En Santiago de Cuba tuvo establecida una importante fábrica de licores el activo e inteligente industrial cubano señor Francisco Castillo. Ocupaba un vasto local con dependencias apropiadas para las operaciones diversas que exigía la fabricación de licores, según los más modernos procedimientos.
Disponía la fábrica de material muy perfeccionado y de personal sumamente apto. Únase a esto el que las primeras materias empleadas eran siempre de lo mejor que se producía en Cuba, explicado por la calidad excelente de los licores que se elaboraban en el importante establecimiento del señor Castillo, todos ventajosamente conocidos en nuestro país.
El señor Francisco Castillo era hombre de gran mérito. Fué un valeroso combatiente por la independencia de Cuba.
En la guerra última conquistó el grado de capitán, habiendo tomado parte en numerosos combates; pero, apenas concluida la contienda, dedicóse con el mayor ahínco al trabajo propendiendo al engrandecimiento mercantil e industrial de nuestra república.
Pudo el señor Castillo haber aspirado a que se le concediera un cargo público importante, pues reunía dotes sobradas de inteligencia para ser un buen funcionario del Estado. Pero creyó que mucho más útil sería a su país fomentando en él una industria y llevándola a su más alto grado de perfección.
Los primeros tiempos de labor industrial fueron para el señor Castillo bastante difíciles; tuvo que luchar con grandes obstáculos, los cuales venció a fuerza de constancia y actividad. La empresa acometida habría resultado inasequible para hombre de menos tesón que el compatriota a quien dedicamos estos merecidos elogios.
Para 1916 el señor Castillo podía vanagloriarse de haber realizado en gran parte sus nobles aspiraciones. En notable auge la industria a que dedicaba su poderosa actividad, querido y respetado de todos, aguardábale un brillantísimo porvenir.
Por su bondadoso trato y su generosidad, conquistó el señor Castillo en Santiago de Cuba generales simpatías. Los numerosos obreros y dependientes que tenía ocupados en los diferentes departamentos de su importante fábrica, no le miraban como a un principal sino como a un padre. Y es que el señor Castillo tenía siempre para todos ellos las consideraciones más afectuosas.
El Ron Castillo y el Elixir Castillo eran los productos que con preferencia se preparaban en la notable fábrica a que hacemos referencia. Uno y otro licor se impusieron en el mercado y tenían gran demanda en toda la Isla. Las personas de gusto exquisito los solicitaban con especial predilección.
Tales productos eran candidatos para ser conocidos fuera de Cuba, habiéndose adquirido importantes partidas con destino a la exportación, así para el resto de América como para Europa.
El señor Castillo honraba a nuestro país; nosotros, al hacernos eco de los triunfos por él obtenidos en las nobles lides del trabajo dámosle la más cordial enhorabuena.
Bibliografía y notas
- “Industria Licorera Cubana: La Fábrica del señor Francisco Castillo”. Cuba en Europa. p. 7.
- Personalidades y negocios de Oriente.
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