La Zona Franca en el Puerto de Matanzas única salvación de la ciudad desde Bohemia en 1934. Polvo. Miseria. Telarañas en las viejas cajas de caudales, exhaustas y decorativas. Casas destartaladas. Baches, aceras rotas. Jardines descuidados, pelados, polvorientos, tristes. Comercios en ruinas, lanzados a mil equilibrios para cubrir los graves compromisos de las contribuciones.
Industrias en quiebra, cerradas, desaparecidas. Todo aminorado, reducido, atomizado, ínfimo. Las que eran grandes fábricas de tabaco, reducidas a chinchales; los chinchales, hechos lúgubres puestecitos de pedir limosna. Las fábricas de dulces, convertidas apenas en tableritos callejeros.
Y los hombres, los hombres de trabajo y de lucha, los hombres de condiciones y de valía, industriales y obreros, empleados y comerciantes, profesionales y periodistas, todos, aherrojados a la inactividad, asidos a la última esperanza antes de abandonar el suelo natal, querido y digno de mejor suerte, antes de abandonarlo como tantos y tantos, centenares y miles de matanceros, lo hicieron ya.
La Ciudad Dormida que cantaron los poetas, agoniza cruelmente. Ya no duerme; ahora se está muriendo definitivamente.
Si los hombres que fueron sus alcaldes, sus gobernadores, sus senadores y sus representantes, y sus concejales y sus consejeros, no tuvieron más culpas que las que su cooperación vergonzosa al Machadato les hubiese echado encima, todavía podrían ser perdonados. Pero cuando no tienen perdón es cuando se contempla el estado espantosamente miserable en que han dejado perecer a Matanzas.
Sin embargo una luz de aurora pudiera brillar todavía, para el resurgimiento de esta ciudad tan primorosamente privilegiada por la Naturaleza. Matanzas agoniza; pero ante la agonía de Matanzas, los matanceros se han puesto en pie. En pie de combate y de lucha.
Todos se han unido en estrecho haz, sin distingos de clase alguna, y todos se han lanzado a la reconquista de la vida para la ciudad matancera. El remedio que hace falta es heroico; pero es imprescindible. Y sería criminal no dárselo, cuando para concedérselo el Estado no tiene que derramar chorros de oro sobre Matanzas, ni tiene que gravar a nadie, ni crear nuevos tributos, ni perjudicar a ninguna otra región.
Zona Franca en el Puerto de Matanzas
Todo lo que Matanzas necesita para su salvación, es que se le conceda por el Gobierno Central el establecimiento de una Zona Franca en su hermosísima bahía. Nada más.
Con terrenos propios, suficientes y sobrantes para ello, el Estado no tiene que hacer expropiaciones en el litoral. Estudiado el proyecto detenida y cuidadosamente por quienes han puesto su amor en la causa, se le dá todo hecho.
Al gobierno toca solamente, ya que no puede darle mejoras de ninguna clase, ni proporcionarle trabajo, ni contribuir al renacimiento de sus industrias, ni llevar la prosperidad a su comercio, ni hacer de ningún modo que los barcos que antes hacían del de Matanzas su puerto de carga para los azucares, vuelvan a hacerlo, otorgar la concesión, que no va en favor de una firma, de una persona o de una entidad privilegiada, sino la busca el pueblo de Matanzas, desfallecido y misérrimo.
La iniciativa de crear una Zona Franca en el puerto de Matanzas, no podría decirse exactamente de quién partió. Baste decir que fué la primera población cubana que solicitó ese derecho, y que desde 1870, en diversas y múltiples ocasiones y circunstancias ha reiterado su petición.
Pero ahora fueron los rotarios primero, y los estibadores después quienes han calorizado la idea que merece triunfar, por cuanto nunca como en esta ocasión se hace necesaria esa concepción.
En reciente viaje que hizo a Europa el señor Ricardo Linares, comerciante prestigioso y rotario benefactor de la ciudad yumurina, estudió el problema de las zonas francas y los puertos libres. Trajo documentación, y presentó su proyecto a la consideración del Rotary Club. Una comisión integrada por los rotarios Juan José Alcózer, Ricardo Linares, Ernesto Prieto y el Dr. Mario Jordán, inició las gestiones.
Se acercó a la prensa, obtuvo calor. Se acercó a los obreros, obtuvo acogida. Pero los acontecimientos nacionales hicieron perder las iniciativas en el maremágnum ambiente.
Sosegados un tanto los ánimos, y más grave cada día la situación de Matanzas, el Gremio de Estibadores supo que el Secretario de Gobernación lanzaba o amparaba la idea de hacer del
de la Habana un puerto libre.
Fué entonces que los estibadores reanudaron sus actividades; los rotarios fueron hacia ellos de nuevo, a llevarles el aporte de su cooperación; y pronto, todas las fuerzas que no pudiéramos llamar vivas tratándose de Matanza, pero sí revividas en un esfuerzo gigantesco y heroico, se han unido para luchar por el triunfo de la misma causa.
Todos unidos bajo la bandera del resurgimiento de Matanzas
El anhelo es tan justo, que nadie ha vacilado en aportar su colaboración. Y hoy, el Gobernador y el Alcalde, los jefes militares y las autoridades judiciales, magistrados y jueces, profesores y catedráticos, comerciantes y detallistas, abogados y médicos, rotarios y periodistas, industriales y masones, empleados públicos y funcionarios oficiales, almacenistas y azucareros, banqueros y corredores, maestros y propietarios, todos los obreros de todos los ramos y todas las industrias, todo el mundo está unido individualmente y colectivamente.
Porque junto a las clases, las instituciones. Y con los hombres, los organismos. Liceo, clubs, centros, sindicatos, asociaciones, todos. Todos, clamando por la mejora única, por la salvación única. Todos: la Hermandad Ferroviaria, Matanzas, Terminal, Dependientes del comercio, choferes, curtidores, zapateros, torcedores, tranviarios, electricistas, carpinteros, pintores, tipógrafos, sastres, carniceros, patrones y marineros, panaderos, músicos, jornaleros… lo que se dice en una palabra: todos.
Y todos reclamando lo que al Estado no implica sacrificio alguno, y lo que vendría a ser, no ya la inyección vital para Matanzas, sino que una fuente de riqueza para el erario público.
Matanzas Debe Lograrlo
La Zona Franca, establecida en el litoral de Matanzas, mediante la legislación que tan detalladamente ha estudiado para presentarla al Gobierno en su oportunidad el joven letrado matancero doctor Mario Jordán, daría lugar a que se estableciesen en gran número industrias fabriles y almacenes generales de depósito.
Esas mercancías, de libre importación, fuera de los límites aduanales, serían almacenadas en la Zona Franca, disponibles para la importación en territorio cubano; o para almacenarlas, cuidarlas,
escogerlas, manipularlas, clasificarlas, cambiarlas de envase, dividirlas, mezclarlas, transformarlas, comprarlas, venderlas, disponer de ellas, reembarcarlas o reexportarlas.
Es decir, para diversas manipulaciones, todas y cada una de las cuales reclamaría la presencia de obreros y empleados matanceros, que tendrían en la Zona Franca un medio de vida con que actualmente no cuentan.
Lo que fue el Puerto de Matanzas
El de Matanzas fué en otros tiempos un puerto de importancia. Por él se embarcaba una gran cantidad de azúcares. Cuatro millones de sacos llegaron a exportarse en una zafra. Ahora, en esta zafra que se avecina, es posible que no pase por sus aguas un solo saco.
Todo ha ido contra Matanzas. Las tarifas ferroviarias, las primeras en su contra. Baste decir que los ferrocarriles cobran más caro por el transporte de un saco de arroz de Matanzas a Unión de Reyes, que de la Habana a ese mismo lugar.
Después, véase: en el año 1893, pasó por el puerto de Matanzas carga bruta ascendente a 649.649.02 toneladas, de las cuales se descargaron 54.497.36 toneladas. Pues bien, el año que acaba de pasar, el tonelaje bruto no ha llegado ni a la cifra de tres mil toneladas.
No perjudica a nadie
La mejora que se pretende no causa perjuicios a ningún otro puerto. El de la Habana, es indudable e indiscutible puerto de tránsito y de importación y exportación. El de Cárdenas, dada la lejanía de los centrales matanceros al de Matanzas, tiene el embarque de azúcares ya que es menor el kilometraje que esos azúcares han de recorrer yendo a Cárdenas que a Matanzas.
Queda a Matanzas ese único arbitrio: el de hacerse puerto internacional, para el de transbordo y depósito de mercancías y el de la conversión de materias primas en artículos manufacturados, implantándose esas fábricas en el territorio de la Zona Franca.
Teniendo en cuenta que Matanzas es la única provincia que no tiene puerto alguno en el sur de la Isla, esta medida vendría a resarcirla un tanto de los perjuicios que sufre por ello.
Otras Razones de Fuerza
Otras múltiples razones podrían aducirse en favor de Matanzas, en apoyo de su aspiración a que se le conceda la Zona Franca.
Su posición geográfica le permite interceptar el comercio del Golfo de México, de Norte, Centro y Sud América y Las Antillas.
Además, su bahía tiene la capacidad y calidad necesaria para toda clase y calidad de buques, como lo evidencia el hecho de que el paquidérmico “Rex” tuvo que ir a guarecerse en aquel puerto, cuando visitó a Cuba en el pasado año.
Su situación próxima a la Habana, hace útil la Zona Franca hasta para el propio comercio importador, y a que por la Carretera Central y por los Ferrocarriles Unidos y el de Hershey, tiene suficiente servicio.
Tiene, además, en el litoral marítimo, en el lugar limítrofe al en que se proyecta establecer la Zona Franca, instalaciones y tanques de petróleo, utilizables por los vapores que en aquel puerto podrían reabastecerse.
Y, sobre todo, porque Matanzas, no solamente tiene allí esos terrenos del Estado, propios para la Zona Franca, sino que en esos terrenos hay muelles, almacenes, ferrocarril y cuanto pueda necesitar para el establecimiento de la misma, y todo propiedad del Estado, aunque en poder hoy de un concesionario cuyos contratos están al vencerse, y que ningún beneficio reportan al Estado ni al pueblo.
Bohemia apoya a Matanzas
En esta, como en todas las iniciativas de carácter beneficioso para la colectividad, Bohemia aporta su sincera y decidida cooperación.
Consideramos que Matanzas tiene derecho a vivir, y a ser algo más que la cuna o el sepulcro de famosos poetas. Allí hay hombres dignos que luchan por el resurgimiento de la ciudad y nuestra cooperación está a su lado.
Hace falta ocupación para sus hombres, y debe proporcionársela el Estado, haciendo la concesión que el pueblo, sensatamente, pide.
No es el negocio de un hombre. Es el hambre de un pueblo. No es un favoritismo a un privilegiado, es el medio de que toda una población se sienta inyectada de savia nueva; una vida que no la resta a ninguna otra población hermana, sino que le llega de todas partes del mundo.
Bibliografía y notas
- “La Zona Franca en el Puerto de Matanzas única salvación de la ciudad”. Bohemia. Año 26, núm. 1, enero 1934, pp. 26-28, 43.
- De interés: La Zona Franca de Matanzas por Ley desde 1934
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