Acaso sea la muy acreditada casa de los Sres. Miró y Otero la más antigua de cuantas hoy ofrecen sus productos á la estimación del público habanero. Fundada en 1857 por los muy austeros y muy ejemplares comerciantes Sres. Elías Miró Soler y Juan T. Otero, ni un solo día ha cerrado sus puertas por deficiencias en la contratación, por la calidad de los efectos puestos á la venta, ni por sorpresas de falta de cumplimiento en sus obligaciones.
Siempre el comercio de la Habana (lo mismo desde el 57, fecha en que se abrió, hasta el 91 en que murieron los Sres. Miró y Otero y hasta el 99 en que han continuado al frente de la casa los Sres. Elías Miró Casas y Juan C. Otero) ha saludado con gran respeto y hablado con afectuosa admiración del importante Almacén abierto en Obrapía esquina á Cuba.
Y sabido es que el mundo está cada vez más dispuesto á reconocer menos las altas virtudes y las generosas acciones. Esta vez sí que no puede decirse que no hay peor cuña que la del mismo palo. Porque lo repetimos: no hay un comerciante que ponga un solo reparo al prestigioso establecimiento en donde hemos tenido el gusto de saludar y felicitar al Sr. Miró y Casas, sintiendo no haber podido estrechar con nuestra mano la del Sr. Otero, que se encuentra actualmente en Europa.
El Sr. Miró sigue en sus negocios la línea de conducta noble y digna que su llorado padre le trazara en 34 años de una laboriosidad sin ejemplo, y el resultado ha sido tan brillante como en la época en que la muerte arrebató la vida del socio fundador de la casa Miró y Otero.
El comercio de la Habana se enteró con profunda pena de la muerte del Sr. Miró y Soler, sorprendido por la siniestra emisaria en un viaje á Barcelona. Su cadáver reposa hoy en el cementerio de Colón, donde el amor filial trajo los restos adorados para que reposaran en la tierra donde la losa de mármol es más tibia y el sueño eterno más tranquilo. A la muerte del Sr. Miró siguió , cuatro meses después, la del Sr. Otero, cuya amistad fraternal no resistió el rudo golpe infligido por la suerte funesta al amigo y compañero.
La casa Miró y Otero, como hemos dicho al comienzo de este artículo, ha continuado con igual seguridad en el giro a que se dedica, la marcha tan bien sostenida. La misma inteligencia que antes, igual honradez en lo que se relaciona con las necesidades del público, que acude al almacén en la seguridad de que todo lo que en él se vende es de primer orden; todas esas virtudes del comercio, aumentadas y centuplicadas por el progreso que cada día avalora más y más la industria y el comercio modernos, aseguran y mantienen á esta casa la supremacía entre todas las otras.
El Sr. Miró y Casas no se ha limitado sólo á seguir con prestigio el auge de la casa. Ha adquirido en los grandes centros europeos una cultura sólida. Posee dos ó tres idiomas, y entre ellos el inglés, que conoce tanto como el castellano, y conocimientos que le permiten tocar todos los asuntos por abstrusos que sean.
Hijo de Cuba, ha sido un buen cubano, no ahora, en que es fácil serlo, sino en épocas difíciles en que se amenazaba con el fusilamiento ó la deportación. Su caja ha estado siempre abierta para toda clase de suscripciones en favor de los que luchaban por la independencia de Cuba . Claro, que estas manifestaciones patrióticas de Miró eran hechas con toda la discreción posible.
Era tan fácil una delación! Pero cuando se pudo de algún modo ensanchar la esfera ele confianza, el señor Miró fué el primero en acudir, ayudando á la Junta Patriótica, enviando víveres á los campamentos cubanos. Sacos de arroz, tercerolas de manteca salían para aquellos que habían realizado, casi desnudos y sin recursos, la epopeya ele este fin de siglo.
Nadie diría que bajo aquella figura apacible, de ojos inteligentes, pero dulces, rebosando salud y vida, se oculta un acendrado y activo amor al país, demostrado prácticamente á cada hora, á cada minuto, á cada segundo, sin desfallecimientos ni languideces.
Y en medio de estas inquietudes, de estos anhelos, en una situación angustiosa para Cuba y que parecía interminable á nuestro deseo, el simpático Almacén Miró y Otero seguía con su administración impecable , atenta á cuanto podía satisfacer al marchante, al cliente y al comprador de paso. No se ha dado nunca el caso de hallar desprovista de efectos la casa Miró-Otero.
Por raro, por caro, por exquisito que fuera el artículo pedido, se tenía la seguridad de hallarlo en el almacén. Se tenía y se tiene. Especialmente, en víveres finos franceses. Los pedidos al por mayor á las grandes casas importadoras son enormes.
El Fígaro saluda con entusiasmo á los Sres. Miró y Otero, sintiéndose orgulloso al ver á dos cubanos demostrando al mundo que somos aptos para el alto comercio lo mismo que para las carreras literarias.
Bibliografía y notas:
- Casa de Víveres Miró y Otero. El Fígaro (Febrero, 1899).
- Personalidades y Negocios de la Habana.
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