
Era Matías Ruiz y Compañía una casa que únicamente inspiraba sentimientos de sorpresa, de admiración y de gratitud por el bien en general que reportaba. Se encontraba el negocio establecido en Caibarién.
Efectivamente: causaba sorpresa ver que en un espacio de tiempo sumamente breve pudiera darse a una industria complicada y costosa el gran impulso que se dió a dicha casa. Fundóse esta en Septiembre del año 1917.
De dicha fecha data la constitución de la firma social que giraba en plaza con el nombre de “Ruiz y Co.” S. en C., de la que eran gerentes los señores Matías Ruiz Pardo y Urrutia.

Finalizando el año 1918 cualquiera creería que la casa estaba en sus comienzos y, que cual acontece con otras espera los acontecimientos, es decir, espera ver el camino que toman sus negocios para ampliarlos si así lo exigen o para restringirlos en evitación de resultados negativos, vemos con sorpresa que la fundición, pailería y maquinaria en general, que tal era el giro a que se dedicaba, estaba en estado floreciente y en desarrollo franco y constituía un importante foco industrial lleno de actividad y de vida.
Por eso hablamos de sorpresa al empezar esta ligera información. Y hablamos de admiración porque lo dicho sorprende tanto como admira por más que, tratándose de hombres jóvenes, curtidos en las nobles luchas del trabajo y dotados de las mejores condiciones de conocimientos y actividades como eran los gerentes de la casa “Ruiz y Co.,” la admiración viene a ser un sentimiento natural porque natural es que de cerebros privilegiados se derive una obra admirable.
Y también hemos hablado de gratitud, y a fe que debemos insistir en ello porque ¿acaso el funcionamiento de una casa de la importancia de la que nos ocupa no significa algo más que progreso? ¿No significa que al calor de las fraguas, alrededor de las prensas hidráulicas y de los grandes tornos que rendían titánica labor se sostenían honrados hogares de tantos y tantos obreros reunidos en aquel caluroso y rojizo templo del trabajo rudo?

No menos de ciento cincuenta operarios libraban allí la subsistencia. Y éste es un dato, fiel exponente, del bien que de la casa recibía una buena parte de la población obrera de Caibarién.
Los señores Ruiz y Co. se surtían en los Estados Unidos de cuanto necesitaban para la marcha de su industria, y vendían en toda la Isla siendo su nombre conocidísimo, tanto como acreditada era su producción, solicitada en todas partes con preferencia a otras similares.
La sociedad se constituyó con un Capital de $800.000 y las ventas ascendían a cifras realmente grandes lo cual no debe extrañar pues a la actividad que se desarrollaba en la producción, para que ésta fuese mucha y cada vez más intensa, uníase el esmero en la misma a fin de que resultase inmejorable. Así se llega al pináculo del éxito, y así llegó la casa Ruiz y Co.
Ésta ocupaba una extensión de dos manzanas y por sus terrenos cruzaban chuchos del ferrocarril de vía ancha y de vía estrecha lo cual facilitaba las operaciones de carga y descarga de piezas que por sus dimensiones y por su gran peso muchas de ellas eran difíciles de manejar.
En los talleres, de los que las fotografías que publicamos dan exacta idea, había instalada magnífica maquinaria de la más moderna y perfeccionada.
Entre ella se destacaban; dos tornos grandes para mazas, otros dos, grandes, para guijos; seis tornos de diferentes tamaños para distintos trabajos; dos cepillos modernos de diez y siete pies de curso; una prensa hidráulica de 2.000 toneladas para poner y quitar guijos a mazas; dos potentes grúas de veinte toneladas; un torno horizontal para tornear hasta setenta pies de diámetro; dos pesadoras para hacer toda clase de engranajes, etc., etc.

En la fundición habían tres altos hornos para fundir treinta toneladas por hora, un horno para fundir bronce, sistema “Tche”, con petróleo como combustible, capaz de fundir mil libras por hora.
Dígase si, después de los datos que hemos anotado, exagerábamos al decir que la casa Ruiz y Co. sorprende, admira y merece gratitud. La Fundición de Matías Ruiz podía acometer los más arduos trabajos, y los acometía, en efecto: la provincia no tenía otros talleres que trabajasen tanto ni que produjeran lo que el de Caibarién producía.
Bibliografía y notas
- “En la Villa Blanca: para la edición Caibarién”. El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. (Mayo y junio, 1918).
- Provincia de Las Villas.
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