La Expedición del Hawkins. Extracto del libro de memorias en preparación del Coronel Nicolás de Cárdenas y otros relatos de varias fuentes . Al mando del Mayor General Calixto García Iñiguez zarpó desde Nueva York el vapor “J. W . Hawkins” llevando un contingente y armas para la guerra de independencia en Cuba. El barco naufragó el 27 de enero de 1896.
Parte I1
El capitán Boni Bueno y yo, quedamos citados una tarde á las seis en su casa. Era el día 25 de enero de 1896. Los expedicionarios tenían la orden de estar listos.
A la hora fijada nos encontramos, y los dos, vestidos de expedicionarios, camisa de franela, traje común de casimir, para no llamar la atención, una bolsa de cuero colgada al costado, conteniendo la escasa ropa que se podía llevar, una capa de agua y sin armamento alguno, fuimos á comer al restaurante “Delmonico”, el más rico, el más elegante de la ciudad y situado entonces en la calle 26 y Quinta Avenida.
Queríamos la última noche y antes de la partida, regalarnos con un buen banquete. Después de comer muy bien y de beber bastante champagne, pagamos y gratificamos al waiter espléndidamente y tomamos un elevado de la Tercera Avenida.
En el carro nos encontramos con varios expedicionarios, que como nosotros se dirigían al lugar de la cita. Varias veces cambiamos de tren, según las instrucciones que habíamos recibido para despistar á los espías que estuvieran vigilándonos, y cerca de las nueve de la noche bajamos por fin en la calle ciento veinte y cuatro. Allí nos hallamos con uno de los nuestros que nos condujo por diversas calles hasta encontrar en una esquina al Dr. Eusebio Hernández.
Con él seguimos al lugar de la cita, que por cierto no hizo muy triste impresión. Parecía aquello un cementerio; multitud de bultos blancos se destacaban en el fondo oscuro del terreno, se sentía un frío intenso y una humedad que helaba los huesos. Estábamos en un depósito de mármoles. Ya nos esperaban varios compañeros con los que continuamos caminando por encima de las piedras pulidas que al principio nos llamaron la atención.
Poco tardaron en reunirse los hombres que componían el núcleo expedicionario, y entre ellos apareció la figura erguida y venerable del general Calixto García.
Nada más impresionable para mí hasta entonces que el cuadro, en sitio apartado y desconocido, que ofrecía el contingente aquel de conspiradores silenciosos y circunspectos, envueltos en impermeables que lucían negros capotes, por la obscuridad de la noche, cubiertas las cabezas con anchos sombreros de castor y rodeados de aquellos picachos de mármol blanco que antes se nos semejaron sepulcros…!
No tuve mucho tiempo de que disponer para que mi espíritu volara en alas de la fantasía. A las 12 en punto vino á buscarnos un remolcador y nos embarcamos.
Allí, junto á la orilla del Hudson, estaba de de posta un corpulento policía americano; había observado nuestros movimientos y escuchado nuestras voces para él incomprensibles, pero advirtió enseguida que éramos patriotas cubanos y nos despidió, uno á uno, á medida que desfilamos, y con visible emoción nos decía: “¡Good luck, boys, good luck…!”
N. de la R. — En nuestro próximo número seguiremos publicando la continuación de estas interesantes memorias, cuyas páginas constituyen brillantes episodios de nuestra guerra de Independencia.
La expedición perdida. Detalles del Hawkins.2
En los diarios americanos llegados ayer, miércoles, encontramos los siguientes pormenores relativos á dicho buque. Nada se sabía anoche, el 29, en Sands Hook del vapor de pesca J. W. Hawkins, el que se dice que fué comprado en Baltimore, la semana pasada por un vecino de Nueva York.
El barco en cuestión debía á vecinos de Baltimore, una suma alzada. Los sueldos atrasados de sus tripulantes y otros gastos se pagaron, se arregló la cuestión de dos anónimos amenazadores, y, entonces, el Hawkins salió para Norfolk, para aprovisionarse de carbón; desde allí se supone que salió para Nueva York.
El Hawkins es del mismo tipo del “James Woodall”, de Baltimore, que se dice desembarcó en las costas de Cuba una expedición de cien hombres, municiones y armas embarcados en la Florida, en el verano pasado. El “J. W. Hawkins” mide 130 pies de eslora; 20 pies de manga y 9 pies 9 pulgadas de puntal. Su capacidad bruta es de 130 toneladas.
El cónsul español en esta ciudad, se asegura que ha estado rigurosamente vigilando ese vapor. Ha pasado tiempo suficiente para que hubiera podido llegar á algún puerto, y se sospecha que se dirige al sur de la Florida para conducir una expedición á Cuba.
La pérdida de una expedición. Más detalles.3
Este suceso ha impresionado tanto á los miembros del partido revolucionario, que su Presidente ó Delegado, D. Tomás Estrada Palma, manifestó en casa de D. Calixto Garcia, la noche del naufragio, que estaba dispuesto á renunciar su puesto.
En esa expedición venían 120 jóvenes cubanos y cien mil pesos empleados en armas, municiones y explosivos.
Setenta de los expedicionarios, incluyendo á Calixto García y á su hijo Carlos, desembarcaron en Nueva York, el día 28 del pasado, en el remolcador “F. B. Dalzell”, que los recogió de la goleta “Leander V. Beebe”.
Veinticinco filibusteros más fueron recogidos por la goleta “Alicia B. Crosby , los que desembarcaron en Vineyard Haven.
Se oculta lo posible el nombre de muchos de los expedicionarios, para evitar las complicaciones á que, como filibusteros, se verían expuestos por procedimientos contra ellos, por el gobierno americano.
Entre los que con seguridad perecieron, se cuentan: M. Chaleb, un francés químico; Enrique Alberiche, de la Habana; Victor Gómez, también de la Habana, y dos mulatos, cuyos nombres se ignoran.
Enrique Collazo y Vázquez fueron llamados para embarcar en el Hawkins, pero cuando llegaron á Nueva York ya había salido dicho buque.
La carga perdida en el naufragio consistía en: 2 cañones pequeños Hotchkiss, de tiro rápido, 1,200 rifles, 4.000,000 de cartuchos, 3,000 libras de dinamita, y otros efectos de guerra.
En esa expedición venia también don Bernardo Soto. Se supone que dos mulatos, que habían de figurar en la expedición, trataban de denunciar el plan.
El domingo, por la mañana, un día después de haber salido de la bahía de Nueva York, cuando el “Hawkins” doblaba Montank Point, se averiguó que las costuras del barco se rompían que el agua entraba en grandes cantidades y que las bombas no eran suficientes para achicarla, siendo necesario que todos trabajaran con cubos.
El mar se enfurecía. El agua inundaba el departamento de la maquinaria, y Calixto Garcia preguntó al capitán del vapor, Mr. Hall, si era posible salvar el barco y su carga, tan valiosa para él, á lo cual le contestó negativamente. Los fuegos fueron apagados por el agua, y empezó á navegarse á la vela.
A las tres de la madrugada, el lunes, se empezó á arrojar la carga al mar, incluyendo los dos bonitos cañones.
Se hicieron, señales pidiendo auxilios, cuando en Lat. 39.38 y Lon. 79.33 se prepararon los botes; había seis, todos, menos uno, en buenas condiciones. A las 8 se avistaron tres goletas, se echaron los botes y, á las 9 todos habíamos abandonado el Hawkins.
Calixto García salvó dos maletas con dinero y papeles de importancia. Veinte minutos después de abandonado el vapor, se hundió totalmente.
Los insurrectos compraron el vapor en $12.500, después de ser examinado por dos inspectores que lo declararon en buenas condiciones para navegar. El buque fué construido en 1880. Estos detalles los tomamos de un periódico americano del dia 29 del mes pasado.
El capitán William M. Howes de la goleta “Leander V. Beebe” y el rescate del “Hawkins”.
Con la llegada a Boston de la goleta “Leander V. Beebe” el capitán William M. Howes ofreció a regañadientes algunas declaraciones a la prensa sobre el hundimiento y salvamento del vapor Hawkins:
Simultáneamente con el descubrimiento del barco en apuros, percibí que los barcos estaban siendo arrojados por el costado del vapor y una gran multitud de hombres pululaba en ellos. Cuidadosamente nos posicionamos a sotavento de tres de los botes y prontamente estuvieron a nuestro lado sin mucha dificultad, ya que estaban en el lado de barlovento del barco.
Setenta hombres, se pusieron a salvo abordando la goleta. Los otros dos barcos estaban a cierta distancia de nosotros, y sus ocupantes fueron rescatados por otras dos goletas. Cuando los hombres estuvieron sanos y salvos a bordo puse nuevamente en marcha el barco con la intención de regresar a Delaware Breakwater para desembarcar a los hombres.
Alrededor de las 11 de la mañana vi al vapor, del que supe por los hombres era el J. W. Hawkins, hundirse primero por la popa, después de permanecer casi perpendicular con la proa fuera del agua durante casi diez minutos. No conozco los nombres de ninguno de los hombres o su posición o título y no les pregunté. Lo que hice fue hecho por el bien de la humanidad.
Los hombres del vapor no salvaron nada más que lo que llevaban puesto siendo además su ropa muy escasa. A algunos de ellos proporcioné sombreros, ropa interior y abrigos, los alimenté a todos e instalé lo más cómodamente posible.
La Historia de uno de los sobrevivientes4
José C. Hernández habla de los problemas y rescates en el mar.
El hombre que fue desembarcado en el muelle por el remolcador Dalzell es José C. Hernández, un cubano. Fue artillero en la expedición filibustera.
Dice que además de los dos García también estaba a bordo el general Rosa. El Hawkins, según Hernández, se escabulló silenciosamente en la oscuridad de la noche, se abrió camino hacia “Sound” y llegó a mar abierto sin que nadie cuestionara sus movimientos. Luego llegaron los problemas.
La pequeña embarcación no estaba preparada para largos viajes oceánicos y, para mantener su suministro de combustible, se habían llenado todos los espacios disponibles con carbón guardado en sacos.
El mar se embraveció y el barco sobrecargado comenzó a dar fuertes bandazos entre las olas. Las olas barrieron su largo francobordo e invadieron las salas de calderas y de máquinas.
Antes de la partida
Un punto ideal para partir. Aguas profundas y un barrio solitario y poco frecuentado. El lugar que la expedición filibustera cubana eligió como punto de partida era solitario y, en otros aspectos, muy adecuado al propósito.
A unos cientos de metros al norte del muelle de la calle Ciento Treinta y ocho y el East River, se adentra en el
agua un tosco muelle. Se encuentra al pie de Locust Avenue. Fue allí donde el J. W. Hawkins permaneció anclado mientras el proceso de carga se llevaba a cabo.
El agua es profunda en este lugar. Los grandes vapores del Sound pueden pasar cerca de la costa con seguridad. Las casas en el barrio son escasas y espaciadas. La tierra que se extiende desde la costa a una distancia considerable está ocupada por más o menos desiertos almacenes de piedra y mármol.
La tarde del viernes5 fue inusual en este barrio normalmente tranquilo. Un periodista de The New-York Times habló ayer con varias personas que notaron figuras apresuradas, encapuchadas y sigilosas, moviéndose en números considerables sobre el muelle. Los tranvías que cruzan la ciudad y que recorren la calle Ciento Treinta y ocho Este y terminan en el río suelen estar vacíos después de las 10 de la noche.
El viernes por la noche alrededor de las 11, dijo ayer el conductor de uno de los vagones, llevamos muchos pasajeros. Eran un grupo extraño. Supongo que eran cubanos, todos ellos morenos y de ojos negros.
Se subieron a los vagones en cada esquina desde que dejamos la Tercera Avenida. A veces había media docena a la vez. Cada hombre pagó su propio pasaje y ninguno de ellos hablaba una palabra. Llevaban sombreros holgados y capas, y algunos eran tipos bastante duros. El conductor se estremeció al decirlo.
Hubo más misterio esa noche, continuó, del que jamás había visto antes. Cuando el coche llegó a la esquina de Locust Avenue, cerca del río, uno de los hombres, —un tipo corpulento y además bien vestido— se levantó y levantó el dedo índice como para advertirles; ¿Ven? ¡Hist! dijo, y todos se bajaron del coche, rápidos como zorros, y desaparecieron en la oscuridad por Locust Avenue.
Durante la maniobra de arriar los botes se quebraron los cabos de uno de ellos pereciendo varios expedicionarios. Fueron ellos Augusto Benech, Francisco Gaitán, Víctor Gómez, Emilio Jaláis y Mariano Alberich. Descansen en paz.
Bibliografía y notas
- Cabrera, Ramiro. “La Expedición del Hawkins”. Revista Cuba y América. Año XV, núm. 3, 1 de enero 1912. ↩︎
- “La expedición perdida. Detalles del Hawkins”. Diario La Lucha. Año XII, núm. 26, 30 de enero 1896, p. 2. ↩︎
- “La pérdida de una expedición. Más detalles”. Diario La Lucha. Año XII, núm. 28, 1 de febrero 1896, p. 2. ↩︎
- The New York Times. Vol. XLV, Núm. 13,866, 29 de enero 1896, p. 3. ↩︎
- El viernes corresponde al 24 de enero 1896. Otras fuentes mencionan que el embarque comenzó en la noche del sábado 25 de enero 1896. Véase el Naufragio del Hawkins por Angeles Caiñas Ponzóa, p. 15.. ↩︎
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