La Arquitectura en la Habana del 1928 por José María Bens Arrarte.
Un balance arquitectónico del año nos pide Social. Un balance constructivo del “haber”, reservándonos “el debe”, para mejor ocasión. Será en piedra dura, no la prosa cincelada a que ustedes acostumbran.
¿De acuerdo? Antes un pequeño saldo.
Paul Morand en su paso rápido a principios del 27 anotó en “Les Annales” algunos juicios sobre nuestra arquitectura privada, llamando a los hoteles del Vedado “les petits Trianons en beurre” (Los pequeños Trianón[1] de mantequilla), por la suerte que tuvo de sólo ver lo malo y se me ocurre que fué injusto al generalizar o repitió algo que puede decirse en muchas partes.
El conoce lo que Geraldy escribió en “L’Ilustration” en el año 25:
“Nuestros parientes han manchado la vida, estropeado la Francia. Nuestras más bellas costas, nuestras playas, La Riviera y Biarritz, están deshonradas por sus villas horribles con su pretensiosa y pueril arquitectura de tarjeta postal. Pero aquí y allá empiezan a surgir obras encantadoras. Estas son, ya al borde del mar una casa simple e infinitamente noble entre las otras, ya es un barrio… etc.”
En todas partes hay nuevos ricos y malos arquitectos. Esperamos que Morand en su próximo viaje conozca algunas quintas señoriales, palacios y mansiones de la Vieja Habana y otras verdaderamente notables de nueva construcción.
Terminado el saldo, veamos el aporte del “año pródigo” que acaba de pasar.
Empezó la reacción contra el mal llamado renacimiento español, que nos ha venido… ¡horror! no de España, sino de Miami y California. Es el estilo colonial que llevaron las misiones a Méjico, deformado en su adaptación y a traves de documentos recién editados sobre arqueología Española. Reconozcamos deberle algunas obras sencillas, con buen gusto que no desentonan, pero en la mayoría de los casos el “amerengamiento” escultórico del cemento fundido, no ya de la piedra, no tiene precio.
En la bella época de la intelectualidad cubana, la época de Saco, Varela, Poey y Luz Caballero, floreció una arquitectura que representaba la manera de ver y sentir de aquella sociedad. En aquel entonces las ideas se miraban en la piedra. Sus legados fueron numerosas construcciones en La Habana y otras Villas del interior que no han sido superadas.
Pero los obligados de estudiar y analizar este pasado, profesores y alumnos de Arquitectura de nuestra Universidad, no parecen interesarse mucho por esta tradición. Faltos de documentos, no ya libros especiales sino simples albums fotográficos, corremos el riesgo de perder algo que es Historia y patrimonio nacionales.
Sin embargo de poco a esta parte se labora en ese sentido. No sabemos si serán restos de cultura heredada por una minoría, o los esfuerzos de la Sociedad Folklórica de reciente fundación o la fecunda labor de algunas revistas cubanas; pero es el caso que se nota la subida de varios grados en el termómetro de nuestro intelecto arquitectónico.
Pruebas patentes de ello son las acertadas restauraciones del Palacio que hoy ocupa el Senado, la del Templete, la del Ayuntamiento y de la misma Plaza de Armas (próximas a empezar), la restauración de la Iglesia del Cristo y otras más, donde vulgares repellos cubrían piedras y molduras, y mármoles pintados simulaban bronces.
Algunos estudios y conferencias publicadas sobre esta tradición, la compra hecha por el Gobierno del Palacio Aldama para conservarlo en su primitivo estado, la presencia en el comercio de casas de antigüedades artísticas y el establecimiento en La Habana de conocidas firmas de decoradores, todas estas causas me ayudan a corroborar las anteriores manifestaciones.
Los primitivos arquitectos que trabajaron en Cuba no dejaron en sus edificios la brillantez decorativa que se obtuvo en Méjico y Perú, pues los Segundones que allí construyeron sus palacios y sobre todo, dejaron su cultura, era gente bien distinta de nuestros pobladores.
También en aquellos países existían restos florecientes de arte azteca e incaico que latentes en el indígena se ponían de manifiesto al colaborar con el español.
Nosotros no tuvimos nada de esto, por ser país de oro, ni siquiera tuvimos escultores o tallistas ornamentales, y siglos atrás nuestros colegas tenían que contentarse en sus composiciones con elementos clásicos y simples molduras geométricas talladas a lo más en entrante, a fin de que el exceso de luz les diese relieve.
Pero esta misma simplicidad decorativa aumentada con una racional proporción entre huecos y macizos, esa falta de pretensión arquitectónica, es lo que les dá valor, actualidad y un marcado sabor moderno.
Después la supresión de cuerpos avanzados, la sencillez de sus remates superiores, la concentración de la riqueza ornamental en la puerta de honor, la solución de los problemas constructivos por sus más lógicas traducciones, todas estas características y otras más, a priori y a mi juicio, dan cierta superioridad al barroco de Cuba sobre el plateresco y hasta el procedente de las misiones.
¿Crearon ellos en Cuba, por las condicionales que influyeron, un estilo diferente de los que imperaban en España y en el resto de las Américas? Estas son premisas que necesitan estudios e investigaciones especiales. Apuntémoslas solamente.
Después con la prisa de vivir en auto y en ingles, con los avances de la vida moderna se volvió la espalda al ayer, ganando en higiene y color al descongestionar los barrios residenciales y rodearlos de jardines.
Y como cada época presenta su cara distinta a la anterior, de acuerdo con sus ideas y costumbres, y nuestra Habana, ya vestida de gran Capital, se cosmopoliza, sigamos el movimiento.
Ligeramente descrito el “momento” pasemos rápido balance. Sentaremos que la arquitectura privada ha avanzado más que la pública. Cuatro notables residencias recién terminadas comprueban este aserto. Son ellas:
- la señorial mansión de la Condesa de Buena Vista, a la entrada del Reparto Miramar, hecha por los Arquitectos Morales y Compañía.
- El palacete de la Sra. Catalina Lasa de Baró, en el Vedado, debido a los arquitectos Govantes y Cabarrocas.
- El Palacio residencial de la Sra. Seigle de Gómez Mena, en el Vedado, proyectada por los colegas franceses Viard y Destugue y dirigida por el Arquitecto Adrián Maciá.
- Y un pequeño ensayo en la residencia de la Sra. Muñiz de Argüelles, por el Arquitecto J. A. Mendigutía, en el Reparto Miramar.
Anotemos algunas de sus características.
Leonardo Morales, nuestro Bachelor de Columbia University, bien conocido por su numerosa y selecta labor, vuelve por sus laureles en la mansión de la Condesa de Buena Vista, al inspirarse francamente en el antiguo Palacio barroco que hoy ocupa El Senado y logra una de sus mejores obras con un simpático sabor local.
Govantes y Cabarrocas, nuestros clásicos, los autores del Hospital Municipal y del Monumento al Maine, en el palacete del Sr. Juan Pedro Baró, a través de una inspiración romana de renacimiento puro por la sencillez de sus ángulos y la discreción en el ornamento, acusan una vez más su personalidad.
Estas dos obras llenan el año y pueden abrir un período en nuestra arquitectura privada.
Menos acertados los colegas franceses Viard y Destugue en el Palacio residencial del señor Gómez Mena, con una inspiración versallezca muy Gran Trianón[2], no obtienen brillantez en el plano. Se agotan en la escalera monumental. Más propia ésta de un museo, parece indicar la existencia en el piso alto de salones de fiesta, galerías de pinturas, y esculturas, biblioteca, etc. (a lo mejor, ésto, puede resultar una cualidad pues desconozco los ulteriores designios de sus propietarios). Los detalles finamente estudiados en su género y estilo pueden servir de modelos.
Y un laudable ensayo en arte moderno, art nouveau francés de la Exposición de 1925, ha ejecutado el arquitecto J. A. Mendigutía en la residencia de la Sra. Muñiz de Argüelles. El plano algo complicado y algunos huecos exteriores del primer piso restan armonía al conjunto. La puerta principal es un acierto.
Reconozcamos que no siempre se obedecen en las obras los dictados del arquitecto.
Otra casa señorial construyen en la loma de la Universidad los Arquitectos Govantes y Cabarrocas para nuestro Embajador en Washington. Me dicen que el Doctor Ferrara piensa un día legarla a la Biblioteca de la Escuela de Derecho, de la cual es Profesor. Felicitémosle por su noble idea.
Del más puro renacimiento italiano por la sobriedad de sus líneas y la agradable logia superior me parece un logro más.
En la arquitectura de espectáculo, el Cine-teatro Encanto, vino a dotar a nuestra Sociedad de una Sala cuya falta se sentía. Sin fijarnos en los detalles del patio español que representa el interior, por sus grandes líneas, por la simplicidad y comodidad del plano, por su acústica, visualidad y solución del problema estival, merece plácemes el Arquitecto Enrique Gil.
Otro coliseo, el Auditorium de Pro Arte Musical, recién inaugurado viene a dar fondo con el equilibrio de sus fachadas a uno de nuestros mejores parques del Vedado.
Lo acreditan las firmas de Albarrán y Bibal, que tienen en su haber numerosas obras construidas en La Habana. El proyecto es de los señores Moenk y Quintana, conocidos arquitectos de esta plaza.
Y analicemos, para terminar, los edificios pomposamente llamados rascacielos. Entre los últimos construidos merece citarse el Hotel de diez pisos que para la Sucesión de E. H. Gato han levantado los Arquitectos Eduardo Tella e hijos en la esquina de Calzada y G. Su volumen simple y coloreado, la buena proporción de sus huecos, basamento y coronación, lo distinguen entre los de su clase.
Otro acierto de Morales ha sido el edificio de la Compañía de Teléfonos, que en la noche perfila su silueta iluminada de caramelo capitalino. No simpatizo con el estilo que aquí llaman renacimiento español. Bastardo en proporciones y recargado de escultura ornamental, ésta última es generalmente mala; pero la torre de Morales, por la fineza de sus proporciones supera en mucho a todas las torres del Palacio Asturiano, hecho por el Arquitecto español señor Manuel Busto que en su composición ha estado desafortunado.
Y un tercer “rasca-cielo”, también en el Vedado, del arquitecto Pérez Benitoa, de inspiración francesa, merece citarse por sus colores y algunos detalles acertados. En los remates superiores hay un poco de complicación.
Y por haberme extendido más de la cuenta me veo precisado a dejar para otro estudio las grandes Obras[3] que cambiaron la faz de nuestra Habana Pública y que casi todas fueron construidas e inauguradas por antítesis en el “pródigo año” del novecientos veinte y ocho.
J. M. Bens Arrarte
Bibliografía y notas.
[1] El Pequeño Trianón (en francés, Petit Trianon) es un dominio del jardín del Palacio de Versalles, en los Yvelines, en Francia, formado por un pequeño palacio rodeado de jardines de estilos variados. Véase Wikipedia.
[3] Escalinata y edificios de la Universidad, Plaza del Maine y de la Fraternidad, Avenida de las Misiones, Prado y Supresión de Tranvías en la calle Marina, etc., etc.
- Bens Arrarte, J. M. (1929, enero). La Arquitectura en la Habana del 1928. Revista Social, pp. 24, 78, 79.
- Personalidades y negocios de la Habana.
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