El público habanero, el mundano y aristocrático, contaba al fin con el rendez-vous1 de su predilección, con la casa de sus simpatías, con el café Delmónico, situado en la famosa Acera, entre “El Cosmopolita” y “Los Helados de París”.
Desde el día de la inauguración, que fué fastuosa, desfilaron por los salones del nuevo establecimiento las más distinguidas clases sociales.
La apertura de Delmónico representó en nuestra vida mundana, el tránsito de la antigua vida colonial á la vida independiente y cosmopolita. El molde será americano, pero lo que es el espíritu es esencialmente cubano, como que son cubanas las personalidades que dirigen la nueva casa: Antolín Gómez y Eduardo Autrán.
Antolín Gómez estuvo en Nueva York estudiando durante dos meses la administración del Delmónico norteamericano y haciendo al mismo tiempo las adquisiciones para el nuevo café, el cual se ha montado bajo su dirección, administrándolo desde su apertura en calidad de manager.
Antolín Gómez puede decirse que tiene los ojos de Argos y las manos de Polifemo para verlo todo y examinarlo todo. La emigración durante la guerra, lo llevó á Mérida de Yucatán, en cuyo punto figuró como Tesorero del club “Salvador Cisneros”. Pero los aires mexicanos no lo cambiaron, trasmitiéndole la indolencia de aquel país y por eso su actividad en Delmónico es inagotable para atender y complacer á la numerosa y culta clientela.
De Eduardo Autrán puedo decir que tiene el extraordinario mérito de haber arriesgado su capital para montar una casa de tanta importancia y tan en correspondencia con los gustos y preferencias de la sociedad habanera.
El Delmónico de la capital cubana no podría ser ni más encantador ni más elegante. Su aspecto exterior, severo y airoso á un tiempo, contemplado desde el Parque Central, revela un trasunto neoyorkino ó parisiense.
Cuando llegada la noche viene con ella la animación, ofrece Delmónico la apariencia de una gruta encantada, donde la luz esparcida en profusión, aleja las tristezas y las sombras, invitando á la sabrosa chismografía y á los jocosos comentarios.
Las preciosidades que encierra la nueva casa, llaman poderosamente la atención de cuantos la visitan.
Entrando y á la izquierda se halla la instalación de las bebidas gaseosas, entre las que sobresale el magnífico néctar soda, instalación resplandeciente, primorosa, servida por una atenta señorita.
A la derecha, muestráse el depósito de tabacos y cigarros, que ofrece las más variadas Marcas.
Avanzando más adelante, contémplase á la izquierda, en parte céntrica, la cantina, que es extensa, cómoda y de forma agradable, con espejos al fondo y sin la botellería a la vista del cliente, que puede apoyarse en el antepecho metálico y apoyar sus piés en cómodo descanso. Todo el armatoste es de de maderas del país, notándose como rasgo de exquisito arte, la barra que se alza en su parte superior, en cuyos extremos muerden dos cabezas fantásticas.
La combinación de maderas y el trabajo de escultura que en esa obra se advierten, hacen honor á la casa de Rigolt, que á su vez hace honor á Cuba.
Al fondo, y con disposición acertada, se ven los departamentos de lunch y de café, en los que predominan el gusto, el aseo y el mas concienzudo esmero.
El comptoir, ó sea la carpeta, ocupa la parte céntrica, en el ángulo de la escalera que da acceso á los altos, y frente á la cantina, desde cuyo punto domina todo el vasto salón. La cajera es una señorita.
Un detalle importante: en estos momentos en que el interventor pretende perfeccionarlo todo, son los retretes, tal vez los mejores que se han instalado en la Habana.
Y en cuanto al mobiliario, mesas y sillas construidas en el país por la mencionada casa de Rigolt, responden al ideal de lo artístico y la comodidad, subordinados á la más hermosa y neta sencillez.
Caprichosas columnas se alzan en la línea central del salón, sirviendo de soporte en su entablamento á la parte superior del edificio.
El alumbrado es alterno de gasógeno y electricidad, y la profusión de luces es tal que, al irradiar en los muros del salón, adquiere éste la ilusión de un sitio regio dispuesto para recibir un emperador.
Esa blancura del interior de un edificio consagrado al recreo de la imaginación y al regodeo del paladar, acusa un alto gusto y un instinto delicado, porque sobre el blanco inmarcesible se destacan mejor los trajes multicolores de las mujeres bonitas que van día y noche á animar á Delmónico con su gracia movible y risueña.
¡Ah! todos lo sabemos… donde ellas van, esparciendo alegres sonrisas y arrobando con sus monerías desesperantes, allí van también ellos, cuyo papel se reduce á sufrir y admirar.
Horas hay en Delmónico en que parece haberse dado cita el esprit masculino, con toda su variedad de seducciones…
Aumenta las comodidades del cliente, el empleo de tikects introducido por primera vez en la Habana. Con esta novedad se sabe de antemano el valor de lo que se consume y se ahorran las equivocaciones y los litigios, siempre enojosos.
¿Y el servicio? preguntará algún lector suspicaz. Pues el servicio es todo lo bueno que puede serlo en la Habana, donde es tan defectuoso en cafés y restaurants. La dependencia viste á la europea: traje negro con delantal y la placa del establecimiento en el pecho.
De bebidas no queremos hacer prolija descripción, porque sería inacabable. Al frente de la cantina se halla un inteligente en el asunto, bien conocido de los muchachos. Desde el prosáico gin hasta el poético Clicquot, puede pedirse lo que anhele el estómago más caprichoso.
¿Quieren ustedes un cordial de Moka, de Kirsh ó de Vainilla? Pues al punto se lo sirven, luciendo sus visos de amatista, de perla ó de granate en su túnica de cristal.
Pero el colmo de lo sabroso está en los cocktails, punchs y sours que por las tardes van á gustar los ya numerosísimos habitués del novísimo establecimiento, en esa hora del día, tan propicia para la murmuración y el placer de la contemplación callejera.
Sería por tanto injusticia notoria dejar de reconocer la brillantez que comunica á esa parte de la Acera el café Delmónico, cuya larga prosperidad todos vaticinan con acento de seguridad.
Nosotros le expresamos nuestro entusiasta parabién registrando en nuestras columnas la fundación del lujoso establecimiento, tan protegido y celebrado por los clubmen en boga.
En 1917 el señor Lancaster2 menciona al Café Delmonico de la siguiente manera:
Halland and the Doctor appeared to know the best hour to look in at the dancing-halls; the best seats to take at the Delmonico when the gayest butterflies of Habana come out to preen at midnight before the eyes of Vanity Fair; the best house for liqueurs out of all these glittering cafés.
And there were cafés all the time; brilliant places where people drank limonatas and aguardiente, and where dark slender youths hung on the outskirts with the tinkle of mandolins and guitars, singing old Spanish and negro songs for sips of mate or narangiata.
Bibliografía y notas
- Rendez-vous del francés: Cita, lugar que sirve de punto de encuentro. Larousse en línea. ↩︎
- Lancaster, G. B. “Carnival” Fool Divine. New York: George H. Doran Company, 1917, p. 68. ↩︎
- “Delmonico”. Revista El Fígaro. Año XVI, núm. 10, 11 de marzo 1900, pp. 112, 113.
- Personalidades y negocios de la Habana.
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