

La Compañía Cubana de Pesca y Navegación se constituyó en la Habana, bajo las leyes de esta República, el día 28 de septiembre de 1916.
Integraban su Junta Directiva los siguientes señores: Presidente: Segundo Casteleiro y Pedrera. Vicepresidente: Manuel Areces Aguirre. Tesorero General: Victoriano García y García. Secretario: doctor Gustavo A. Tomeu.
Como Vocales figuraban los siguientes señores, que al igual que los ya nombrados son firmas prestigiosas y bien respetadas del alto comercio y de la Banca:
Armando Godoy y Agostini, Gaspar Vizoso Cartelle, Bernardo Solís, José Parapar-do Chao1, Jesús M. Bouza, Antonio Rodríguez Diaz, Juan Castro Montero, Pedro P. Kohly y Francisco Lamas.
Hemos dicho ya que no necesitamos decir una palabra sobre estos señores, y ratificamos lo dicho. De ellos, el que más y el que menos figuró en grandes empresas industriales.


La Compañía Cubana de Pesca y Navegación era propietaria de 47 buques veleros, con un tonelaje cada uno que fluctuaba entre 80 y 150 toneladas de arqueo.
Cada buque tenía un “tanque” para que el pescado pudiese llegar vivo a la Habana, con capacidad que variaba entre 20, 25, 30 y hasta 40 mil libras. Los buques de la Compañía de Pesca y Navegación se dedicaban única y exclusivamente a la pesca, como debe de suponerse por el nombre que ostentaba, y la tripulación de cada barco la integraban ocho hombres.
Esta Compañía abastecía con su flota más de las tres cuartas partes del pescado que consumía nuestra capital en la segunda década del siglo XX, en la clase conocida por “pargo” y “cherna”, tan vendida esta última en los mercados de Tacón, Cristina y Polvorín.
La Florida y Sonda de Yucatán, cerca de la república mexicana, eran los lugares preferidos por estos buques para pescar.
Era propietaria además tan rica Compañía de muy valiosos muelles, emplazados en el canal de entrada, del puerto de la Habana. El pescado que de las aguas ya citadas traían los buques de la Compañía Cubana de Pesca se trasladaba a estos muelles, y allí se le mantenía vivo, en unas boyas preparadas exprofeso. De este lugar se traía cada día la cantidad necesaria para el consumo de la ciudad.
El capital emitido por esta importantísima y bien acreditada compañía anónima era de $600.000 (seiscientos mil pesos) en acciones preferidas y un millón cien mil dólares en acciones comunes.
Su dirección y administración estaba a cargo de un caballero altamente apreciado y querido en la sociedad habanera, por sus condiciones de caballerosidad, corrección y honradez. Nos referimos al señor Ignacio Montalvo, quien supo rodearse de dos personas tan estimables y respetadas como los señores Waldo Acebal y Enrique Navarro, quienes se desempeñaban, respectivamente, de Contador y Cajero.


Poseía la Compañía con cuyo nombre encabezamos estas líneas, dos varaderos en el litoral de Regla, valiosísimas propiedades como podrá apreciarse en las fotografías con que ilustramos esta información. Una de ellas representa el varadero conocido por “La Campana” y la otra el que se denomina “La Puntilla”.
En ellos no sólo se limpiaban, carenaban y varaban los buques de la Compañía propietaria, sino que también no pocos, pertenecientes a otras Empresas.
Uno de ellos, “La Puntilla”, era suficiente para albergar tres veleros a la vez y estaba equipado de tal modo y con herramientas mecánicas y aparatos tan modernos que allí se podían carenar y construir buques.


Precisamente a mediados de 1918 se terminaba la construcción de un vivero (barco) nombrado “Rita Álvarez II”. También allí, es decir, en el varadero de “La Puntilla”, fué construido el “Francisco Vilar”, que como algunos otros de la Empresa que nos ocupa, se construyó con maderas de la selva cubana.
Es de todo punto indiscutible que los grandes y constantes progresos de la Compañía Cubana de Pesca y Navegación, se debieron en gran parte, sino en términos generales a un caballero tan estimado y querido en la sociedad capitalina y en el mundo de nuestros negocios como don Ignacio Montalvo.
Montalvo no sólo hizo llegar al más alto grado de prosperidad a la Empresa citada sino que tuvo el talento y la habilidad necesarias para interesar en ella a personas que por su hombría de bien, su honradez y su posición social y económica, bastando con sólo dar su nombre para garantizar la solvencia y la honradez de cualquier Empresa.
Acaso muy pocas Sociedades Anónimas eran capaces de brindar al accionista una serie de nombres como los que fueron honra y orgullo de la Compañía Cubana de Pesca y Navegación.
En la alta Banca, en el Comercio que podríamos llamar aristocrático en gracia a la riqueza de sus componentes, en el mundo de las Industrias, y en el vasto y extenso de los negocios, en fin, cualquiera de los señores que figuraban en la Directiva de esta acreditada Compañía, tuvo un nombre altamente respetado y acreditado.


Era maravillosa y digna de admiración, a más de todo elogio entusiasta, la forma en que conservaba esta Compañía el pescado que cada día en las horas de la madrugada llegaba a los Mercados, fresco y en las mejores condiciones de higiene y salubridad, para ser utilizado horas después como ya hemos dicho, por las tres cuartas partes de la populosa ciudad habanera.
Tal es, a grandes rasgos, la Compañía Cubana de Pesca y Navegación, en la que se interesaban algunos de los más fuertes comerciantes de nuestra sociedad.
Bibliografía y notas
- José Parapar-do Chao natural de A Coruña, España hijo de Benito y Josefa se naturalizó en Cuba en febrero de 1907. Véase el Boletín Oficial del Departamento de Estado de la Secretaría de Estado y Justicia. Año IV, núm. 35, Marzo 1907, p. 95. En línea: https://books.google.com/books?id=hr5AAQAAMAAJ&newbks ↩︎
De interés: Personalidades y negocios de la Habana
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