![Flor en memoria de María Rita Guzmán Acosta y el postrero adiós](https://cubamemorias.com/wp-content/uploads/2021/01/maria_rita_guzman.jpg)
Fuerza es rendir á Dios el tributo de la vida que nos concede.
Al nacer, ley es morir. Tales son los designios del Omnipotente, decretos que la humanidad cristiana acata con profundo respeto.
“La vida es sueño” dijo el más fecundo de nuestros bardos, el inmortal Calderón…
¿Por qué, justo Dios, si eres suma bondad, omnipotencia suma; si nada se mueve ni agita sin tu voluntad excelsa, nos adormeces en el sueño de la vida, en ese dulce sueño de halagüeñas esperanzas, de doradas ilusiones, para despertarnos en la terrible agonía de la muerte?
¡Si nos permitieras, al menos, fenecer en la decrepitud, en el ocaso de una dilatada existencia, al rigor del enorme peso de los años!
Solo tú, Divino Creador, posees el insondable arcano de concedernos hoy la preciosa existencia de que nos privas mañana.
En vano la ciencia teológica se esforzaría en explicarnos ese profundo misterio. No alcanza el ingenio del hombre a penetrar los altos secretos de tu divina potestad. Ante tus infalibles juicios, inclinemos la cabeza y esperemos sumisos el justo fallo de tu misericordiosa voluntad…
Análogas ideas asaltaron á mi imaginación al saber la nueva fatal del fallecimiento de la preciosa niña María Rita Guzmán, ocurrido á la una de la tarde del domingo 19 de octubre de 1884.
Con la velocidad del pensamiento circuló la noticia en todos los ámbitos de la ciudad.
Apenas había transcurrido una hora y la morada de los padres de la malograda joven era reducido espacio á contener la muchedumbre de personas amigas que, sabedoras del desgraciado suceso, acudían á ofrecer entre raudales de llanto, consoladoras frases á la desventurada familia, cuyos corazones se hallaban mortalmente heridos por el más cruel de los dolores.
Todas las numerosas íntimas amigas y compañeras acudieron al pié del lecho mortuorio á depositar en él lagrimas, coronas, flores, suspiros y recuerdos, como postrer homenaje á la cándida virgen que poco antes había compartido con ellas, su puro afecto, sus placeres, su afabilidad y sus caricias.
Doquiera, y en todos los. círculos de la sociedad, se oían las tristes palabras: ¡María Rita ha muerto! ¡Pobre niña! Tan joven, tan hermosa, tan ilustrada, tan virtuosa!
¡Pobres padres! exclamaban otros, comprendiendo el dolor de la incurable herida que acababa de lacerar sus corazones.
La horrible realidad era un hecho, y sin embargo me parecía dudoso ver exánime á la púdica y candorosa azucena, adornada con la virginal mortaja, dormida en el féretro en que en breve había de ser conducida al solitario asilo de los muertos; y más dudoso aún cuando dos días antes de su prematura muerte esperimenté la grata satisfacción de verla y saludarla a las rejas de su morada.
La vi, sí, llena de esplendor y vida; lozana, fragante, hermosa, contestó á mi adiós con una afable sonrisa perennemente en sus labios…
¡Quién me diría en aquel instante que mi pluma había de trazar hoy estas líneas!
Ayer, fragante y hermosa.
Me saludó sonriendo;
Y hoy, su cadáver reposa
Bajo funeraria losa
Do están los muertos durmiendo.
Alto testimonio del sentimiento profundo que causó en el ánimo de cuantos conocieron á Rita María, su muerte, fué el solemne acto de la inhumación de sus despojos.
Desde las tres de la tarde del lunes 20, se veían afluir de todas partes multitud de coronas,de flores, de carruajes y de jóvenes amigas, en dirección á la casa mortuoria, Contreras 118.
A las cuatro y media salió el féretro de la casa tomándolo en hombros el Sr. Guzmán y tres respetables caballeros, amigos y parientes de la finada, cuyo afligido padre quiso rendirle su última y cariñosa prueba, siendo partícipe en la conducción de sus restos; así fué llevada por varios jóvenes hasta llegar frente al Liceo…
…donde la esperaba la sección lírica (de la que era miembro) del mismo para tributarle, como postrer dádiva á sus méritos artísticos, una preciosa corona juntamente con otra no menos valiosa que la ofrecía la Sociedad El Liceo, entregadas á los tristes acordes de una marcha fúnebre ejecutada por los jóvenes aficionados de la orquesta de dicho Instituto y dirigida por su profesor el Sr. Torroella.
Después de este imponente acto fué colocado el cadáver en el coche del Sr. D. Juan Manuel Acosta lujosamente adornado ad-hoc, continuando el numerosísimo cortejo su curso por las calles de Contreras, Ayuntamiento, Gelabert, hasta la calzada que conduce al cementerio San Carlos.
El cortejo fúnebre siguió al féretro á pié y sombrero en mano, desde la casa mortuoria hasta el Liceo; aquí ocupó cada cual su carruaje hasta el cementerio.
Las casas que en el curso del entierro sirven de residencia á las personas amigas de la malograda Rita María estaban herméticamente cerradas en demostración de sentido pésame.
El número de coronas que cubrían el ataúd era tal, que difícilmente podré reseñarlas aquí con exactitud.
Pude leer algunas dedicatorias y entre ellas los nombres de su inseparable amiga María T. Maza, su querida prima Julia Acosta, su querida amiga Virginia Espada, Liceo Artístico Literario, Sección Lírica del Liceo, y otras muchas que no me fué posible leer por la excesiva profusión de cintas y flores, que, como antes digo, cubrían el féretro.
Dos sirvientes de la casa del Sr. Guzmán acompañaban los costados del carruaje fúnebre llevando en la mano dos grandes ramilletes de flores naturales.
Ya en el Campo Santo, el capellán y acólitos de aquel asilo entonaron un responso en sufragio del alma de María Rita, depositando después sus restos en el panteón-bóveda, propiedad de su señor padre, decorándolo con las flores que cubrían al ataúd.
Consumado el acto del sepelio, el Sr. Guzmán, deseoso de demostrar su gratitud á los numerosos amigos por la señalada muestra de aprecio, allí manifiesta, quiso despedir el duelo, pero no le fué posible; las fuerzas le abandonaron, el sentimiento embargó su voz hasta el punto de no poder articular una sola frase; tal era el dolor que torturaba su alma.
Lo hizo, á su nombre, el Lcdo. D. Filomeno Rodríguez en cortos, pero altamente sentimentales períodos, dejando comprender que en aquel instante hablaba el corazón lacerado por el pesar y la amargura.
Al abandonar aquel lóbrego recinto, vino á mi memoria una de las mas tristes producciones del inmortal Bécquer. Siento no tener á mano sus rimas ni recordarla íntegra, pero diré algo que se asemeje á algunas de sus estrofas.
Hacia el Campo-Santo
Lucido cortejo
Cabizbajo y triste
Conduce su féretro.
Allí, entre dos sauces,
En un mausoleo,
En lóbrego nicho
Sepultan su cuerpo.
Con marmórea lapida
Ocultan sus restos;
Después... abandonan
El asilo tétrico,
Y van, taciturnos,
Entre sí diciendo...
“¡Dios mío! ¡qué solos
Se quedan los muertos!”
En aquella imponente soledad quedó eternamente sepultada la cándida flor en broche á quien apenas el destino le permitiera disfrutar las quince primaveras de su risueña vida; pero no quedaba sola, como dice Bécquer; le acompañaban los recuerdos, los suspiros, las lágrimas, las flores, el cariño y la eterna memoria de sus innumerables amigos en cuyos corazones vivirá constantemente la esencia de aquella hermosa criatura á quien no pudieron librar de las garras de la implacable muerte los esfuerzos y sacrificios de la ciencia ni los prolijos cuidados de su cariñosa familia.
Las generales demostraciones hacia la que fué María Rita Guzmán Acosta, serán, indudablemente, un lenitivo al dolor que sufren sus desconsolados padres, de cuyo pesar participo en lo más íntimo de mi alma.
Descanse en paz en el coro de los ángeles la malograda flor matancera y ruegue á Dios por los desventurados de este valle de lágrimas.
Isaías Garrido y Acroi.
Octubre 22 de 1884.
Bibliografía y notas:
- Del Parnaso, Dos Hijos. Flores del Yucayo, Colección de Bocetos de las Más Bellas Flores del Jardín Matancero. Matanzas: Imprenta Aurora del Yumurí, 1884.
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