La Fábrica de Cigarros y Tabacos Cuba de Adolfo Moeller. Un escritor cubano dijo hace poco, hablando del nuevo régimen traído por la victoria, que ya la república cubana tiene su orador, su poeta, su guerrero, etc. A esta lista exacta pudo haber añadido: y su fabrica de cigarros con divisa propia, con enseña especial, con marca ingénita y esperada ansiosamente por todos como un signo bendecido de buena nueva.
Porque apenas firmada la paz, como por virtud mágica análoga á la de los cuentos de hadas, se abrió como por encanto en Belascoaín 80, la prestigiosa apenas nacida, Cuba, gran fábrica de cigarros y tabacos de Adolfo Moeller dirigida (y muy bien dirigida) por el señor Tapia.
Luego se hablará de la pereza de los cubanos. Y apenas el rocío de libertad cayo sobre la sedienta tierra de Cuba, las empresas surgieron de todas clases: periodísticas, artísticas, científicas, comerciales e industriales.
El día primero flameó la bandera de la libre América en el Morro, la bandera de la libre Cuba en las casas cubanas y la nueva bandera brilló en todos los anaqueles de todas las tiendas sobre la elegante cartera en que envolvía sus cigarros exquisitos la fábrica de Cuba.
El gusto por los cigarros Cuba entró por los ojos ante la cubierta cubana y se confirmó por el sabor al pasar por los labios. Y ya nadie quiso más cigarros que los cigarros Moeller.
Los admiradores corrieron a visitar la fábrica, pasearon por los diversos departamentos, entraron en los depósitos de hojas y salieron complacidísimos del aspecto ordenad de las dependencias, del ambiente de trabajo que allí se respiraba y de la obsequiosidad extrema de los dueños que se desvivían por atenderlos.
Parecía aquella obra de la industria un establecimiento abierto hace algunos años y no una nueva cigarrería y tabaquería abierta, como por ensalmo. Tan seguros estaban todos en sus puestos y tan magistral era el trabajo realizado!
El nuevo régimen le dio nacimiento; el nuevo régimen lo mantendrá á lo largo de los años sin perder un ápice de su prestigio, haciéndolo de moda y la Fabrica envidiable continuara ostentando a nuestros ojos la insignia de lábaro de la Patria, la hermosa bandera que da su nombre, su color y sus notables esperanzas ele renacimiento á Cuba.
La casa donde se elaboran los exquisitos cigarros Cuba y de donde salen las cajas y los barriles atestados de minúsculos torpederos de humo, parece (y creo que así es) construida para la industria que hará célebre el nombre de Moeller.
Todos los adelantos que progresivamente han hecho las otras fábricas de renombre en Cuba, las ha realizado y completado de golpe la gran casa Cuba. Los departamentos, grandes, vastos, llenos de luz, guardan cada uno su destino especial en el gran todo armónico si se permite la palabra, que forma el edificio.
No se respira (a pesar de las existencias enormes que la casa contiene) ese olor á nicotina tan desagradable aún al olfato acostumbrado al tabaco. Si no se supiera y no se viera el uso á que esta destinado no se sospecharía esta industria. Es que la higiene constituye una de las bases fundamentales de esa razón social.
Es inútil hacer un elogio (porque todos los fumadores lo han hecho ya) de la nobleza (en el sentido de la bondad) de los materiales que emplea la fábrica Cuba para sus tabacos y sus cigarros. Las mejores hojas de Vuelta Abajo rinden su tributo al popular establecimiento.
Una escrupulosidad extraordinaria en la escogida, dando por resultado esos elementos extraños: granos de arroz, pajitas, piedrecitas, migajas de pan que deshonran la noble planta de Nicot cuando abrimos un cigarro para volver á echar la picadura en el papel y fumarlo con mas voluptuosidad. Eso no se hallará nunca en un cigarro de la marca Cuba.
La variedad en los cigarros es ilimitada. Desde el “papelillo” de algodón hasta el pectoral —preservativo del pecho; desde el engargolado hasta el papel de arroz; desde el cigarrillo que con su color oscuro y su capa fuerte imita un tabaquito de chocolate hasta el que se envuelve en película de brea y arde como el carbón de un incensario toda la gama queda recorrida. Y por manera espléndida.
No es extraña, pues, la inmensa popularidad de que disfruta la fábrica de cigarros de nombre tan lindo como el nombre de Cuba.
No acabaríamos nunca si tuviéramos que citar cuanto la opinión pública repite tan notoriamente en honor de Cuba. No hay un kiosko de plaza, un anaquel de estación telegráfica, una vidriera de café, un puesto al aire libre que no exponga en lugar preferente una rueda de cigarros Cuba. Son los preferidos, los mimados, los “gatés” como dicen en Francia.
Y se explica. Según la frase de un valiente general americano llegado hace poco á nuestro suelo y que sin saberlo parodiaba á Colón:
—Cuba— dijo después de fumar un cigarrillo Cuba. —es el más hermoso cigarro que ojos humanos vieron.
Y que paladares gustaron —añadiríamos nosotros.
Bibliografía y notas:
- Cuba Fábrica de Cigarros. El Fígaro (Febrero, 1899).
- Personalidades y Negocios de la Habana.
Manon Lange-Prollius dice
Buenos dias desde Berlin,
Carlos Adolfo Moeller era nuestro bisabuelo. Quisiéramos agradecerle muchísimo su artículo. Tengo fotos de el y la familia que le puedo enviar si lo desea.
Saludos cordiales,
Manon Lange-Prollius
Almar dice
Buenos días Sra. Lange-Prollius, le escribo al email de contacto. Gracias a usted por sus palabras, merecen aquellos hombres y mujeres ser recordados! Saludos.