patética que se acababa de componer para esta función. Concluyóse después de las siete de la noche; pero la luna que estaba en su oposición, iluminaba con tanta claridad, que sin desorden alguno se retiró el inmenso concurso que presenció aquella ceremonia religiosa con un placer respetuoso.
El Cementerio está situado una milla al Oeste de la Ciudad cerca del mar y de un camino muy frecuentado; pero oculto de los transeúntes por el Hospital de San Lázaro. Es un cuadrilongo de ciento cincuenta varas Norte-Sur, y ciento de Este á Oeste, cercado de pared de mampostería mixta, con caballete de sillería labrada.
Lo interior tiene pintado un festón de cipreses sobre fondo amarillo jaspeado. La superficie total del terreno pasa de veinte y dos mil varas planas, inclusos los atrios, con capacidad dentro del Cementerio para mas de cuatro mil seiscientas sepulturas, inclusas las de los párvulos.
En los cuatro ángulos se elevan cuatro obeliscos, imitando el jaspe negro, con la inscripción: Exultabunt ossa humiliata (Se regocijarán los humillados huesos), correspondiente á los osarios construidos en los mismos ángulos en forma de pozos.
Dos calles enlosadas con una piedra color de pizarra, bastante sólida y tersa, llamada en el pais piedra de San Miguel, por el lugar de donde se extrae, lo dividen en cuatro cuadros iguales. La una calle se dirige de la portada á la Capilla, y la otra de Este á Oeste, terminando en dos pirámides del mismo color que los obeliscos.
La Capilla, colocada en el centro del lado Norte, es semejante á los templos antiguos: tiene un pórtico de cuatro columnas rústicas aisladas, y el frontispicio abierto de un arco de medio punto adornado con las inscripciones: Ecce nunc in pulvere dormiam, Job VI. Et ego resucitabo eum in novíssimo die. Joann. VII., en letras de bronce doradas: rematando con una cruz de sillería.
El pórtico y todo lo exterior de este edificio se ha pintado de color amarillo bajo jaspeado de negro.
El Altar, que está aislado, es de una sola piedra de San Miguel, en forma de túmulo, con su grada de la misma piedra, y sobre ella un crucifijo de marfil de tres cuartas de largo en una cruz de ébano, sentada en una peña.
En el centro del frontal tiene grabada y dorada una cruz de aureola, y á los lados dos pilastras estriadas y doradas. En la parte posterior contiene varias gavetas y cajones donde se guardan los ornamentos y vasos sagrados.
La tarima y solería de la capilla y pórtico son de la misma piedra. La puerta es de balaustres, y sobre ella esta inscripción: Beati mortui qui in Domino moriuntur (Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor): opera enim illorum sequuntur illos. Apoc. Frente al altar, y en medio del pórtico está una lámpara encendida día y noche.
En el centro de la Capilla, detras del Altar, se ha pintado al fresco un cuadro que representa la Resurrección de los muertos. La parte superior la ocupa un ángel con una trompeta diciéndoles: Surgite mortui et venüe in judicium.
A su derecha salen de los sepulcros varios predestinados, y á la izquierda los réprobos horrorizados, y queriendo volver á sus tumbas: en el fondo se divisan otros muchos cadáveres reanimándose, y saliendo de los sepulcros del mismo cementerio figurado en el cuadro.
Encima de la puerta y de las dos ventanas de los costados están pintadas en bajo relieve las tres virtudes Teologales:
Fé, Esperanza y Caridad. El resto de la Capilla lo ocupan diez y seis pilares blancos con adorno de color de oro. Entre estos pilares se han colocado ocho matronas afligidas con los ojos vendados, y un vaso de aromas en las manos, los que consagran á las cenizas de los muertos.
Estas figuras son todas blancas sobre un fondo negro contorneado de arabescos blancos.
Frente al pórtico y contiguos á su cimiento se han construido de ladrillos ocho sepulcros mayores con marcos de piedras de S. Miguel y lápidas de la misma materia, escepto los dos principales que las tienen de marmol.
El primero de estos, al lado del Evangelio, se ha destinado para los Ilustrísimos Señores Obispos; el segundo para las Dignidades Eclesiásticas; el tercero para los beneméritos de la iglesia; y el cuarto para los Canónigos.
Los otros cuatro del lado opuesto son para los Señores Gobernadores, el primero; para los Generales de las Reales armas, el segundo; para los beneméritos del Estado, el
tercero; y el cuarto para los Magistrados.
A estos sepulcros seguirán los de la primera nobleza, como títulos, gefes, militares y Políticos, Regidores etc. y ocuparán todo el ancho de este cuadro, y cuarenta varas de largo, dividiéndose del segundo tramo por una línea de ladrillos.
A continuación de las otras cuatro sepulturas se colocarán las de los Curas párrocos y demás clero secular y regular por el orden de precedencias que tienen en la Iglesia; ocupando estas la otra mitad del primer tramo hasta donde sea necesario.
El segundo es para todas las personas mas honradas de la ciudad; y el tercero para la clase común. Todas las que tengan sepulturas propias y distinguidas en las Iglesias, Parroquias y Conventos, conservarán análogamente el mismo derecho en el Cementerio, y las que quisieren elegirlas en él se les concederán según sus clases.
En cada cuadro se ha destinado cerca de las pirámides un parage para sepultar esclusivamente á los párvulos. Alrededor de la cerca, y de las dos calles que cruzan el Cementerio, se ha formado con ladrillos un arriate para sembrar flores y yerbas aromáticas.
La portada, vista por dentro, es toda abierta y forma tres luces, que dividen dos pilastras sencillas con su cornisa y pretil, cubierta de azotea, y enlosada con piedra de S. Miguel. El frente esterior consta de cuatro pilastras de orden toscano con ático encima; la puerta es un arco de medio punto elevado en el ático, y acompañado de dos arcos rectos balaustrados.
La imposta del arco central contiene tres lápidas unidas: en la parte superior de la que ocupa el centro está grabada y dorada esta inscripción: A la Religión: A la Salud Pública. MDCCCV. En la parte inferior de la colatera a la derecha: El Marqués de Someruelos, Gobernador; y en el mismo parage de la otra: Juan de Espada, Obispo.
En la luz del arco superior se ha colocado un grupo bronceado que representa el Tiempo y la Eternidad: esta tiene en la mano una serpiente en forma de círculo, y manifiesta estar llorando, por que el hombre en cuanto á su existencia corporal ha perdido por el pecado la incorruptibilidad. La otra apagando una antorcha, indica que ha finalizado la vida.
En medio de estas figuras está un gran vaso de perfumes significando que el tiempo todo lo destruye y convierte en humo. Al lado derecho de la puerta se ha pintado en bajo relieve la Religión con sus respectivos atributos; y á la izquierda la Medicina representando la salud pública.
El ático remata con dos macetas de piedra de San Miguel, puestas en los estremos de su cornisa. La portada tiene diez varas, y á continuación de ella por uno y otro lado siguen las viviendas del capellán, sacristán y sepulturero, cuyas fábricas completan cincuenta varas.
El atrio ocupa todo el ancho del Cementerio, y cuarenta varas de largo, cercado de un pretil de mampostería á modo de asiento, con su banqueta de sillería, y adornada su entrada y ángulos con seis pequeñas columnas.
Se ha empezado á plantar en él naranjos, cipreses y otros árboles, como también en el terreno esterior inmediato á toda la cerca. En caso necesario se estenderá el Cementerio construyendo otra cerca paralela á la presente, rodeándolo por todos los costados menos por el de su portada.
En el cuchillo Sur-Este del atrio se fabricará una casa de cuarenta varas de frente, destinada para viviendas de los conductores de cadáveres al Cementerio, colocación de carruages y caballerías.
Ha costado la obra ya hecha, con todos los artículos necesarios para conducir y sepultar los difuntos, treinta y nueve mil pesos, de los cuales la fábrica de la catedral ha contribuido cerca de veinte y cinco mil y sobre Prelado Diocesano quien además sigue costeando de sus rentas la manutención de los empleados en dicho obgeto, con la del sacristán y Capellán, supliendo á este lo que no alcanza el rédito de las capellanías que le ha dado de su dignidad;
debiendo ascender el costo anual y permanente de estas atenciones á cerca de tres mil pesos, que por no gravar en nada al público con este nuevo orden de sepulturas, se ha pensionado á sí mismo este Señor Ilustrísimo, con ánimo de suplicar á S. M. que para el mismo fin, y para que sea duradero, se cargue perpetuamente á la Mitra con esta pensión.
La utilidad de esta grande obra y todas sus circunstancias me han parecido dignas de hacer una descripción individual de ellas.
No son menos recomendables la docilidad de este pueblo á las disposiciones de sus muy esclarecidos Gefes, y á la generosidad con que el dignísimo Prelado y su Venerable Cabildo han contribuido á erigir y decorar ese monumento, invirtiendo unas sumas cuantiosas, sin ninguna esperanza de reasumirlas.
De este modo han confundido la procacidad de Képper y de todos los que han osado decir, que la superstición de los fieles y la codicia de los Eclesiásticos habían profanado los templos, introduciendo el abuso de sepultar en ellos los cadáveres.
En el demolido Cementerio de Espada en junio de 1919.1
Al Hospital de Emergencias fué conducido anoche por Juan Puig, vecino de Vapor 34, y José Várela, de Vapor 17,
el ciudadano Pedro Argüelles y Estenoz, vecino de Macedonia 70, en el Cerro, al que momentos antes habían herido de una puñalada.
El doctor Cabrera, médico de guardia, reconoció al herido apreciándole una herida incisa en la región escapular izquierda y otra en el antebrazo del mismo lado, de carácter grave.
A la policía refirió el paciente que encontrándose en los terrenos del demolido Cementerio de Espada en unión de su amigo Puig, un sujeto desconocido lo insultó y con un cuchillo le dió una puñalada.
En esos momentos él corrió hacía la calle de Carnero, donde cayó con una fatiga, no pudiendo, por tanto, pedir auxilio para que fuera detenido el agresor.
Bibliografía y notas
- “En el demolido Cementerio de Espada”. Diario de La Marina. Año LXXXVII, núm. 177, Edición Mañana, 25 de junio 1919. ↩︎
- “Descripción del Cementerio General de la Habana”. Obras Escogidas del Dr. D. Tomas Romay. Imprenta del Gobierno y Capitanía General por S. M., vol. 3, 1858, pp. 51-59.
- Library of Congress, Prints & Photographs Division, Detroit Publishing Company Collection.
- Personalidades y negocios de la Habana.
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