Una reflexión así… de príncipes, sombreros y dinosaurios ¡Perdón, Elefantes! Hace años, un habanero me regaló y encarecidamente recomendó la lectura de El Principito de Saint Exupéry… lo leí, pero aún no estaba listo para comprender lo que intentaba decir. Entre mudanzas, nacimientos, desapariciones y otros baches en el camino, desapareció.
El Principito era como un libro mágico y me esperaba del otro lado, más allá de mis fronteras, en otro idioma y en otra biblioteca. Es que hay cosas de las que es imposible deshacerse, te persiguen aún en el más allá y no descansan hasta que entablas un sincero diálogo con ellas.
Y es que este libro es una enseñanza de vida, de esas que calan, de las que siendo por su autor escritas con una tal voluntad: hasta que no logran su objetivo continúan la persecución. Existen libros así y son especiales.
Aunque ahora El Principito se llama Le Petit Prince la primera imagen que sigue mostrando es la de una Serpiente Boa que se traga a la fiera, sin masticar, entera y, la segunda imagen es el resultado de la reflexión del autor al imaginar a la devorada presa y la lenta digestión. El resultado es algo que se parece a un sombrero ¿Las imágenes son exquisitas, verdad? Y no necesitan traducción.
Al preguntar por la segunda imagen el autor a los adultos ¡Evidentemente! Que todos veían un sombrero, desconociendo la verdadera naturaleza de la imagen y lo que supuestamente encerraba en su interior el susodicho sombrero, aditamento que en realidad era una Boa con un elefante en su interior.
De esta aventura resultó la tristeza de la incomprensión, bueno —es que los adultos no andan imaginando cosas. Y también el desaliento de explicarlo todo una y otra vez —es que todos interpretan a su manera. Y así desilusionado el escritor se dedicó a pilotear máquinas volantes y desapareció algún tiempo después sin que se lograra dar con su paradero.
Por mi parte no me desilusioné, experimenté porque quizás era una cuestión de especies. Cambié al elefante por un tirano-saurio e hice que la boa le engullera. Pena perdida, pues seguían viendo un sombrero y además les gustaba. ¡Tener un sombrero, con el sol que hace, es una bendición! Y así ves que, lo que es semilla de tu jardín podría no florecer en huerto de vecinos.
Como aquel autor que huyó de la insensatez y en vistas de tanto sol y desmedida pasión dediqué mis días a la plantación de habichuelas. Útil ocupación, entretiempo, a la espera de los tan necesarios días de lluvia ¡Evidentemente! para la prosperidad de las semillas.
Y creció el próspero huerto dejando detrás los tiempos perdidos. Creció de las esperanzas del sol y la lluvia.
A. M. 2022/11/2*
Foto derivado en parte de Lillo y la Moda Elegante.