Atravesando los verdes campos de la campiña matancera llegamos por carretera desde el poblado de Carlos Rojas hasta Jovellanos, simpático pueblo cubano que se fundó casi a mediados del siglo XIX. En línea recta median unos cuarenta y ocho kilómetros hasta la capital provincial y veinticinco lo separan de Cárdenas.
Desde allí llegó el Ferrocarril de Cárdenas a Jovellanos en diciembre de 1840 y siguió a Perico y a Colón. Lo hará en 1859 el de Coliseo completándose las rutas que enlazan la zona agrícola a las dos ciudades y puertos más importantes de la actual provincia de Matanzas.
En 1846 es todavía un pequeño caserío llamado Soledad de Bemba que aunque se compone de catorce casas de madera y cuatro de guano ya cuenta con botica, tres tiendas mixtas, dos panaderías, un café y billar, barbería, carpintería, veterinario, herrería, talabartería y dos tabaquerías para sus cincuenta y ocho habitantes, entre los que se incluye trece esclavos y dos de color libres. Insólita estadística1 que convierte aquel pequeño núcleo en una especie de metrópolis campestre.
Y creció rápidamente aquel incipiente núcleo al poseer ferrocarril en sus tierras y establecerse tempranamente una fundición que fabricaba piezas y reparaba las maquinarias de los centrales azucareros. Allí cerca estaba el ingenio Soledad el que después de 1959 devenido Julio Reyes Cairo fue desmantelado con la reestructuración del azúcar en Cuba.
Como Bemba se conocerá hasta 1870, renombrándose Jovellanos en honor al jurista y político español Gaspar Melchor de Jovellanos. Será este mismo el año en que don José Paniagua abre una gran fábrica de fundición y maquinarias. Otra gran industria de las que defendían el uso de productos cubanos y tuvo su origen en Jovellanos fue la de los Laboratorios Gravi. Impulsada desde la farmacia La Central por los señores Ignacio López Trelles y José Manuel Cubas obtuvo un gran éxito.
Otros hombres dieron aquellas tierras, entre ellos el poeta Carlos Prats, Gerardo Domenech Gener, Cosme de la Torriente y el independentista Domingo Mujica Carratalá.
Nació Mujica en Jovellanos el 15 de Septiembre de 1865 en la casa situada en la esquina de Real y Obispo siendo este espacio un museo en la actualidad. Levantado en armas por la Independencia de Cuba fue capturado el doce de agosto 1895 en la zona del Realengo por el teniente coronel García Rojo.
Enviado al Castillo de San Severino en Matanzas fue juzgado el sábado diecisiete en un consejo de guerra sumarísimo presidido por el coronel Antonio López de Haro. El comandante Cruz Franco González pidió como fiscal actuante la pena de muerte y aunque llamó a declarar a algunos de los compañeros de Mujica sólo logró que estos manifestaran que se habían unido voluntariamente a la insurrección. A la defensa, brillantemente asegurada por un teniente del cuerpo de María Cristina, fue imposible obtener la absolución.
En busca del general Martínez Campos se dirigieron rumbo a Cienfuegos el señor Méndez, auditor de guerra que cumpliendo los procedimientos para delitos de infidencia debía obtener del general la aprobación o suspensión de la pena de muerte, y la madre de Domingo Mujica quien buscaba implorar clemencia para su hijo. Y no será solamente ella quien pide el perdón, de Jovellanos el Ayuntamiento, cura párroco, autoridades, jefes de voluntarios, representantes de partidos políticos y hasta Benítez gacetillero del periódico La Lucha clamarán gracia.
El lunes, después de leérsele la condena, fue conducido a capilla el reo a las seis de la tarde. Contó un íntimo que antes de morir escribió tres cartas2 con “una redacción perfecta y con admirable caligrafía, lo que probaba la serenidad de su ánimo…” Igualmente se le atribuye en aquel terrible momento una frase que confirma su paz de espíritu: “Estoy en mi velorio y creo estar en el de un amigo”.3
A las seis de la mañana del martes veinte de agosto 1895 salió Domingo Mujica desde el Castillo de San Severino hasta el punto conocido como la “Ultima Glorieta” en el paseo de Santa Cristina. Colocado junto al mar y a la vista de un público numeroso murió Mujica instantáneamente.4 Muy original en sus ideas y en sus actos, no era sin embargo un excéntrico: su capacidad intelectual era grande, y profundas sus convicciones…
El poeta Bonifacio Byrne contó en sus memorias5 que “Lo fusilaron el 20 de agosto de 1895, y ese mismo día, por la noche, escribí el más popular acaso de mis incontables sonetos.” Se titulaba “Domingo Mujica”6 y decía así:
Murió de cara al mar aquel valiente,
bañado por la luz de la alborada,
noble, serena y firme la mirada,
tranquilo el corazón, alta la frente.
Cerca, la muchedumbre indiferente
para ver aquel crimen congregada,
mejor hubiera estado arrodillada,
que es la actitud que cuadra al impotente.
¡Murió de cara al mar, en hora impía!
Y no rugió de rabia el océano,
ni en noche eterna convirtióse el día.
Murió con el valor de un espartano,
mientras la Libertad le sonreía
señalándole al cielo con la mano!
Aquellos versos circularon al siguiente día por toda la ciudad de Matanzas y no hubo cubano que no los conociese repitiéndose hasta de memoria. Se atrevieron a reproducirlos a lápiz y letras grandes7 en uno de los muros del Palacio de Gobierno donde residía el gobernador civil sin embargo, a tiempo, logró de madrugada borrarlos uno de sus amigos. Bonifacio Byrne, conocido y amenazado por el gobernador Adolfo Porset por sus versos y artículos en el Diario de Matanzas, abandonó la Isla en enero de 1896.
De lo sucedido con Mujica el cónsul Brice informaba desde el consulado de los Estados Unidos en Matanzas:
“Ayer, a las seis y treinta de la mañana se llevó a cabo la primera ejecución bajo la reciente orden del general Campos: Todo líder insurgente capturado será fusilado. La corte marcial lo juzgó el diecinueve bajo los cargos de reclutador y líder de insurrectos. Fue sentenciado a ser fusilado y la sentencia se cumplió a la mañana siguiente. Con gran miedo contemplan las autoridades españolas la posibilidad de una sublevación general de los insurgentes en Matanzas. Aunque con una ejecución de este tipo desean inspirar terror en los corazones solo obtendrán el efecto contrario…”
A Domingo Mujica se le recuerda en los versos de Byrne, su nombre está en una lápida del Castillo de San Severino y en la tercera glorieta del Paseo de Martí se levanta un obelisco a los mártires de la patria. De las calles de Matanzas la que antes se nombraba Isabel Segunda8 ahora lleva el nombre de Domingo Mujica. En Jovellanos una estatua9 se dedicó en un parque que lleva su nombre y su casa natal10 es hoy el Museo Domingo Mujica Carratalá.
De Jovellanos relata sus impresiones Adolfo Dollero en su libro de 1919 entregándonos una pincelada de aquel pueblo provinciano que así describe: Exceptuando la calle Alcalá, o Máximo Gómez, yo no he visto, algo que se asemeje a la moderna ciudad descrita en el Fígaro: Sin embargo, se encuentra en ella todo lo indispensable, y sus alrededores campestres, pintorescos y ricos de siembras de caña valen muchísimo para los que las poseen, y para que descansen los espíritus fastidiados por el bullicio de las grandes ciudades.
Hay dos Hoteles regulares, varias buenas casas comerciales y algunas farmacias bien dotadas y bien montadas. Es inmejorable la situación de Jovellanos como estación de tráfico, ya que es un lugar de empalme ferrocarrilero.
No hay mucha miseria: pero un asilo bien podría abrir sus puertas para dar abrigo a unos cuantos pordioseros que los sábados van de casa en casa y de tienda en tienda implorando el alivio de reales necesidades producidas por la ceguera, por la vejez o por las enfermedades.
Me he fijado también en que muchos niños del pueblo bajo tienen marcado en sus rostros los signos de la miseria orgánica, fruto acaso de una higiene y alimentación deficientes. Esto se nota a menudo en Cuba.
El pórtico de la calle Martí, que es para Jovellanos lo que es el Boulevard des Italiens para París, es una magnífica película cinematográfica en la que desfila toda la población de la ciudad y de los alrededores.
Prominentes y humildes, candidatos políticos y políticos tronados, guajiros de raza blanca y de color, negritas que se forjan la ilusión de ocultar el ébano de sus mejillas bajo una capa de polvo de talco o de arroz, lindísimas mujeres criollas auténticas, hombres del pueblo bajo que hablan en voz muy alta, apareciendo deseosos de contar a todos sus asuntos particulares, y a veces algún pordiosero de muchos años y de muchas dolencias físicas y morales que pide una limosna para vivir todavía…
Todos estos tipos pasan y vuelven a pasar por el pórtico, curioseando por el frente de los restaurantes completamente abiertos, en donde cada día suelen almorzar o comer los forasteros, que son las novedades de Jovellanos.
Y afuera del pórtico, por la calle, se alternan automóviles, carretas y gente del campo, jinetes en esos caballitos criollos que corren corren sin sacudimientos para los que los montan, moviendo las ancas con mucha coquetería…
Regresando al presente, más de cien años después, vienen al recuerdo aquellos campamentos cercanos a Jovellanos, a los que los estudiantes de las escuelas secundarias eran traídos por un período de cuarenta y cinco días para trabajar los campos. Aguas Nuevas y La Mulata eran los nombres de algunos.
Entrando al pueblo se nota que en algún momento fué un importante centro que vivía sobre todo de la agricultura y cruzamos coches, bicicletas y alguno que otro triciclo de los llamados bici-taxis. Atravesado por la antigua carretera central que lo une a la capital provincial y por la ruta a Cárdenas todavía en su calle principal se aprecian los portalones que en la época republicana ofrecían refugio a la clientela de los comerciantes. Los jovellanenses aún se paran y hasta caminan por esas galerías protegidos de las inclemencias del tiempo.
Al verlos no se puede más que estar de acuerdo con las acertadas palabras escritas por el catedrático Dr. Lorenzo Erbiti hace mucho, mucho tiempo: “Jovellanos como tantos otros pueblos del interior carece de grandes atractivos para el extraño… Pero, para sus hijos, alcanza otro valor y tiene un real y espiritual significado: representa el pasado de una niñez en que se formó el corazón y se reveló la conciencia.
A. Martínez | 28 de septiembre 2024.
Bibliografía y notas
- Cuadro Estadístico de la siempre fiel Isla de Cuba. Habana, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, 1847. ↩︎
- Ramón Gómez, Jorge Lázaro. “El Primerísimo”. De nuestra querida tierra (blog), 25 de diciembre de 2008. https://queridatierra.wordpress.com/2008/12/25/el-primerisimo-de-los-jovellanenses/. ↩︎
- Trelles Govín, Carlos M. Matanzas en la Independencia de Cuba. Habana: Imprenta Avisador Comercial, 1928.
↩︎ - “Reo en capilla.” Diario republicano La Lucha. Año XI, núm. 198, 20 de agosto 1895. ↩︎
- Byrne, Bonifacio. “Mi soneto a Domingo Mujica”. Archivo Histórico Provincial de Matanzas (AHPM). Fondo Bonifacio Byrne. ↩︎
- Byrne, Bonifacio. “Domingo Mugica”. Efigies. Sonetos Patrióticos. Filadelfia: La Compañía Levytype, 1897, p. 18. ↩︎
- Martínez Carmenate, Urbano. “Byrne el verso de la patria”. Ediciones Matanzas, 2012, p. 95. ↩︎
- Galindo Molina, Claudio A. “Primero fue una reina, pero después un patriota”. Cuadernos históricos matanceros. Calles de mi Matanzas. 1985, pp. 26, 27. ↩︎
- A este monumento en el año 2012 faltaba una parte de la inscripción que completa se podía leer así: “Por suscripción popular a iniciativa del probo ciudadano Manuel Rubio y Marca, Alcalde Municipal de esta Villa. Fue inaugurado este monumento el diez de octubre de mil novecientos diez y nueve.” ↩︎
- Existe en su casa natal por iniciativa del Club Rotario y del Dr. Ramiro Curbelo una tarja conmemorativa que expresa: “Aquí existió la casa donde nació Domingo Mujica Carratalá, primer mártir del 95. Devotamente el Club Rotario de Jovellanos, mayo 30 de 1937.” ↩︎
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