
La casa R. J. D’Orn y Co. fue una de las entidades comerciales de la Habana que en menos tiempo supo conquistar en Cuba mejor y más amplio renombre.
Esta importante casa, que inició sus operaciones en 1914, con esfuerzo se superó continuamente en el buen servicio obteniendo gran renombre por la oferta e inmejorable calidad de sus importaciones y productos destinados al mercado cubano.
La casa R. J. D’Orn tuvo, como importadores de maquinaria y accesorios, la exclusiva para la exportación de la teja “Ambler”, que era la especialidad preferida de la casa.
Conocidísima era la teja Ambler, material de inigualada calidad que superó en repetidas experiencias a todos los empleados hasta ahora para techados tropicales: era de concreto de cemento y asbestos, de eterna duración y más fresco que ningún otro techo.
Dato elocuente del auge que conquistó este producto es el de 5.000.000 (cinco millones) de pies que en 1918 introdujo en Cuba la casa R. J. D’Orn.

La racional y obligada justificación de este creciente consumo radicaba en que la teja Ambler era algo más que un producto comercial y algo más también que un elemento de fabricación.
La teja Ambler era el resultado de celosos y múltiples perfeccionamientos, cuyas excelencias conocían, sí, los propietarios y contratistas, pero, que antes y en debida forma conocían los técnicos en el ramo de construcciones, los dirigentes con solvencia de idoneidad y cálculo estudiado, los ingenieros y arquitectos, que fueron por su honradez y buen nombre profesional francos partidarios del empleo de tejas Ambler para las construcciones de nuestro país.
En Cuba, por circunstancias felizmente pretéritas, las edificaciones, señaladamente las rurales y muchas urbanas si eran pertenecientes a industrias o empresas comerciales tenían el inconfundible sello de lo provisional, lastimosa característica de toda explotación colonial.
Más tarde, la teja Ambler fue el elemento ideal para que lo construido tuviese, no menos inconfundiblemente, un sello de perdurable, el “cachet” de lo definitivo y ejemplar. Porque tales eran las ventajas de la teja Ambler.

La casa R. J. D’Orn resultó la preferida por la Empresa del Ferrocarril del Norte de Cuba, la que decidió utilizar la teja Ambler para techos y costados en los almacenes de Nuevitas, y para lo cual cerró contrato estipulando la entrega de 180.000 pies.
La perdurabilidad de la teja Ambler no era cierta y efectiva solo a través del tiempo, sino que resultaba insustituible para ciertos trastornos climatéricos, propios y aún frecuentes en estas latitudes, como lo atestigua plenamente la siguiente carta:
Compañía azucarera. “Central Artemisa.” Obrapía, 23, (altos). Tel. A-9283. Habana. Apartado 1931
Habana, 2 de Octubre de 1917
Sres. R. J. D’Orn y Cía.
Empedrado, núm. 10. Ciudad.
Muy señores nuestros:
De regreso de nuestro viaje a Artemisa, donde nos habíamos trasladado para conocer los efectos que en nuestro Central del mismo nombre, había producido el ciclón último; tenemos placer en informarles que no obstante los desperfectos ocasionados en determinados lugares del citado Central; no hemos tenido que lamentar nada en cuanto respecta al techado Ambler suministrado por ustedes.
Hemos tenido ocasión de comprobar que este techado ha resistido firmemente el mal tiempo que azotó a toda la región pinareña.
Por ello nos encontramos muy satisfechos, y para satisfacción de ustedes también, tenemos gusto en comunicárselo.
Atentamente de ustedes,
(firmado) Manuel Galdo,
Presidente.

Y tan adecuada como probó ser la teja “Ambler” para resistir la violencia del ciclón, era también preferible para atenuar notablemente el excesivo calor del trópico: ésta fue la razón que determinó a los empresarios del Frontón Jai-Alai a sustituir el techo, habiendo sido una vez más la teja Ambler la preferida para tan necesaria reforma, calculándose para esta tarea unos 30.000 pies justos.
Pudo, pues, todo el público habanero disfrutar práctica y cotidianamente de una de las más preciadas excelencias de la ya famosa teja Ambler.
Otra instalación en que luciría su predominio la teja Ambler fue el magnífico edificio que la casa importadora R. J. D’Orn construiría, de cinco naves, para sus nuevos almacenes y oficinas, en la calle de Concha y Marina.
Este edificio de una superficie de 3000 metros cuadrados, disponía a un costado de un chucho de ferrocarril, propio, con el fin de que todos los materiales que se importasen de los E.E. U.U. por el ferry-boat, se descargaran directamente del tren a sus almacenes.
Una novedad, sin embargo, ofreció este espléndido edificio: la teja de vidrio acanalada, desconocida en ese momento en Cuba, permitiendo esta una abundante iluminación al local así techado.
La construcción de este nuevo edificio fue, por otra parte, un elocuente testimonio de la marcha progresiva del negocio y de la creciente prosperidad de la firma R. J. D’Orn, que decidió esta construcción para disponer de amplios almacenes en donde —a cualquier hora— se encontrara gran existencia de sus mercancías y poder así servir en el acto cualquier importante pedido.
Esta evolución produciría, seguramente, un aumento en el monto de las importaciones anuales de la casa R. J. D’Orn, las que ya en 1918 se elevaban al valor de 1.000.000 de pesos y daban provechosa ocupación a más de 30 empleados del país.

La importancia comercial de esta casa se aprecia bien sabiéndose que —por mucho tiempo— se necesitaba la cooperación mercantil de las sucursales que hubo de establecer en New York (90 Wall Street) y en Fort de France — Martinica— cuyas sucursales surtían todos los materiales que se empleaban en la fabricación de azúcar y en los alambiques de alcohol.
Dato interesante: la oficina de New York se ocupaba también de la exportación en general para todas las islas de la América del Sur.
El señor D’Orn, devoto invariable de la sana evolución que determina el progreso y bienestar de un país, tuvo el propósito de establecer una nueva Sucursal en París, para representar artículos del mismo ramo, franceses, y artículos cubanos en Francia, para de ese modo extender el intercambio comercial entre estos dos países.
El radio de acción comercial que tan briosa y triunfalmente sostuvo en Cuba la prestigiosa firma de R. J. D’Orn abarcaba las siguientes casas, cuya representación ostentaba entre nosotros:
Anchor Packing Company. Empaquetaduras. Devoe & Raynolds Co. Pinturas. Chicago Rawhide Mfg. Co. Correas “Chrome”. Ohio Blower Co. Ventiladores “Swartwout”. Nathan Mfg. Co. Valvulas “Hart” para vapor, aceite y agua. Nicholson File Co. Limas Black Diamond. Keasbey & Mattison Co. Forros de Magnesia para tuberías de vapor.
Con la fe de prestar un estimable servicio y el convencimiento que los testimonios aportados infunden no hubiésemos vacilado en recomendar, de todas veras, a cuantos tuviesen que acordar alguna obra o construcción —solicitasen previamente de la casa R. J. D’Orn (Empedrado, 10) el Catálogo de sus productos y representaciones, seguros de que hallarían en sus planas motivo de admiración a estos productos.
Bibliografía y notas
- “Techado Ambler de Asbesto y Cemento”. Diario de La Marina. Año LXXXV, núm. 144, 24 de mayo 1917, p. 2
- Personalidades y negocios de la Habana
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