

El Hotel Manhattan un orgullo de la Habana. Frente a nuestro mar azul, besado por las brisas del golfo, severo y sólido, junto al Parque de Maceo y la estatua ecuestre del Gigante, en la esquina de San Lázaro y Belascoaín, se yergue el hermoso edificio.
No hay en la Habana otro hotel mejor situado, en el presente (1919). Y en el porvenir, será sin disputa el que ocupará un sitio verdaderamente ideal. Ese ha de ser el centro de la población, próximo a todas las zonas de negocios, y al pie del gran paseo que está en vías de convertirse en una de las más bellas y concurridas Avenidas del mundo.


Hoy está en manos, el Hotel Manhattan, de dos personas competentísimos y muy respetadas en todas las esferas comerciales del país, dos hombres aptos como pocos y profundamente conocedores del negocio al cual han consagrado sus talentos, sus actividades, su dinero y sus energías:


Antonio Villanueva Rivero, que es el feliz propietario del suntuoso establecimiento Hotel Manhattan; y José Villanueva Rivero, “general Manager” del mismo, hombre que ha viajado mucho y que conoce al dedillo la organización de los principales hoteles del mundo.


Entre ambos han logrado un triunfo sin precedentes: el de conquistarse, para su casa, en el tiempo relativamente breve que llevan rigiéndola, la predilección de los más ilustres y ricos viajeros que, de paso por la Habana, han podido apreciar sus excelencias, sus ventajas y sus comodidades.
El triunfo de los señores Villanueva, —amigos de esta casa verdaderamente estimados,— ha sido de tal naturaleza, que ya nadie les disputa su primacía ni su admirable dominio y competencia en el giro.
Tal vez algún día se levante, muy cerca del lugar que hoy ocupa el Manhattan, otro gran hotel a la americana, capaz para alojar a los millares de viajeros americanos que nos visitan durante el invierno, y a los mercadantes y financieros que llegan a nuestras playas durante todo el año.
Pero el ideal con que se sueña ya está por ahora realizado, en lo que tiene de perfecto. La Habana puede estar orgullosa de ello, y los señores Villanueva pueden estar satisfechísimos de que han contribuido a resolver uno de los más vitales problemas de nuestra gran ciudad.
Hasta cierto punto han sobrepasado, en su empresa, a cuanto se pudo imaginar, y su asombroso éxito contenta en esta casa a cuantos estimamos con devoción sincera a los propietarios y administradores del soberbio hotel y magnífico restaurant del Hotel Manhattan.


Cocina internacional, habitaciones amuebladas de acuerdo con los más modernos patrones de confort, novedad y elegancia; servicio higiénico perfecto; centro telefónico privado; bureau de información; vehículos propiedad de la casa; dependencia escogida y experta.
Los señores Villanueva no han descuidado un detalle, y ellos podrían decir como el sabio sacerdote hindú:
“Si nos preciamos de conocer nuestro oficio es porque todo lo tenemos previsto y resuelto. Nadie nos puede pedir nada que ya de antemano no lo hayamos puesto a su alcance. Ese es nuestro secreto…”


Así, cuando nosotros nos entrevistamos con el propietario del hotel, Antonio Villanueva, en su despacho, nos declaró, sonriendo amablemente:
—No me tengo por un privilegiado de la Suerte, pero estoy orgulloso de haber sabido salvar los mayores obstáculos que he encontrado en el camino de mi vida. Esta casa que usted ve, y que parece el fruto exclusivo del dinero y de la buena fortuna, es en realidad el fruto del esfuerzo abnegado y constante, y de muchas tristezas que no podré olvidar.
Pero ya hoy podemos sentirnos victoriosos. No sé cuáles serán las contingencias del futuro: sin embargo, nos hemos consolidado de tal modo, y estamos tan general y sólidamente relacionados, y contamos con tan buena clientela y con tan excelentes amigos en los Estados Unidos y Europa, que nos hallamos en excelentes condiciones para conservarnos a la altura en que estamos, y prosperar, y mantenernos en aptitud de servir a nuestra clientela a su plena y total satisfacción.
Nosotros asentimos, Aquella era toda la verdad. Estrechamos entonces la mano del propietario del Hotel Manhattan, muy agradecidos por la acogida cordialísima que supo dispensarnos. En la calle, cuando nos retirábamos, rugió el estruendo de las dos grandes Avenidas, como dos torrentes que se desbordaran, el uno hacia el mar, el otro hacia el lejano Vedado, coronado de luces multicolores.
Ante nosotros, sobre el mar obscuro y la sombría muchedumbre, recortada la briosa silueta en negro intenso, el caudillo de Peralejo parecía galopar entre las nubes…
HERMES.
Marzo, 1919.
Bibliografía y notas
- Hermes. “Un orgullo de la Habana: El Hotel Manhattan”. El Fígaro. Año XXXVI, núm. 10, 23 de marzo 1919, pp. 266-268.
- Personalidades y negocios de la Habana
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