La historia del automóvil en la Habana desde El Fígaro. Fuerza será escribir este artículo, no al correr, sino al volar de la pluma, ya que se trata de vehículos que el que menos corre, vuela.
Cuando hace tres años al Sr. José Muñoz ocurríósele la peregrina idea de lucir su original automóvil por las calles de la Habana, la gente no salía de su asombro. ¿Se acuerdan Vdes? Era en el Carnaval y muchos creían que se trataba de una broma.
—Diga Vd., caballero— oíamos preguntar en el Prado —¿Será verdad que se mueve solo?
—¡Quite V., señora! ¿No vé V. que lleva dentro un gallego que lo va empujando…?
Contadas eran, en efecto, las personas que en aquella época conocían los automóviles entre nosotros.
Sabido es que, aunque inventado hacía tiempo, la aplicación del automóvil, como medio de locomoción urbana en sustitución de la fuerza animal, es modernísima. Y natural era, por tanto, que en Cuba no supieran del automóvil sino los pocos que viajan y los menos que gustan del periodismo ilustrado extranjero, en donde se ha derrochado el ingenio en informaciones gráficas y escritas sobre el nuevo carruaje.
El automóvil que entonces lucía el Sr. José Muñoz es el mismo que hoy conserva todavía y procede de la fábrica “La Parisiense” de París, una de las primeras que se establecieron en el mundo, y de la que es representante en esta Isla. Tiene una máquina de bencina que le da una velocidad de diez kilómetros por hora y ha hecho récords admirables.
Tiene el buen gusto el Sr. Muñoz de hacerse acompañar siempre por su distinguida señora, dando así á su automóvil el atractivo que la mujer comunica á todo lo que toca. Costóle mil pesos y hoy se conserva en buen estado, aunque lo hemos visto algunas veces en las esquinas con el caballo resistido…
El segundo automóvil que tuvo la gloria de circular por las calles de la Habana fué el del apreciable y opulento joven farmacéutico Dr. Ernesto Sarrá, quien lo hizo venir de Lyon en Junio del año 1899 de la fábrica de Rochet & Schneider;
Se mueve con una sencilla máquina de bencina, de ocho caballos de fuerza, y su velocidad máxima es de treinta kilómetros por hora, el doble de la usada por nuestras empresas ferrocarrileras, y su costo en la Habana, fué la friolera de cerca de cuatro mil duros.
Constantemente ha estado en uso, pues constituye el deleite único del distinguido joven, y ha hecho rápidas y entretenidas excursiones por las carreteras próximas á la Habana en compañía de sus amigos. Su récord favorito es entre esta ciudad y Güines, en cuyo viaje emplea sólo hora y media.
Ernesto Sarrá, como todos los automovilistas habaneros, maneja por sí mismo su tren, cuyo mecanismo conoce á merveille1, circunstancia casi indispensable en este sport. Valerse de un chauffeur2 para que nuestro automóvil camine, es verdaderamente bochornoso.
El tercer automóvil que llegó á Cuba, no vino con propósitos de recreo, sino con fines industriales: lo trajo la casa de Guardia y Cía., propietaria de la marca de cigarros H. de Cabañas y Carvajal, y es un hermoso y sólido carro, en el que reparte hoy por toda la ciudad y la provincia las cajetillas del acreditado cigarrillo.
Fué hecho por “La Parisiense” con un mecanismo superior al del de Muñoz, que también procede, como hemos dicho, dela misma casa constructora.
Siguiendo el orden cronológico, ocupan el cuarto lugar entre los automóviles habaneros, los dos que posee nuestro distinguido compañero en la prensa, Sr. Rafael Arazoza, editor de la Gaceta: ambos proceden de la Locomobile Co. of América, de New-York, y en nada desmerecen de los que existen actualmente.
Poco después, apareció en la arena automovilista el del Sr. Francisco de P. Astudillo, doctor en ciencias é ingeniero y jefe de Bomberos del Comercio de esta ciudad y cuyos conocimientos en las ciencias mecánicas son bien notorios.
Este automóvil es eléctrico, cosa natural dadas las aficiones de su dueño, y procede de la Woods Electric Automobile, tiene un andar de doce millas por hora y es uno de los más elegantes, ligeros y sencillos de cuantos circulan por la Habana.
Los otros automóviles proceden todos de una misma fábrica: de la White Sewing Machine Co. de Cleveland, O., que representa en Cuba el Sr. Silvestre Scovel, tan popular entre nosotros desde la época en que fué repórter del World, de New York.
La fábrica que los construye es la misma que hace largos años se dedica á confeccionar las máquinas de coser White, de renombre universal. Es lógico que en los automóviles ponga el mismo cuidado y diligencia que en las máquinas de coser.
La locomoción de los automóviles White es generada por una sencillísima máquina de gasolina Existen en la Habana cuatro de estos automóviles, dos pertenecen á cada uno de los hermanos Honoré y Dámaso Lainé, veterinario el primero y médico del Cuerpo de Voluntarios de los Estados Unidos, el segundo, que acaba de asistir á la hija del general Wood en su ataque de difteria.
Los otros dos los tienen el citado Mr. Scovel y Mr. J. W. Adams, chauffeur de la fábrica de White. En las carreras de resistencia efectuadas hace poco entre New York y Buffalo, los automóviles de White alcanzaron los puestos 5o, 7o, 8o y 10o entre 87 trenes que tomaron parte de todos los fabricantes del mundo.
Los automóviles de la casa White tienen los récords más rápidos de la Habana. En el de Mr. Scovel hizo un viaje el general Wood á Guanajay en una hora y 40 minutos. Otro viaje rapidísimo de Scovel fué el que realizó en compañía del distinguido joven Ernesto Longa, de Cabañas á la Habana, en tres horas!
Cuenta también la Habana con un precioso ejemplar de triciclo automóvil, primero y único que circula por nuestras calles desde el tres de Septiembre de 1899. Su afortunado poseedor es un apreciable hijo de Italia, H. Avignone, conocido comerciante, sucesor de la importante firma de J Brocchi y Compañía. Este triciclo automóvil fué hecho en la fábrica Prinetti de Stucchi, de Milán.
Es de acero forjado y de temple especial, con una fuerza de dos caballos, motor de Benzina, patente Prinetti. El movimiento se efectúa por medio de baterías eléctricas de pilas secas, y con una carga de siete litros de Benzina, tiene suficiente para 700 kilómetros de camino. Su velocidad máxima es de 60 kilómetros por hora, pero, se puede con facilidad reducirlo á la del trote del caballo (20 kilómetros) ó al paso de un hombre, como mínimum.
La máquina la monta generalmente el entusiasta sportmant3 señor don Félix Juarrero, y en el grabado que reproducimos aparece manejada por el señor Guido Daina.
Aunque en sus inicios, este sport está llamado á tener en Cuba muchos prosélitos y por eso El Fígaro, adelantándose á lo que muy pronto ha de ser realidad viviente y costumbre generalizada, ha querido reunir en sus páginas, como nota de actualidad curiosa, los doce primeros automóviles que han iniciado en Cuba la vida del carruaje moderno.
¡Qué espectáculo tan pintoresco el de todos esos modernísimos automedontes enfilados en el Malecón y evolucionando luego ligeros y elegantes por el paseo del Prado!
Nuestro fotógrafo Gómez Carrera, al enfocarlos, estaba grave y solemne. Ya sabía él que guardaba en su cámara un recuerdo histórico, algo así como la vista de la colocación de la primera piedra de un edificio!
Sin echarlas de profeta, bien puede decirse que muy pronto —¡la vida es muy corta!—el automóvil ha de sustituir al coche actual, y si esto ha de suceder de un modo fatal, hagamos votos porque ese momento llegue en breve para la Habana.
El automóvil, después de comprado, no tiene gastos. Su conservación y entretenimiento es tan económico, que supera á toda ponderación, y por eso el gobierno ha puesto sobre el tapete el problema de sustituir los medios actuales de locomoción (que usa el ramo de Obras Públicas para la inspección de carreteras, por coches automóviles.
No será, por tanto, difícil que al instaurarse la República cubana, el elegante y rápido carruaje modernísimo sea dueño y señor de la Habana. Los aficionados á este sport hacen votos porque á una de las primeras fiestas que acudan Estrada Palma ó Masó, al subir á la Presidencia, sea á una Gran Parada de Automóviles.
EL Fígaro agradece á los automovilistas habaneros la deferencia que con él han tenido dejándose reproducir con sus máquinas, para solaz de los lectores, ávidos siempre de novedades.
Croniqueur.
Fotografías de Gómez Carrera, especiales para El Fígaro.
Bibliografía y notas
- Croniqueur. “El Automóvil en la Habana”. Revista El Fígaro. Año XVII, núm. 46, 15 de diciembre 1901, p. 542, 543.
- “The American Motor & Co.”. Diario de La Marina. Año LXXV, núm. 1, 2 de enero 1914.
- Otras publicaciones sobre el tema Transportes en Cuba.
- Personalidades y negocios de la Habana.
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