Fundado por los Padres Jesuítas en la Habana en 1857 el Observatorio del Colegio de Belén fue una de las instituciones beneméritas de Cuba y de bien conocido renombre aquí y en el extranjero, como representante de Cuba en el campo de las ciencias de observación.
Fué su fundador y Director el P. Cabré, seguido de los Padres Francisco Butiñá, Félix Ciampi, José Reynal, Francisco Pons y José M. Velez en el breve período de 10 años. En 1870 se puso al frente del Observatorio el P. Benito Viñes de bendecida memoria, que dirigió sus trabajos por espacio de 23 años, a quien sucedió el Director, el P. Lorenzo Gangoiti, bien conocido y estimado en nuestra sociedad.
El Observatorio del Colegio de Belén era astronómico, magnético, sísmico y meteorológico; si bien su labor constante y principal versaba sobre el ramo de la meteorología tropical y sobre su problema interesantísimo regional de los huracanes de las Antillas. Las observaciones meteorológicas, inauguradas en su fundación, no fueron interrumpidas un solo día por muchos años, los que en 1925 eran ya 68 años.
En 1862, en colaboración al proyecto del Gobierno Inglés para un servicio mundial de observaciones magnéticas, se instaló en nuestro Observatorio en local hecho al efecto en condiciones apropiadas una estación magnética, con Declinómetro, Magnetómetro Bifilar y Magnetómetro de Balanza, provistos los tres con sus correspondientes anteojos, para medir los tres componentes de la fuerza magnética terrestre.
Estas observaciones se tuvieron que suspender en 1905 a causa de la perturbación permanente, producida por las corrientes errantes del tren eléctrico con sistema unifilar, Havana Central.
Para observar el paso de Venus sobre el disco solar en orden a confirmar la distancia del Sol a la Tierra, también en colaboración con la Comisión del Gobierno Inglés presidida por el ilustre astrónomo Jesuita, P. Perry, se montó en 1882 la estación astronómica con la Ecuatorial de Cooke, Péndulo astronómico, Anteojo de Pasos y otros instrumentos del ramo.
Finalmente en 1907 se añadió la Estación sísmica, instalada en la quinta que poseía el Colegio en Luyanó, con aparatos registradores, dos Péndulos Horizontales del sistema Omori-Bosch, los que funcionaron con gran regularidad y precisión.
Cuando Humboldt dijo que la Habana era un punto ideal para un Observatorio para espiar el nacimiento de los grandes movimientos de la atmósfera, debió decir también que la Habana necesitaba imperiosamente un Observatorio para estudiar la génesis y desarrollo de esos devastadores remolinos que llamamos huracanes de las Antillas, e idear la manera de preverlos y anunciarlos a tiempo para evitar o disminuir sus estragos.
Un Observatorio en la Habana, situado en medio del campo de acción de esas tormentas, emporio comercial y marítimo de primera clase, centro de extensas vías de comunicación cablegráfica, estaba llamado a beneficiar inmensamente no solo a las ciudades y campos de Cuba, sino también a las demás Antillas, Méjico y Estados Unidos, y señaladamente a toda la navegacjón por aguas del Caribe, Golfo de Méjico y las Bahamas.
Esto no lo vió el Barón de Humboldt; pero sí lo vieron los Padres Jesuítas del Colegio de Belén y fundaron del Observatorio, que muy pronto bajo la mirada de águila de aquel sabio de inmortal recordación, que se llamó Benito Viñes, tuvo la visión clara del magno problema, que estaba llamado a resolver para tanto bien de la humanidad, y que acometió con ardoroso entusiasmo y llevó a cabo con perseverancia casi sobrehumana.
El problema planteado era doble: científico y práctico. Era necesario primero estudiar la naturaleza del huracán, su formación y desarrollo; determinar sus leyes de rotación y traslación; descubrir las señales para conocer desde un punto dado su existencia, el rumbo en que se halla, su distancia, su intensidad, su camino y otros particulares de la tormenta.
Este lado científico del problema lo abordó el P. Viñes con ardor y cariño apenas se hizo cargo del Observatorio en 1870, y ya en 1879 dió a luz su obra titulada, «Apuntes Relativos a los Huracanes de las Antillas» en la cual están ya o formuladas o indicadas con notables precisión las leyes fundamentales de los ciclones antillanos.
Pero vengamos a la obra predilecta del Observatorio del Colegio de Belén obra de salvar vidas y haciendas en grandes escala de las garras del huracán, anunciada ruidosamente en 1876 con el caso del vapor norteamericano Liberty, que se estrelló contra los arrecifes de la Florida por desoír el consejo del P. Viñes, pero sin un pasajero abordo por haber escuchado todos ese consejo salvador, y continuada hasta el “Huracán sin Precedente” del 19 de octubre de 1924 en que el vapor Toledo gustó las amarguras de la agonía por desoír aviso análogo, mientras el Alfonso XIII y el Governor Cobb evitaron esas agonías, tal vez la catástrofe por escuchar el consejo amigo.
El servicio de huracanes, organizado por el Observatorio del Colegio de Belén en orden a conocer la aparición de esas tormentas en las Antillas y mares adyacentes, para dar aviso a los puntos amenazados y aconsejar medidas de defensa, y sobre todo, para advertir del peligro a los navegantes de estos mares e indicar las maniobras conducentes a evitar el encuentro del enemigo, creemos que fue el primero de su clase en el tiempo que se haya organizado en el mundo entero.
Esto era el lado práctico del problema planteado al Observatorio. Pero su realización exigía una red de estaciones bien distribuidas entre las Antillas, Golfo de Méjico y Bahamas, de donde pudieran recibirse las observaciones necesarias para conocer las palpitaciones todas de nuestra atmósfera.
El ideal soñado era que no pudiera nacer o presentarse un huracán en todo el archipiélago antillano ni moverse en sus aguas, sin que el Observatorio conociera todos sus pasos.
Más, ¿cómo alcanzar esto sin otro presupuesto que el de una buena voluntad y una grande abnegación? Había que pagar cablegramas; había que pagar observadores; había que pagar instrumentos para esos observadores.
El Observatorio ofrecía generosamente su personal, su trabajo, sus instrumentos, su alma entera, sin retribución alguna; pero no podía echar sobre sí los gastos de esa red de estaciones para la necesaria información, que sumaban muchos centenares de pesos cada temporada ciclónica.
Esta labor humanitaria puede dividirse en tres etapas.
La primera, que empezó en 1877 y duró 10 años, fué de libre colaboración. Tenía el uso libre de las líneas telegráficas de la Isla, y eran observadores los Comandantes de buques de guerra estacionados en las Antillas, y varios Agentes de Seguros y Jefes del Cable, obtenidos por medio del señor Famsden, Cónsul Inglés en Santiago de Cuba.
La segunda de 1887 a 1908 pudo contar con buena información cablegráfica, costeada por la Cámara de Comercio y suscripción voluntaria de varias Empresas, con observadores fijos y en buena parte retribuidos.
La tercera desde 1908, en que con ocasión del Cincuentenario del Observatorio la Cámara de Comercio, Industria y Navegación por iniciativa de su Presidente, Don Narciso Gelats, levantó un pequeño capital, que aumentado con un crédito del Ayuntamiento, fué presentado al Observatorio en testimonio de gratitud y reconocimiento por los eminentes servicios prestados y como auxilio para continuar su obra bienhechora.
Para 1925 la red de estaciones fijas desde donde se recibían observaciones pasaban de 40; y la telegrafía sin hilos abría una nueva era de mágicos horizontes para poner al habla la tierra y el mar y comunicarse toda noticia salvadora.
No es posible hacer un recuento de los resultados prácticos de esa noble empresa en vidas y haciendas arrancadas a las iras del huracán en mar y tierra.
Es verdad que no se pueden encadenar los vientos y mares enfurecidos ni apartar de su ruta al gigante remolino; pero sí es posible dar aviso de su llegada para prepararse a la lucha y evitar desgracias por sorpresa; y también señalar al marino el camino del ciclón para apartarse a un lado y dejar paso al enemigo.
Un éxito brillante coronó esta obra predilecta del Observatorio, acompañándole siempre en su largo camino y produciendo frutos muy halagadores, que hacen bendecida su memoria.
El aprecio público y vivo interés con que eran solicitados sus pronósticos; el apoyo constante y decidido de empresas y elementos solventes nacionales y extranjeros la confianza que inspiraban sus consejos en momentos de peligro y el afán con que se buscaban no solo por la Hahana entera sino también por otras ciudades de la Isla y numerosas llamadas del exterior: he ahí la mejor prueba.
La prensa de Cuba y alguna extranjera fue colaboradora eficaz de la excelsa labor, y también un cantor entusiasta de sus éxitos. Con gratitud y aprecio se guardan sus columnas coleccionadas y ordenadas en no pocos volúmenes.
Omitiremos testimonios ya de gratitud, ya de felicitación, ya de aplauso, testimonios recibidos sin número, de hombres, compañías y centros de autoridad reconocida. Pero queremos cerrar estas líneas con un documento cuya elevada significación tiene el voto de toda la América científica.
Es el testimonio del Tercer Congreso Científico Panamericano, reunido en Lima el 20 de diciembre de 1924, ante el cual se dió cuenta del Huracán sin Precedentes del Toledo y Mantua y de la obra del Observatorio.
El Congreso entero apreció esa labor, y en la Solemne Sesión de clausura celebrada el 6 de enero de 1925 quiso honrar al Colegio de Belén ante aquella magna asamblea científica emitiendo, bajo el número X de los acuerdos del Congreso, el voto que copiado a la letra dice:
El Tercer Congreso Científico Panamericano emite un voto de aplauso al Colegio de Belén de la Habana, que con abnegación poco común, constancia y amor al estudio, prosigue desde hace sesenta años la observación y el estudio de los huracanes de las Antillas, con evidente beneficio para la navegación.
Referencias bibliográficas y notas
- Reseña Histórica del Observatorio del Colegio de Belén en El Libro de Cuba: historia, letras, artes, ciencias, agricultura, industria, comercio, bellezas naturales : obra de propaganda nacional. Habana (Cuba), Talleres del Sindicato de Artes Gráficas, 1925. pp. 904-905
- Personalidades y Negocios de la Habana
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