

Surge á la vida industrial una nueva fuerza cubana. Iniciada por cubanos, desenvuelta con dinero de cubanos, la “Compañía Frigorífica” que hace poco más de un mes (1910) que está funcionando en la Habana, será un timbre de honor, un orgullo para la actividad y la inteligencia práctica de los cubanos.
La idea de esta Compañía pertenece al emprendedor hombre de negocios Sr. L. Supervielle, tan conocido en nuestro mundo mercantil por su actividad y corrección y á su lado, como auxiliar eficacísimo, se encuentra el conocido é inteligente joven cubano Sr. Alberto Suárez Murias: aquél es el Presidente de la Compañía y éste es el Secretario Tesorero.
—¿Y qué ventajas trae á la vida doméstica la Compañía Frigorífica? —preguntarán los lectores de El Fígaro.
Vamos á decírselo en pocas palabras. Esta nueva Compañía tiene por objeto producir el hielo artificial, pero extendiendo su industria á la fabricación de helados y sorbetes, poniéndolos al alcance de todas las clases sociales, no sólo por el precio reducidísimo á que puede producirlos, sino por la comodidad que brinda al público de servirlos á cualquier hora del día ó de la noche.
Hoy la Compañía Frigorífica puede producir ciento veinte galones de helados por hora que se distribuyen en sorbeteras de dos ó más galones, y llevadas á domicilio por los carros especiales de la Compañía, con sólo pedirlo por teléfono.
¿Se quiere una ventaja mayor? Las familias pueden, de hoy en adelante, improvisar una fiesta y obsequiar á sus convidados con ricos sorbetes, mantecados y helados de frutas, indispensables en nuestro clima, sin la molestia y preocupación que existían hasta ayer, en que había que hacer el encargo con anticipación y esperar á que resultaran buenos.


Además, se ha ganado en la higiene y limpieza con que se confeccionan. La “Compañía Frigorífica” emplea los admirables aparatos de la “Miller Pasteurising Co.”, para hacer cremas y helados y en los cuales por medio de ingeniosas aplicaciones mecánicas apenas interviene la mano del hombre. La máquina lo hace todo ó casi todo y esto dá garantía de absoluta higienización al producto.
“No puede decirse que un preparado esté libre de microbios, si interviene en su preparación la mano del hombre, por limpias que las tenga” —ha dicho el gran Pasteur.
Con verdadero regocijo ofrece El Fígaro á sus lectores la noticia del gran adelanto que significa en nuestras costumbres la “Compañía Frigorífica”. Hace unas cinco semanas que está funcionando y su producción de hielo al día es ya de setenta y cinco toneladas, pudiendo duplicarlas, pues sus soberbios aparatos tienen capacidad para el doble de su actual producción y en los depósitos pueden guardarse hasta ochocientas toneladas.


Estos grandes aparatos —que son la última palabra en su clase— han sido construidos por la “Triumph Electric Co.”, de Cincinnati, Ohio, E. U. de América y están instalados en el local propio de la “Compañía Frigorífica” de Infanta núm. 44, en grandes departamentos que parecen salones de baile por su limpieza y brillante decoración, con todas las paredes enlosetadas de blanco, á una altura de más de dos metros.
Es un torneo de higiene en que todos los departamentos pugnan por estar á cual más blanco, más brillante, más nítido y en las cámaras ó tanques en donde se preparan los líquidos una tupida tela metálica los conserva libre de insectos.
Una poderosa máquina-motora de ciento veinte y cinco caballos de fuerza hace mover todos los aparatos accesorios. Su inmensa voladora, en vértigo incesante, gira y gira en un movimiento sin fin, como indicando que el movimiento es de vida y que allí hay vida próspera y sólida.


Cuando recorríamos todo aquel mundo “blanco”, verdadero paraíso de la nieve artificial, en el barullo de aquel movimiento incesante de máquinas, casi no oíamos las explicaciones del amable cajero y tenedor de libros de la Compañía señor Manuel Soler —que con los Sres. Supervielle y Suárez— nos sirvió de cicerone y cuando nos hablaba de máquinas compresoras y serpentinas de amoníaco, de tanques protegidos, de condensadores y de grúas, de esterilizadoras y turbinas, un solo pensamiento nos animaba y obsedía: Aquello era una obra cubana.


Y nos parecía que tardábamos mucho en correr á la redacción y escribir de prisa estas cuartillas en honor de ese colosal esfuerzo cubano, que se llama la “Compañía Frigorífica”. No somos pesimistas. Tenemos fé en las virtudes del cubano. Tenemos fé en sus facultades emprendedoras, en su brillante inteligencia, en su abnegada y mal retribuida laboriosidad.
Ahí están los señores Supervielle y Suárez que nos dan la razón. Estimulémosles con frases de aliento para que sus tantas iniciativas culminen en un brillante triunfo, que será un triunfo nacional cubano.
Bibliografía y notas
- “Vitalidad nacional. La Compañía Frigorífica Cubana”. Revista El Fígaro. Año XXVI, núm. 29, 17 de julio 1910, p. 352-353
- Personalidades y negocios de la Habana
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