Natalia Broch y Sanz de Calvo fue una notable pianista y cantante1 cubana de la que aunque se menciona que era matancera aparece su bautizo en la parroquia del Espíritu Santo de la Habana en fecha de agosto treinta 1849.
Aunque sobresalía por su talento no ejercía la profesión, solamente prestaba su concurso artístico para fines benéficos o sociales.
Perteneció a una distinguida y conocida familia de la sociedad cubana que había emigrado principiando el siglo XIX desde Cádiz a la Habana. Su padre era abogado de profesión y se nombraba José Francisco Broch, por su lado materno era hija de la dama Rosa Sanz y Dolz del Castellar descendiente de Nicolás Sanz y Soto, Gobernador Militar de la Coruña y Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos.
Primeramente fue alumna del Maestro Fernández Caballero en la ciudad de Matanzas y a partir de 1866 de Ruiz Espadero en la Habana, lugar este donde se traslada con el fin de perfeccionar sus talentos musicales.
Con Eduardo Belot, otro discípulo de Espadero, solía tocar a dúo. El Liceo Artístico y Literario de la Habana nombró una comisión conjunta con el Presidente de la Sección de Música para saludarla y ofrecerle el diploma de socia facultativa de la Sección Lírica.2
Los grandes maestros admiraban en París sus irreprochables ejecución y técnica. Calcagno cita la opinión de algunos de ellos, sin embargo era Natalia muy modesta. Serafín Ramírez en su “Habana Artística” prodigó también muchos elogios a su perfecto mecanismo y al sentimiento con que tocaba el repertorio clásico y romántico.
Después de ser oída en París interpretando Fantôme Bonheur y Printemps d’amour fue aclamada por grandes maestros:
El sonido que arranca al piano es excepcional (inouï) y maravilloso, es esta una de las pocas veces en las que veo en un pianista reunidas fuerza y ejecución con tanta delicadeza y ternura, encanto y poesía en la manera de decir.
Akland
Wolf al oírla tocar en el salón de Evard, también en París, exclamó:
Es una gran artista, el sonido que saca del piano es desconocido en Europa y esta es la segunda vez que la Isla de Cuba nos revela efectos nuevos en el instrumento, que sin duda deben su origen a procedimientos mecánicos de que no me doy cuenta.
Auguste Wolff
En la Habana, precisamente en la parroquia del Santo Cristo, contrajo matrimonio Natalia un diecinueve de febrero de 1871 con Manuel Agustín Calvo y Posada.
El Diario de la Marina publicó su necrología en fecha del diecisiete de enero de 1877. Murió la diva el dieciséis de diciembre de 1876, día de luto para la sociedad y para el arte cubanos, a bordo del vapor alemán “Franckfurt” que la traía a Cuba desde Londres.
¡Joven! Bella! y así tu vida acaba
Ya comprendo, tu muerte no deploro:
Es que tu voz angelical faltaba
En el celeste coro
La Revista de Cuba y Natalia Broch de Calvo
Broch de Calvo (Natalia), de Matanzas, pianista aficionada de cualidades excepcionales, pues á un mecanismo poderoso que había dado igual destreza y habilidad á sus dos manos, reunía gran inteligencia, delicadeza suma, fuego artístico, notable expresión, agradable sonido y buen juego de pedales; era, por fin, una pianista de fuerza, elegante y graciosa que parecía haber llegado á los límites de la perfección.
Pero no era eso sólo. Su instinto prodigioso, su carácter de natural modesto y afectuoso, su corazon angelical formado desde su más tierna edad entre ricos modelos de ciencia y de virtud, sus notables estudios y esmeradísima educacion por fin le hicieron apreciar el arte sin esas sistemáticas y pequeñas prevenciones que á nada conducen, mejor dicho, lo apreciaba con independencia, amor y sinceridad…
Dejando á un lado la triste cuestión de nombres y procedencias, dándole igual importancia, pues, á una sonata de Beethoven, á un scherzo de Chopin, á una balada de Gottschalk, á una melodía de Bellini; así que trabajó con el mismo ardor y ahínco todas las formas musicales desde la fantasía hasta el concerto y en todas sobresalió grandemente.
Por eso es que en París, Londres y en cuantas capitales estuvo, excitó con los efectos mágicos que producía, con su gracia inimitable, el más vivo entusiasmo, llegando á ser en la “Sala Erard” motivo de las ardientes felicitaciones de Wolf, Alkan y de otros muchos artistas de talla que allí la escucharon.
La señora Natalia Broch de Calvo fué discípula en sus primeros tiempos de D. Manuel Fernández Caballero, músico bastante instruido bajo cuya dirección llegó á tocar piezas de bravura.
En 1866 vino á esta capital y pasó á manos del señor Ruiz Espadero quien la perfeccionó hasta el punto de formar de la distinguida aficionada una notable artista.
Aunque á la señora Broch no se le oyó en ningún concierto público que recordemos, sin embargo se le conocía y admiraba generalmente por las reuniones privadas en que había brillado, y por la justa fama que sus entusiastas admiradores, en cuyo número tiene la honra de contarse el autor de estas líneas, habían esparcido.
Por eso es que hemos leído con profundo sentimiento en un artículo que se publicó en el Diario de la Marina, poco después de su muerte, la siguiente frase:
“Era un talento superior ignorado, y esta consideración exige por respeto y amor al arte, que rindamos un tributo público á su memoria.”
¡Talento ignorado el de la celebrada pianista matancera! ¡Feliz ocurrencia! ¡Talento ignorado! ¿Y de quién era ignorado, porque la Habana entera, aunque no la había oído, como tampoco ha oído á otros muchos artistas que por un simple se dice gozan de muy buena reputación, la conocía y admiraba?
Alguien antes que el autor del indicado artículo tuvo el gusto de reconocerlo y el honor de proclamarlo y tanto que cuando la respetable familia del señor Broch vino de Matanzas á establecerse á esta capital, antes de empezar aquella señorita el curso de piano que después siguió con el señor Ruiz Espadero, el “Liceo Artístico y Literario” de esta capital, tan entusiasta de las glorias patrias, nombró una comisión, de la cual formamos parte con el carácter de Presidente de la Sección de Música de aquel Instituto, que pasará á saludarla y á ofrecerle el diploma de socia facultativa de la Sección Lírica á que la hacían acreedora su raro talento y nobles prendas.
Después de esto dígasenos si pudo ser ni entónces, ni más tarde mucho menos, un talento ignorado el de la gran artista de Matanzas. Lejos, muy lejos de eso, la Habana entera la aplaudía con ardiente entusiasmo. La Habana entera la ha llorado desde que supo su horrenda desgracia…
Murió esta interesante y noble señora en medio del océano, el año de 1876, al regresar de un viaje de recreo que hizo a Europa. Sus restos, sin embargo, reposan en Cuba, su tierra adorada, que la recordará siempre con justificado orgullo.
Referencias bibliográficas y notas
- Según Francisco Calcagno fue natural de la Habana, véase Diccionario Biográfico Cubano. Imprenta N. Ponce de León, New York 1878, pág. 129 ↩︎
- Revista Cubana de Ciencias, Filosofía, Literatura y Bellas Artes, Tomo I, Habana: Soler Álvarez y Comp., 1885, pág. 464 ↩︎
- Dollero, Adolfo. Cultura Cubana (La provincia de Matanzas y su evolución). Habana, Imp. Seoane y Fernández, 1919. pág 106.
- “Biografía Artística, Broch de Calvo (Natalia).” Revista Cubana de Ciencias, Filosofía, Literatura y Bellas Artes, 1885.
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