Gabriel de la Concepción Valdés nació en la Habana el 18 de Marzo de 1809, y fué bautizado en la Real Casa de Maternidad el 6 de Abril del mismo año. Murió el 27 28 de Junio de 1844. La primera edición de sus versos se publicó en Matanzas el año de 38, con este título: “Poesías de Plácido”.
Después se han reimpreso numerosas veces sus versos, unas aumentados y otras disminuidos, pero siempre incorrectos. En la “América Poética” de Valparaíso, aparece como uno de los mejores poetas cubanos.
Como han visto nuestros lectores, hemos seguido en esta obra el orden cronológico en que han brillado los poetas de Cuba, sin atender á su mayor ó menor mérito.
En la época que ahora tocamos no puede resultar lo mismo, porque ha sido ilustrada con muchos nombres, sin que nos sea dado fijar los límites en que apareció cada uno, pero todos los que siguen dieron á luz sus versos desde el año de 1830 hasta 1840. La época mas bella de nuestra poesía según han apuntado algunos, la edad de oro de las Musas Cubanas, agregamos nosotros.
Una figura sin embargo descuella sobre todos, y se desprende de ese bellísimo cuadro, un hombre que de la nada se elevó á la inmortalidad y á la gloria.
— Gabriel de la Concepción Valdés; pardo, pobre y humilde, peinetero, sin educación ninguna, guiado solo por la luz del genio que rasgaba por sí sola las nieblas de la ignorancia, embraza el arpa, inspirado como un oráculo, y entona cantos divinos y á veces acabados.
Su lira, como la estatua de Mennon, resonaba apenas la hería el rayo del entusiasmo sin esfuerzo de ninguna especie. Pero no siempre fué sentimiento y nada mas. Su romance titulado Jicotencal y sus lindísimos sonetos, los acojerían por suyos los mejores clásicos españoles. Mas ¿quién le dictó sus primeros cantos? ¿Esos versos improvisados como los que consagra á la condesa de Merlin?
¿Quién le inspiró esos himnos que truenan aveces como el rayo dé la tempestad, y á veces vierten miel como el panal de las abejas? ¿Quién alumbró esa frente de donde brotan espontáneos los pensamientos y las imágenes como las flores en los campos y las estrellas en el cielo?
¡El genio! el genio que sonrió sobre su cuna al nacer, que enardeció su juventud y tal vez se ha sentado silencioso sobre la loza de su sepulcro. Los arroyos que descienden de las rocas, las aves que se remontan cantando á la salida del Sol, las cascadas que atruenan los valles, las palmeras que susurran con los céfiros, los mares que braman con las tormentas, el rayo que parte de las nubes, naturaleza en fin, le gritaba de continuo —¡Canta! ¡Canta! El obedece á esa voz, toma el laúd y canta.
Hé aquí al poeta; hé aquí el mens divinior de que nos habla Horacio. ¡Qué gallardía en los pensamientos! ¡qué fantasía! ¡qué novedad en las imágenes! ¡qué sublimidad en la espresion! A veces baja de su alta esfera y se resienten sus versos de la falta de estudio: así sucede en la naturaleza; no siempre corren claras las fuentes, ni brilla el cielo azul y terso; al mismo sol le cubren nubes tempestuosas, y á pesar de todo, nos embelesa la fuente, nos admira el cielo y el sol nos abrasa con sus rayos de fuego.
Aunque hemos dicho que su educación fué descuidada en su infancia, no por eso dejó de adquirir mas tarde algunos conocimientos literarios; hasta los doce años no visitó mas que una pobre escuela, pero varios hombres ilustrados entre los que se contaban el Dr. D. Manuel González del Valle y el Ldo. D. Ignacio Valdes Machuca, contribuyeron con sus consejos y libros á fomentar el genio espontáneo de Plácido.
Es imposible que falto de toda regía de literatura y conocimientos de la poesía española, hubiera escrito los romances Cora y Gicotencal y especialmente este último.. ¿Cómo distribuir el plan de su obra de una manera tan perfecta? Y luego ¡qué egecucion tan brillante!
Aquellos versos que terminan en esdrújulo, en donde pinta el autor la hoguera que espera á los prisioneros del Casique de Tlascala, son una pincelada maestra, hija del genio y de la meditación. Aislada pierde su mayor mérito la estrofa, pero á pesar de todo hela aquí:
Suspende á lo lejos hórrida
La hoguera su llama fúlgida
De humanas víctimas ávida
Que doblan su frente mustia.
Y mas admira cuando esclama,
Y que si los puentes corta
Porque no vaya en su busca,
Con cráneos de sus guerreros
Calzada haré en la laguna.
Lá conclusión de este romance es bellísima, y tiene una espresion sublime de melancolía.
Y fué tan triste su muerte
Que aun hoy se ignora la tumba
De aquel ante cuya clava
Barreada de áureas puntas,.
Huyeron despavoridas
Las tropas de Montezuma.
No es nuestro ánimo en esta nota hacer un juicio de las obras de Plácido, hemos citado algunos versos para probar que si en muchas composiciones campea su genio solo, en otra le ayudan los conocimientos que habia adquirido en historia, y la lectura que hacia de los poetas españoles.
Desde niño tenia una memoria prodigiosa y mas tarde se aprendió de memoria con increíble prontitud las comedias de Calderón de la Barca y Lope de Vega, sus autores favoritos. La sátira, el epigrama, la poesía erótica, la oda, el romance, todo entraba en el dominio de su imaginación fogosa, y en todos géneros hizo felices ensayos.
De una novela de la condesa de Jenlis, titulada Plácido y Blanca, tomó el seudónimo con que se firmaba por haber simpatizado con el protagonista de esta obra: aunque algunos aseguran que lo tomó de D. Fernando Plácido Fuentes, su padrino de bautismo.
En algunas biografías que hemos leido escritas en el estrangero, aseguran que fué esclavo, y que varios jóvenes habaneros contribuyeron para su libertad: existe otro poeta cubano á quien corresponde la historia que equivocadamente se atribuye á Plácido, que es Manzano.
Plácido nació libre. Mientras ejercía su oficio de peinetero, ensayaba los cantos de su lira desconocida, hasta el año de 34 que escribió su —Siempreviva— con motivo del nombramiento de ministro, de Martínez de la Rosa; dicha poesía fué una de las mas hermosas flores de la corona que los vates cubanos dedicaron al poeta de Granada.
En esta misma época pasó á Matanzas con objeto de escribir dos composiciones, una titulada “El Yumurí” y otra “El Pan”, que creemos serán las que con estos mismos nombres aparecen en sus obras: maravillado con la fértil naturaleza y los hermosos paisajes que rodean á aquella poética ciudad, determinó fijar allí su residencia.
El San Juan y el Yumurí que estrechan á Matanzas entre sus brazos y la arrullan con sus olas, el valle que se estiende á las faldas del Pan, las palmeras cuyas pencas verdes se ven resplandecer á la salida del Sol, y en blandas ondulaciones saludan á la Luna que parece detenerse complacida en la hermosura de esos campos, el mar coronado de lanchas y buques, el cielo azul, en fin, que ilumina ese magnífico cuadro, todo deslumbró sus ojos y encendió en vivo entusiasmo su corazón de poeta.
A los pocos años contrajo matrimonio, abandonando hasta su muerte, el Almendares por las fértiles orillas del Yumurí y del San Juan. No solo nacen sentidísimos poetas en Matanzas, sino que atrae con su hermosura, á los que nacieron lejos de sus bosques, como diciendo—“Yo soy el mas hermoso pueblo de la Isla: yo soy el Edén de los poetas cubanos: Heredia, Plácido y Milanés, hermosa Trinidad del genio, se inspiraron con mis valles, meditaron en mis puentes, se gozaron en mi cielo, y celebraron en sus himnos mi tierra de bendición”.
En seguida copiaremos alguno de los párrafos que Salas y Quiroga consagró á Plácido; los trasladaríamos todos, pero siéndonos imposible, entresacaremos los siguientes:
¿Y quién es Plácido? me preguntarán mis lectores. Plácido es un hombre de genio, por cuyas venas corre mezclada sangre europea y sangre africana, un peinetero de Matanzas, un ser humilde… Sin embargo, este hombre así humillado, en sus cantos medio salvajes, tiene arranques mas sublimes y generosos que hombre ninguno puede comprender.
Al través de la incorrección de su lenguaje, hay chispas que deslumbran, y no conozco poeta ninguno americano, incluso Heredia, que pueda acercársele en genio, en inspiración, en hidalguía y dignidad (Permítanos Salas y Quiroga que comentemos las palabras subrayadas, dejando aparte lo que dice del genio y la inspiración, en lo que no estamos tampoco acordes.
En hidalguía y dignidad ningún otro poeta cubano ha escedido á Heredia; no estableceremos comparaciones, pero no se comprende como Salas y Quiroga que habia estudiado á ambos poetas, está tan errado en estas ideas. Heredia no ha escrito un solo verso en que no respire hidalguía y dignidad.)
“Su clase lo tiene en oscuridad tal, que estoy seguro que ni su existencia será conocida á muchos de sus paisanos ilustrados. Yo me glorío en revelársela, y tengo orgullo en hacer conocer á España, este poeta totalmente en ella desconocido, como en otro tiempo di igualmente á conocer á Heredia.”
La robustez de la versificación de Plácido corresponde á la de su pensamiento ¿qué poeta pór elevado que lo tengan las glorias de este mundo, no se gloriaría de ser autor de los cuatro siguientes vérsos tan redondos y llenos, cual pocos los habrá mas en nuestra lengua.
De gozo enagenados mis sentidos
Fijé mi vista en las serenas ondas,
Y vi las ninfas revolver gallardas
Las rubias hebras de sus trenzas blondas.
Casi toda la versificación de este poeta es de género varonil. Sus sonetos á Napoleón, á Jesucristo y Guillermo Tell, son tres joyas de nuestra literatura. Fuera interminable intentar el traslado de todas las bellezas de estos cantos, porque si bien son muy pocas las composiciones que pueden citarse enteras, ni una hay en que no brille el genio. La incorrección es falta de instrucción, la inspiración es celestial.
Otro literato español D. V. Bramantes cree que Plácido no pasa de ser un mal poeta, á quien se les cerrarán las puertas de la inmortalidad. El Sr. Bramante critica á Plácido de una manera desleal é injusta. Su juicio es errado bajo muchos conceptos. Plácido mal que le pese á este señor, vivirá en los siglos futuros, mientras haya un resto de literatura americana.
Creemos que nuestros lectores verán con interés y como final de esta noticia biográfica, la copia de algunos párrafos de las últimas cartas escritas por Plácido.
Quiero asimismo que se te entregue la sortija de mi madre, y con ella el último adiós de tu esposo: y que si me has amado verdaderamente, no te entregues al dolor, porque eso seria no ser cristiana y te cerrarías las puertas del otro mundo de gloria donde espero encontrarte entre las personas que me son mas querida en este.
Memorias á V., á R. y á C., que yo sé no te desampararán, como también á tu familia y particularmente á tu madre, á quien pedirás perdón de mi parte por los padecimientos que he sufrido.
Recomiendo al Sr. Cura párroco D. Francisco García, con cuya protección siempre he contado, mande imprimir con letras de oro, la oda que está en la corona fúnebre del Sr. Duque de Frias, y se la regale á la España en memoria de Plácido.
Dejo memorias á D. Francisco Martínez de la Rosa, á D. Juan Nicasio Gallegos y á Zorrilla.
No dejo espresiones á ningún amigo, porque sé que en el mundo no los hay.
El llanto que pido á tu memoria es que hagas bien á los pobres, siempre que puedas, y mi sombra estará risueña, contemplándote digna de ser esposa de Plácido.
Un abrazo á Petrona Celiae, y recibe el adiós de tu Plácido, que te pide le encomiendes al Dios de las misericordias.
Un abrazo á Gabriel y Otro á Andresita.
Dejo mi eterno reconocimiento al regidor D. Ignacio Valdes Martinez, á mi madre, y mi hermana, y á ti mi ultimo suspiro.
Tu Gabriel
A la misma:
¡Alma mia, adiós! Consuélete, al menos el saber que mis últimos votos son por la paz y felicidad de Cuba, y mis postreros sentimientos los divido con igualdad entre mi madre, Rafaela y Gila.
Tu Gabriel
A la Sra. D.a María De Las Mercedes Santa Cruz y Montalvo
Condesa Merlin.
A una sola voz suya, a una mirada,
Quintana
Apaga Jove el iracundo rayo,
Depone Marte la sangrienta espada
Salve, deidad del nuevo mundo, salve
A tu preclara cuna
A tu nombré, á tú magia irresistible,
A tu voz dulce, armónica y sensible,
Cuyo menor cautivo es la fortuna.
Salve á mi patria, que nacer te viera,
A quien tan puros plácemes arrancas,
Como el disco genial de rosas blancas
Que circunda tu negra cabellera.
De mis lares honor, yo te bendigo;
Bendigo el astro pío que alumbraba
Tu feliz nacimiento,
Bendigo de tornar el pensamiento
A tu pais natal, que verte ansiaba,
Y aun á las verdes olas que rompía
Alíjero el bajel, cuando impetuoso
Tesoro tanto á Cuba conducía
De los mares hendiendo el cauce undoso,
Las bendice también el alma mia.
Tu rostro misto de azucena y grana
Velado en magestad y esplendor orilla
Cual de Venus el astro en la mañana,
Cuando el alba con perlas engalana
El vasto Edén de la sin par Antilla.
De la Antilla fecunda que te adora,
Y no bien galas por tu vuelta viste,
Cuando presagia querellosa y triste
Que á partir vas, y anticipada llora.
Vas á partir...! ¿por qué tan presto, bella,
Del américo mar á la señora
Desampara tu huella?
¿No te aclamó su mas brillante estrella?
Te dio sus dones al nacer, ¿y ahora,
No halla placer tu corazón en ella?
En ella que de lirios y azahares
Formó el aura balsámica que aspiras;
El fuego y brillantez está en tus ojos
De su luciente sol, son sus claveles
Breves trasuntos de tus labios rojos,
De su cielo tu risa, y el acento
Con que leda estasiar sabes las almas,
Es abreviado en tu meloso aliento,
La voz de sus arroyos y sus palmas.[1]
De sus palmas que al verte en la ribera Del Almendar fecundo, Clamaron impelidas Del céfiro sutil que las meciera: “¡Salve, Corina del moderno mundo, A quien hoy electrizas hechicera, Todo es cubano en tí, salve, habanera!”
Ángel de Santa Cruz, y las olvidas?
¿Sorda serás á sus dolientes quejas?
¿Quién, ornato en las fiestas mas lucidas
De la Habana será,si tú te alejas?
¿Pues qué,Camajuaní, cuya vertiente
En nada cede á la hipocrénea fuente;
El Sagua ondisonoso
Que del alto Escambray nace á las plantas;
Mostrando á sus riberas flores tantas
Como, arrastra en su fondo arenas de oro;
El Agabama undoso,
Y el Cauto dilatado y caudaloso
Que de gigantes pinos se corona,
Menos tu pecho generoso estima,
Que el nebuloso clima
Donde corren el Sena y el Garona?
¿Por qué temer el tropical estío?
Gózate en este sol resplandeciente,
Que así es tu corazón, sublime, ardiente,
Y así es también el entusiasmo mió.
Siempre apacible y transparente el cielo,
Bañado el aire por la brisa pura,
Siempre del mar serena la llanura,
Siempre de flores alfombrado el suelo,
¿No te deciden á fijar tu estancia
En la ígnea zona que tu estirpe aprecia?
¿Es mas diáfano el cielo de la Francia?
¿Son mas bellos los campos de Lutecia?
Lauros vas á buscar? Tiende la mano;
Señálame á la bóveda azulada,
A una sola voz tuya, á una mirada,
Harás que al sacro templo de Memoria
Las alas de oro rebatiendo suba,
Trayéndote al volver uno de gloria;
Aunque hay sabanas de laurel en Cuba.
—"Tente, iluso cantor, no es el deseo
De lucir en brillantes reuniones
El que me impele á repasar los mares,
Ni yo desdeño los paternos,lares,
Por lucir de Paris en los salones,
La mas noble de todas las pasiones,
El amor maternal, el que me hiciera
Volar también a la Siberia fría,
Es quien mi ausencia próxima reclama:
Pasión eterna, y de tan gran valía
Por el fulgor de su divina llama,
Que ni la puede minorar la fama,
Ni la alcanza á pintar la poesía."
—Por tus hijos..,! Adiós, parte y perdona,
Busca en el cielo un lauro inmarcesible
Porque hallar en la tierra es imposible,
A tan alta virtud, digna corona.
Parte, no temas, y aunque el ponto fiero
Venga la nave á combatir, levanta
Tu voz divina en tono lastimero,
Que la furia del líquido elemento
Tornarás en letárgico desmayo,
Y verás á tu cántico doliente
Soltar Neptuno el heridor tridente,
Apagar Jove el iracundo rayo
Llega felice y al pisar la playa
Que te espera di Europa al mediodía,
Ciñe á tus hijos en fraterno lazo,
Después del santo maternal abrazo,
Otros les da que Cuba les envía
Y no olvides jamás tu patria amada.
Esta tierra de paz y de ventura,
Ante cuya verdad inmaculada
Su antorcha apaga la discordia impura,
Depone Marte la sangrienta espada
¡Vas á partir, y para siempre acaso....!
Vas á lucir del mar á la otra parte,
Pero tu nombre en la cubana historia
Se esculpirá con letras diamantinas.
Ya que el hado nos veda contemplarte
Gozaremos al menos la memoria
De tus mágicas gracias peregrinas,
Y saboreando del placer la copa,
Con noble orgullo contestar podremos
A los artistas de la culta Europa.
"Si al Ser Supremo conceder no plugo
A la patria dichosa de Várela
Un Virgilio, un Biron, ni un Víctor Húgo,
Cuando el acento mágico resuena
De la noble MERLIN , y su laureada
Frente sé ostenta de atractivos llena,
Ni al Támesis, ni al Pó debemos nada,
Nada tenemos que envidiar al Sena."
Referencias bibliográficas y notas.
[1] Heredia
- Fornaris, J. & Luaces, J. (1858) Cuba poética: colección escogida de las composiciones en verso de los poetas cubanos desde Zequeira hasta nuestros días. Habana: Imp. y Papelería de la Viuda de Barcina.
- Plácido Gabriel de la Concepción Valdés por Sebastián Alfredo de Morales.
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