

El regio Hotel Almendares. Un bello alcázar para el turismo es un artículo que se inscribe en los Prestigios y Progresos de la Isla de Cuba y las visitas del Diario de La Marina para dar a conocer la Habana monumental. La fiesta de apertura del Hotel Almendares se realizó el 31 de diciembre 1920.
Fué la de anteayer, para el repórter, noche maravillosa de ensueño. Coincidiendo con la entrada del año abría sus puertas el nuevo Hotel Almendares, y en su vasto y armónico recinto congregaba lo más galano y florido de la sociedad habanera y de los elementos exóticos que, por esta época, arriban de las playas norteamericanas, no faltando entra ellos numerosos “Dekes” norteamericanos que, con sus colegas cubanos, daban al ambiente una simpática nota de confraternidad internacional.
Empeño vano fuera para el repórter el de tratar de describir la brillante fiesta: ello fuera también ajeno a su misión.
Por esto, después de dejar mecer el espíritu: en el encanto intranscriptible del festival, y de vencer el deslumbramiento producido por un tan bizarro conjunto de bellezas, el repórter, abusando do la amabilidad de Mr. Albert, el muy cumplido y diligente “manager” del Almendares husmeó este monumental hotel desde los sótanos hasta las azoteas, deleitándose con la contemplación de sus completas dependencias tanto como anteriormente se había deleitado en la de la concurrencia gentil y dorada.
La erección de este grandioso Hotel Almendares se debe a los señores Mendoza y Ca., fundadores de la Compañía de Hoteles Modernos —bajo cuyo rubro girará el nuevo hotel— y los que tan fecundas y felices iniciativas han tenido para el desarrollo urbano de la Habana, fomentando con tesón hermosos repartos, entre los que se destacan, por su situación privilegiada y su “cachet” de distinción, los de Almendares, Ampliación de Almendares y la Sierra, próximos al hotel de que nos estamos ocupando y a la Playa, al Country Club y al Yacht Club.


Idea de dos señores Mendoza y Ca., fue la de dotar a la Habana de un gran Hotel que marcase la pauta a seguir por una ciudad llamada a ser la Meca del turismo americano. Un hotel que, pleno de suntuosidades, confort y refinamiento, tuviera al mismo tiempo, el encanto de una señorial residencia campestre. ¡Y vive Dios que lo han conseguido con creces!
El Hotel Almendares ocupa una manzana entera, a vista de la playa, por un lado, y por el otro del campamento de Columbia, si bien la superficie edificada es de unos 1850 metros cuadrados, quedando lo restante para patios y jardines.
Son cinco sus plantas. En la primera, el sótano, se hallan la planta de refrigeración, la maquinaria de distribución de agua por aire comprimido, las calderas que proveen de agua caliente a todo el edificio, la lavandería mecánica y otras dependencias subalternas.
Un pórtico, de severa arquitectura románica facilita la entrada principal a la planta baja, encontrándose en primer termino, el vestíbulo y después el “lobby”.
A la derecha del vestíbulo se encuentra un salón de descanso y a la izquierda la cantina y un saloncito preparado “ad hoc” para anotar las cotizaciones de la bolsa de New York, con la garantía de exactitud de la Banca Mendoza y Ca.
Pasando el “lobby” se encuentra un “grill lunch” o pequeño comedor de confianza, de estilo pompeyano, para uso de las personas que gusten imprimir a su estadía en el hotel un sello de sencillez y familiaridad.


Al fondo de este piso se hallan locales habilitados para botica, exposición de flores y teléfonos privados, terminando con las cocinas —a cuyo frente se halla un ex “chef” del Avignone de New York— la repostería, la máquina amasadora de pan y las despensas, superabundantemente provistas.
Por los rincones de estas dependencias deben andar regodeándose, como en perennes bodas de Camacho, los
manes de Sancho.1
—“Mirad, hermano, si encontráis por ahí un cucharón y espumad una gallina o dos.”
También el repórter espumó, pero fué la suya espuma de orden estético, espuma que fortaleció su espíritu con las bellezas encerradas en el gran salón de baile y comedor, de estilo Adams, que ocupa una gran parte del primer piso alto y con las del bello y contiguo saloncito de señoras, las regias escaleras de mármol botticino, lo mismo que los pisos, las terrazas, las azoteas.
El deseo que presidió a la construcción de este edificio y que ya antes hemos expuesto, de darle carácter ciudadano y campestre, hizo que se le diera la forma de una gigantesca H, forma que permite aprovechar el máximum de luz y aire, y que se eligiera ese especial estilo de renacimiento italiano que tan frecuentemente se admira en las señoriales residencias de las campiñas de Italia.
En los cuerpos laterales del edificio, los que forman los trazos verticales de la H, con un fondo de 52 metros por 15 de ancho, es donde están las habitaciones, en número de cerca de doscientas, teniendo adosada cada una un primoroso cuarto de baño y “toilette”.


En los dos pisos últimos hay también habitaciones en la parte central del edificio, la que tiene 25 metros de ancho por 15 metros de fondo, y es en uno de estos pisos donde se encuentran situados cuatro magníficos “apartamentos” compuestos, cada uno, de dos cuartos con sus correspondientes baños, una sala y tres cuartos para niños, con baño también.
El edificio es todo de ladrillo, hierro y concreto; incombustible por tanto.
Por los cuatro frentes que tiene y por la forma de H que se le ha dado, todos sus cuartos y salones tienen dirección directa, perfectamente higiénico por consiguiente.
Anexo al hotel se halla un “garage” con capacidad para cincuenta autos y con habitaciones en los altos del mismo para sus servidores.
¿Qué más?
- Arquitecto, Mr. R. T. Pryor, ex miembro de la firma arquitectónica de New York, Carrère & Hastings.
- Ingenieros contratistas, Arellano y Mendoza
- Mármoles, Pennino
- Decoración, Granda y Corrieri
- Pintura, Ciolli y Mastellari
- Plantaciones, La Mulgoba, de Mr. Van Hermann
- Elevadores, Otis, de Zaldo, Martínez y Ca.
Algunos detalles de decoración externa faltan en esta bella obra, que ha sido ejecutada a todo costo, invirtiendo en ella unos dos millones de pesos.
Cuando esos detalles estén ultimados, cuando en sus grandes patios y en la faja de terreno que circunda el edifico luzca la pompa de una vegetación netamente tropical, y cuando, en el frente de su primer patio, habilitado como salón de baile, cabrilleen las irisaciones policromadas de una fuente luminosa, el conjunto exterior de este amplio recinto será de una rara y cautivadora belleza.
Satisfechos pueden hallarse de su obra los señores Mendoza y Ca., y los colaboradores todos que en ella han tenido.
Y orgullosa la Habana de haber aumentado su acervo arquitectónico con una construcción en verdad notable. Edificios como el grandioso del Hotel Almendares son hoy los mejores blasones para el escudo de las grandes ciudades.
Bibliografía y notas
- de Magherit, Muecín. “Un bello alcázar para el turismo. El regio Hotel Almendares”. Diario de La Marina. Año LXXXIX, núm. 2, 2 de enero 1921, p. 9.
- Fontanills, Enrique. “Hotel Almendares. Suntuosa fiesta para su apertura oficial”. Diario de La Marina. Año LXXXIX, núm. 8, 9 de enero 1921, p. 5.
- Personalidades y negocios de la Habana
- Véase Don Quijote: Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico, con el suceso de Basilio el pobre. ↩︎
Deja una respuesta