Un nuevo libro de Agustín Acosta por Emilio Roig de Leuchsenring. El máximo poeta cubano de la hora presente, Agustín Acosta, va a publicar un nuevo libro que será, sin duda, su obra maestra, más intensa y honda, por su forma y por su fondo, por el alto espíritu patriótico y humano que lo inspira, por el mensaje que como poeta nacional nos trae a los cubanos, por su pensamiento y sus propósitos, por su belleza y su arte.
El libro se titula La Zafra, Poema de combate, y se compone de los siguientes cantos:
- Pórtico
- Preludio
- La Aurora
- Mediodía en el campo
- El corte de caña
- El elogio del Buey
- Aguafuerte criolla
- Las carretas en la noche
- Los Ingenios Antiguos
- Los Negros Esclavos
- Toque de Clarín
- Los Senderos Perdidos
- Retorno de Esperanza
- La Molienda
- Loa Arbitraria al Azúcar
- Administración
- La Sombra del Caudillo
- Los Centrales de hoy
- La Danza de los Millones
- A los Inmigrantes
- Postscenio
La portadas y las viñetas y decoraciones del libro son obra de José Manuel Acosta, el hermano artista del poeta, aquel que para Agustín, “Ya tenía responsabilidad”.
La edición de la obra corre a cargo de Valentín García, el buen librero de Minerva, que inicia con este libro su loable proyecto de editar obras cubanas selectas, tanto de escritores contemporáneos, como antiguos.
En este número publicamos uno de los cantos de La Zafra: La Molienda, y el dibujo que para la portada ha hecho José Manuel Acosta.
La Molienda por: Agustín Acosta
Canto XII de su Poema de Combate en prensa: La Zafra
Es el ingenio. Se perfila
como un palacio entre la bruma.
En torno suyo las carretas
cargadas de caña se agrupan,
y el almacén, lleno de sacos,
exhala un dulce olor de azúcar...
Ved el proceso meritorio:
los obreros la caña tumban
en el conductor corredizo,
y fuertes molinos estrujan
las verdes cañas que, entre hierros
que entrechocan, se desmenuzan
y hacia los ríos de guarapo
llevan su óptima meluza.
El bagazo se vuelca solo
en las colosales estufas
que contra frío de miseria
calientan los miembros de Cuba.
Todo rueda, todo funciona.
Las voladoras ejecutan
el mandato de los fluidos;
en los pasadizos asustan
los sinfines inacabables
y los trapiches que trituran
la riqueza de las gramíneas
para robarles sus azúcares.
El maquinista, en una proa
ilusoria, entre la confusa
madrugada de los vapores,
dicta órdenes oportunas,
tal como una nauta decidido
que entre arrecifes abre ruta...
Silban las calderas humeantes...
En los pisos bajos aúlla
una complicación de hierros.
En los tachos inmensos sudan
su calor copiosas cocciones.
Por la mirilla de los tachos
la miel asoma su faz rubia
a la mirada de los químicos...
Y en esa cifra, en esa suma
de ingenierías excitadas
y de resistencias absurdas;
en ese cerebro de hierro,
que lanza su idea de azúcar
todo realiza su misión,
todo velozmente se aúna
en el azar de la molienda...
Y si la zafra al fin resulta
una cornucopia que vierte
oro acuñado sobre Cuba,
el júbilo de los colonos
se alza en las canciones jocundas,
a modo que en pasados tiempos
el Eureka de Siracusa...!
. . . . . . . . . . . . . . .
El poeta de hoy quisiera
ser un estudiante de Física;
ser un ingeniero mecánico
sabio en secretos de turbinas,
de voladoras, de poleas,
de trapiches y de centrífugas.
Mas la mecánica adorable
y la más adorable física
de este poeta de lo oculto,
es la mecánica divina,
es la mecánica celeste,
que en los ingenios de allá arriba
lanza los astros al espacio
-granos de azúcar encendida-
para endulzar toda esperanza,
a todo ensueño darle orillas,
a toda sed brindar el agua
de las fontanas infinitas,
y a todo imposible ideal
darle una posible justicia...!
Bibliografía
- “Un nuevo libro de Agustín Acosta”. Revista Social. Vol. XI, núm. 126, junio 1926, pp. 8,25.
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