• Saltar a la navegación principal
  • Saltar al contenido principal
  • Saltar a la barra lateral principal
  • Saltar al pie de página
  • PORTADA
  • CONTACTO

Cuba Memorias

Historia de una Isla

  • Pinar del Río
    • Mariel
    • Pinar del Río
  • Habana
    • Aguacate
    • Batabanó
    • Guanabacoa
    • Güines
    • Jaruco
    • Madruga
    • Nueva Paz
    • San Nicolás
    • Santa Cruz del Norte
  • Matanzas
    • Alacranes – Alfonso XII
    • Agramonte – Cuevitas
    • Arcos de Canasí
    • Bolondrón
    • Cárdenas
    • Carlos Rojas – Cimarrones
    • Coliseo
    • Colón – Nueva Bermeja
    • Jagüey Grande
    • Jovellanos – Bemba
    • Juan Gualberto Gómez – Sabanilla
    • Limonar – Guamacaro
    • Los Arabos – Macagua
    • Manguito – Palmillas
    • Martí – Hato Nuevo
    • Máximo Gómez – Recreo
    • Pedro Betancourt
    • Perico – Cervantes
    • San José de los Ramos – Cunagua
    • San Miguel de los Baños
    • Santa Ana de Cidra
    • Unión de Reyes
    • Varadero
  • Las Villas
    • Caibarién
    • Cienfuegos
    • Cruces
    • Sagua la Grande
    • Sancti Spíritus
    • Santa Clara – Villa Clara
    • Trinidad
  • Camagüey
    • Nuevitas
  • Oriente
    • Baracoa
    • Campechuela
    • Holguín
    • Manzanillo

José Martí como orador eximio por Henriquez y Carvajal

13/10/2018 Por Almar Deja un comentario

Tribuna utilizada por José Martí en Cayo Hueso. Museo O. M. de Rojas, Cárdenas.
Tribuna utilizada por José Martí en Cayo Hueso. Museo O. M. de Rojas, Cárdenas.

José Martí como orador eximio. Juicio, sintético, acerca de la manera de hablar del Maestro i de la originalidad de su elocuencia.

La elocuencia de José Martí tuvo un doble rit­mo: el ritmo armonioso de la música i el ritmo inefable del espíritu. Hablaba, i su voz era como una flauta de cristal con un amplio registro de notas graves, medias i agudas. Era, a veces, como la cauda de una cascada, i a veces, como el salto de un torrente.

Caldeaba su palabra, gradualmente, al fuego de emociones diversas. Ya fosforecía en relámpagos; ya retum­baba en truenos; ya estallaba como un rayo. Algo —i en oca­siones mucho— hubo de originalidad en su elocuencia, cuan­do hablaba en la tribuna, lo mismo que en su estilo, cuando escribía. La originalidad es atributo del genio.

En mi conferencia -Martí en la Primada de América- im­provisada mejor que dictada en Santiago de Cuba, la noche del 17 de junio de 1919, discurriendo a ese respecto, emití estos conceptos:

¡Incomparable verbo el suyo! Martí era el orador por antonomasia. Cuba se gloría, justamente, de su alta i noble tribuna. Yo creo que es suya la preeminencia en la oratoria neo española. Ella posee pléyades de grandes ora­dores.

Tales: Zambrana i Cortina, Montoro i Figueroa, Gi­berga i Fernández de Castro, Xiques i Sanguily, Eusebio Hernández i García Kohly, Alfredo Zayas i Juan Gualberto Gómez, J. Manuel Carbonell i E. Loynaz del Castillo, Sán­chez de Fuentes i Sánchez de Bustamante… Pero ninguno se ha cernido desde la altura aquilina que señoreaba el verbo ecuánime del sembrador cubano. Ninguno como él, señores, porque Martí era el orador poeta i fué el apóstol del ideal na­cionalista.

Aquella noche —en pugna acaso con el meteoro pluvioso— se desbordó en tres vertientes de potísima elocuencia; i fué lluvia de rosas, la primera; lluvia de alas, la segunda; lluvia de estrellas, la tercera. Ahora, en esta cordial evocación, des­pués de cinco lustros de aquella noche inolvidable, la visión se ensancha i se reproduce acrecido el milagro del verbo he­cho hombre i hecho patria.

Ya nó la lluvia de rosas, de alas i de estrellas; sino algo así como la confluencia imaginaria del Orinoco, el Plata i el Amazonas; o como la imaginaria conjunción de las tres ingentes cataratas líricas del mundo americano: la del Niágara de Heredia, la del Iguazú de Gui­do-Spano, i la del Tequendama de Pombo!

Hai una nota con la cual robustezco mi opinión. Dice así: —Manuel Sanguily, orador, crítico i prócer, escribió en 1912 a ese respecto: “Oyéndole, comprendo que en la tribuna de­bía ser asombroso i excepcional; algo singular, sin parecido con ningún otro orador…”

Ahora agrego: “asombroso, excepcional, singular i sin parecido con ningún otro orador”, son términos que solo convienen a una elocuencia original en grado sumo.

¿Cuál era su aspecto i actitud en la tribuna?

Martí tenía una serenidad evangélica, mientras discurría en la conversación o en la oratoria, hasta el momento en que la emoción o la pasión lo exaltaba. Entonces vibraba su organismo físico a impulso de su verbo en llamas.

Pero mantúvose lejos de las acritudes trágicas o cómicas de proscenio o del estadio. Su presencia atraía con una rara atracción simpática, cuando conversaba, lo mismo que cuando oraba. Era sugestivo como pocos.

La sugestión, en él iniciabase con el ritmo de sus manos, con las modulaciones de voz, con el relampagueo de la luz de su mirada; i culminaba enseguida con el dominio señorial de su palabra de apóstol i maestro.

Su palabra era divina como la de los tres máximos oradores griegos.

Si preparaba sus discursos, parcial o totalmente, o si usted cree que los improvisaba.

He inducido i opino que Martí jamás escribió previamente sus discursos. Ello no obstaría, claro es, a la preparación mental de los tópicos cardinales en ocasión de sus grandes piezas oratorias. Era un fácil i abundante improvisador.

Bastaba oírlo en el diálogo, i aún más en el monólogo para conocer al punto que a su abundancia de corazón correspondía la abundancia de elocuencia de un óptimo tribuno. Tengo para mí que la mayoría de sus discursos fueron improvisados

Veces que habló en Santo Domingo í sobre qué motivos.

José Martí estuvo tres veces en la República Dominicana: en 1892, en 1893 i en 1895. En esas tres ocasiones estuvo en el Cibao. En la última permaneció casi dos ses en Montecristi. Pasó la mayor parte de ese tiempo en el fundo i hogar de Máximo Gómez —“La Reforma”” así denominado por el alto prócer i estratega insigne en recuerdo de otro fundo campestre que fué su hogar en Cuba.

Allí se hallaba, el 24 de febrero, cuando el grito de Baire inició la última etapa de la revolución de independencia. De allí salió “con una mano de valientes” el primero de abril, dejando escritos los dos documentos históricos que son como el epílogo de la serie de sus magnos discursos inductores: el “Manifiesto de Montecristi” i la “Carta-testamento”, ambos de la misma fecha: el 25 de marzo de 1895.

En la capital de la República, la ciudad de Santo Domingo solamente estuvo en la primera de sus visitas al pueblo dominicano. Aquí permaneció tres días: el 18, el 19 i el 20 de septiembre de 1892. Doi fe de cuanto dijo e hizo entonces porque estuve a su lado de contínuo.

En mi hogar, entonces feliz, lleno de alborozo con su presencia, pasaba la mayor parte del día. El hotel, en la noche, sólo lo retuvo en las horas del sueño. Fueron legión los que aquí gozaron de su conversación amena i sugestiva. Como orador disertó en tres ocasiones. Dos veces lo hizo en sendas reuniones celebradas el 19, para exponer el programa i la organización de los centros i las delegaciones, que formaban i formarían la red revolucionaria, para el servicio de la causa libertadora de Cuba.

Su exposición, precisa i clara, terminó en la segunda con una arenga, elocuentísima, en la cual puso toda el alma i vibró el alma de Cuba.

La tercera fué el 20 —de 9 a 12 de la noche— en el local de la “Sociedad de Amigos del País”, i allí improvisó el magnífico discurso, en tres secciones, con que logró unir, en un mismo ideal de solidaridad antillana i de redención absoluta, el alma cubana i el alma dominicana.

Ciudad de Santo Domingo. R. D., 1929

Citas y referencias:

  • Henriquez y Carvajal, F. (1929, dic.) Martí como orador eximio. Revista Social, p. 12
  • Méndez, I. (1929, junio). El Misticismo de Martí. Revista Social, pp. 11, 71, 80, 81.

Publicado en: Escritores y Poetas Etiquetado como: José Martí Pérez, Revista Social

Interacciones con los lectores

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Barra lateral principal

Buscar en el sitio:

Categorías

Donar

Recrear la historia y los hombres no es tarea fácil... si le gustó mi trabajo puede hacer una donación, grande o pequeña servirá para crear contenido! Gracias!

Censos de la Isla de Cuba desde la Colonia hasta el siglo XXI

Inspectores del Censo de Cuba en 1899. Agustín H. Agüero, Manuel Rasco, Sabás Meneses, Claudio Dumas, Juan Bautista Jiménez y Pedro Pequeño.

División política y administrativa de la Isla de Cuba

Mapa de la Isla de Cuba y tierras circunvecinas según las divisiones de los naturales. José María de la Torre y de la Torre, Habana 1841. B.N.F

Presidentes de la Isla de Cuba

Vista del Palacio de Gobierno de los Capitanes Generales y de los Presidentes de Cuba en la Habana.

Comentarios recientes

  • Juana Rosa Herrera Maros en Administración Municipal de Agramonte en 1942
  • Almar en Manguito antes Palmillas y sus barrios Amarillas y Calimete
  • Maytee Fernandez de Velasco en Manguito antes Palmillas y sus barrios Amarillas y Calimete

Footer

Recursos

Política de Privacidad.

Enlaces

Negocios Habana Negocios Las Villas Negocios Matanzas Negocios Oriente

Interesantes

Historias y Leyendas Escritores y Poetas

Seguir

Facebook Youtube

Copyright © 2025 · Cubamemorias.com