
Crónica Negra de Cuba republicana: La Estafa de la Limosna era en la Habana republicana una de las más comunes y de las que, a pesar de ser harto conocida, siempre contó con víctimas dispuestas a ser parte de la manipulación.
El estafador, casi siempre, merodeaba por los alrededores de lugares públicos y hoteles en busca de extranjeros o cubanos de provincias, y entablando conversación por cualquier motivo les preguntaba si conocían de algún asilo o lugar piadoso donde en concepto de limosna pudiera entregar una cantidad de dinero que había sido dejada a su cuidado por un fallecido fuera de la Habana.
Comisionado supuestamente en una misión caritativa pedía ayuda a su víctima o bien para que le guardase el dinero por carecer de lugar apropiado a este fin, o de que personalmente entregase la suma a su cuidado en alguna iglesia u otro lugar apropiado, eso sí, tenía que entregarle una cantidad que garantizara el depósito.
Muchos de los atrapados en este timo confiaban en el sinvergüenza por la bondad de la idea. Alguien deseoso de ayudar a los necesitados no podía ser una mala persona y, además obtener un beneficio personal gracias a la gestión era un negocio atractivo. El buen obrar aparejado a la ganancia fácil por facilitar una transacción eran la carnada perfecta.
Y así, muchos desconfiados mordieron al anzuelo y entregaron una cantidad simbólica. Comparada esta con el monto de la limosna podía parecer irrisoria, sin embargo, ofrecía garantías de la buena fé de la víctima.
Terminaban probando al taimado delincuente que eran personas de bien y entregaban la fianza de su buen actuar al ladronzuelo empedernido. En el intercambio la víctima entregaba una suma de dinero u objetos de valor y el estafador les daba bien envuelto el “paquetón” de la limosna.
A través de las diversas épocas lo mismo empaquetaban pedazos de cabilla o lo que pareciera monedas, que recortes de periódicos que imitaran billetes. Menuda sorpresa después, al abrir aquello que les era confiado con tanto cuidado y secretismo y encontrarse en el papel del “Guanajo”.
Cabeza de Queso un experto de La Estafa de la Limosna
Pululaba la Habana republicana de expertos delincuentes a quienes atraía particularmente “La Estafa de la Limosna”, quizás por la maldad y el placer que se daban cuando lograban embaucar alguna víctima.

Era uno de estos y de los más activos el conocido por sus alias “Cabeza de Queso” y “El Tintorero” portador de varios nombres lo mismo se llamaba Antonio Rodríguez García, Andrés González García que José Sánchez Calvo. Este delincuente escogía a sus víctimas y actuaba en ocasiones junto a cómplices de su misma calaña.
A principios de julio 1936 la señorita Dora Olmo Fernández, española y vecina de San Lázaro 95, presentó denuncia en la Primera Estación de Policía. Alegaba que dos sujetos blancos le habían estafado $240.00, haciéndole creer que tenían que repartir la suma de $5,000.00 y que ella les daría una garantía para hacerse cargo del reparto.
La convencieron, de que les entregara dicha suma de 240 pesos a cambio de los supuestos 5,000 pesos, y descubrió después la señorita Dora Olmo que el paquete que parecía contener los miles, era sólo papeles de periódicos habilidosamente preparados para la simulación.
El brutal despertar no sólo fue esquilmo monetario sino también emocional al formar parte de la investigación una carta amorosa que le dirigió uno de ellos a la joven, conteniendo versos en español y en gallego. La maldad puede llegar a alcanzar niveles insospechados.
Cabeza de Queso y su cómplice Robustiano López Fernández, llamado El Ferrolano, fueron reconocidos por retratos que mostró a la víctima el subinspector de la Policía Secreta Raimundo Aragón.
Sobre la pista de ambos delincuentes, la policía fue parte al mes siguiente de una nueva víctima a quien estafaron por ciento ochenta pesos a cambio de mil. Una vez más comenzaron enviando a la joven española Delfina García y González, residente en el Vedado, una carta de amor.
El Cabeza de Queso traía la sagrada misión de repartir mil pesos entre los pobres, dinero que daría a una persona honorable, como era ella, siempre que le diese alguna suma como garantía. Entregados los mil pesos en billetes envueltos en un pañuelo, y, convencida de que en el paquete estaba el dinero, lo tomó y se lo llevó a su domicilio, pero al zafar el pañuelo vió asombrada que sólo contenía dos cajetillas de cigarros y pedazos de papel.
Con toda probabilidad nunca sabremos la cantidad de víctimas de este delincuente reincidente, pero sí sabemos que por estafa fue juzgado en 1937 y se le condenó a seis años de presidio correccional. Indultado a mediados de 1939 regresó a sus andanzas sin tardar.
Y ni corto ni perezoso el jefe del Buró de Robos de la Secreta, Raimundo Aragón, quien era la pesadilla de Cabeza de Queso, continuó la persecución del consumado delincuente, que ya en esa época había extinguido quince condenas por todo tipo de estafas. Un irredimible que hizo del engaño su modo de vida.
Bibliografía y notas
- Martínez, Alfredo, editor. “Ya se sabe quienes timaron los $240 a una pobre joven”. Diario de La Marina, 1936.
- Historias y Leyendas de Cuba y el Mundo
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