El matrimonio de un poeta, de un gran poeta, del más grande poeta de Cuba, Agustín Acosta, se celebró en la noche del 15, en la santa iglesia Catedral de Matanzas, su ciudad natal. La ceremonia, a la cual concurrieron muchísimas familias de la sociedad habanera, todo Matanzas y personas llegadas de otras ciudades de la República, resultó un acto lucidísimo.
Las naves de la catedral estaban preciosamente enguirnaldadas. Flores y blancos cortinajes. El pueblo de Matanzas, ávido de presenciar el matrimonio de su poeta, las invadió totalmente. Los novios llegaron en un cupé tirado por soberbio tronco de caballos blancos. Los lacayos, ceremoniosos, también vestían de blanco.
Y blancas eran las flores que adornaban el interior del cupé. A los acordes de la Marcha Nupcial, de “Lohengrin”, los novios cruzaron la nave central, teniendo la nutridísima concurrencia muchas y entusiastas alabanzas para la novia, la encantadora señorita Isabel Schweyer, que ataviada idealmente, parecía la musa de un cuento de nupcias, la musa que hubiera bajado de su país de ensueño para darse al poeta bienamado.
Rodaba más armoniosa, por las naves y las almas, la música de Wagner, cuando el sacerdote dió lectura a la epístola consagratoria. Agustín, a quien en fuerza de quererle y admirarle es “nuestro” Agustín, arrodillado junto a la elegida de su corazón lleno de rosas, escuchó a San Pablo en boca del sacerdote oficiante.
Apadrinaron el acto el Sr. Alberto Schweyer, padre de la novia, y la señora Adela Bello de Acosta, madre de la novia. Fueron testigos, por ella: los señores Octavio Serra, Alejandro Barrientos y Capitán Baldomar Schweyer. Por él: los señores José María Chacón y Calvo, Félix Casas y Alberto Lamar Schweyer.
Después de la ceremonia, los novios y el cortejo se dirigieron a la casa de la familia Schweyer, la hermosa Quinta de Bellamar, en donde les esperaba un magnifico buffet. El clásico pastel de bodas fué repartido por las finas manos de princesa de Isabel de Acosta, y el alma rubia del champaña se derramó en los espíritus que, también como en los cuentos, festejaban las bodas de un príncipe de la poesía con la musa que le inspirara sus más ardientes cantos.
Una hora después los recién casados tomaron un tren especial que los condujo hacia esta capital, en uno de cuyos hoteles pasan la luna de miel.
Agustín Acosta es, por excelencia, el poeta de El Fígaro. Lo anotamos con orgullo. Y he ahí por qué al hacernos eco de esta boda lo hacemos con una devoción y un entrañable cariño únicos.
Para María Isabel y para Agustín deseamos que los dioses hagan florecer fragantes rosas a su paso por el camino de la dicha, y brinden a sus almas la miel y el oro simbólicos de su mejor cosecha.
Referencias bibliográficas y notas
- Notas del Fígaro (1923, Enero 21). El Matrimonio del poeta Agustín Acosta. El Fígaro, 40(3), p. 41.
- Escritores y Poetas
Amalia Caridad Cordero Martinez dice
Excelente crónica y, digno homenaje, muy tierno que, más que referencia del momento del matrimonio, rinde homenaje a Agustin, ya considerado un gran poeta en 1923.
Yolanda brito dice
Durante años se nos inculcó cierto rechazo a las crónicas de este tipo, aparecidas en revistas como El Fígaro. Pero, cuánta belleza y ternura, cuánta fotografía y dibujo, cuánto cariño en la sublectura. Es, más que una crónica, un vídeo de lo acontecido el 15 de enero de 1913, hace casi 100 años. Gracias, gracias.