La camisería Habana Club de Antonio Ceballos en la calle de Obispo 77. Lo primero que se hace en obsequio del viajero que llega á á cualquier población, es enseñarle todo lo más notable que esta encierra, en cuanto á artes, industria ó comercio se refiere.
Al viajero que llega á Cuba, no le podemos llevar á visitar alcázares moriscos, ni colegiatas góticas, ni torres medioevales; pero en cambio le presentamos los grandes centrales, las grandiosas fábricas de tabacos y nuestras calles comerciales animadas por un movimiento de mercancías no superado, ni aún igualado, por el de ninguna otra población de su importancia.
Entre estas vías, la de Obispo es la más animada, es nuestro Boulevard, nuestro Broadway, nuestro Prater y nuestro Unter der linden; y en ella, entre los mil establecimientos de lujo que atraen la atención del transeúnte, hay uno que ocupa el primer rango entre los de su clase en la ciudad:
La elegante camisería Habana Club, la simpática tienda que abre sus puertas en el número 77 y cuya historia es tan breve como brillante.
Abierta al público en Abril de 1891 en O’Reilly 67 por su propietario Antonio Ceballos, se vió desde los primeros días favorecida por la más distinguida clientela que vió satisfecha por aquella casa una necesidad que imperiosamente se dejaba sentir.
Traslada después, hace apenas siete meses, al local que hoy ocupa bajo la inteligente dirección de Armando Ceballos, hijo del fundador, siguió y sigue monopolizando la preferencia de la marchantería de gusto refinado, de la que en sus tournées se ha acostumbrado á los chefs-d’ouvre, que brindan las grandes casas Real Suman y Mulem Kamp Co., de Londres, y los de Charvet, Dusser Frimblart, de París.
Ese público de élite recuerda que Antonio Ceballos fué el primero que dió á conocer entre nosotros las irreprochables creaciones de Slater, Harris, Welch, Allén y Morle, y los soberanos de la moda inglesa y de los Herdier, Boileau, Savouré, Wloer, Hayen, Marsere y Simonot Godard, proveedores de los pschut, u’lan y chante claire parisienses, y sabe que el actual manager de la casa Armando, sigue las gloriosas tradiciones de su padre y por eso no la abandona ni piensa hacerlo en muchos años.
Existe además otra razón, la de que el hecho de surtirse en casa de Ceballos, da patente de elegancia, porque sabido es por cuantos rinden culto á la moda, que todo lo que de ese establecimiento sale, tiene sobre su calidad inmejorable, ese cachet de buen gusto supremo que no está al alcance de todos los comerciantes.
Por eso todos los que forman ese mundo distinguido, ó smart set, que diría el elegante cronista Rafael, se encuentran siempre en el Habana Club.
Y como en estos casos lo mejor es seguir la conocida máxima de Santo Tomás: Ver y creer, recomendamos á nuestros lectores que hagan una visita al Habana Club, en la que encontrarán aparte de su elegante decorado, un trato exquisito de parte de los amables empleados y un surtido insuperable en cuanto á forma y calidad, de todo aquello que necesita el escaparate de un hombre de mundo.
Calcetines de los mejores tejidos y los más caprichosos dibujos, calzoncillos, camisetas de seda, crepé, olán y franela, camisas, cuellos y puños de irreprochable corte y confección, corbatas que obedecen las últimas fantasías de la moda, alfileres y botonaduras de gran valor y gusto artístico, trajes completos para el ejercicio de todos los deportes, batas, batines, plaids, mantas de viajes y juegos de correas, cinturones, bastones, paraguas de las mejores fábricas de Londres, Paris, Viena y los Estados Unidos y en una palabra, todas las novedades que el más exigente bachellor de la alta sociedad pueda desear.
De interés: Personalidades y negocios de la Habana
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