Dulce María Borrero y su libro Horas de mi vida por José M. Carbonell. Como presente de Pascuas en las fragantes vísperas, me ha regalado la señora Dulce María Borrero con un ejemplar de su volumen de versos , “Horas de mi vida”, con pórtico del distinguido trovador dominicano Fabio Fiallo, editado en Berlín con lujo tipográfico é impecable buen gusto en cuanto á la impresión se refiere;
Que en cuanto á su valer literario, el nombre que se lee sobre el fondo verde oscuro de la cubierta del libro, es garantía de bellezas de ideas y de encantados ropajes de formas.
Divide la señora Borrero lo que pudiéramos llamar el palacio de oro de sus pensamientos, sueños y amarguras, en ocho partes, á cual más bella y pletórica de rica savia y exuberante pompa: “Gotas de llanto”; “Reminiscencias”; “Lauros sangrientos”; “Flores de amor y de melancolía”; “Albas lejanas”; “La siembra de la muerte”, poema único; “Amor”, canto simbólico premiado en los juegos florales celebrados por el el “Ateneo de la Habana” en 1907 y “Horas Crepusculares”.
He de significar como antecedente que tan precioso joyero de rimas, obtuvo en justicia merecida el primer premio, consistente en una medalla de oro, en el certamen poético llevado á efecto por la Academia Nacional de Artes y Letras , á la cual pertenece la laureada sacerdotisa del tempo de Apolo.
Casi todas las composiciones de “Horas de mi vida” me son conocidas de viejo, por haber sido honrado con muchas de ellas por su autora para su publicación en Letras, y haber leído otras en diferentes revistas y periódicos de la capital.
He de confesar, sin embargo , que á pesar de conocerlas las he vuelto á releer con entusiasmo y deleite: me han vuelto á seducir sus ritmos de águila y sus atormentadas ternuras de amor… !
Y es que, sobre cualquiera otra cualidad característica, hay en la señora Borrero un poeta que canta con la espontaneidad de un pájaro en la selva , lo mismo el amanecer dichoso que la tarde muriente: cantar como las aves en el bosque lleno de armonías ó poblado de rugidos, es su destino; y unas veces enseña, arrastrándonos por las misteriosas avenidas de su alma, desgarraduras y sombras, y otras abre su pecho como un cofre, para mostrarnos sus optimismos y esperanzas florecidos al calor de pintoresco y breve.
Era yo adolescente cuando leí la primera rima de Dulce María Borrero inspirada en la prematura muerte de Juana, la prodigiosa niña de los ojos grandes y tristes . Y en ella se revelaba la fuerza de su talento poderoso y de su mente creadora.
A ella le viene la poesía por cauce directo, como de inagotable manantial ó mágico surtidor. Le viene de los abuelos y de los padres poetas, en el río de los siglos que precipitan su torrente despedazado desde las altas cumbres, y en la gloria de la naturaleza que esconde en lo profundo de su seno primaveras inmortales.
La señora Borrero pertenece á una larga familia de literatos y artistas en la cual hombres y mujeres han rivalizado, á través del rosario de los años, en su devoción á las bellas artes y en su amor ardiente á la beldad y á la poesía. De ella pudiera decirse que es poeta desde la raíz de su árbol genealógico hasta la copa, donde á veces parece como que aletean los pájaros apocalípticos del soñador de Efeso.
Y es que la poesía de Dulce María Borrero, humana y vivida, tiene el sabor natural de las cosas, la menta de su genio y el dulce amargo de la vida . Tal como es ella la revelan sus versos: fuerte, apasionada, sentimental, soñadora; capaz de hundirse en los abismos de la existencia y sonreír sobre ellos; con voluntad y fuerza para penetrar en los enigmas de la tumba y del amor é iluminarlos con su canto.
Su poesía es como ella: plena de la misma piedad triste y profunda que hay en su corazón. Ni la muerde el pesimismo desolador de los que ven el universo á través de cristales negros y hasta los rosales les parecen lágrimas lloradas de la Naturaleza, ni es utopista de los que siempre tienen en flor una esperanza y adoran en las mentiras de la tierra y en la gloria de los cielos.
La música de sus estancias ha despertado en mi ánimo la sensación del color; á veces, modulándolas á media voz, me he creído envuelto en las gasas de pálido sol de tenues hilos y desvanecidos flecos, otras ha herido mi retina la súbita visión de un rojo Rembrandt; aquí un armiño suave de pureza de cisne, allá un negro de cerrazón, luego un amarillo de oro viejo que manda montar á caballo, después un escarlata ceniciento de lava que se apaga.
Dulce María Borrero es sincera cuando dice, pintando su carácter ó mirándose, como en un lago , en el espejo de sus sentimientos:
Como sierpe venenosa
entre flores escondida,
bajo mi risa dichosa
se esconde la pena mía…!
Y así pasa en el mundo: el sufrimiento clava su puñal en muchos pechos que en silencio resignado y pudoroso muerden sus quejas y ahogan sus sollozos. Tras de la más angelical de las sonrisas ¡cuántas veces se esconden las lágrimas!: como tras un girón de nube rosa se esconde el rayo precursor de la tormenta.
El genio es triste. La inspiración es como la niebla oleosa que sobre las nieves de las almas tiende el dolor en noches de tempestad. La poesía es la esencia del sentimiento, el relámpago del alma, la aurora iluminada del corazón y del recuerdo.
La vida ¿Qué es más que un océano sobre el cual nos tendemos en brazos de la ilusión ó devorados por el fatalismo? Unos llegan felices á las tranquilidades de la orilla, y otros naufragan en medio de la inclemencia de las olas, bajo la inmutable serenidad del firmamento.
Cree la melancólica inspirada de “Gotas de llanto” en la perdurabilidad del genio, en la primavera sin invierno del pensamiento, vencedor de la muerte; y es esa fe la que le inspira las delicadas estrofas de “Lo inmortal”:
Nada importan la muerte y la sombra…!
Si en los cielos se apaga una estrella,
mucho tiempo depués se percibe
todavía su luz en la tierra…!
Tiene la lira de Dulce María Borrero encanto sugestivo y la influencia dominadora que ejercen los poetas en el ánimo de los que no le niegan, envidiosos de su superioridad, el don divino de interpretar el lenguaje de las almas y de las cosas en sonidos de luz armoniosos.
La inspira el amor, y bajo la pasión del sentimiento que la domina, vibra como cuerda; se retuerce como sierpe agonizante; oscila como la luz; crece como los ríos; se remonta como las águilas; ruge como el tigre; retumba como el trueno; ilumina como relámpago y estalla como rayo. Así es su canto: á veces sus endecasílabos remedan una serenata de luna y otras un estallido de hornos en el silencio de los mares.
“Intima”, “Resurrexis”, “Triste historia”, que recuerda en “Amores y Amoríos” la musa de los hermanos Quintero, “Crepuscular”, de sabor becquereano son composiciones de positivo mérito y feliz inspiración. De la serie de “Albas lejanas”» merece especial nota el romance “Fué un beso” digno por sí solo de hacer la fama de un poeta.
Entre las estrofas de amor que no he citado escojo al azar algunas tan bellas como esta:
…Bésame! Cuando me besas
siento tantas cosas blancas,
que me olvido de tus besos
para soñar con tu alma!
Y sueño cosas tan dulces,
y tantos placeres sueño,
que me olvido de tu alma
para soñar con tus besos!
Cantares primorosos y hondos encierra el libro “Horas de mi vida”, pero ninguno más bello por su melancolía desgarradora, y brillante exposición, que “Del pasado”:
Mi corazón es un muerto
y mi pecho un ataud ;
mis recuerdos son las rosas
y el sepulturero tú.
Pasará el tiempo... En la fosa
otros vendrán á enterrar
y tú, con tu propia mano
la huesa revolverás.
Pero á través de los años
con asombro habrás de ver,
como el rosal misterioso
vuelve siempre á florecer!
La segunda parte del cantar transcrito es no menos bella que la primera: elegancia en la idea: fuego y color en su desenvolvimiento; propiedad en la imagen y léxico preciso y sencillo.
Poesías del mismo género erótico de las citadas, y otras de índole distinta, pero de marcado sabor filosófico, figuran en el tomo, dignas de la crítica y del laurel! La musa de la señora Borrero se inspira las más de las ocasiones en la amargura desolada de Heine, en las desesperanzas culpables de Espronceda, en las nostalgias peregrinas de Byron, en el dolor romántico de Bécquer.
Su espíritu es un noble espíritu alto, á cuestas con la cruz del destino, que asciende por los vía-crucis de la vida, lavándose las manos de espinas, de peñasco en peñasco y de calvario en calvario.
“Dura lex” es una bellísima producción de acre sabor y romántico perfume en que habla á su corazón, convencida de que padece en secreto infinitos martirios, para increparle:
Si ya vacilas, dime,
si ya no puedes más ¿por qué no cedes?
si destrozado estás ¿por qué no gimes ?
y si anhelas dormir ¿por qué no duermes?
”A un árbol”, poesía descriptiva y pictórica de intenso pensamiento, y vaciada en los moldes de sana doctrina, tiene estrofas por ningún concepto inferiores á las que esmaltan los poemas de los más grandes poetas de la Humanidad.
Después de cantar al árbol y describirlo alzado al borde de los caminos como tienda maravillosa de encajes y esmeraldas, para consuelo de los peregrinos que al amparo de su abrigo, olvidan su llanto y cantan con él, dice:
Cuando la primavera
renueva tu ropaje, y la parlera
turba de ruiseñores en tus ramas
viene á habitar, y pródigo derramas
sobre la paz del campo tus rumores ,
yo, al contemplarte, estremecida pienso
que tu ancha copa es un cerebro inmenso,
y que los ruiseñores
por cuya voz tu corazón exhalas
en ritmos misteriosos y profundos,
son, dentro de tus celdas los fecundos
pensamientos de Dios que abren las alas!
Otras composiciones hay en el libro de la señora Borrero de extraordinario relieve artístico y fecunda y luminosa inspiración: “La siembra de la muerte”, dedicado al poeta Rubén Darío, es un bellísimo poema de fondo original, y claro y brillante de forma, donde campean la gracia y el matiz del estilo, maravillas de imágenes y arrestos de ideas.
“La siembra de la muerte” es un canto de intensa psicología donde palpita el pesimismo resignado de Shopenhauer; sus versos penetran como espadas de nieve en el enigma de la vida que es para los más de los mortales como hierático cementerio envuelto en nieblas.
Creeríase leyendo los octosílabos de su citado canto que la señora Borrero sigue los pasos de la muerte y de cerca le habla. Tal es la fuerza de realidad y verismo con que la describe cerniéndose incansable en alas del misterio sobre los enormes racimos de almas que pueblan el planeta, penetrados de que:
Cuando al alma la esperanza
retorna consoladora...
la trágica sembradora
silenciosamente avanza.
Si la vida nos aflige y desespera ¿á dónde volver la mirada?
La médula de la vida es siempre triste, pero su cáscara es á veces alegre y risueña. Y la muerte, ¡Ah! la muerte es siempre espantosa. Pensamos en ella, la contemplamos con sus ojos foscos desmesuradamente abiertos en noches de desesperanza, en que las flores de la ilusión se mustian:
Y son, bajo la sombría
noche, sus cuencas redondas,
como dos noches más hondas
y más triste todavía!
Y su pisada liviana
en la senda apenas deja
como el rumor de una queja
desvanecida y lejana.
La señora Borrero, después de recorrer en estrofas de maravillosa entonación dramática, todo el itinerario fatal de la humana existencia termina su magnífico poema interrogándose con resignada congoja y fatalismo musulmán:
¡Por qué corazón audaz
te afanas hoy de esta suerte
si en la mano de la Muerte
serás sólo un grano más!
Si al fin tras el dolor vano
de tu constante anhelar
por todo fruto has de dar
dentro del surco un gusano.
Otras composiciones tiene la señora Borrero que, como “La siembra de la muerte” encierran honda mira filosófica y entre ellas merecen especial mención “Sepultus est”, “Nieves eternas” y “Lección muda”.
El sentimiento de la patria también ha inspirado bellísimas poesías á la amorosa alondra de “Horas de mi vida”, pero tengo para mí que en esos “Lauros sangrientos” es donde su numen se remonta menos á las divinas alturas.
Y no porque ella no sienta, intensa y conmovida, la fiebre patriótica, la religión de la bandera y el amor á los héroes que le viene de las raíces de sus antepasados, sino porque su fantasía encaja mejor cuando penetra en los idilios de la lira sáfica y en la noche lúgubre y atormentada donde se sumerge la musa de Leopardi.
A la serie de “Lauros sangrientos” pertenece “Sin nombre”, versos sencillos que recuerdan por su raro simbolismo, originales giros y excentricidades de forma, los Versos sencillos de José Martí.
Muy sentidas las composiciones de “Horas crepusculares”, especialmente los dos sonetos dedicados á la memoria de sus padres muertos. “Sepultus est”, “Espíritu inmortal” y los esculturales y pictóricos dodecasílabos inspirados en “El Remanso”, que reproduzco subyugado por la belleza de sus catorce versos , aún á trueque de que esta impresión se alargue demasiado:
Bajo el arco fresco del ramaje umbrío,
de los arrayanes que bordan la orilla
entre la guirnalda florecida, brilla
como una pupila de esmeralda el río.
Y es la transparencia de sus aguas puras
inmovilizadas, tan serena y honda,
que se unen la fronda sonora y la fronda
del cristal, formando dos grutas oscuras.
Del airón altivo de una palma enhiesta
oculto en los flecos, con trinos de fiesta
modula un sinsonte sus claras octavas,
mientras doblegados amorosamente,
con leve murmullo besan la corriente
los penachos líricos de las cañas-bravas.
En resumen, el tomo de poesías de Dulce María Borrero es un manojo de flores ó una pacha de estrellas: aroma é ilumina. En esa Arcadia ó cielo el espíritu descansa; florecen los ideales sobre las mustias espigas de la fe; en sus cálices marchitos se abren y reverdecen las esperanzas; el corazón siente con alegría; el dolor se perfuma: la conciencia retoña.
Tiempo hace que no paseaba los ojos, hastiados de tanto panorama árido y seco, y tan á mi placer por fértiles campiñas de mayo, como en la oportunidad que me ha brindado la insigne autora de “Horas de mi vida”, en ocasión de haber coleccionado las jugosas y pintorescas fantasías de su estro.
Que Dios le tenga en cuenta la limosna de pan espiritual y agua bendita con que ha calmado las ansias miserandas, el hambre y la sed, de la falange soñadora.
Dar de beber á los tántalos sedientos, la líquida frescura de delicioso manantial es obra de caridad y de consuelo.
El arte en nuestro ambiente frívolo y escéptico, es Prometeo clavado á la roca de la indiferencia. Menos mal que los buitres de la leyenda no le devoran con sus garras afiladas las entrañas. No se liberta de la cruz miserable, ni deja de alucinarlo la visión del pretorio erguido, ni asciende al fin á la colina de luz; pero alguna que otra vez entendimientos generosos y altos como el de la señora Borrero derraman sobre sus llagas el bálsamo reparador de su ternura y el polvo de oro de su genio, y depositan en sus altares, en homenaje digno de los tiempos egipcios, los peplos azules de Afrodita y las palomas blancas de la Biblia.
José M. Carbonell.
(De El Teatro)
Habana , diciembre 20, 1912.
Ecos de Guanabacoa: En el Liceo. La velada del sábado.1
La histórica sociedad honra y orgullo de “La Villa de las lomas”, tiene que reseñar en su limpia y patriótica historia, una nota más entre las muchas que la enaltecen con la suntuosa velada, celebrada con gran lucimiento la noche del sábado último.
Las principales familias de aquella localidad se congregaron en los salones de tan prestigiosa institución.
El selecto programa fué interpretado fielmente, sobresaliendo entre otros, un solo de violín (selección Tosca), Puccini, que ejecutó el señor Antonio Pardiñas.
Solo de mandolinas (Marcha Religiosa), que efectuó magistralmente el precioso niño Alberto Mateu. Plegaria de Tosca, cantada de un modo notable por la señora Dolores Fernández de Pardiñas, la cual escuchó muchos aplausos.
El joven barítono, mimado del pueblo guanabacoense, señor Manuel Berdeal dejó oír su agradable voz en la serenata “Lolita”.
Recitación “Los Reyes Magos”, por el joven poeta señor Nemecio Ledo .
Celeste Aida de Verdi, cantado por el señor Manuel Pereira, siendo acompañado al piano por el maestro José Mateu.
Y para cerrar con broche de oro aquella velada que demostraba la reaparición del Liceo, ocupó la tribuna la elegante y simpática poetisa, honra de las letras cubanas, señora Dulce María Borrero de Luján, la que de una manera majestuosa recitó varias de sus poesías del libro de su producción “Horas de mi vida”.
La señora Borrero de Luján escuchó los aplausos que es merecedora.
Bibliografía y notas
- Pujol, Rufino. “Ecos de Guanabacoa”. Letras, Año IX, época II, núm. 2, 9 de enero 1913. ↩︎
- Carbonell, José M. “El libro de la Señora Borrero”. Letras, Año IX, época II, núm. 1, 5 de enero 1913, pp. 14-16.
- Escritores y poetas
Deja una respuesta