¿Y si Acosta fuera Agustín? ¿Y si Agustín no fuera Acosta? A la primera pregunta podríamos responder sería voz nacional y poeta, a la segunda ciertamente afirmar que Cuba y el castellano perderían con su inexistencia una de sus más importantes e ilustres eminencias literarias.
Agustín Acosta Bello el que fuera y será por siempre Poeta Nacional de Cuba dejó para la posteridad sus poemas, en ellos y en su trabajo nos legó sus razones y pasiones. A principios del siglo XX con sus Carretas en la Noche, premonitoria inquietud de quien ama a su tierra, hizo públicas la preocupación y queja de las rechinantes y cuantiosas razones cubanas ante el coloso norteamericano.
Casi todas las vidas comienzan con el nacimiento, excepcionalmente la de Agustín no respeta ese lógico principio, la suya amplificada renace dejando el alma su cuerpo. Su desaparición física y la inmensidad de su obra le inmortalizan. Paradójicamente se sitúa su nacimiento en el instante de su fallecimiento ¡Matanzas! Matanzas en su último aliento. Nos entrega el poeta en el suspiro postrero, la grandeza y sencillez del hombre que ha amado y regresa a sus orígenes.
Agustín Acosta nace en la ciudad de Matanzas, Cuba, el doce de noviembre de 1886 y es bautizado cuatro meses después en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista en el barrio de Pueblo Nuevo. Es este el año en que se firma el decreto que abole el Patronato y pone fin a la esclavitud en el país. Sus padres Juan Leandro Acosta Armas y Adela Bello Herrera son humildes emigrantes que procedentes de las Islas Canarias han llegado en busca de mejor vida.
Transcurridos diez años desde el casamiento en 1884 la familia cuenta cinco hijos : Juan Agustín Plutarco (1885), Agustín Diego (1886), María del Carmen Sotera (1890), Luis Sabino (1891) y José Manuel Aurelio (1894). Con una obra menos conocida el más pequeño de los hermanos compartirá con Agustín la pasión por el arte y la cultura.
La Isla de Cuba a finales del siglo XIX es colonia de España, el país desangrado por las Guerras de Independencia de los Diez Años (1868-1878) y la Chiquita (1879-1880) ha visto el descalabro de su economía azucarera y el éxodo de los que han logrado escapar de un país desbastado.
Los primeros años de la infancia de Agustín se enmarcan en un ambiente de relativa calma hasta que estalla el último conflicto que culminará con el desastre español del 98. El niño será testigo de las banderas española y norteamericana ondeando sobre la Isla. En 1902 nace la nueva república y desde entonces le acompaña la de la estrella solitaria.
Vive por esa época en el número cuarenta de la Calzada de Tirry, aún en el barrio de Pueblo Nuevo de la ciudad de Matanzas.
La barriada delimitada por el río San Juan y los almacenes que bordean su rivera está a un paso del centro de la población, muy cerca de su casa se encuentran la Estación de Ferrocarriles de Sabanilla y el edificio del Ateneo de Matanzas, esta última es una asociación de instrucción y literatura que cuenta con una escuela para niños y jóvenes pobres.
El jovenzuelo prestigiará la institución a todo lo largo de su vida y recordará muchísimas veces esos andenes que acompañan sus primeros juegos, regresará en incontables ocasiones a esos caminos de hierro, a los pitidos de las locomotoras, al ir y venir de viajeros hacia lugares desconocidos.
Atravesando dos puentes va Agustín en el barrio de Versalles a la escuela de San Pedro Apóstol dirigida por Pedro Reol Ferrera, serán él y su hermano Juan pupilos sobresalientes del plantel en el que se van moldeando carácter e interés por los asuntos religiosos, en la Iglesia cercana ayuda al sacerdote en el servicio del altar.
En 1898 pasa a la Escuela Superior dirigida por Claudio Dumás y de principios del siglo XX, siendo adolescente, se conocen sus primeros versos, algunos publicados en el diario yumurino “Jején”.
Las realidades de la vida le alejan de los estudios y en 1901 comienza a trabajar como telegrafista suplente de los Ferrocarriles de Matanzas. El oficio le permite conocer un sinnúmero de poblados y estrechar lazos con personas que comparten sus inquietudes literarias, autodidacta se convierte en compañero de lecturas y de rientes musas.
Con enérgica juventud llenan sus letras publicaciones de época, hacia 1904 escribe para la prestigiosa revista literaria “El Estudiante», ligada al Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas en ella publican brillantes hombres de letras y educadores como Antonio Luis Moreno, Carlos Trelles y Emilio Blanchet.
Del poeta se leerán en sus páginas artículos y poesías, entre estos “Veinte de Mayo” y el poema “27 de Noviembre”. En el primero celebra el día del nacimiento de la República de Cuba, el segundo recuerda y homenajea a los ocho estudiantes de medicina fusilados en 1871.
Su talento natural se ha ido nutriendo con las influencias del inevitable poeta modernista Rubén Darío, con las letras del naturismo aliado a la religiosidad del francés Francis Jammes (1868-1938), con Julián del Casal de quien dirá años más tarde:
Yo no tenía sino quince años y un conmovedor deslumbramiento. Me llegaba tu verso excepcional, como algo que transpiraba emanaciones…
Y se alistarán sus sentidos con Uhrbach, de quien se consideraba discípulo:
Te evoco, Federico Uhrbach, como el maestro que guió mis primeros pasos por los caminos de la meditación y el ensueño…, con el mexicano Juan de Dios Peza (1852-1910), con el cubanísimo José Martí.
En Jovellanos, un poblado de la provincia de Matanzas, entabla amistad con Carlos Prats Parets y Joaquín Valdés Cataneo, dos jóvenes poetas con los que funda en 1906 “El Pueblo”, un periódico defensor de los ideales de los humildes. La publicación, que en todos sus aspectos corría a su cargo, tuvo corta vida y dio paso a otra llamada Vida Nueva, Semanario Literario, en esta priorizan la difusión cultural llevando a un segundo plano los asuntos políticos.
Según las propias palabras de Agustín es ese el período en el que se inicia el movimiento final del modernismo en Cuba, es también momento en el que los amigos toman la decisión de estudiar Derecho en la Universidad de la Habana, consideran la abogacía como un instrumento para denunciar las injusticias a las que se enfrentaron al denunciar los manejos sucios de gobierno y alcaldías.
Para 1908 es indetenible la pasión literaria de Agustín, verá la imprenta su artículo Yankeelandia donde crítica la segunda intervención norteamericana que desde septiembre de 1906 rige los destinos de su patria.
Llegan sus composiciones a la revista habanera El Fígaro, elogiado publica el poema Símbolo. En El Estudiante se dan a conocer algunos fragmentos de una novela inédita llamada Lilia, igualmente nos entrega La Canción de los Raíles:
Son arrullos de palomas, ora tristes, ora graves;
son melódicos acentos, ora fuertes, ora suaves;
son poemas arrancados a la lira de los dioses
que premuran la tristeza de enigmáticos adioses.
Un año después la publicación El Estudiante se edita semanalmente y Acosta quien la dirige en compañía de Placido Martínez, rodeado —entre otros— de Fernando y Francisco Llés, Prats, Cataneo y Medardo Vitier, abre las columnas del órgano literario a los que quieran exponer ideas nuevas.
Es por esa época en la que los inspirados jóvenes se reúnen casi todas las noches en un círculo literario bautizado El Areópago Bohemio o De Los Chocolates. Aquellos bohemios, que por punto de reunión escogían cualquier lugar atractivo de la ciudad, leían, recitaban poemas y se prestaban libros. Prohibiéndose todo límite a la imaginación también discutían filosofía en la Atenas de Cuba.
Rojas y Pálidas, Revista Dominical Ilustrada, es el título que da en 1910 a la publicación que funda junto a Florencio Hernández.
Después de estudiar en privado y aprobar todas las asignaturas impartidas en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza recibe en julio de 1911 el título de Bachiller en Letras y Ciencias.
No tardará en ganar el primer lugar del concurso convocado en 1912 por El Fígaro, su décima “A la bandera cubana” es la preferida por los miembros del jurado, entre ellos Bonifacio Byrne.
La revista Cuba y América también premiará su Úngeme con un beso, amada mía y un año después “Amor y Fe” será merecedora de otro primer lugar en los Juegos Florales Pro Heredia, convocados en Santiago de Cuba.
Nuevo premio en Oriente (1913) con Patria, Fides, Amor, y aún otro en los Juegos Florales Hispanoamericanos de 1915, su poema Los Caminos gana la Flor de Oro y quinientos pesos en metálico, con ellos publicará su primer poemario Ala.
Ala que es su primer libro lo dedica a su natal Matanzas y a Santiago de Cuba donde recibe admiración y reconocimiento. Toma el poemario el nombre de una de las composiciones en la que presenta un delicado camino ungido de naturaleza, mágicamente dibuja alas en corcel de almas para que transporte y renueve la vida, para que la lírica obre y la América viva.
Otra de las composiciones incluidas será Cleptómana, poema musicalizado por Manuel Luna Salgado y cantado por Barbarito Diez. Tampoco faltará un hermoso homenaje a José Martí. El libro será reeditado en una segunda edición cuarenta y tres años después (1958).
Ala del poeta! Oh barca que lleva
por empavesadas, guirnaldas de flores
y busca una lírica América nueva
en las borrascosas mares interiores...
Empleado en la habanera Secretaría de Comunicaciones termina en 1918 su Doctorado en Derecho Civil, su nombre aparece en una reseña biográfica escrita en 1919 por Adolfo Dollero:
Ya no es una crisálida del plectro; la mariposa perfecta vuela, hace tiempo, por los cielos sin fin de la hermosa poesía…
Adolfo Dollero
Siendo miembro de la Academia de Artes y Letras de La Habana se codea Agustín con la vanguardia intelectual de la época. A esta pertenecen también figuras de la talla de José María Chacón y Calvo doctor en derecho, filosofía y letras y Felipe Pichardo Moya quien es arqueólogo, abogado y poeta.
En un poblado de su provincia natal nombrado Jagüey Grande se instala desde 1920 ocupando las funciones de Notario Público del Término. Contrae matrimonio Agustín con María Isabel Schweyer Davis en la Catedral de Matanzas el quince de enero de 1923. Llegan en una carroza tirada por blancos caballos y se cuenta que la novia parecía la musa de un cuento de nupcias.
María Isabel nacida en Matanzas en 1896 forma parte de una familia acomodada. Es el momento de publicar su segundo libro nombrado “Hermanita”, el que en sus páginas transmuta poemas en declaraciones de amor y ternura junto a bouquets de flores y versos para su esposa: Todo lo admiro en ella: su gracia, su figura, su diáfana solicitud… Eres toda armonía, y toda gracia eres…! y tú hermanita, en ella eres la nota única.
En varios de sus versos alaba el poeta desde el fondo de su alma a la compañera, el verso en pincel va dibujando los colores con letras y celebrando con delicadeza la palidez de sus manos: —como soles de nieve en la noche— sobre tu falda negra ¡Oh sueño mío!, tus luminosas manos.
El contacto con la tierra y el pausado vivir de los pueblos del interior, saturados del sudor de la gente simple que lucha por el sustento impregnan la vida cotidiana. No ha dejado la inspiración su espíritu y cada vez que tiene una oportunidad da a conocer sus versos. Los recita en las tertulias del hotel Vista Alegre, aprovecha reuniones para declamarlos y hasta simplemente de manera informal los lee a sus amigos de paso.
En su artículo de 1924 titulado “El Encanto de Jagüey Grande” define su pensamiento, no niega el progreso sin embargo, al pensar en el futuro, recela y desconfía imaginando la posibilidad en la que el humilde hombre de pueblo cubano se convierte en rehén del dinero y de los nuevos dueños, quienes en contubernio con los poderosos habrán comprado su suelo:
Al fin vendrá una compañía extranjera, una limited americana, y será la que tienda la red en la cual, a cambio de indudables beneficios a todo el término, quede para siempre aprehendido al dinero de todos, que irá a fin de año a los bancos de Wall Street a servir de vehículo a nuevas combinaciones de las finanzas yanquis.
Con la publicación de La Zafra, Poema de Combate en 1926, el sentido de justicia social y el amor incondicional a su patria extienden su manto púrpura desde las manos del poeta, en sus palabras al lector lo dedicará al Gobierno Cubano, excluyendo a las personas que lo integran. Sus versos se elevan por encima de los gobernantes para dirigirse a la nación, a esa que no es hombre sino patria.
Será su llamado al despertar desde la paleta montuna y colorida de la Cuba profunda, desde el campo donde el guajiro baila con el azúcar al viento. El canto VI, titulado Las Carretas en la noche, se convertirá en icónica preocupación y advertencia para toda la América, un llamado al futuro que avizora, uno en el que el suelo patrio será tragado por el coloso que muele y, van, van las carretas, llevando la suerte de Cuba en sus cañas…
En estos años se entrega por completo a la lucha contra las injusticias sociales y aparece como firmante —en mayo del veintisiete— de la Declaración del Grupo Minorista. Este grupo que contaba entre sus miembros a Rubén Martínez Villena, Juan Marinello y Jorge Mañach fue un movimiento que aglutinaba la vanguardia intelectual, encausando sus reclamos en un frente común por la justicia, el mejoramiento y la unidad latinoamericana. Tenían además una postura anti imperialista y un franco desacuerdo hacia cualquier tipo de caudillismo dictatorial.
Los tiempos que corren en Cuba desde mil novecientos veinte y ocho con la reforma constitucional del presidente Gerardo Machado son peligrosos. Se vive una época de violencia social como respuesta a la violación de la Constitución. En el año treinta y uno ha escrito su Carta abierta al General Machado pidiendo su renuncia. Por este hecho será encarcelado y amenazado con ser ejecutado. Debido a las protestas —entre ellas del poeta colombiano Ismael Enrique Arciniegas— será posteriormente liberado. Al ser derrocado Machado en el treinta y tres Acosta es nombrado Gobernador de Matanzas.
Senador por la provincia de Matanzas en el Congreso de la República en el treinta y seis es elegido Agustín por un período de ocho años. Le llega esa nominación después de su paso por la Secretaría de la Presidencia en La Habana. Desde la Secretaría ha acompañado a su amigo el señor Carlos Mendieta Montefur quien fuera presidente provisorio de Cuba desde mil novecientos treinta y cuatro al treinta y cinco, año en que renuncia.
El mismo año de su nominación como Senador se publica otro de sus libros, “Los Camellos Distantes”. Leer la composición que da título al poemario parecería a lomo de camello llevarnos por un viaje, acompasado en el rítmico detalle de la musicalidad de sus versos. Se incluye también en la entrega el poema Farewell, testimonio de amor a su tierra, a su Cuba:
Que yo quiero esta vida, esta paz, estas cosas
tan humildes, tan pobres, tan sedientas de amor…!
No es que olvide las viejas capitales fastuosas:
es que hay algo más puro… es que hay algo mejor…!
Continúa su labor intelectual como conferencista honorando a José Jacinto Milanés e ingresa en la Academia de Artes y Letras. En el año treinta y siete ejerce su oficio de notario en la capital habanera. Une a su trabajo de jurista su labor en el Partido Unión Nacionalista del cual es elegido presidente ejecutivo. De su relación con Consuelo Díaz Carrasco nace el catorce de abril de este mismo año su hijo Juan José Tápanes Díaz.
Del Casal en compañía de Rubén Darío son exponentes de la poesía modernista latinoamericana, pertenecen al cenáculo de autores que lo han inspirado. Impreso en la editora La Verónica de Manuel Altolaguirre aparece el poemario «Últimos instantes» en mil novecientos cuarenta y uno. Dedicado a la memoria de Rubén Darío, en esta ocasión, en un regreso a sus viejos apegos desboca en sus versos la impronta de la corriente literaria, adornando sus estrofas de exotismo y encantos naturales.
Se publica “Las Islas Desoladas” en el cuarenta y tres cuando todavía la Segunda Guerra Mundial no ha terminado. Incluye el poemario títulos como Las colinas azules, Sepulcro, El estadío del alma. Son estos poemas un recorrido de salto en salto por islotes desolados en los cuales la tristeza se integra a la naturaleza. Y es el desencanto ante la naturaleza humana viniendo a insinuarse tal si fuera alabanza al pesimismo.
Nace el alba traslúcida
¿Adónde, oh corazón, adónde hemos llegado?
Aquí ya no hacen falta escudos ni banderas…
Aquí las aves huyen al sol de las miradas…
Por Dios…! Por Dios…! No música…! Carne para
Las fieras…!
Oh corazón, contempla las islas desoladas
En el cementerio de Colón el veintiuno de octubre da lectura a su trabajo Evocación a Julián del Casal. El acto es organizado por la Sociedad Nacional de Bellas Artes para homenajear al autor de Nieve en el cincuentenario de su desaparición.
Trabaja el poeta como notario en Los Palacios, provincia de Pinar del Río después de renunciar a su cargo de senador en mil novecientos cuarenta y cuatro. Agustín echa a un lado la escena política intercambiando su notaría habanera por la pinareña de Bruno González Gavica. Mantiene los lazos, a pesar de la distancia que lo separa de la capital, con las instituciones culturales participando en los festejos que marcan el cuatricentenario (1547–1947) de Miguel de Cervantes.
Aunque en el cuarenta y nueve es nombrado presidente del Ateneo de Matanzas los años que preceden la segunda mitad del siglo XX son en el plano sentimental de duros golpes para Agustín. En marzo del cuarenta y ocho ha muerto su primera esposa María Isabel Schweyer. El año anterior ha ocurrido también el deceso de su querida madre. Regresa a Matanzas para vivir su duelo alejándose por un tiempo de la vida social. Se puede encontrar al escritor en este período en el número doce mil quinientos cuatro de la calle Descanso, muy cerca de la estación de ferrocarriles.
Teniendo como motivo las festividades por el cincuentenario de la independencia de Cienfuegos el cincuenta y dos ha sido también de febril actividad intelectual. Recibe el premio Antonio Bachiller y Morales y continúa con su labor como conferencista. Imparte una en honor de Gaspar Cisneros Betancourt en el marco de las celebraciones en Camagüey por el cincuenta aniversario de los ferrocarriles consolidados, ocasión esta en que es develado el busto del intelectual cubano. Después de varias separaciones y retornos contrae matrimonio civil con Consuelo Díaz Carrasco en el cincuenta y uno, ella natural de Jagüey Grande pueblo que conoce muy bien Agustín.
El veinticuatro de febrero fecha en la que se conmemora el último levantamiento en armas contra la autoridad colonial pronuncia una alocución que lleva como título “En torno a la gesta del veinticuatro de febrero de mil ochocientos noventa y cinco”. Acosta el escritor, desbordante de versos y prosa en el usado baúl de la vida nada tiene que probarle al mundo, su obra habla por él.
Es Agustín un ferviente admirador de Martí. Imparte su conferencia “América, patria de Martí” y publica ¿Fue Martí precursor del modernismo? La labor de divulgación es enorme. Ha sido él como miembro del senado el responsable de que se realice cada año desde mil novecientos treinta y ocho, de manera independiente a otras festividades, la celebración del natalicio de José Martí cada veinte y ocho de enero.
Mil novecientos cincuenta y tres marca los cien años del natalicio de José Martí, apóstol, poeta y hombre universal. Para Agustín quien preside la sección de literatura en El Ateneo es un período de intensa actividad en vista de las celebraciones por el centenario. Ha sido la figura de José Martí fuente de inspiración en la vida del poeta. Nos regala Acosta en enero su discurso “Martí, niño, poeta y apóstol”, además de su canto “Martí”.
Agasajado por sus bodas de oro con la poesía son varias las asociaciones que manifiestan su agradecimiento y reconocimiento. Entronizado como figura literaria de talla múltiples son los homenajes. En mil novecientos cincuenta y cuatro es nombrado Miembro de Honor del Club Internacional Pro América por sus servicios a la cultura panamericana. El Club en mil novecientos cincuenta lo ha hecho merecedor de la medalla de oro Gertrudis Gómez de Avellaneda. Recibe también la Orden Intelectual al Mérito José María Heredia.
El cincuenta y cinco inolvidable como año de reconocimiento a su desempeño como escritor y hombre de cultura. Fruto de una larga trayectoria en las letras, por su talento y por su implicación en la difusión de la cultura cubana es propuesto por la Cámara de Representantes al rango de Poeta Nacional. Su nombramiento es aceptado por el Senado de la República y en abril se le otorga el merecido título. Como antes lo fuera el fallecido poeta de la guerra Bonifacio Byrne es ahora Agustín Acosta y Bello el poeta nacional de Cuba.
Nombrado Hijo Adoptivo de Cárdenas, lo será también de Jovellanos. Lo recibe en este último pueblo el señor Lamelas Muñiz abogado y director del periódico “El Radar” acompañado por la culta Delia Carreras, pedagoga, periodista e instigadora de la instauración del Día del Poeta en Cuba. Está también allí José Ángel Buesa quien obra como redactor y compilador del libro “Agustín Acosta: Sus mejores poesías”, publicado por la editora Bruguera el año mismo de su consagración como Hijo Adoptivo y Eminente de Jovellanos.
Marca diciembre de mil novecientos cincuenta y nueve el centenario del escritor mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, fundador de la revista Azul y precursor del modernismo. Agustín consciente de su importancia le dedica una conferencia como homenaje. En la segunda mitad de los años cincuenta radica en Marianao, La Habana. Dedicado a su amigo José María Chacón publica en el cincuenta y siete su libro “Jesús”, en el explora los misterios de la espiritualidad y pasea reflexivamente por los caminos de la vida del Cristo redentor:
Cuánto mayor serías si ante el mundo
como un hombre no más te presentaran
Ha participado activamente Agustín en la vida cultural cubana y sido presidente del Ateneo de Matanzas. También ha obrado como responsable de la sección de literatura del Ateneo de Marianao. Comparte en el Ateneo sus poemas e ideas junto a figuras de la talla de Dulce María Loynaz, Carilda Oliver Labra, Pura del Prado, Emilio Roig de Leuchsenring, Juan Marinello y Juan Chavás entre muchos más.
El veinte y nueve de abril de 1963 se celebra la boda religiosa de Agustín con Consuelo Díaz en la iglesia La Milagrosa de Matanzas. Los destinos de Agustín y Consuelo se habían, de manera oficial, entrelazado mucho tiempo antes en unión civil el 14 de abril de 1951. Sara, hija de Consuelo y adoptiva de Agustín no se encuentra con ellos. Ha sido enviada a los Estados Unidos en la triste operación Pedro Pan (Peter Pan) en el sesenta y uno.
No imaginaban que la separación sería larga pues no se volverían a ver hasta casi una década después. Sería mil novecientos sesenta y uno en el plano personal y en su obra momento de rumbos ignorados tal y como lo describe “con su locomotora levantando vapor, en instantes inciertos”.
Es una época en la que regresa a sus viejas inquietudes los ferrocarriles. En el Ateneo de La Habana durante la introducción a la lectura de Caminos de Hierro en el sesenta y uno diría él mismo ¡Quedó en mí una nostalgia invencible! Se publica este último libro en mil novecientos sesenta y tres.
La década de los años sesenta del siglo XX en Cuba ha sido un momento de grandes cambios en la escena política. Ha huido el presidente Fulgencio Batista y se instaura desde el cincuenta y nueve un nuevo gobierno que rediseña los andamiajes sociales y culturales. Apartando esporádicos trabajos y alguna que otra entrevista Agustín casi desaparece de la vida pública. Se instala por temporadas en San Miguel de los Baños, poblado no lejos de la ciudad de Matanzas famoso por sus aguas medicinales.
Vive en este período Agustín en la calle Descanso de la ciudad de Matanzas donde recibe los pocos amigos que van quedando. En mayo del setenta se le rinde homenaje en la escalinata de la Universidad de La Habana donde lee algunos de sus versos. Unos días antes, el 30 de abril ha sido nombrado Miembro Correspondiente Hispanoamericano en Cuba de la Real Academia Española.
En mayo diecisiete de mil novecientos setenta y uno -más de un año antes de su partida- ha dirigido Agustín desde sus pesantes ochenta y cuatro años sus motivos en carta a Nicolás Guillén, en ese momento presidente de La Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba aclamado poeta nacional desde mil novecientos sesenta y uno. Más allá del título de “Poeta Nacional” existe un respeto mutuo y una amistad antigua entre los dos escritores.
Acompañando a su esposa Consuelo Díaz Carrasco, ya ancianos en diciembre de mil novecientos setenta y dos han atravesado al vuelo el Estrecho de la Florida. Partidos al encuentro de su querida hija Sara van, en busca de calor y sosiego a su quebrantada salud. Son la nostalgia y el peso de la distancia en sus hombros los que se acrecientan cada día más, el amor a esos recuerdos de toda una vida, a la tierra, a las pequeñas y grandes cosas logradas, a los amigos y a su ciudad natal que lo atrae como un imán.
Apenas dos meses después de que Agustín se despida de su país decede en la Habana José Manuel Acosta el veintisiete de febrero del setenta y tres. Su cómplice de tantos trabajos, el que ilustró sus libros, fotógrafo, pintor, compañero y hermano se ha marchado. El treinta de abril participa en el acto y entrega de los premios del concurso literario Jorge Mañach donde recibe el aplauso de los presentes.
En mil novecientos setenta y cinco se publica “El Apóstol y su Isla” incluyéndose en este cantos patrióticos de diferentes momentos creativos. Desde la distancia también regresa con su poemario al suelo natal cantándole su amor a las provincias cubanas. En mil novecientos setenta y nueve se da a conocer su libro “Trigo de Luna”. Han replicado el once de marzo de ese mismo año las campanas del camposanto por el fallecimiento del bardo en Miami. Nonagenario, se lleva el soplo de inspiración que recorría sus venas y que ha resurgido públicamente después de un largo período –interrumpido esporádicamente– de olvido en su patria, Cuba.
Póstumamente regresará en mil novecientos noventa y seis nuestro Agustín al ser publicado el poemario “Lejanía” compuesto de versos dedicados a su segunda esposa, en estos confiesa su pasión por Consuelo, su viejita radiante y bella:
Pero si no te creen… si el mundo mal te juzga,
inicia hacia el misterio la astral evocación,
que yo vendré a tu lado, y te diré en un beso:
¡Tú eres mi amor!
Para descubrir sus huellas hemos seguido la incansable pluma y los versos que iluminaron el camino, recorrido el hilo de Ariadna desde la luz que le acogió al nacer hasta la oscuridad que selló sus cansados párpados ¿Podrán las tinieblas y el olvido alcanzarlo? ¡Nó, Agustín, nunca nos ha dejado!
Y si es cierto que hay otras existencias; si es cierto
todo cuanto en los libros sagrados aprendí;
si es cierto que se nace mas de una vez, recuérdalo:
quiero nacer de nuevo aquí...!
Palabras a Agustín
Cuando regrese a la lejana Matanzas
para desandar tus usados adoquines
por las vetustas esquinas buscaré
si tuyas dejaste algunas añoranzas
Pasaré frente a la puerta descolorida
que te vio de niño sostener la pluma
y preguntaré a ella, con urgida duda
dónde guardaste aquella hoja perdida
Miraré los pergaminos de tus versos
para escuchar el latido de las letras
Liberaré en silencio a las claustras
despidiendo sus labios con besos
Para encontrarte poeta a los rieles
tenderé mi oído en el fugaz aguacero
sobre los férreos quejidos de acero
que una vez llevaron azúcares, mieles
A la patria, compañero de zafras
Hablaré de tu amor al cubano
Al cantor de campiñas, hermano
Contaré nuestras penas, las nuestras
Sonreiré a la tierra preguntando ¿Ausente?
Para que vuelvas bardo a cantarle
A tu país, mi querido amigo ¡Presente!
(A. Martínez)
Referencias bibliográficas y notas
- Un especial agradecimiento a Yolanda Brito Álvarez, a Mireya Cabrera Galán y, a los que han sido depositarios de tantos recuerdos, a todos(as) los que para la posteridad de una manera u otra han mantenido viva la memoria de nuestro poeta nacional Agustín Acosta ¡Gracias!
- Brito Álvarez, Y. Desde Ala hasta La Zafra. Introducción al estudio de la obra poética de Agustín Acosta.
- Brito Álvarez, Y. (2010). Poeta de siempre, Agustín Acosta. Editorial Letras Cubanas, Habana.
- Cabrera Galán, M. (2009). Agustín Acosta Bello, Aproximación a su vida y obra. Habana, Cuba: Editorial Ciencias Sociales.
- Dollero, A. (1919) Cultura Cubana (La provincia de Matanzas y su evolución). Habana, Imp. Seoane y Fernández, pp. 134-135.
- Magazine de La Lucha, 1924 p. 325
- El Matrimonio del poeta Agustín Acosta publicado por El Fígaro en enero 21 de 1923.
Yolanda Caridad Brito Alvarez dice
YUCAYO, quisiera saber quién escribió este artículo? Me ha parecido muy bueno. Quiero, además, conocer más de YUCAYO. Muchas gracias
Almar dice
Hola Yolanda, su servidor… muchísimas gracias por su atención, un matancero que quiere mucho a Agustín! La busco en facebook… Me encanta su trabajo.