Los restos mortales de Ramón Roa fueron conducidos al Cementerio General el lunes (8 de enero, 1912) de esta semana, parte del camino en hombros de veteranos de la independencia; porque el había servido á la misma causa con resolución, constancia y abnegado patriotismo en la guerra de los diez años, durante la cual llegó á obtener el grado de Teniente Coronel.
“La Discusión” publicó una nota biográfica el mismo día de su entierro, por donde el público cubano ha podido informarse, siquiera someramente, de los buenos y nobles servicios prestados por Roa en el teatro de la guerra, á las órdenes de Ignacio Agramonte, de Julio Sanguily y de Máximo Gómez, con el carácter de Secretario de aquellos insignes caudillos.
Desde su juventud fué Roa decidido propulsador de las ideas revolucionarias, mucho antes de que éstas asumieran el carácter militante cuyo resultado inmediato fué la sublevación de Céspedes.
En los estados Unidos había colaborado en la propaganda de “La Voz de la América” y —dato curioso en la historia de las letras cubanas,— allí la casualidad le puso en contacto, cuando la primera emigración de 1868 á 1869, con un cubano ya desde entonces famoso en nuestra literatura y luego por las convencidas singularidades de sus ideas políticas, —el Dr. José Ignacio Rodríguez, el cual, ilustradísimo y todo como era, conocía, sin embargo, muy escasamente la lengua inglesa en los precisos momentos de llegar á los Estados Unidos y de necesitarla con mayor urgencia;
Roa, que ya había practicado aquel idioma, fué entonces su maestro, y recuerdo que él, haciendo, como acostumbraba con todos, calurosa justicia á su extraño y tan inteligente discípulo, me decía con frecuencia, manteniendo viva á través de los años la grande admiración que sentía hacia él, que en solos tres meses había llegado Rodríguez á dominar aquella lengua extranjera tan perfectamente como la propia, sin que en lo más mínimo exagerara el noble maestro…
pues que, después, nuestro ilustre compatriota la adoptó hasta en su vida íntima, casado como fué con una dama anglo americana, y aún llegó á publicar luminosos y correctos artículos en acreditadas revistas de los Estados Unidos, casi todos ellos, si no todos, de índole exclusivamente jurídica ó política, siendo uno de los últimos el folleto, casi libro, que imprimió con motivo de ruidosísima causa, con el título de “El caso de Julio Sanguily”.
Ramón Roa, según se vé, hablaba bien en inglés y aún conocía á fondo aquel difícil idioma; pero también escribía airosamente en castellano, á las veces y cuando estaba de vena y ponía en algún asunto todo su cuidado.
De esto gozaba de reputación muy grande entre los insurrectos cubanos. Su pluma trazó importantes proclamas de los tres Jefes mencionados cuyo secretario había sido, y á ella se deben algunos libros y numerosos artículos, todos consagrados á asuntos de la guerra grande, ó á, la memoria y enaltecimiento de sus heroes, aun de los menos famosos, pero que habían sido dignos y siempre admirables compañeros suyos.
Las vicisitudes de aquella larga campaña le hicieron recorrer toda suerte de alternativas y desempeñar diversidad de funciones, ya de expedicionario, ya de literato y de poeta, ya de guerrero, ya de negociador.
Tocóle la mala fortuna, inevitable e ineludible, por su competencia y sus prestigios, de intervenir en las condiciones del “Convenio del Zanjón”, como miembro del que se llamó “Comité de Paz”; y por cierto que, ante el desbordamiento de inconformidad e iracundo desagrado que como violenta racha levantó aquel acontecimiento lamentable, principalmente entre los cubanos que no habían concurrido al campo mismo de la lucha, publicó un opúsculo vindicando el patriotismo y la honra de sus compañeros de la guerra y que más que otra cosa fué el grito de protesta de un noble corazón herido por la ceguedad y la injusticia.
Y todavía tuvo que someterse á mayores tristezas, á la honda tristeza —él, sincerísimo cubano, carácter rebelde é indomable— de depender de un puesto administrativo para sostener, primero á su anciana madre y, luego, á una familia cada vez más numerosa.
En frente de las miserias de las cosas, y envuelto siempre como en una atmósfera de escepticismo y desaliento, llevaba continuamente en el alma el vivo recuerdo de las pasadas glorias, enlazado íntimamente con las memorias excelsas de los caudillos vencidos é inconformes, y de los heroes muertos; y así, se convirtió en su constante é infatigable apologista.
Ayer, dando cuenta, un diario de esta ciudad, de sus funerales, aseguraba que los restos de este noble patriota serían trasladados en su oportunidad é inhumados debajo del monumento que pronto la gratitud y la admiración de los camagüeyanos erigirá para perpetua memoria de su hijo
más glorioso, del grande, del excelso Ignacio Agramonte;
y nada tan justo y tan legítimo; porque desde que sucumbió en 1873 aquel héroe sin par, no hubo un solo día de la vida de Roa, en que no profiriese alguna palabra, en que no refiriese alguna anécdota, en que no narrase algún combate, con la mira invariable de enaltecer la insigne memoria de su Jefe para que todos en Cuba la admirasen y la amaran.
De sus continuas efusiones, de sus relatos minuciosos y entusiastas, se empapó un malogrado escritor cubano, abrigando fervorosamente desde entonces, bajo esa y otras influencias, el propósito de escribir la biografía del héroe inmaculado; aunque por desgracia tanto esfuerzo no llegó á realizarse, pues la obra concebida quedó en fragmentos:
la muerte impidió la consumación de aquel generoso empeño, privando á nuestra historia y nuestra literatura de un libro que hubiera sido sin duda admirable por las condiciones del autor y la magnificencia misma de su objeto.
Ya desaparecieron los dos escritores, los dos patriotas; pero los gérmenes que regaron en nuestro ambiente no quedarán perdidos; bien que siempre á los que les sobrevivimos habrá de quedarnos la amarga melancolía que infunde la contemplación del desierto que dejan alrededor y hasta donde alcanza la vista empañada, esos nobles caracteres y almas elevadas que la fatalidad sucesivamente nos arrebata!
Manuel Sanguily.
Bibliografía y Notas
- Sanguily, Manuel. “Ramón Roa. Instantánea” El Fígaro, Periódico Artístico y Literario. (Enero 14, 1912).
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