Carta enviada por Antonio Maceo desde el Roble, Pinar del Río, al coronel Federico Pérez Carbó en Nueva York y fechada 14 de julio de 1896.
Al coronel Federico Pérez. —New York. —
Mi querido coronel y amigo: he leído con mucha satisfacción su carta del 29 de Junio. Estoy medio contento con el alijo del doctor Castillo. La falta de elementos no me llevó á la desesperación porque la suplí con otros, no menos importantes, para el caso.
Por eso gestiono ahora el envío de cuanto tengo pedido; no quiero verme en las astas del toro. Parece que ni el Delegado ni el Gobierno, han tenido en cuenta la importancia de la invasión, para favorecerme á tiempo; pero sí lo han hecho con los hijos mimados de la fortuna, con los cuales siguen los privilegies y desaciertos preparando disgustos.
Lamento lo ocurrido con las expediciones. Si las mías vienen en la forma y condiciones pedidas, no sucederá lo mismo. El enemigo está acobardado allí donde hay gente veterana y muchos elemento; aquí cuesta pegarle duro: hay jefes á quienes corren todavía.
Cierto que el número de combatientes es diferente, pues yo he llegado á tener en Las Villas y aquí, una persecución de 75,000 soldados con los mejores jefes del ejército enemigo. Aquí no hay un palmo de tierra que no esté bañado con sangre cubana y española.
Ni la campaña del 71 fué para mí más ruda. Sin embargo, he gozado mucho viendo realizarse un día y otro mi sueño dorado, y así he podido pegar á los españoles y romperles la crisma á sus mejores generales.
De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide: mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo á nuestros esfuerzos; mejor es subir ó caer sin su ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso.[1]
Miró está enfermo porque aun no tiene ninguna herida; esto lo hace sufrir. Dígame que sabe de José, mi hermano. Escríbale diciéndole que pida venir para acá, donde hay campo para todo el mundo; que si por intrigas se ve colocado en mala situación, haga lo que yo siempre he hecho; que no se preocupe de que no se recompense la pureza de sus sentimientos y el mérito de sus servicios, que le baste la propia satisfacción de haber siempre cumplido y de no haber servido á España.
Están al llegar los elementos de guerra que trajo Leyte Vidal. Todo se salvó; ya debía estar en mi poder á estas horas, pero no tiene usted idea del estado de los caminos á consecuencia de las torrenciales y continuas lluvias que han caído de un mes á esta parte.
Al doctor Castillo dígale que le felicito por lo bien que salió de su arresto. Se me antoja, por ciertas noticias de la prensa, que ya está navegando otra vez con rumbo hacia acá. Le deseo que pronto esté completamente restablecido. Y ahora, luego y siempre trabajando por Cuba libre. A mí también me pellizcaron, pero fué cosa insignificante; ya estoy curado y otra vez de pelea.
Le abraza su affmo.
—A. Maceo.—
El Roble, Julio 14 de 1896.
Bibliografía y notas
[1] Las frases que hemos subráyado son las mismas que redactó Maceo; así están en el original, que obra en poder del coronel Federico Pérez y en el copiador de la correspondencia que tenemos nosotros. Hacemos esta salvedad, porque en el monumento del Cacahual se han esculpido en otros términos, que ni siquiera son análogos, y carecen de sentido y de intención. Parece que, al grabarlas allí se trataba de complacer á los españoles y á los americanos, por cuanto se omitió el pensamiento capital. Si se quiere rendir tributo á la verdad, deben ser borradas de aquella columna, y sustituirlas por las que hemos copiado literalmente.
- Miró Argenter, J. (1943). Cuba, Crónicas de la Guerra. La Campaña de Occidente. (2nd ed., Vol. III). Habana: Editorial Lex. pp. 292-293
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