

Comienzo por confesar que no conozco en la Habana establecimiento más vasto que La América de José Borbolla. Son nueve salones á cual más grande y á cual más lleno de objetos ante los cuales se pierde el gusto á fuerza de contemplación extasiada.
Es el más deslumbrador capharnaüm de la moda en objetos agradables, brillantes y útiles. Esta aseveración parecería una de esas exageraciones imperdonables, si toda la Habana, tributaria de la casa Borbolla, no aprobara todas nuestras palabras y sancionara todas nuestras afirmaciones.
La actividad de la Casa, que ocupa casi una manzana en Compostela entre Lamparilla y Amargura, es vertiginosa. Aparece una novedad en Europa y América que añade “confort” á una sala, brillo á una belleza (una joya ó un mueble, una lámpara, un abanico) y un comisionista de la casa sale como una flecha á buscar el objeto útil ó raro, y fustiga el cable pidiéndolo incontinenti.
Y á los pocos días una novedad se añade a las muchas que llenan los salones, deteniendo la atención de todos. No es extraño, pues, la boga que ha adquirido en la Habana La América y que El Fígaro ofrezca sus columnas á una propaganda indispensable y exigida por todas las razones que dan vida al alto comercio.
Hoy más que nunca es de actualidad la publicación de un artículo sobre la Casa de Borbolla, hoy que va a operarse una transformación, ó mejor dicho: una selección en La América. La casa Borbolla será, dentro de muy poco, consagrada exclusivamente á joyería.
El gran establecimiento liquida, á precios fabulosamente baratos, su gran existencia de lámparas, pianos y el magnífico almacén de muebles. La necesidad de este cambio se impone. La casa de Borbolla es la que posee más joyas originales y de más precio en la Habana y en la Isla.
Hemos visto algunos de los brillantes que allí se encuentran, sueltos, montados al aire, atornillados de oro, deshechos en rivières, esmaltando con su nitidez los brazaletes y ondulando como garzotas.
He contemplado las esmeraldas, los rubíes, las perlas, los zafiros, en prodigalidad enorme, de todos tamaños, de todas formas y de todos matices. Siempre bellos. Yo pensaba, contemplándolos, en la gran transformación que dentro de poco hará de La América de Borbolla algo análogo á la caverna de Aboul Kassin: un templo de pedrerías.
La casa de Borbolla ha tenido hasta ahora, invenciblemente la especialidad en ciertos objetos, por ejemplo, los buscados cubiertos plata Borbolla, de un resistente metal blanco extra y con igual plateado que el “cristoff”, y que se han vendido siempre con un 20 por 100 más barato que los otros.
Un paseo á través de los siete salones es para cansar la atención más sostenida. Interminable número de columnas, de mármol, peluche, madera dorada, roble, ébano, madera de teck, etc., jarrones de todas clases y todos tamaños, y adornos para casa en número infinito.
(Este número se hará aún más infinito con las 34 cajas de última novedad que se hallan en camino para La América. En cuadros al oleo solamente vienen más de diez cajas representando “jockeys”, asuntos de caza, religiosos, etc.)
En laminas grabadas en acero, de la célebre casa parisiense de Grupil los hay de todos tamaños y de todo giro, sin rivales en el mundo para salon y antesalas.
Objetos de óptica, para mar, para teatros con su secuela de lentes y espejuelos de oro, plata, níquel, concha, carey, etc. Los gemelos para teatros, de aluminio, de la casa de Borbolla son muy solicitados por la ligereza de su peso y la facilidad de sus manejos. Los cristales son de primer orden y de un alcance extraordinario.


En muebles de mimbre… hay que verlos y sobre todo, esperar la llegada de 124 cajas que envían de New York á La, América. Es una progalidad escandalosa é indecible. Y baste para su prestigio decir que los ha fabricado la casa Heyword, la primera de New York y una de las primeras del mundo.
Tres grandes vitrinas llenan la fachada de la casa Borbolla. Dos de joyas y la otra de objetos de fantasía.
Desde que La América se fundó en 1883, uno de los cuidados de Borbolla ha sido mantener á gran altura el taller de platería y joyería para cualquiera de los trabajos que se soliciten, trabajos muchos de ellos que pueden hacerse en un día, aún cuando tengan esmalte. Y los trabajos realizados en el taller Borbolla han adquirido la misma celebridad que los realizados en grandes talleres extranjeros.
Por mucho que digamos no podremos nunca dar una verdadera idea, completa y total de las magnificencias y grandezas de la casa Borbolla. No hemos hablado de la sección de bisutería, ni de los otros giros de la casa.
Creemos que basta lo escrito para que se vea el gran aprecio en que tenemos la gran casa importadora que á fuerza de honradez: constancia, laboriosidad é inteligencia va á la cabeza de las de su clase.
Extremar el elogio con la América de Borbolla es cumplir el más estricto de los deberes y la más acertada de las apreciaciones.


Este elogio se lo ha ganado la popular casa á fuerza de formalidad en los negocios, al conocimiento exacto de las necesidades que completan el gusto público, de desprendimiento en las circunstancias decisivas de la que que depende en momentos de crisis supremas la salvación de los negocios y de los mil y mil matices de actividad que van como granos de arena amontonando la montaña de prestigio que se impone á todas las consideraciones y atrae el respeto, la consideración y la popularidad.
En una época, no muy lejana y que interrumpió el estruendo de la guerra, podía afirmarse que la casa Borbolla era la que abastecía á las hijas de la Habana de joyas para las grandes recepciones.
Cuando se veía una dama añadiendo blancuras de estrellas á las blancuras de alabastro de un cuello torneado como el de un cisne se estaba seguro, sin necesidad de preguntarlo, que los estuches donde dormían después de la recepción las incomparables alhajas habían salido de los anaqueles de La América.
El comercio extranjero, las grandes casas importadoras, tenían como representante de la moda en Cuba la casa Borbolla y todo lo que la loca fantasía del exotismo europeo arrojaba sobre la elegancia del mundo tenía su representación gallarda en nuestro suelo. Sabido es lo desconfiado que se muestra siempre el comercio extranjero cuando una distancia enorme separa a los contratantes.
Es preciso que una honradez clara como el cristal de roca, que una claridad meridiana en la conducta suprima de raíz todo recelo y que una puntualidad escrupulosa evite todo recelo para que se decidan los grandes centros europeos á rendirse graciosamente por los que paso a paso llegan á ser los grandes centros americanos.
En una metrópoli como New York y Buenos Aires el milagro no tiene nada de excepcional. Hablamos de la Habana, región que ha venido á tener vida propia, hermosa y completa, el primero de enero del año en que estamos.


La casa Borbolla ha sabido tener y agrupar en su suntuoso establecimiento la falange envidiable de una dependencia en la que dotes de inteligencia y conocimiento práctico del ramo á que dedica sus asuntos reúne amabilidad, solicitud y diligencia halagüeñas.
La bondad con el parroquiano —pues su clientela es más femenina que masculina— le ha servido admirablemente, ayudado por lo exquisito de lo que ofrecía á los compradores. Nadie coge moscas con vinagre; nadie retiene una clientela con formas descorteses, por excelentes y necesarios que sean los productos expuestos. La casa Borbolla se ha distinguido siempre por su atención refinada y su refinamiento atento.
Va á entrar en una nueva fase revelada bien á las claras por la realización que anuncia de su departamento de lámparas, muebles etc.
Esa renovación, mejor dicho, transfiguración, obedece á nuevas corrientes de la moda. El gusto cambia cada cinco años. Y La América, no quiere que su Altesa el Gusto, como diría nuestro cronista, la encuentre desprevenida. Quiere que se diga de un objeto que salga del establecimiento —joya ó fantasía: “esto es Borbolla” como se dice en Madrid: “esto es Ansorena” y se dice en Nueva York: “esto es Tiffany”.
El deseo es legítimo, la aspiración es justa que para llegar á este resultado todo sacrificio ha sido poco, (sacrificio de ideas, de actividad, de dinero, recompensado por el alto prestigio que hoy rodea al ejemplar establecimiento).
Cerremos esta nota, corta aunque larga, felicitando al conocido propietario de La América quien después de una muy útil excursión por Europa donde ha contemplado y apreciado los adelantos de la industria en cuanto á la moda y á las necesidades útiles y frívolas de la vida se refieren, y vuelve á Cuba, á la Habana, á transformar su magnífico establecimiento haciendo de él lo que parecía imposible: el centro primordial y lleno de encanto para todas las curiosidades; las que pueden pagar cincuenta mil pesos por una joya y las que solo pueden pagar cuatro, seis ó diez.


En poco tiempo ha de realizar esta transformación decisiva La América de Borbolla. Su prestigio en el comercio ha de ayudarle para el éxito completo. Los grandes golpes del Comercio, como los grandes golpes de Estado, se hacen cuando á la voluntad, el tesón, la clarividencia en los negocios, y al favor popular se une lo que llaman los grandes tratadistas el nervio de la guerra.
Todos esos triunfos tiene en la mano el simpático propietario de la gran casa importadora que es el orgullo de la calle de Compostela. El resultado, por lo tanto, es seguro.
Y nos apresuramos á consignarlo, pues ya llegan de Europa y América los productos y los efectos que han de añadir con su grandeza, su belleza y utilidad fulgor extraordinario al extraordinario brillo que envuelve, protege é impone La América, ó como todos la llaman: la Casa de Borbolla.
Bibliografía y Notas
- “La América de J. Borbolla”. Revista El Fígaro, (Febrero 1899).
- Alfonso López, Félix Julio. “La Casa Con El Galeón Colgado Del Techo, Donde Valía La Pena Vivir.” La Jiribilla, 29 June 2020, http://www.lajiribilla.cu/la-casa-con-el-galeon-colgado-del-techo-donde-valia-la-pena-vivir/.
- Personalidades y Negocios de la Habana.
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